martes, 5 de julio de 2005

El caso Memín Pinguín. Un tebeo racista

Los sellos de la discordia.

La semana pasada, México y EE UU se enzarzaron en una polémica originada por la publicación de una serie de estampas de correos que celebraban la historieta mejicana ('La Caricatura en México') y que mostraban a uno de sus personajes más queridos: el negrito Memín Pinguín. El cabeza de la comunidad afroamericana de los EE UU, Jesse Jackson, y el portavoz de la Casa Blanca Scott McClellan solicitaron de inmediato al Servicio Postal Mexicano (Sepomex) la retirada de los 750.000 sellos emitidos, dado que en ellos se utilizaban estereotipos raciales ofensivos en referencia al niño de color ataviado con varios trajes, tal y como se muestra en la imagen que encabeza este artículo. El Gobierno del presidente Vicente Fox se negó en redondo a la petición. La noticia sirve para reflexionar sobre el escaso conocimiento que se tiene en general sobre la naturaleza de la historieta.

La caricatura de Memín representa a un niño negro bajito, de gruesos labios y enormes orejas, dicharachero y con una especial forma de ver el mundo, cuyas aventuras se convirtieron en un fenómeno editorial en México a partir de la década de 1940. La serie de estampas fueron emitidas en junio de este año con motivo del quincuagésimo aniversario del nacimiento del popular personaje. En 2004 había sido emitida una primera serie de estos sellos (en este caso con la Familia Burrón) en homenaje a la caricatura en México, que es el modo como allí denominan por lo común al medio que en España y en el resto de la comunidad latinoamericana llamamos historieta (o cómic).
Los periódicos mejicanos ampliaron la noticia yéndose a consultar al pueblo llano en vez de entrar en consideraciones más académicas que sirvieran para rechazar las tesis estadounidenses. El periódico ‘Yucatán’, por ejemplo, acudió al hijo de Yolanda Vargas, la ya fallecida creadora del personaje Memín Pinguín, que se da la circunstancia de que actualmente es el director de la poderosa editorial mejicana de tebeos Vid: Malenick De la Parra. Éste afirmó que su madre «estaría muerta de la risa por las reacciones que se han desatado en Estados Unidos (…) Memín no es ofensivo, son justamente sus rasgos exagerados los que demuestran que es el corazón noble, lo que importa de una persona».
A Sixto Valencia, dibujante durante los últimos 40 años del personaje, también le causó risa la molestia que suscitó en Estados Unidos la emisión postal con la imagen del niño negro (que se hizo a iniciativa suya, al parecer). Valencia, de 72 años de edad, dibujó a Memín Pinguín desde 1962, cuando empezó a circular en México como una historieta independiente de la revista Pepín, dónde nació en 1945. «Se ha hecho un escándalo bastante grande [comentó divertido] Por otro lado agradezco a Estados Unidos que se haya fijado en la estampilla porque en cierta forma está reviviendo la tira, entonces se está logrando el objetivo que es enaltecer un poco la historieta mexicana que anda ahora de capa caída (…) en realidad Memín Pinguín es una historieta muy blanca. Aunque Yolanda Vargas no tenía la finalidad de hacer de los mexicanos personas menos racistas, tampoco se descarta ese mensaje en la historieta»
Valencia asegura que él nunca dibujó al personaje con intención de ofender a nadie y que únicamente recuerda un episodio claramente racista en la historieta de este personaje, un capítulo que se publicó a finales de los años sesenta en el que se abordaba la discriminación por cuestión de raza: «En un episodio Memín y sus amigos se van a Texas para jugar fútbol. Ellos fueron a comprar un helado y no le quisieron servir a Memín porque en el lugar no se atendían a negros, mexicanos y perros (…) Sus amigos lo defendieron, se armó la trifulca y fueron a dar a la cárcel. Me gustó que se tocara este tema tan difícil de una forma tan divertida.» Por lo visto, no sólo no era racista la producción sino que denunciaba, precisamente, el racismo en un país donde aún se hallaba profundamente arraigado: los EE UU.
Otro dibujante mexicano, Arturo Espinosa, creador de la historieta que aborda la vida del artista mexicano Pedro Infante, se mostró perplejo por la polémica: «En treinta años de experiencia como dibujante de historietas jamás me había visto que alguien pudiera sentirse ofendido por un personaje. No se ridiculiza a nadie, no está basado en alguien en particular, Memín es ficticio».

