YAGO
Reseña de Dafne R. Gracián
Yago se realizó en 1998 y ha gozado de tres reediciones hasta el momento en nuestro país. Es una de las obras más extensas, y posiblemente la más trabajada, del autor alemán Ralf König. En sus casi doscientas páginas vemos desplegarse su divertido elenco de personajes habituales, si bien con diferentes nombres para la ocasión; en König, el isomorfismo de algunos tipos es una constante. Pero lo que llama la atención de esta obra, aparte de su volumen, es el ambiente bastante más oscuro y tenebroso que de costumbre (muchos de los fondos son manchados concienzudamente), el realismo y el detalle con que se tratan algunos dibujos (el búho y los árboles del bosque parecen extraídos de un grabado de Doré) y, sobre todo, el ejercicio literario de combinar entre sí nada menos que cuatro tragedias de William Shakespeare, de forma que entre todas, mediante el intercambio de personajes y situaciones, dan lugar a una nueva historia muy original.
Las obras escogidas son Otelo, Macbeth, Romeo y Julieta y El sueño de una noche de verano. Aparte de esto, el relato se ve constantemente salpicado con fragmentos de otras tragedias y sonetos de Shakespeare, y nada menos que cincuenta y una citas de este mismo autor se ofrecen al lector como apéndice al final del libro, junto con una explicación de König de por qué quiso escoger a Shakespeare como tema central de su obra. Por un lado, claro, estaba el tema de la presunta bisexualidad del escritor (las menciones a su amor por el Conde de Southampton aparecen en el cómic), pero sobre todo nos quedamos con estas frases: «Yo estoy convencido de que el hombre sabía lo que escribía. Quien sepa poco sobre él, en sus diálogos y poemas está todo muy claro, ( ). En sus dramas y comedias se refleja todo el dolor y el placer, todo el abismo y la infamia, toda la soberbia y la generosidad de los seres humanos, y las cosas no han cambiado para nada (obviamente) desde los tiempos de la reina Isabel I. Utilizar motivos y citas de su obra para un cómic y, para colmo, hacer de él un personaje con nariz de patata, tiene algo de sacrílego. ¿Existe alguien mayor que Shakespeare? ¿Es lícito burlarnos de ÉL? Yo lo he hecho, puesto que pienso que el hombre tenía sentido del humor.»
Porque, a pesar de la seriedad de algunos temas planteados (la persecución y condena de los homosexuales, la cadena de asesinatos motivados por los celos, el final trágico de Gus Phillips y de otros personajes), este cómic sigue siendo, esencialmente, un cómic de humor. Cierto que no con el humor desmadrado de otras obras más ligeras del mismo autor: en Yago, el relato es mucho más denso, los enredos ganan en extensión y protagonismo, el ritmo es más pausado, los personajes son más sombríos y el panorama más triste, mucho menos festivo y optimista (los homosexuales, aquí llamados sodomitas, aceptan con resignación su destino: esconderse de por vida o ser quemados en la hoguera). Sin embargo están los diálogos ágiles, sobre todo en las escenas protagonizadas por las locas del teatro, los anacronismos humorísticos (las constantes menciones a costumbres contemporáneas, canciones y marcas de ropa como Galvin Klyne, por ejemplo) y el mismo grafismo de los personajes. Las tres brujas de Macbeth, cada una con tres tetas, fueron dibujadas por el artista invitado Walter Moers.
La historia se divide en siete actos, y su comienzo no puede sino presagiar la sátira que se desarrollará a continuación: un William Shakespeare bastante ebrio orina en una estaca sobre la que está clavada la cabeza de un decapitado, mientras sus fans lo asedian en busca de autógrafos. La estaca volverá a aparecer al final de la historia, presagiando un triste final. Poco después hacen su aparición las brujas, y los títulos de crédito se destacan sobre un cielo plomizo, escritos en trozos de pergamino. Así, aunando cine y literatura, presente y pasado, tragedia y comedia, se prepara el ambiente.
