viernes, 2 de diciembre de 2005

En el principio, de Ennis y LaRosa (Panini)


Punisher (Col. MAX): En el principio. Masoquismo Now

[a la izquierda, imagen de la obra reseñada. Clic para ampliar, al igual que sobre el resto de imágenes de esta reseña]

So pretexto de reseñar las nuevas sanguinarias aventuras del ex vet del Nam (guerra de la cual el actual belicoso inquilino de LA CASA BLANCA se escaqueó vilmente), en el formato de MARVEL de MAX, que se supone es lo max de lo max, trazaremos un esbozo de su historia grosso modo, centrándonos en la labor del, hasta ahora, su mejor biógrafo, el inefable GARTH ENNIS, nuestro atento proveedor de casquería y vecino de BELFAST.

Datos técnicos.-

Título: Punisher (Col. MAX): En el principio. Guión de Garth Ennis. Dibujo de LEWIS LAROSA. Le entinta: TOM PALMER. Coloreado exóticamente por DEAN WHITE. Rotulado por XAVIER AMIGÓ. Traduce: GONZALO QUESADA. Realiza: 9 LETRAS. Portada de TIM BRADSTREET. Publica PANINI CÓMICS ESPAÑA. Potente tomo al coste de 10.00 euros.

¿De qué va?

El fatiga de MICROCHIP (aquél menda fondón de los multiusos, un trasunto de MCGYVER cuyo esperma engendró un capullo) interrumpe la saludable actividad sanitaria que el CASTIGADOR inflinge a la Mafia (el blanco por excelencia; por cierto, con tantos mafiosos muertos, ¿cómo es posible que aún queden; cómo otros opositan a ser estadística de el Castigador?) pretendiendo atraer a su obcecado ex camarada a formar parte de un escuadrón de la muerte gubernamental (algo así como XXX). Y aquí acaba la historia, pues el resto es mata/mata y a ver cómo de bestia cae el siguiente tipejo.

Durante el careo entre los viejos camaradas surgen una serie de datos que permitirán vislumbrar algo que nunca antes habíamos visto: la estructura intelectual de FRANK CAST(ig)L(ion)E y sus motivaciones: Castle no es mucho mejor que la escoria que ejecuta. Es el perro más salvaje y despiadado de toda la jauría, retorcido, hipócrita, poseso, amparado en un pretexto cuya legitimidad consumó años atrás. Frank ni siquiera actúa por inercia, sino espoleado por una constante hambre asesina. Algo lo poseyó allá en Vietnam (no en términos sacros), devorándolo. El monstruo alcanza su teofanía con la muerte de la familia del expeditivo capitán de Marines.

El elenco permite a Ennis solazarse, una vez más, en mostrar cuan retorcidos, variados y dispersos somos los humanos y cómo nuestras perversiones reflejan nuestras auténticas naturaleza. Compone una historia, supurante de sadismo y mal gusto y, por desgracia, de actualidad. No faltarán voces escandalizadas exigiendo censura y cancelación. Mas Ennis (y la parte que le corresponda a Larosa) se limita a trasladar sucesos cotidianos (ahora servidos con esplendor digital en cualquier TELEDIARIO) a las planchas del cómic. Así que si pensamos erradicar la labor de Ennis, ya podemos ir cerrando periódicos y edulcorando informativos.

Hasta ahora, Ennis se ajustó a unos patrones que fue erosionando y permutando progresivamente a favor de los suyos. En este En el principio, el irlandés lidia con la gran bestia mostrándola sin tapujos: la maldad intrínseca de Castle.

El equipo artístico está más que cualificado para plasmar en papel esta historia. Quizás el Castle de Larosa sea excesivamente viejo, tosco y masivo, acostumbrado el ojo a la versión de STEVE DILLON. La licencia creativa de la vejez interrumpida (usual del tebeo) no ha sido aplicada correctamente esta vez. O quizás eso pretendía mostrar el dibujante: el desgaste externo del personaje, una inversión del cuadro de DORIAN GRAY.

No obstante, su trabajo es sobresaliente, plástico, directo e impactante, da casquería al que la busca y nos muestra la cantidad y calidad de sus recursos. También dibuja al Castigador vestido como una persona, no como aquél adefesio ridículo de sus primeros tiempos.

Además, ese efecto informático de desenfoque proporciona a estas planchas y toque exótico y novedoso, del cual esperamos no se abuse en el futuro. Punisher adolece de esto: la prodigalidad excesiva.

En el principio.-

GERRY CONWAY, nos cuentan, adaptó un personaje del pulp del cual era fan fatal: MACK BOLAN, alias THE EXECUTIONER, ideado por el ingeniero aeronáutico DON PENDLETON allá por 1969.

Para darle concreción, Conway contó con la ayuda de JOHN ROMITA. El siniestro y estreñido Castigador hará su aparición en el nº 129 de THE AMAZING SPIDER-MAN, colección en la cual se hará habitual, hasta el momento de su independencia. Aparecerá en otras diversas series, redundando todo eso en su beneficio.

