jueves, 25 de mayo de 2006

Topolino, de Figueras (Astiberri)


Topolino, el último héroe

Reseña de Jorge García.


En 1968 los lectores de la revista Bravo asistieron al nacimiento de un clásico. Aquella publicación, concebida por la editorial Bruguera para deslumbrar a los jóvenes españoles con las excelencias de la historieta francobelga (como “Aquiles Talón”, “Asterix” o “El teniente Blueberry”), prohijó también algunas obras españolas. Entre ellas destacaba “Topolino, el último héroe” de Alfons Figueras (Vilanova i la Geltrú, 1922), parte de cuyas aventuras recoge ahora Astiberri en un espléndido volumen.

Figueras pertenece a la generación de autores que, como Gabi, Vázquez o Puigmiguel, comenzó a trabajar después de la Guerra Civil. Creador inquieto y versátil, cultivó con igual rigor la historieta, el humor gráfico, el cine de animación y la crítica especializada. Como sostiene Antoni Guiral en el excelente prólogo a esta edición, el conjunto de la obra de este historietista rinde homenaje al cine de género, la literatura fantástica y los clásicos del tebeo estadounidense. De este sustrato tan especial surgieron sus mejores páginas, en especial las que realizó para Bruguera.

Desde 1939, Figueras mantuvo un contacto intermitente con esa editorial. Esta relación alcanzó su cúspide creativa en la segunda mitad de los años sesenta con tres grandes series humorísticas: “Aspirino y Colodión” (1966), “Cine Locuras” (1969) y “Topolino”. Esta última condensaba la esencia de su trabajo.

“Topolino” era una obra ajena a las corrientes de su tiempo. Todo en ella destilaba el encanto de lo anacrónico. Tenía más en común con la cultura popular del período de entreguerras que con las páginas de Ibáñez, ya por entonces uno de los soportes económicos de Bruguera. Las tramas de la serie repetían siempre el mismo esquema: un extraño individuo llamado Topolino combatía contra las fuerzas del Mal encarnadas en villanos como el Doctor Siniestro o el terrible Khun Zivan. En esas páginas, Figueras repasó los clásicos de su infancia, desde las novelas y folletines de ciencia ficción a las viejas películas de terror de la Universal. Sin embargo, como observó el crítico Ludolfo Paramio, el humor de estas historietas no descansaba en los referentes, sino en la distorsión distanciadora de lo narrado.

Las peripecias de Topolino discurrían siempre bajo el signo del absurdo y la parodia. Para conseguirlo, Figueras administraba cuidadosamente los recursos expresivos: no buscaba la carcajada del lector, sino su sonrisa cómplice. En este sentido, sumergía al trío protagonista (formado por el inventor Colodión, el policía Adolfo y el propio Topolino) en una atmósfera onírica e irreal donde todo parecía posible. Los propios personajes llegaban a cuestionarse su vivencia en un lenguaje que caricaturizaba los diálogos del folletín (“¡Esta aventura parece una parodia de La diosa de fuego!”, exclamaban en alusión a un largometraje de los años treinta). Además, Figueras añadió al conjunto la expresividad del cine mudo, así como la fuerza de una estética muy osada.

A este respecto, Figueras había alcanzado el dominio de un dibujo que le permitía proyectar sobre el papel ese universo tan especial. Influido por los historietistas estadounidenses George Herriman y Harold H. Knerr, animaba a sus criaturas con un dinamismo extraordinario y poblaba los escenarios con criaturas fantásticas y artilugios imposibles. Además, la rígida composición de página (dividida en cinco tiras horizontales de igual altura) contrastaba con la exuberancia de signos gráficos cuya máxima expresión estaba en las onomatopeyas, auténticas protagonistas de muchas de sus planchas. El resultado final fue una de las mejores historietas de todos los tiempos, un clásico que hoy sigue tan vivo como hace treinta y ocho años.


TOPOLINO, EL ÚLTIMO HÉROE, de Alfons Figueras

Astiberri Ediciones (Prólogo: Antoni Guiral).

Cartoné, B/N, 128 páginas. 25 euros.


Reseña de Jorge García. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Astiberri


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