miércoles, 15 de junio de 2005

El año que vimos nevar, de Fermín Solís

Cubierta y detalle, por Solís.

INFANCIA FELIZ EN PROVINCIAS

RESEÑA.- El año que vimos nevar es una nueva obra de FeRmín Solís en la que, como dice la presentación editorial, 'se muestra empeñado en echar una mirada atrás cómplice, amable y nostálgica'.
Solís, como algunos otros autores españoles que están cosechando cierto reconocimiento en este comienzo de siglo, se ha aferrado a este tipo de relato leve, insistente con lo cotidiano y que se detiene en los detalles nimios pero a veces intensos y evocadores. En Dando tumbos (Subterfuge, 2000) y Otra vida (D2ble D2sis, 2001) nos iba retratando un modelo de vida que era cercano, muy nuestro, también algo melancólico, que después desmenuzó al completo, de manera brillante además, en títulos como Los días más largos (Balboa, 2003) o Un pie tras otro (Plan B, 2003). Quizá su mejor obra sea la publicada con el sello bilbaíno Astiberri, la de 2004 No te quiero pero... que al año siguiente logró traducción francesa y que tenía algunos momentos excelentes por atractivos, risueños y evocadores, y la de 2005 El hombre del perrito, que reseñó en este mismo lugar Jorge García hace unas semanas y de la que yo criticaría, únicamente, el cierto vacío al final del relato y la quemazón de los grises.
Este año no se ha llevado el cacereño el premio al mejor guión del Saló del Còmic de Barcelona, algo que no dudamos que conseguirá en ediciones posteriores, porque si algo maneja con cierta maestría el autor es el guión. Esta obra, por ejemplo: El año que vimos nevar, se lee con la facilidad que propone cualquier narrador con oficio. Solís elige adecuadamente las frases, los textos sucintos para las cartelas, luego también escoge con tino los encuadres y los planos en los que sitúa a sus personajes. El resto surge como por arte de magia y sus creaciones deambulan por las viñetas con esa exasperante felicidad indiferente que les caracteriza.
Desde mi punto de vista las obras de Solís flaquean en los temas escogidos. Aquí, de nuevo, vuelve sobre la memoria propia, sobre los recuerdos de una generación que quizá sea demasiado joven para comunicar sus 'memorias'. No es una frase peyorativa. La memoria nuestra alcanza una época fascinante, desde luego, que es la de la transición democrática española y la de los años de desarrollo posterior bajo el gobierno socialista. Mas, los elementos con los que Solís reconstruye esa memoria son los elementos de juego y los que configuraron una realidad descrita por el ojo del niño (que siempre deforma el mundo como hace un ojo de pez) sin ir más allá, sin configurar una realidad fuera de cuadro. Así, los acontecimientos importantes en la vida de los personajes de este tebeo serán las chapas, los clicks de Famobil, la primera bicicleta, los electrodomésticos primeros y fascinantes, el bote de Colón, el CineExin, Torrebruno, Parchís... También, los enfrentamientos entre pandillas, los días de colegio en los que aún sobrevivían los maestros sádicos de los coletazos del franquismo, los cuartos compartidos, las bañeras reutilizadas y el miedo (el elemento común que tiene esta obra con la homónima publicada por Glénat en 2004 y que se cernía sobre la misma época).
Solís nos deja entrever solamente, por lo tanto, la España de provincias tenue pero ya no gris, al tiempo que nos recuerda lo aburrida que podía ser una infancia en la que muchos de los momentos de felicidad los proveían los tebeos, los juguetes o la televisión. Seguía el machismo rampante (la Nati, que la despiden por liarse con dos hombres), aún existían los educadores sin vocación (el profe rancio que pega los mocos en el As es una figura inolvidable), los padres aún adoptaban un rol de no implicación con el desarrollo y educación de los hijos y, bueno, la actualidad se veía vapuelada por noticias como el asomo de un pezón de Sabrina. Algo lamentable: todo el mundo recordamos aquel pezón pero no recordamos otras cosas que ocurrían mientras tanto... Esta 'memoria' dice mucho de nuestra actualidad.
El año que vimos nevar es, por lo tanto, un tebeo triste, lindo aunque dibujado con esa mano infantil (en algunas viñetas se muestra claramente deslucido) que podría decirse que conviene al tono del relato, y es un tebeo de escasa hondura. Es cierto, somos nosotros, es nuestra vida sin hitos destacables, pero hubiera sido de agradecer alguna descripción más íntima o alguna reflexión más profunda sobre aquel pasado. Solís no alcanza a hacer el retrato nostálgico siquiera, se detiene en un retrato indiferente (el episodio del niño que cae del puente no adquiere dimensión dramática apenas), casi sin alma salvo en algunos momentos concretos.
¿Configura esto un nuevo modelo de historieta que realmente sí gusta al público lector? No se puede afirmar con seguridad, por más que el público francés sí parece muy interesado en esta corriente.
Lo que desde luego sí consigue Solís es hacernos ver lo poco apasionante que fue nuestra infancia. Quién sabe si esto es bueno o malo.

EL AÑO QUE VIMOS NEVAR. De Fermín Solís. Astiberri : Sillón orejero, s/n, Bilbao, 2005
Libro de historietas en blanco y negro, encuadernado en rústica con solapas. 96 páginas. 10 euros


Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Astiberri.

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