UNA CUESTIÓN POLÍTICA
Sin detenerse en la clave aportada por Espinosa, eje de la defensa por obviedad, los políticos enredaron la madeja de un modo grotesco. Todo surgió el día 29 de junio de 2005, después de que líderes afroamericanos estadounidenses se dirigieran al Presidente George W. Bush para exigirle que condenase la emisión por parte del Gobierno de México del sello postal. Al día siguiente, el jueves día 30 de junio, el gobierno de EE UU se dirigió al mejicano y el canciller mejicano, Luis Ernesto Derbez, respondió con rapidez afirmando que las críticas vertidas en EE UU eran irrespetuosas. Concretamente expresó: «Me parece que es una falta total de respeto a nuestra cultura que algunas personas estén haciendo de esto un tema que no corresponde a la realidad».
Los periodistas de ‘Yucatán’ también llegaron hasta el director adjunto de vinculación educativa del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, José Luis Gutiérrez, quien se expresó afirmando que las protestas banalizan la lucha contra la discriminación y dando en la clave al considerar al personaje como lo que es: «Memín es un icono de la cultura popular y no considero que haya sido un error colocarlo en los timbres postales. (…) En Estados Unidos deben entender que éste no es un niño negro cualquiera, sino un personaje popular mexicano. Lo grave de todo esto es la trivialización del combate contra la discriminación»
Otro crítico con el asunto es el antropólogo mexicano Roger Bartra, para quien lo más lamentable de la situación es que ha quedado en evidencia el “bajo nivel” de la discusión en la política internacional.
En efecto, el asunto alcanzó altas esferas políticas. El 1 de julio, el gobierno de México (el presidente del estatal Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, Conapred, Gilberto Rincón Gallardo) envió una carta al presidente Bush para aclarar el malentendido generado por la emisión de estampillas de Memín Pinguín, interpretada como una muestra de racismo por parte de la Casa Blanca. La portavoz de la Presidencia mejicana, Rubén Aguilar, también se mantuvo en sus trece ante a la prensa internacional, declarando que la reacción de las autoridades de EE UU era exagerada: «Para el Gobierno de México se trata simplemente del desconocimiento de la cultura mexicana, en particular el aporte de la caricatura». Además, dijo, la historieta de ese personaje «plantea lo contrario de lo que reclaman, ayudó a que este país fuese menos racista y abriera un espacio de simpatía a la población de color (…) Hay gente que quiere aprovechar estas cosas de manera de jugar un cierto nivel de protagonismo al interior de la sociedad norteamericana.»
Mientras, en Estados Unidos, el influyente ‘The Washington Post’ sirvió de canal para que la Casa Blanca optase por reaccionar ante la publicación de las estampillas. Los redactores del diario trataron el tema en un artículo de primera plana, con el reverendo Jesse Jackson identificando los sellos con símbolos racistas pues refrendaban estereotipos contra los afroamericanos. El representante de la Embajada de México en Washington, Rafael Laveaga, se apresuró a comentar al diario estadounidense que el sello postal no intentaba ofender a ningún grupo racial y que debía considerarse únicamente como una imagen cultural. El diario terminaba argumentando que, en el fondo, el sello vulneraba los derechos civiles de las comunidades afroamericana e hispana, tal y como habían denunciado los colectivos: NAACP, la Rainbow/PUSH Coalition, el National Council of La Raza y la National Urban League.
Sin duda existe algún tipo de animadversión hacia el Gobierno de México por parte de la Coalición Rainbow / PUSH que preside Jesse Jackson, pues dos meses antes había llamado la atención del presidente Fox cuando éste dijo que los mejicanos que emigraban a los Estados Unidos se veían obligados a aceptar trabajos que ni los negros querían («even blacks don't want»). Según el presidente, el comentario fue sacado de contexto, aunque no pudo negar que fue desafortunado. Para los americanos de color, la emisión de estos sellos con la imagen de Memín Pinguín volvía a incidir otra vez en la postura racista. La intransigencia de Fox alcanzaba grados insultantes, según Marc H. Morial, director ejecutivo de la National Urban League, que se remitió a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice para denunciar lo que él consideraba ofensivo y aclaratorio de la ‘verdadera intención’ que guiaba al presidente de México. En similares términos se expresó Janet Murguia, presidente del National Council of La Raza, extendiendo el agravio hacia los colectivos hispanos.
El único destello de razón que hubo entre los entrevistados por ‘The Washington Post’ vino de David Pilgrim, responsable del Jim Crow Museum of Racist Memorabilia sito en Michigan, sabedor de que imágenes de este tipo son habituales en las culturas latinoamericanas, filipinas, japonesas y otras, si bien acusaba al Gobierno de México de hallarse detrás de la decisión de poner en circulación los sellos.

