martes, 27 de junio de 2006

Por fin, Stuck Rubber Baby


Dolmen Editorial lanza la esperada obra de Howard Cruse Stuck Rubber Baby, publicada por DC Comics y multipremiada en los Estados Unidos, bajo el título Mundos diferentes.

Se edita en cartoné, con traducción de Diego García y supervisión del autor. Howard Cruse, uno de los historietistas americanos más comprometidos con el activismo gay y autor de una saga de esta temática también de gran relevancia, Wendel, recibió por esta obra los premios más importantes de EE UU. Stuck Rubber Baby ganó el Premio Eisner de 1996 a la Mejor Graphic Novel y el Premio Harvey del mismo año en la misma categoría. En Europa, ha cosechado el Premio de la Crítica del Festival de Angouleme, los Premios Comic Art del Reino Unido y el Premio Luchs de Alemania.

La obra se ambienta en los años de la presidencia de J.F. Kennedy, en pleno contexto de lucha por los derechos civiles. El protagonista, Toland Polk, un homosexual reprimido, mira a su alrededor y toma conciencia de las comunidades marginadas mientras asimila su naturaleza e inicia una lucha por recuperar su identidad. El relato sirve para comprender los graves prejuicios que aún rigen entre la población americana, por más que esta obra ya tiene 10 años de antigüedad.
Muy recomendable.

Declaraciones del autor facilitadas por el editor:

“Con este libro me dirijo a todo el mundo, no sólo a la comunidad gay. En un mundo perfecto, la gente que leería mi libro sería aquella interesada en leer una ficción innovadora que toca temas importantes. Me gustaría atraer a un público que no es considerado lector de tebeos, la misma gente interesada en el Maus de Art Spiegelman. Aunque esto sería simplificar un poco la cuestión ya que Maus tiene un atractivo añadido al tocar un suceso histórico de la magnitud del Holocausto. Algo que toca muchas sensibilidades
Creo que en este libro toco temas tan importantes como los de Maus, pero de una forma diferente. La gente que tiende a menospreciar la capacidad del cómic para tocar temas serios debería reevaluar sus planteamientos tras leer mi libro, tal y como hicieron al leer el de Spiegelman. O eso me gustaría. Y en cuanto al público de lectores de cómic, hay una parte de ese público interesado por cosas innovadoras, con preocupaciones que van más allá de las fantasías de superhéroes. Espero que también lean el libro. Y, desde luego, me gustaría pensar que no es una obra limitada al público gay”.
“No es una obra autobiográfica. Como en toda obra personal, es una mezcla. La mayoría es ficción, pero hay incidentes concretos sacados de mi vida. Por ejemplo, la escena del examen médico de Toland para entrar en el ejército. Al igual que Toland, yo también sé lo que es ser humillado en público por un grupo de soldados machitos gritando a todos los de la habitación que han encontrado un marica.
Pero es evidente que soy muy diferente a Toland en muchas cosas. Yo me gradué en la universidad, no dejé los estudios. Él participa en el movimiento pro derechos civiles mucho más de lo que participé yo. Yo también me relacioné con activistas que afectaron mi visión de la vida, pero nunca participé en manifestaciones. Pero sí fui con mis amigos al funeral de las cuatro chicas asesinadas con la bomba de la iglesia baptista de la calle 16. Fue algo muy importante en mi vida, y es evidente que basé en él la escena del funeral por los chavales del Coro por la Libertad que mueren en el Motel Melody.
Para preparar este libro, hablé con mucha gente, tanto negra como blanca, relacionada de un modo u otro con las diferentes culturas que describo, y algunos me contaron anécdotas que he utilizado casi al pie de la letra. Lo he hecho porque me preocupaba crear una sensación de realidad. No quería que el libro fuera una fantasía de liberal blanco salida de la imaginación de Howard Cruse. Siempre que pude relacionar los sucesos ficticios del libro con episodios que sé que pasaron de verdad lo hacia pensando que así aumentaba la posibilidad de impedir que sonase a falso. Por ejemplo, la historia de la “negra loca” que cuenta Mabel durante una manifestación del parque está basada en una historia que me contó una mujer negra. Yo nunca habría tenido la imaginación para inventarme algo así, pero llegó a mí como salida de la experiencia vital de alguien que ella conoció”.
“La vida tiene una banda sonora compuesta por las canciones de nuestra cultura, todas las que están en la mente de la gente. Cuando se recuerda un año, se recuerdan las canciones de entonces. Recuerdo los tiempos en que empecé a ir a bares gays, y recuerdo las canciones que había en las máquinas tocadiscos de los bares. Recuerdo el movimiento por los derechos civiles, y hay canciones que fueron terriblemente importantes para el movimiento por los derechos civiles. Así que intento recordar esos momentos evocando la música de esos tiempos. El cine lleva haciéndolo desde hace años. Hacerlo en un cómic es un experimento para mí. Queda por ver cuánto éxito he tenido a la hora de crear esa sensación de banda sonora, a la hora de ayudar a los lectores a sentir lo que yo quiero que sientan evocando la música de entonces, ya que muchos de los que lean este libro, si son jóvenes, no recordarán la melodía de las letras que pongo sobre el papel. Por eso, he intentado utilizar letras que, aunque no se conozca su melodía, sigan sugiriendo el tono de la canción; todos sabemos cómo suena una canción, así que uno puede imaginar cómo sonarán las canciones que he utilizado. No se puede hablar de los derechos civiles sin hablar de música. ¡Como mínimo debería incluir a “We Shall Overcome”! Hasta que no empecé a documentarme a fondo no recordé que esa canción no se convirtió en el himno de los derechos civiles hasta 1963.
No es que no se usara, pero, según tengo entendido, no asumió ese papel hasta que Joan Baez la cantó en la marcha a Washington de 1963. Había estado presente en el movimiento como canción tradicional y como canción del movimiento, pero cuando la interpretación de Joan Baez se emitió por radio a toda la nación quedó grabada en la consciencia nacional su relación con el movimiento por los derechos civiles. Desde entonces, no hay manifestación por los derechos civiles donde la gente no cante “We Shall Overcome”. Es una canción perfecta para expresar lo que defendía el movimiento. Hubo un momento en que una persona concreta, cuyo nombre no recuerdo, aunque me gustaría, defendió la idea de que la música era importante para unir a la gente en una acción social conjunta. El caso es que hubo una asamblea nacional de activistas y en ella comunicó entusiasmado su idea de utilizar canciones de liberación en todas las manifestaciones que se organizaran. Era algo que resultaba muy fácil de hacer dentro del movimiento, porque una buena parte de sus miembros habían crecido en iglesias negras donde cantar gospel era una actividad bien considerada y con años de historia. Muchos himnos y canciones folk tradicionales datan de la esclavitud y contienen un subtexto liberacionista. Ojalá los gays pudiéramos empezar nuestras manifestaciones con alguna canción que tenga esa pegada histórica. Pero nuestro movimiento no proviene de lugares donde la gente acostumbre a cantar en grupo”.
