miércoles, 30 de marzo de 2005

El arte de amar de Forges

Uno de Forges

RESEÑA.- Arte de am@r, de Forges. El Jueves: Humor del día, 15, Barcelona, 2005.

La clave del éxito y del reconocimiento de Forges (Antonio Fraguas de Pablo, Madrid, 1942) es su calidad de inmutable, de humorista incontrovertible y que se ha mantenido en su género y en su humor sin acusar los embates de la edad o del cansancio desde fecha tan temprana como 1964.
Leyendo poemas de Hans M. Enzensberger cae uno en la cuenta de cómo han cambiado los tiempos. El poeta bávaro ha virado desde el vitriolo de la juventud hasta cierta indolencia ("relativismo" lo llaman los críticos). La alusión a Enzensgerger viene al caso por su reciente Historia de las nubes, que nos ha recordado que se puede pasar del oxímoron entusiasta al sarcasmo acongojado y ser el mismo creador. En la madurez uno se relaja, o al menos se atenúa...
En España, el período en el que se fue conformando la democracia que ahora vivimos, que algunos historiadores han definido con acierto como de "transacción" (en vez de "transición"), ha sido un tiempo en el que no sólo se fueron trasformando las fuerzas políticas vivas, la economía y la sociedad a grandes rasgos, también se transformaron las personas y sus creaciones. Los pensadores, periodistas y artistas modificaron sus opiniones y sus haceres con el tiempo. Todos sabemos de alguno que practicaba en los setenta la militancia agresiva desde la izquierda y, en los noventa, la sumisión molificada al capital. Otros han evolucionado desde posturas de apego al socialismo hasta posiciones de defensa de ciertos fascismos. La vida cambia, la gente cambia.
Con Forges parece no ser así, su humor permanece inamovible e incólume. Él definió tiempo ha los rasgos de cierto español medio / mediocre, hombre de esposa única y tirana, de sueldo escaso y narizón, ojeroso, incapaz y tracalero con tal de no dar ni golpe en el hogar. En el fondo dibujó al machista español, fanfarrón de autoridad perdida y sumido ya en la rutina gris de un franquismo crepuscular. Forges describió como nadie aquel período de verdadera transición, el del tardofranquismo, cuando la economía reflotaba tímidamente mientras mudaba el modo de ser atrabiliario del “señor de la casa” hacia el de un conformista obligado.

De este individuo trata el libro de Forges que acaba de lanzar El Jueves: Arte de am@r, cuya grafía alusiva a los hipermedia es una llamada a la actualidad que, en realidad, no existe en la obra: los retratos que hace del españolito mediocre son los de siempre. Es verdad que se pacta en euros, se habla de internet, Brad Pitt y otros tegumentos del ahora. Pero el protagonista de los chistes es el mismo de antaño: el hombre arrutinado, incapaz de labor doméstica, narcotizado por el fútbol, pendiente de la gachí inalcanzable y espectador de una vida que discurre ajena a él. En este sentido, el humor de Forges es un auto examen desalmado que advierte, precisamente, de la vida sin chispa y sin humor. La serie de chistes sobre el aficionado al bricolaje inútil, el del comprador de puertas “Para tener”, los fontaneros de lujo, las vacaburras, los temibles tunos… son ejercicios de humor brillante sobre el tema de la derrota.
La modernización del humor de Forges viene dada por los afeites. La estrategia de avivar el humor con el color infográfico, por ejemplo, funciona. Los habituales “bocadillos con pared” de Forges se han tornado primaverales, y también ha puesto rojo en jerséis y pulóveres, así como en alguna calva irritada por crecepelos mil. El ordenata le ha dado alas al autor. Pero no radica ahí su valor hoy ni su frescura. El genio de Forges está en la chispa constante, en la llaga que no cicatriza y en el uso tan personal que hace del lenguaje, como en sus subrayados finales, coletillas sin venir a cuento pero hilarantes (“Eso: Tú ahonda en mi pesar”) o con esos pararrelatos que sitúa en segundo plano (las furgonetas de reparto, televisores, carteles, etc., con leyendas tan cómicas como “Cuñados gorrones a domicilio” y “Hordápolis. Centro comercial”). Parecen chascarrillos que lo entroncan con el humor brugueriano, pero en el fondo son reflexiones sobre una realidad nada desubicada, muy nuestra, o como decía aquella mujer tan llana: “muy nosotros”.

En Forges está el Nosotros. De ahí que emane la risa sin pausa.
La nueva colección de El Jueves inaugurada el año pasado y que acomoda esta obra de Forges a la altura de su número 15, la Colección Humor del Día, está dedicada a recopilar viñetas o tiras de prensa de concepción diaria para conformar libros que arrojen una mirada a facetas de la vida, momentos de la política, o al decurso sociológico de España o de sus comunidades. Forges fue quien inauguró la colección, precisamente. Otros afortunados humoristas han sido Mingote, Ricardo, Peridis, Máximo (un libro cada uno), Gallego & Rey, Toni (con dos libros cada uno) y Ferreres (con cinco libros; muy afortunado Ferreres ¿eh?)
J.L. Martín, director de la factoría de humor catalana, nos intenta arrastrar a la lectura de este libro de Forges desde la cuarta de cubiertas con la acostumbrada llamada a la catástrofe del matrimonio de cada cual –tema central de la obra-, condena aparentemente asumida por los todos aún hoy. Y es verdad que esa sigue siendo la “verdad”: la rutina de la convivencia, el desmoronamiento de la felicidad que tanto tiene que ver con esa maduración atenuada a la que aludíamos citando a Enzensberger. Martín, más brillantemente, lo llama “forma de convivencia entre vegetal y mineral” en la que hemos convertido el matrimonio tradicional.
Un libro para leer, regocijarse, regalar, adornar estanterías, disponer como cama de gato, bandeja o apoyatura. Y, muy importante: que se sujeta él sólo de pie.


Reseña de Manuel Barrero.

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