Dos cubiertas recientes del tebeo Memín Pinguín

EL VERDADERO CARÁCTER DE MEMÍN PINGUÍN
El 3 de julio, el diario mejicano decano de su prensa ‘El Dictamen’, arremetía severamente contra las acusaciones de racismo expresadas por los norteamericanos apoyándose en las declaraciones del portavoz presidencial Rubén Aguilar. Este portavoz negó que la imagen del niño negro con enormes orejas y labios tenga tintes racistas y adujo que, además: «esta caricatura ha promovido los valores familiares y de pluralidad".
Y así es. Memín era solamente un personaje más de la historieta infantil mejicana y no pretendía ridiculizar a las personas de raza negra. Según ha explicado el hijo de su creadora, Yolanda Vargas, el personaje fue concebido cuando su madre viajó a Cuba por la década de los años 1930 y conoció entre la gente de color de allí un espíritu festivo que la inspiró para el personaje. El nombre, Memín Pinguín, tiene raíces familiares puesto que era el apelativo del marido de Vargas (Guillermo) recibía de niño por causa de sus constantes travesuras.
Desde que nació en las páginas de la revista ‘Pepín’, en 1945, las aventuras de Memín Pinguín se convirtieron rápidamente en un fenómeno editorial en México. Su éxito fue tal que las historietas del personajes rebasaron las fronteras del país, siendo publicadas también en Hong Kong, Indonesia y Filipinas. De hecho, en este último país insular el Ministerio de Educación declaró en 1984 como lectura obligatoria en las escuelas las historietas protagonizadas por el negrito debido a que fomentaban en los estudiantes el respeto hacia la familia y las instituciones. También es cierto que el personaje promovía los valores y la cultura nacionales mejicanos pero tenían más peso en sus argumentos los referidos por el portavoz presidencial.
La creación del personaje se encuadra en un período el cómic en México en el que comenzó a crecer la historieta nacional mejicana hasta el punto de ser considerada la Edad de Oro (según el historiador Rosalva de Valdés). Desde 1910 se entiende que existe historieta genuinamente mejicana, pero adherida aún los periódicos. Durante los años treinta, los autores de historietas lucharon por una mayor dignidad en su profesión y los editores por una mayor seriedad en las propuestas. Así hasta que el editor Francisco Sayrols, con buen olfato industrial, lanzó ‘Paquín’, la primera revista nacional de éxito que se publicó en varios formatos por Editorial Juventud. El modelo pasaría a Editorial Panamericana y Publicaciones Herrerías lanzó en 1936 ‘Chamaco Grande’, primera revista semanal que contuvo material nacional exclusivamente. Su éxito fue tal que la revista llegó a publicarse dos, tres veces por semana, y hasta diariamente bajo el título ‘Chamaco Chico’. Editorial Juventud lanzó ‘Pepín’ aquel mismo año, que disfrutó aún de mayor popularidad, hasta el punto de convertirse en cimiento de la importante Cadena de Periódicos García Valseca, que tiraba 300.000 ejemplares diarios. De esta época dorada de la historieta mejicana son ‘Los Supersabios’ de Germán Butze, las historietas románticas de Arturo Casillas y Antonio Gutiérrez, ‘Tawa’ de Joaquín Cervantes Bassoco, Don Proverbio de Carlos del Paso y Yolanda Vargas Dulché… precisamente la creadora de Pepín Minguín. Fueron también popularísimos los tebeos románticos de los anteriormente mencionados, Gutiérrez y Vargas, que alcanzaban tiradas de más de un millón de ejemplares semanales. Más tarde les llegó el turno a los cómics de aventuras genuinamente mejicanos, protagonizados algunos por mujeres como ‘Rarotonga’, obra de José Suárez, precisamente una protagonista de color que vivía aventuras muy alejadas de la ridiculización de los de su raza.