En 1986, estrena colección propia con la miniserie de cinco números titulada CÍRCULO DE SANGRE, escrita por STEVE GRANT, dibujada por MIKE ZECK, entintada por JOHN BEATTY y coloreada por el propio Zeck y BOB SHAREN. (El trabajo de Zeck pierde calidad a viñetas vistas, cosa ponderable teniendo en cuenta la reputación de este autor.)

Este primitivo éxito abonará la gran saga de finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa del pasado siglo. Grant y Zeck perpetrarán la sobrevalorada EL REGRESO DE GRAN NADA, quedándose tan panchos. Marvel saturó el mercado con aventuras de Castle de tal forma que causaron apatía y aborrecimiento.

Tras un par de fallidos regresos (cuyo hilo argumental espeluzna), la responsabilidad de su resurrección recae en Ennis, bregado en multitud de colecciones y páginas, de las cuales destacaremos, por lo irónico, JUDGE DREDD.

Es curioso apreciar que, poseyendo los atractivos que rodean al Castigador, FRANK MILLER o BRIAN AZZARELLO no lo hayan querido, de momento, escribir.

La línea Mason-Dixon.-

Ennis emplea a Dillon y a JIMMY PALMIOTTI para este regreso, lanzando un cebo al lector encarnado en las macabras y realistas cubiertas dibujadas por Bradstreet. Durante 37 aventuras, Ennis (y en la parte que le corresponda a Dillon u otros) ofrenda la carne de el Castigador a todo tipo de sicarios (usualmente, italomafiosos) y alterna la crudeza y el sadismo de un crimen organizado (o no tanto) que juega muy sucio y con abundantes trampas legales bajo la manga, con otras situaciones y personajes paródicos o grotescos (con el RUSO se pasó de rosca) que, al menos, sirven para incrementar la calidad de las mejores narraciones de la saga.

Ennis explota la necesidad natural humana de la catarsis. Y en estas páginas la da a carretadas.

A diferencia de sus predecesores, jamás pretendió justificar/instruir/sacralizar las acciones de este asesino despiadado, sino descargar infusiones de adrenales en el torrente sanguíneo, empleando tramas mucho más literales que las aparecidas anteriormente.

Aunque el pretexto de que "eran otros tiempos" resulta válido y correcto, ni Grant, BARON, POTTS o cualquiera de los otros guionistas llegó a comprender ni el asunto ni a su protagonista. Creían captarlo, sin entenderlo. La época de Grant es lineal y barata, estereotipada como una peli de CHARLES BRONSON, y la de Mike Baron perdió gas tras el tercer número, transformando al Castigador en un espasmo pseudoorgásmico catártico. (De su época -la de WHILCE PORTACCIO-, Castle siempre aparece empuñando un arma, un símil un tanto tosco del órgano reproductor masculino.)

Al otro lado de la línea Mason-Dixon se encuentra Ennis, alguien que ha vivido el terror y la violencia de primera mano, no como sus predecesores, amamantados con telefilmes de KOJAK o SWAT. Ennis tiene la virtud de conocer bastante bien la cara opaca del género humano (al fin y al cabo, es del Ulster) y se mueve por este dantesco escenario de crímenes, venganzas y justicia expeditiva de un modo natural y convincente, más allá de las supuestas leyes de licencias creativas intrínsecas de las páginas que relata, fundiéndose con nuestra realidad sin dificultades.

En el prólogo anónimo del robusto volumen que nos ocupa, Ennis afirma que él ya no podía seguir alternando el cachondeo con el drama. Tiene que expresarse en toda su crudeza a fin de que esos demonios almacenados en su cerebro no se lo estallen. A título personal, lo considero un error, pues la descarga de violencia cruda debe amortiguarse como sea, so pena de incrementar su acción nociva.

Pero Ennis miente, quizás inadvertidamente, pues conduce sus tramas a momentos de delirio y absurdo, tan extremos que arrancan una risa.

Masoquismo Now.-

No obstante, algo que Ennis perpetua de sus predecesores es el masoquismo de alto nivel que envuelven las aventuras del sanguinario Castle. Su carne resulta mortificada con toda clase de impactos, navajazos, agujeros y palizas, lesiones que a la inmensa mayoría nos incapacitarían largo tiempo además de disuadirnos de continuar por este camino.

Pero no al Castigador: no importa la severidad del trauma infligido o el número de balas que Ennis aloje en su pecho: el tío persevera. Como ejemplo, la lucha de Castle con el matón borde de este tebeo. El matón hurga en los órganos de el Castigador durante el cuerpo a cuerpo, situación descrita, en primera persona, clínicamente, sin pasión, ni dolor.

Si hay alguien tan tarado como para emular al Castigador, que se prepare, pues recibirá un serio disgusto en cuando reciba uno de esos golpes que, encima, Castle describe irónicamente.

Esto nos lleva a observar, en plano general, el masoquismo inherente al heroísmo que tipifica a nuestros héroes favoritos, la prueba de superación y adaptación al dolor por parte del protagonista (hasta el extremo de disfrutarlo; hasta el extremo de que una victoria no es tal si de por medio no hay dolor).