El protagonista de la obra es Gus Phillips, un actor frustrado y comido por los celos que ambiciona subir muy alto en el mundo del teatro. Pero de momento tiene que conformarse con hacer papelitos femeninos como el de Ofelia (en los tiempos de Isabel I todos los actores tenían que ser hombres). Por otro lado tenemos al personaje de Tom Poope, que podría ser hermano gemelo de Paul Notchotch y que también se convierte en un personaje entrañable para el lector. Pero Tom no es, como Paul, un tipo agresivo y promiscuo, sino más bien todo lo contrario: es tímido, dulce y sufre en silencio, enamorado como está del tercer protagonista, el moro Gronzo Granato. Éste, claro, no podía faltar en una historia de König (él mismo reconocía, en una entrevista concedida en 1999, que repetía incansablemente a estos tipos morenos, peludos y musculosos como Gronzo, Beefsteak o Ramón, sencillamente porque era el tipo de hombre que a él le gustaba). Gronzo es hijo de una hechicera africana, está iniciado en diversos rituales mágicos, ama a su modo a Tom (es al único al que habla en inglés) y sería el amante perfecto si no fuese por su afán de violar a todos los hombres rubios que se cruzan en su camino, los cuales quedan, inevitablemente, prendados de él. Gus Phillips es rubio, Tom no lo es. Encima, las tres brujas han hecho a Gus una profecía. ¿Cómo reacciona Gus cuando ve que, en lugar de ser él el elegido para interpretar a Yago, Shakespeare prefiere dar el papel a Tom Poope?
Servidos están, pues, los elementos para el drama.
Recomendada: la secuencia (dieciséis planchas) de la fiesta nocturna en el bosque, en donde, por una vez, König se explaya dibujando mujeres fantásticas que copulan con ardor, una rara concesión a la heterosexualidad dentro de su obra.
Para reflexionar: ¿Realmente han cambiado tanto los tiempos? Como de costumbre, König hace una llamada a la tolerancia y a la comprensión desde sus páginas. Cuesta poco apiadarse de estos personajes encantadores que celebran sus encuentros leather clandestinos en una taberna del muelle, pero en realidad su situación no es demasiado diferente a la que sufren hoy en día muchísimas personas, hombres y mujeres, asediados por una mentalidad que en muchos casos aún es profundamente homófoba (recordemos que, hasta hace relativamente bien poco, una opción sexual diferente era sinónimo de encarcelamiento en nuestro país).
Para reír: la escena del balcón, con una virginal Julieta luciendo barba de cuatro días.
Para llorar: el encuentro, o mejor dicho desencuentro, entre Tom y Gronzo en el panteón de los Poope, una escena increíblemente tierna y con desenlace inesperado en las últimas páginas del libro. También con su regusto pesimista, no se crean.
Mi escena favorita: a título completamente personal, las páginas 145-146, cuando todo se duerme en el bosque.
YAGO, de Ralf König
Libro de historietas, rústica, 210 págs., B/N, 8.95 euros
Texto promocional que figura en el dorso del libro:
«RALF KÖNIG NOS REVELA
El más famoso dramaturgo inglés de todos los tiempos triunfa con sus obras en el Londres de 1603. Las normas de la época no permitían que las mujeres interpretaran ningún papel, así que todos los actores y actrices eran hombres. Entre ellos, algunas de las locas más divertidas que jamás hubieron [sic] en el reino de Isabel I.
Con YAGO, el autor alemán Ralf König nos vuelve a deleitar con una hilarante comedia de enredos y romances apasionados, impregnada en esta ocasión de los dramas universales shakespearianos. Imagínense la escena del balcón de Romeo y Julieta interpretada por dos hombres, o el momento en que Othello estrangula a su amante masculino. En una época en que le podían enviar a uno a la hoguera por el simple hecho de ser homosexual, había que tomarse las cosas a risa. Se es o no se es...»
Información recabada en:
Página de
Página oficial de Ralf König, en inglés y alemán
Reseña de Dafne Ruiz Gracián
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