El diario mejicano ‘La Jornada’ también reaccionó rápidamente aclarando que Memín Pinguín no era ‘el icono popular del racismo en México’, tal y como habían afirmado colectivos estadounidenses. Sixto Valencia Burgos, dibujante de Memín, manifestó a ‘La Jornada’: «Jesse Jackson, el presbítero y sus derivados que se quejaron, nunca han leído un solo número de Memín. Yo hago la historieta para que todos adoren al negrito. Los que se quejan hablan sin conocer la serie, pues sus argumentos son blancos». La escritora Elena Poniatowska calificó en las páginas del mismo periódico que las reacciones de la Casa Blanca eran absurdas: «Durante los años de existencia de esa historieta, en México nadie se ha sentido ofendido, inclusive es un personaje muy querido. No entiendo por qué ahora se desata esto. ¿Por qué en Estados Unidos no se han sentido ofendidos, por ejemplo, con la negrita que aparece en algunas cajas de harina para hot cakes? (…) En nuestro país la imagen de los negros despierta una simpatía enorme, que se refleja no sólo en personajes como Memín Pinguín, sino en canciones populares. Hasta Cri Cri creó su negrito sandía. En México, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, nuestro trato hacia los negros ha sido más cariñoso.»
Aún más perspicaces, los humoristas gráficos de ‘La Jornada’ (Rafael Barajas, El Fisgón, Gonzalo Rocha y Antonio Helguera) se apuntaron a la defensa del emblemático personaje aduciendo que Memín estaba pagando los platos rotos por las equívocas declaraciones de Fox. Rocha, que no es fan de Memín Pinguín, declaró: «pero si me dijeran que mañana no se puede rendir homenaje a un personaje como Calzonzin, de Rius, porque es una afrenta a los mexicanos, no estaría de acuerdo». Rogelio Naranjo arrojó luz sobre el asunto aclarando que «En Estados Unidos las manifestaciones del racismo son diferentes a las de México. Aquí se discrimina a los pobres y no a las razas. Aquí se discrimina a los indígenas, no por ser de otra raza, sino por pobres. Es extraño que Estados Unidos proteste por Memín, cuando el estereotipo del negro ha aparecido en muchas de sus películas desde hace muchos años.»
La revista ‘Síntesis’ reflexionó el 3 de julio sobre cómo los políticos estadounidenses se desmarcaban –con noticias como ésta- de los problemas de peso. Causaba sorpresa, decían, que en medio de profundos y serios problemas como la guerra de guerrillas que se desarrolla en Iraq, el gobierno de Bush se ocupe de la estampilla de Memín Pinguín. Estimaba que la reacción de la Casa Blanca refleja con claridad cómo el poder de la prensa estadunidense puede sacar de contexto cualquier situación por encima de los verdaderos intereses de una relación bilateral, en este caso la de México-Estados Unidos. No en vano, diarios respetados a nivel internacional como ‘The New York Times’, ‘The Washington Post’ y ‘Los Angeles Times’, dieron amplia cobertura al asunto.
Pero lo que se destaca en los artículos de la prensa estadounidense, es que sus corresponsales, pese a que varios de ellos tienen ya algunos años trabajando en territorio mexicano, siguen sin entender la cultura de México