Bolan vs. Castle.-

Hay, no obstante, un elemento en el que, grosso modo, todos los guionistas han incidido sin intentar paliarlo o modificarlo: Castle es un iluminado, un tarado sumamente peligroso, señalado por Dios para hacer aquello que los corruptos y endebles tribunales no osan.

Don Pendleton, en cambio, insiste en presentar a Mack Bolan como un hombre cuerdo al cual una concatenación de desgracias le impulsa a un destino irrevocable. (Esto queda claramente expuesto en la quinta novela, donde Bolan relata que si cesa su actividad, morirá de un tormento inenarrable, y su única opción es una rápida muerte en combate.)

Y ya que estamos descubriendo las fuentes, habitualmente aludidas por los diversos encargados de prologar las aventuras de Castle, tendiendo comparaciones e incurriendo en errores en el proceso, citar que la Mafia NO ES responsable de la muerte de la familia Bolan (de la cual Mack es el hermano mayor), mas los acontecimientos que rodean a esta fatalidad sí ubican a los mafiosos ante las miras del expeditivo Bolan. Este sargento no es un ex vet, sino un combatiente en activo que deserta de un frente que considera inútil para enfrascarse en una guerra que cree legítima.

J.M. CLEMENTE, en el prólogo a Círculo de sangre, detalla: Pendleton personificaba el vacío y la desorientación padecida por Estados Unidos después de su derrota en Vietnam. Admito la ventaja que poseo al haber leído, en español e inglés, estas novelas. Y puedo precisar las diferencias así como el grado de simbiosis existente entre ambos personajes.

Por ejemplo: mientras que la colección de The Executioner en cómic no pasa de lo anecdótico (por excelente que sea la salud de sus novelas), la fortaleza de The Punisher, en el terreno gráfico, es comparable a la salud literaria del personaje matriz, o incluso más.

La observación de Clemente puede ajustarse idóneamente a RAMBO en la novela de PRIMERA SANGRE, pero ¿a Mack Bolan? ¿A Frank Castle? Ellos no tienen vacíos, ni están desorientados. Poseen un nítido rumbo existencial. Por añadido, el origen de Bolan se produce antes de la OFENSIVA DEL TET, el STALINGRADO americano en Vietnam.

En 35 mm.-

Las expeditivas sanciones del ex capitán de Marines han sido notables en el cine por su escaso éxito y mal hacer. La versión de DOLPH LUNDGREND no pasa de actualización de los filmes de Bronson, yendo directamente y de cabeza al videoclub.

Pendiente del visionado de la última versión, los comentarios recibidos inciden en su escasa calidad. Algo singular, pues material no falta.

Quizás se deba a que en el Castigador hay más de lo que aparenta, pero nadie buceó hasta ahora tanto, quedándose en la superficie, ensangrentada y viscosa de los sesos desperdigados.

El síndrome del justiciero urbano.-

Son los modernos desperados, los nuevos BILLY EL NIÑO o los JAMES/YOUNGER, los rebeldes antisistema (judicial), exponentes del anhelo del hombre por imponer el orden y satisfacer su COMPLEJO R. En el cine abundan los ejemplos, más o menos exitosos, más o menos decentes, siempre destinados a producir descargas catárticas. Sobre todo, representan al hombre plantado y en lucha contra la corrupción y el mal, rebotado de una sociedad encastrada en parámetros muy delimitados, estériles e hipócritas, uniformantes y aglutinadores.

Podemos observar que esta temática, quieras que no, posee facetas atractivas que alguien siempre pretende explotar, creyendo, correcta o erradamente, que puede contar algo innovador. DC COMICS trató de explotarlo produciendo aquél aborto de VIGILANTE que no fue a ninguna parte (salvo a la tumba).

EL EXTERMINADOR resulta, con diferencia, de las más dignas plasmaciones del síndrome del justiciero urbano, trasunto de Bolan y Castle, aunque con aliento propio, superada sólo por la notable LOS ELEGIDOS. Esta cinta está más en la línea del predicamento de Ennis que la de sus predecesores, y cabe suponerse que, si la ha visto, el irlandés pensó que esa era la imagen que se ajustaba idóneamente a su concepto de el Castigador.

Finalmente, reseñar la peculiar versión que PAT MILLS y KEVIN O'NEILL hicieron del drama Castle en MARSHAL LAW y que, sospechamos, Ennis ha empezado a considerar en serio. (Por cierto, no castigaremos al lector rememorando la abominación contenida en PUNISHER 2099...)

Una última cosa: si a "punisher" le quitamos el 'ni', queda "pusher", que en argot significa camello (de las drogas). Interesante, ¿verdad?

Lo mejor.-

El equilibrio entre narración y dibujo.

La frase.-

Larry, te podrías follar a un pastor alemán en medio de la calle y salir de rositas si invocas la Seguridad Nacional antes de correrte.

La página.-

Castle ejecutando a Microchip.

(Rompe con todo su pasado.)

Lo pejor.-

Los extremos grotescos a los que Ennis conduce ciertas circunstancias.

Reseña de Antonio Santos (de la serie La voz en el desierto / 9)