miércoles, 10 de mayo de 2006

Expo de tebeos en Cádiz

Tomado del Diario de Cádiz de hoy, día 10:
 
"La Semana del Libro, que se celebra estos días en el colegio Las Nieves expone una interesante y completa exposición de tebeos, con fondos cedidos por Diego Cancela. Una muestra de esos cómics españoles con los que los niños portuenses se embarcaron en el ocio en color cuando todo parecía que eran en blanco y negro, como los propios periódicos. Los ejemplares se apilaban en el mostrador. Por un lado, el Diario, y por otros los de Madrid y Sevilla (ABC, Ya, El Alcázar), y los deportivos: siempre Marca y As, con su peculiar impresión de color sepia; en otro montón, las revistas rosas, las fotonovelas, el Tele-Radio y el Teleprograma; en otro las revistas "serias", como Sábado Gráfico o Triunfo. Y en lugar preferente, un paraíso de tebeos, que cuando eran atrasados venían manchados en el corte de sus páginas con tinta roja.

Cortés o Muñoz, con ese olor a papel nuevo tan característico surtían a los actuales padres de familia de cromos, de figuritas de belén o del material escolar, pero lo que más podía entusiasmar era adquirir aquella "televisión privada", los tebeos, que se atacaban primero hojeándolos por encima para dar un repaso a personajes y dibujos y, en un segundo pase, leyendo los bocadillos detenidamente para dar rienda a las solitarias carcajadas.

El tebeo humorístico que devoramos en los 60 y 70 era heredero del cómic costumbrista de los años 50. Muchos personajes emblemáticos, con Mortadelo y Zipi y Zape en cabeza, iniciaron su andadura cuando se planeaba el desarrollismo. Las situaciones que recreaban bastantes viñetas de nuestro tiempo eran de otra época, como los delirios hambrientos de Carpanta, que nunca gustaron a la censura, defensora del nivel proteínico nacional y para los que España siempre iba bien. Los personajes huían del sastre, acreedor por antonomasia, porque seguro que no tenían hipoteca ya que vivían en alquiler o subarrendados, y por eso también se escondían de la casera. A la primera generación urbanita nacida en pisos del Patronato de los Milagros nos sonaban raros estos temores, pero nos reíamos de los equívocos, chascos y cuitas familiares, el trípode de las historietas de una página que solían terminar o con una persecución o con alguien vendado como una momia. Eran páginas de un revoltillo de narizotas, garrotes, chichones, viñetas con "paff" o "booom", y palabras de sorpresa como "sarpistri", exclamaciones como "horreur" y descalificaciones como "merluzo".

Tal vez lo más iconoclasta de aquellos tebeos que fueron nuestra primera ventana al color fue el bloque de vecinos de 13 Rúe del Percebe de Paco Ibáñez, inmueble que con el tiempo se ha revalorizado un montón. En el edificio de la contraportada de 'Tío Vivo' se recopilaba una gama social de lo más antisistema.

Heterodoxia y surrealismo fueron los fundamentos de la mayoría de los autores de nuestros tebeos, aunque los censores no se percataran y las editoriales exigieran espíritu nacional-familiar, tontura infantil, en las formas y contenidos, y pese a que la tijera fue feroz y mentecata con ellos. Ibáñez, tal vez muy a su pesar, era el más prolífico de la editorial más prolífica, Bruguera, el Hollywood de la tinta. Nuestros quioscos estaban llenos de las llamadas revistas juveniles de la firma barcelonesa, donde destacaban Mortadelo y Zipi y Zape, ésta con unos contenidos más infantiles, además de las más veteranas: Pulgarcito, DDT o Din Dan.

Respecto a los tebeos de Bruguera, que vencían por mayoría, se encontraba la competencia: los de la Editorial Valenciana, con Jaimito y Pumby o los seriales de Roberto Alcázar y El Guerrero del Antifaz, que conocimos en su estertores. Y los de la también barcelonesa TBO, que da nombra en España a tan importante arte contemporáneo y sentimental. "

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