“La historia está ambientada en la época de Kennedy, pero pasé de puntillas sobre su asesinato para no tener que tocarlo. Lo enfoqué de forma bastante práctica. Cuando empecé a elaborar la historia me encontré con el problema de que había dos acontecimientos históricos insoslayables: la crisis de los misiles de Cuba y el asesinato de Kennedy. Por muy dramáticos que fueran esos dos acontecimientos, ninguno era relevante para lo que yo quería contar. En un primer borrador, intenté incluir el asesinato, y descubrí que no podía perder espacio con ello. Doscientas páginas me habían parecido muchas páginas cuando empecé. Me dije: “¡Si tengo sitio de sobra”. Pero no tardé en darme cuenta de que no tenía tanto sitio. Tenía que encajar una gran cantidad de acontecimientos dentro de una trama muy apretada. No había sitio para que mis personajes reaccionaran ante el atentado contra el presidente o ante la posibilidad de que estuviera a punto de iniciarse una guerra nuclear. Así que, cuando establecí la cronología de mi historia, procuré que todo cupiera entre la crisis de los misiles y el asesinato de Kennedy. Tengo una cronología donde detallo en qué fecha y día de semana sucede todo lo que pasa en el libro. Me fue muy útil para evitar contradicciones cronológicas. Es una cronología que hice para mí, no para compartirla con los lectores. Pero, como me molesté en prepararla, sé que la escena con Melanie y Orley de finales del libro tiene lugar pocos días antes de que disparasen a Kennedy. Después saltamos varios meses para ver a Toland visitando a Ginger en el Hannah Bay Home. Para entonces, el presidente ya es Lyndon Johnson.
Hago referencias casuales tanto a la toma de poder de Kennedy como a su asesinato; son como paréntesis de la historia. Pero soy vago en detalles históricos específicos. Es mi forma de decir que la historia debe ser considerada la representación de cómo se sentía la época, y no como un relato histórico. Volviendo al tema, cuando empecé a construir el argumento, me volví loco intentando encajar los acontecimientos que relataba con los sucesos históricos del momento. Al principio hasta ambienté explícitamente la historia en Birmingham. Pero eso significaba que John Patterson debía ser gobernador en un momento dado, y que George Seibles o Albert Boutwell serían alcaldes en otro. Pero entonces las cosas se me empezaron a complicar. En aquel entonces hubo elecciones que cambiarían por completo al equipo de la alcaldía. Pero las elecciones se impugnaron, por lo que nos encontramos con una administración nueva que acababa de ganar las elecciones y con la administración antigua demandando al nuevo y negándose a abandonar el Ayuntamiento. Así que hubo un momento en que se tuvo a dos alcaldías diferentes llevando la ciudad. Todo lo cual resulta muy interesante desde un punto de vista histórico, pero no tiene nada que ver con lo que yo buscaba tocar. Cambié de chip y lo enfoqué como algo históricamente genérico, como una especie de ambientación mitológica. Stuck Rubber Baby no transcurre explícitamente en 1963; transcurre “en tiempos de Kennedy”. La presidencia de Kennedy conllevó en aquel periodo ciertas asociaciones mentales y ciertos sentimientos culturales. Y son esas asociaciones y sentimientos lo que yo quiero evocar. Mi cronología me dice que mi narración transcurre sobre todo en 1963, y no hay que ser un genio para ver que tenía a Alabama en mente mientras la escribía. Pero nunca digo explícitamente cuándo o dónde tiene lugar la historia. Transcurre en algún lugar del sur en tiempos de Kennedy.
Es mi manera de decirle al lector: “No nos pongamos pejigueros”. No quiero entrar en el mismo juego que un Milton Caniff dispuesto a dibujar hasta la última tuerca del avión para que no venga ningún piloto de la Segunda Guerra Mundial a decirme que las he dibujado mal. Yo quería decirle al lector: “No nos fijemos en detalles que son irrelevantes. Yo hablo de temas. De eso va este libro. De temas morales”. Así que el hecho de encajar el libro entre la toma de poder y el asesinato de Kennedy me permitía decir: “Así es como nos sentimos todos durante los años de Kennedy”.
“Cuando empecé Mundos Diferentes, creí que podría hacerlo en dos años. Tardé cuatro. Fue algo que precipitó una crisis presupuestaria personal de proporciones preocupantes, que me forzó a distraer de mala gana mis energías en busca de fondos suplementarios que cubrieran esos dos años inesperados de trabajo a tiempo completo.
Acostumbrado como estoy a dibujar en relativa soledad, me resultó desorientador encontrarme dependiendo de la ayuda de los demás. Pero acabe dependiendo de ella, y es con gran gratitud como catalogo aquí las diferentes formas en que amigos y colegas creativos acudieron en mi ayuda en tiempos difíciles.
La mayoría de los impresos que rellene solicitando subvenciones requerían el acompañamiento de cartas de recomendación procedentes de personas con importantes credenciales culturales. Las siguientes personas escribieron cartas en mi apoyo: Stephen R. Bissette, Martin Duberman, Will Eisner, Harvey Fierstein, Richard Goldstein, Maurice Horn, Scott McCloud, Ida Panicelli y Harvey Pekar.
Cuando más precaria parecía la situación, se concibió una táctica para recaudar fondos mediante la cual algunos individuos se convertían en "patrocinadores" de este libro comprando las páginas originales del mismo, a un precio superior al del mercado y antes de que estuvieran dibujadas. Para respaldar esta táctica, se redactó una carta que firmaron quince dibujantes, escritores, cineastas y productores de televisión, además de otros líderes culturales”.

Informó: Vicente García

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