EL SELLO MÁS VENDIDO.
La controversia generada provocó que el precio del timbre se disparara en el mercado filatélico internacional. Las cinco estampillas emitidas por el Correo de México a un precio 32,50 pesos (6,50 pesos por estampilla) se cotizaron en el sitio de subastas de Ebay a 147 dólares tan sólo horas después de haberse colocado. 300 dólares la planilla de 50 sellos. Fernando Pérez Maldonado, especialista en filatelia, miembro de la prestigiada agrupación MEPSI, indicó que «Hace muchas décadas que no sucedía esto con una estampilla mexicana». Pérez explico que el sello no es una estampilla especulativa, dado que su tiraje es el normal para un sello conmemorativo en México. También las historietas del personaje renovaron su aprecio por parte del público. El presidente de la editorial Vid defendió a su personaje e indicó que en la editorial han recibido muchísimos correos electrónicos y cartas.
Por más que la prensa mejicana ha reaccionado en defensa de su patrimonio, el tema no ha interesado a los periódicos españoles. Aquí la prensa ha reflejado la noticia con cierto gusto por lo curioso o bien no la ha reflejado, restándole importancia. La tiene, a nuestro modo de ver, desde la perspectiva de la consideración de la historieta como medio de comunicación y no como reservorio de infantilismos o ridiculeces.
También es importante por el modo cómo se entiende el racismo si es transmitido a través de la sátira o de la historieta. En el diario estadounidense ‘Daily Herald’ se permitió la intervención de Ben Vinson, un profesor de Historia de Latinoamérica de raza negra en la Penn State University. Sostenía que ‘Memin Pinguin’ era una expresión que tenía sus raíces en la gente del pueblo mejicano y que la madre del personaje había sido dibujada como una vieja versión del personaje publicitario estadounidense Aunt Jemima, también poseedor de estas supuestas características de 'denigración racial'. Sabemos que es falso y desviar la cuestión hacia la supuesta imitación de modelos claramente racistas procedentes de los Estados Unidos no confirma la supuesta naturaleza lesiva de la historieta. Este tipo de figuras existe en todas las culturas, pero en la estadounidense con mayor insistencia, como queda de patente en el sitio web Jim Crow Museum of Racist Memorabillia (http://www.ferris.edu/news/jimcrow/cartoons/). Allí se aprecian no sólo dibujos animados con negritos ridiculizados, también historietas de Robert Crumb y de Will Eisner en las que aparecen personajes negros tratados como objeto sexual, para el caso de Crumb, o como serviles criados, para el caso de Eisner. En realidad algunos de estos personajes no deberían ser considerados así, por más que haya sido la propia cultura norteamericana, que legitimó hasta finales de los años sesenta la inferioridad de los hombres de color, la que respaldaba creaciones de este tipo. Y con más razón durante 1945, fecha en que nació Memín Pinguín.
El catedrático de Derechos Humanos Michael Ignatieff aportaba algunas claves al respecto en su artículo ‘¿Puede EE UU exportar libertad?’ (El País, 3-VII-2005) cuando establecía que la libertad que representa Estados Unidos aspira a ser universal, pero siempre ha sido excepcional porque es el único experimento democrático moderno que surgió de la esclavitud. Desde la Proclamación de la Emancipación, en 1863, hasta la Ley de Derechos Civiles, de 1964, tuvo que pasar un siglo para que la promesa de la libertad americana empezara siquiera a respetarse.
Y no debemos olvidar que la legislación sobre derechos civiles condena directa y esencialmente la publicación de imágenes de este tipo, sobre todo desde los años setenta. Peor la pasión de EE UU por legislar fuera de sus fronteras está fuera de lugar.

