Todo ello ha conducido a este autor a un estilo que se afana por reflejar lo real mediante una técnica de rasgado de la mancha. Eso si lo queremos ver en relación con la ilustración en prensa diaria, pues Ott también parece actuar como cronista de una suerte de realidad cruda. De la primera impresión que se extrae de su trabajo, Ott parece hallarse cerca de los estilemas siempre expresionistas (en la solapa de este tebeo lo califican de 'impresionista', sic) de Alberto Breccia, María Colino o del humorista Ricardo cuando ilustra editoriales. Desde el punto de vista del contenido, se acerca más a las pesadillas en viñetas de Charles Burns, otro afanoso maestro de la negrura que creció amando los tebeos de EC Comics.
Pero, al contrario de la desasosegante sensación que deja Burns tras su lectura, Ott aporta una dosis de humor con cada uno de sus relatos. Ott es un autor de humor negro, claramente, por más que sus historietas mudas parezcan reflejar un estado pesadillesco y totalitario dominado por los poderes fácticos, el crimen, la maldad o los elementos sectarios. El eje de casi todos sus relatos en viñetas es el viejo lema de 'el cazador cazado', con lo que teje una constante urdimbre de ironías sin moralina. Propone distintas opciones de la desgracia humana pero no aporta soluciones. Se ríe.
Ambos se equivocan y se demuestra con este tebeo, este libro de historietas, en el que Ott compagina historietas mudas con ilustraciones singulares y con algún muestrario de imágenes relacionadas (esto es "10 Ways to Kill your Husband"). El mismo Ott ha declarado que uno de los autores que influyeron sobre él fueron Loustal, el francés de viñetas quietas con textos descriptivos al pie. Al igual que hacía Loustal, esta aparente delimitación entre lo gráfico y lo narrativo no convierte a este medio en un género literario. La imbricación de imágenes y textos en la historieta va más allá de la mera dicotomía de órdenes sígnicos, en realidad los mensajes de este medio funcionan porque se crea una sinergia precisamente entre esos órdenes. Por eso tampoco es cine 'detenido', dado que existe una dinámica narrativa en cada historieta que construye el lector / espectador y que no debe aferrarse a la idea de que las imágenes de una historieta se hallen fijas sobre el papel. Es capcioso decirlo: también los fotogramos de un celuloide son fijos. Son los espectadores de cine los que recrean el movimiento.
Ott lo sabe, y sabiamente construye sus obras de narrativa gráfica o historieta. Es evidente que hay un deseo narrativo en la composición y secuencia de esas series de cuadros en áspero blanco y negro. Ott combina sabiamente planos y encuadres hasta conseguir una armonía axial de la página que formula una narración muy ágil. Tanto que un tebeo suyo puede leerse en pocos minutos. Usa el plano subjetivo con asiduidad para involucrar al lector y retuerce las posibilidades formales del lenguaje del cómic para lograr elipsis y metáforas muy funcionales. Por ejemplo: la viñeta del espejo depositado en la mesilla como antesala de la sala quirúrgica. Por ejemplo: el sueño del soldado en Vietnam, plagado de borrones de realidad a la Breccia. Además, y por más que se obstina su grafismo en indicar que este hombre hace historieta subterránea de horror, sus historias se hilvanan agradablemente para trufar de ironía el cinismo de sus personajes hasta el punto de que se nos hace simpática cada resolución de cada trama. El resultado último es la media sonrisa y el pensar: 'mira tú por dónde nos sale éste'.
Las historietas de Ott aquí recuperadas (La Cúpula ya las había editado en la colección Brut) parecen querer reunirnos con la historieta prístina, la de finales del XIX, para hacernos pensar sobre la naturaleza del medio y sobre las cualidades formales de un lenguaje aún sin describir en sus aspectos nucleares. Al tiempo, Ott logra establecer un vínculo singular con el lector, o el lectoespectador, para que disfrute de una ficción tallada a golpe de lanceta sobre una realidad oscura. El mundo de Ott no está más allá de las pesadillas, es el nuestro, y sus protagonistas / marioneta, sacrificados en función de un caprichoso destino, podríamos ser tú o yo.
Sí, hace historietas.
Hellville, de Thomas Ott
La Cúpula: El Víbora Cómix
Libro de historietas, 108 págs. B/N, 12 euros
" Tensión, desasosiego, sobrecogimiento; estas son algunas de las sensaciones que Hellville despierta inmediatamente en el lector, o dado que se trata de historietas mudas, más apropiado sería acaso decir en el observador. No es extraño si tenemos en cuenta que los sentimientos que predominan en sus personajes son igualmente oscuros. Hellville está llena de secuencias de violencia, fantasías de corte surrealista, fenómenos dotados de un aire casi religioso. Desarrollos con una lógica interna inapelable que frecuentemente conducen a la ironía, nunca a la moraleja. Una ironía de la que se destilan ideas tan negras como cada una de las páginas del genial autor suizo."
Discusión de Guillermo Grillo
Artículo de Matías Castro
Artículo de Luca Lorenzon
Entrevista en L'Oeil Electrique