jueves, 15 de diciembre de 2005

RIP, de Ermengol (Milenio)


RIP. REGALO PARA QUIEN AMES / ODIES

Reseña de Manuel Barrero.


RIP, de Xavier Maciá y Ermengol. Editorial Milenio: Humoràlia, Lleida, 2005

84 pp., 31 X 20 cm., b/n, 14 euros. ISBN 84-9743-163-4


Libro de humor gráfico muy singular debido a su formato y encuadernación, que adopta la forma de un féretro. Esto hace a RIP ya de entrada un objeto apetecible para coleccionistas de libros raros y curiosos y lo convierte en un regalo idóneo en cualquier fecha, por sus cualidades, pero sobre todo en estas fechas navideñas en las que a veces hay que acertar con el regalo adecuado para alguien a quien estamos obligados a apreciar, como ese cuñado plomo o la nuera insorportable que habla por la nariz. Uno queda como un señor: se desea lo mejor, macabramente, y el otro se ríe.

Reírse con la muerte, o a través de la muerte, es tan viejo como la cultura. De todos es sabido que una de las maneras más eficaces de aventar el miedo es mediante la risa. De ahí surgió lo carnavalesco. Tanto en la literatura como en las artes se ha tratado la figura de la muerte desde un encorsetado respeto pero, también, con un sentido del humor de finalidad liberadora. Acudir a las imágenes representativas de la muerte (la cruz, la tumba, el cadáver, el esqueleto) se ha utilizado muy a menudo de modo alegórico en pintura, grabados o historietas, queriendo con ello expresar la vacuidad de la vida terrena y la arbitrariedad de las posesiones para quienes –como todos- estamos destinados a morir más tarde o más temprano. Lejos del recurso amargo de Manrique o del desasosiego de Espronceda, tenemos la vanitas del XVII –entre muchos otros ejemplos pictóricos- o las calaveras de toda la imaginería mejicana, que se incrusta en su cultura popular hasta el punto de resultar festivas. “No somos nadie”, viene a decirnos la sonrisa de la calavera, que vamos anticipando a lo largo de nuestra vida mediante carcajadas.

Aquí los autores Maciá, que escribe epigramas, refranes y poemillas, y Ermengol, humorista gráfico, juegan con todos esos elementos hasta desvestir a la Muerte de toda su solemnidad. El libro se reparte en páginas pares, dedicadas a los textos, y en impares, dedicadas a las viñetas. Todo ello ancipado por un prólogo de El Roto, un lujo al alcance de pocos y un “preprólogo” de Luis García Berlanga, algo errático pero envite para la lectura al fin y al cabo.

La estrella de este producto es sin duda Ermengol (Armengol Tolsà Badia), hombre con sangre argentina pero afincado en Lérida donde es el humorista gráfico del diario Segre y del Diari d'Andorra. De calavera nacarada y sonrisa ignota, ha trabajado no sólo con el humor sino también por el humor: comisario de exposiciones, director de colecciones sobre humor gráfico, impulsor de la ONUH, colaborador de la FGUA, coordinador de la Bienal Internacional de Humor Gráfico Humoràlia… En RIP, Ermengol demuestra su calidad como dibujante (es muy bueno), dotado para la mancha (que él no suele usar en sus viñetas, en atención al procedimiento del gris digital, tan grato hoy en día a muchos humoristas) y que llega a agotar todas las posibilidades que le permite el escenario del cementerio (el escogido para este libro, si bien la muerte está en todas partes, como Dios). Si hay que achacarle algún defecto a su trabajo aquí sería el de querer exprimir hasta el último juego de palabras posible, hasta la última situación. Por eso hay chistes fáciles, esperables, los hay hasta groseros, pero la mayoría son inteligentes en su negritud y, con el conjunto, contribuye el autor a dibujar un panorama lóbrego de la vida observada desde una muerte no asumida. El chiste está en que, después de la vida, ya no se pueden hacer chistes. Por eso Ermengol se permite hacerlos ahora y, mediante ellos, reflexionar sobre ciertos aspectos (el racismo, el absurdo tecnológico, la vanidad humana) que pueden pasar desapercibidos en una primera lectura.

Los textos de Xavier Macià, construidos a modo de epitafios, constituyen un contrapunto adecuado a las viñetas de Ermengol, bien que algunos parecen extraídos directamente del refranero y otros no pasan de lo evidente. Lo que pudiera parecer de lógica: que son epitafios destinados a la lápida y de ahí emana su humorismo, no resulta patente al lector que se acerca al libro; debiera haberse advertido más claramente en cubiertas. Y, atentos editores, los textos llevan alguna tilde de menos.

Gozoso libro, en fin. Irónica y amargamente divertido. Como se indicaba al principio, es un original obsequio para cualquiera a quien se ame o se odie. Además, seguro que el obsequiado jamás se olvidará de ti: el libro, en el estante, siempre asomará una esquinita de su lomo de ataúd.

¡Ja!, la muerte, tan inevitable...


Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Milenio.