LAS CLAVES DE LA ACUSACIÓN
¿Cuáles son las razones que han impulsado tan bravamente a agrupaciones y políticos a poner la tilde descalificadora sobre estos sellos que conmemoran la historieta mejicana?
Creemos que tres: Por una parte el deseo de revancha de Jackson contra Fox, que puede a su vez ocultar un sentimiento racista hacia los hispanos, esa otra fuerza migratoria que podría desplazar en cuestión de derechos civiles a la comunidad negra. En segundo lugar la delicada situación de los republicanos de Bush, actualmente en sus momentos más bajos de popularidad, que se han aferrado a un clavo ardiendo con tal de tener contenta a la comunidad de votantes afroamericana y a los defensores de los derechos civiles. Y, por último, la posibilidad de que exista algún grupo de presión contrario a Fox (el escándalo fue propiciado por un cable de la agencia de noticias estadounidense Associated Press que partió el 29 de junio desde la Ciudad de México), sumido estos días en precampaña y que está siendo acosado mediáticamente desde diferentes frentes.
Acudiendo a las teorías de la interpretación de la historieta hallamos rápidamente el origen de la confusión (en orden a la ignorancia) manifestada por los estadounidenses denunciantes del racismo latente en Memín Pinguín. Lo que han cometido es un desliz por metonimia, tomando al personaje por la historieta. En el cómic, el personaje se halla siempre necesariamente ligado a un relato, o sea, a una representación que se hace de acontecimientos, ficticios o no. Esto se halla en las interpretaciones del relato aceptadas por toda la comunidad científica y por los medios de comunicación, siendo uno de sus máximos referentes Genette. Algo tan aparentemente sencillo es significativamente complejo en nuestra cultura, ya plenamente afincada en la imagen y en la que se confunde el signo por la cosa significada con demasiada frecuencia. Los estereotipos son ideas aceptadas comúnmente, pero en el caso de Memín Pinguín se ha confundido al arquetipo (el modelo original y primario) del niño pobre perteneciente a una comunidad deprimida (la de los negros) con la estereotipia ‘comúnmente aceptada’ por la cultura estadounidense de que los negritos zumbones son el compendio de la necedad humana. La ignorancia demostrada por los colectivos afroamericanos o los voceros de la Casa Blanca alude a esta confusión, que se halla enraizada con el más absoluto desconocimiento no ya de la obra en sí (dudo que hayan leído una sola historieta del personaje) sino del medio historieta en su conjunto.
Los personajes de los cómics son elípticos en su cualidad semiológica de mensaje pues presentan una representación estable, con signos esenciales que convienen en generar una suerte de efecto máscara. De ahí que los trajes que Memín Pinguín viste en los sellos no signifiquen necesariamente que se denigre a un negro por ir uniformado como un empleado (un botones) o que se le ridiculice por lucir como a un ricachón. En el cómic, precisamente algunas de las características más populares del personaje es que se hace amable al lector, que se mantiene incorruptible y presenta una serie de gestos que le caracterizan. Y eso se consigue con atavíos concretos, también estereotipados (de los que ya se ocupaba Roland Barthes cuando hablaba de las ‘actitudes funcionales’) y con rasgos caricaturescos precisos, antes extraídos del conocimiento popular que de los prejuicios del creador de los cómics.
Quizá alguna de las historietas protagonizadas por Penguín en sus casi cincuenta años de vida pudieran ser consideradas hoy racistas, por su argumento o por su mensaje. El personaje, de ningún modo.

En este caso todo se asienta en la ignorancia, en no reconocer la verdadera dimensión de los personajes de historieta, o no ver su sustantividad y trascendencia más allá del contexto narrativo en que se hallan. Es decir, el personaje de historieta que aparece en estos sellos es, a todos los efectos hoy, un icono desplazado de su medio. Destacado en otro soporte (para el caso, un sello) el personaje ha perdido casi todos sus valores como sujeto de un relato para adquirir los de un signo elemental de alguna idea pedestre. Los políticos lo han usado como un elemento impreso en una pancarta en su habitual modo reduccionista de entender la cultura.
Es verdad que Fox recurrió al juego de las acusaciones yéndose al otro extremo: al igual que Speedy Gonzalez, el popular ratón de dibujos animados con acento mexicano creado en Estados Unidos, Memín Pinguín no debe ser visto como una caricatura racista. Pero no le falta razón al presidente de México. Tan ridículo es tachar a Memín de vector de intenciones racistas como a Tarzán de representante de los afanes colonialistas, a Porky de lesivo contra los derechos de los animales, a Superman como epítome de las ansias imperialistas a Donald como ensalzador del nudismo… EE UU ha sido escenario de algunas de estas interpretaciones absurdas, como fue el caso de querer ‘vestir’ a Tweety (Piolín) porque su primer color, rosado, le hacía aparecer ‘desnudo a ojos de los niños’.

La historieta es, ante todo, medio de comunicación. Es narrativa antes que suplemento artístico para la evasión. Hasta que no se insista lo suficientemente sobre ello no pasará la historieta a ser considerada Cultura. Con esta pelotera en torno a los sellos de Memín Pinguín se ha vuelto a demostrar que las playas de la cultura no son lugar que frecuenten los políticos del país más poderoso del mundo.
Y eso asusta.

Manuel Barrero