lunes, 5 de diciembre de 2005

Diario, de F. Neaud (La Cúpula)


Un diario vibrante, un tebeo emocionante.

Obra que generó cierta inquietud de agrado hace ahora 10 años en Francia (¡diez años ha tardado en llegarnos cuando en Italia lo tradujeron en 1998!) y que inauguraba un nuevo sello editorial, Ego comme X, en sus inicios aparentemente centrado en trascender más allá de la historieta estándar y en profundizar en el ombligo de sus autores. Su vanguardia de choque fue este Journal, de Fabrice Neaud, que podría decirse que se incorporaba a la corriente del cómic de carácter autobiográfico también explotada con éxito sin duda mayor autores como Sfar en L'Association o Thompson con Blankets, Peeters con sus píldoras y, claro, Baudoin con sus viajes.

La obra no sólo no ha perdido vigencia: ha acabado por convertirse en un pequeño clásico de la historieta de este género, a la que se volverá insistentemente en el futuro (como ya han hecho algunos teóricos españoles con acierto, como Yexus por ejemplo).

Lo que se nos cuenta en este tebeo es la historia del propio Neaud, partiendo de un momento de crispación en su trayectoria profesional (como pintor, ocupado con la realización de un vía crucis para el obispado católico de su vecindad), personal (su psiquiatra aporta una claves que desnudan su angustia vital no superada) y afectiva. Esta última es la que señala la dirección de este primer libro: el relato de su amor imposible con un militar, Stephane, que prefiere la relación casual y el sexo satisfactorio a una relación duradera que implique compromiso. O amor.

Neaud es puro amor. Es un artista enamorado. Sólo del alma de un artista enamorado podrían surgir unas páginas como estas, tan llenas de sensibilidad. Y no es ésta una afirmación cursi, porque nos hallamos ante uno de los mejores libros de historieta publicados en España en lo que va de 2005, lo cual no es decir poco. Neaud compone una obra personalísima y estudiada, sobre todo según se avanza en la lectura. Cada página goza de una composición medida, cada dibujo ha conllevado un estudio y cada secuencia tiene un significado que además de claro gana con nuevas lecturas. Lo magnífico de esta obra se encuentra en lo que no muestra precisamente, en la desvergüenza con que despacha el horror vacui y en cómo utiliza los espacios blancos para embutir sentimientos.
Estas páginas me remitieron a un texto muy perspicaz publicado por Pascal Lefèvre hace años ('Pour une approche sensuelle de la bande dessinée', aparecido en el núm. 2 de la revista 9e Art, Centre National de la BD er de l'Image, Angulema, 1997) en el que el estudioso belga recordaba al pintor Shitao para convenir que cuando un artista intentar describir y representar el mundo descomponiéndolo en partes el resultado aparece muerto porque el ojo rápidamente capta lo estéril; el espectador debe captar en cada línea o cada brochazo lo que el artista sentía cuando creaba su obra. Ese es el objetivo. Esto mismo, dice Lefèvre, intenta Moebius cuando dibuja sus historietas.
Esto mismo logra Neaud, el colmo de la dificultad en la creación de una historieta: no sólo narra acontecimientos de su vida, también trasmite cada sensación, padecer y emoción de lo ocurrido entre febrero de 1992 y septiembre de 1993 (en este primer libro). Y con qué maestría lo hace. Utiliza los referentes fotográficos para modelar instantes arrebatados a la realidad pero que deforma y manipula para que sólo contengan los elementos adecuados y no otros que, por ello, revelarían aspectos superfluos. Por ejemplo, la primera secuencia, centrada en su infancia, muestra a un niño de rostro oculto o sin boca, un recuerdo emborronado... Este mismo recurso lo usará luego para dibujar a su colega pintor o a su amor platónico (Stephane) o a otros protagonistas eventuales de su particular 'vía crucis', alterando sus rasgos, diluyéndolos en la noche o en un nubarrón nervioso. Dice más el garabato sobre un rostro vacío en contraste con el formalismo acusado que rodea la figura que cualquier otra representación. Los mismos actantes en la historieta aportan la clave: cuando quieren detallar la imagen perfecta de Jesucristo se percatan que deben 'alejarse' de su imagen figurativa para obtener el adecuado 'acercamiento' a su imagen. Desdibujarlo, en fin.

No es el único acierto de Neaud. Hay páginas francamente memorables en esta historieta, como aquellas en las que juega con la gestualidad corporal o facial para plasmar una conversación, la increíble p. 19 de esta edición en la que el niño frágil que fue en la infancia se va superponiendo sobre el chapero que le instiga en la noche... El maravilloso primer encuentro amoroso con Stephane, resuelto en blanco. En toda la secuencia del baile con Stephane... tan... llena de sensiblidad. Y luego esas secuencias de tensión y angustia, como la de la conversación en el estudio con el inquieto ángulo de cámara cambiante, o la célebre página de las enormes arañas (de la desesperación) trepando por su cuerpo hasta sumirlo en la oscuridad. Y, ojo, todo ello enhebrado con transiciones de viñeta a viñeta o de página a página realmente logradas, y con un lenguaje escrito muy pulido, muy certero, eminentemente literario.

Como historia de amor, es una de las mejores descritas y escritas que he leído en un tebeo. Fascinante.

Aparte, existe otro relato que no debe pasar desapercibido, que es el que serpentea oculto a lo largo de toda la obra, y que se revela más claramente al lector en siguientes libros: el de la vergüenza del autor, afligido por sus complejos y carencias afectivas heredados de la infancia y por su naturaleza homosexual. Se obtiene esta evidencia de sus cuadros de costumbres gays cuando visita Le Café. También se obtiene de su acercamiento al retrato de Stephane, que no acaba de concluir satisfactoriamente y que sólo le inspira desposeerlo de los rasgos más atractivos para un homosexual.

He aquí el amor: no se ama un conjunto de rasgos atractivos, se ama la imagen ideal de alguien.
Los heterosexuales con prejuicios no deben tener miedo a abrir este Diario (1) porque las escenas de sexo entre hombres dibujadas no resultan ofensivas. Son hermosas y sirven para lo narrado. Neaud no busca luchar contra la intolerancia, como no ha dejado de reconocer; así que está de más esta etiqueta que algunos le han impuesto en nuestro país de 'novela gráfica gay'. Es algo más, es un tebeo estupendo cuyas imágenes, contengan o no coitos entre hombres, f
orman parte de una obra casi perfecta en la que todos los elementos se ensamblan: un vía crucis de encargo que es también el vía crucis personal del autor, incapaz de superar sus miedos infantiles y, acaso, de enfrentarse a su naturaleza gay. Y loco de amor, hasta el punto de que, finalmente, cuando se arma de valor y acude a declararse a Stephane ya es incapaz de dibujarlo de frente. Su nuca -es la que aparece en la cubierta- está ahora perfectamente detallada.

Lo que se desdibuja es el mundo circundante. El de Neaud.

El sol ya ha desaparecido. Queda la ausencia sin olvido.

No es de extrañar que Diario recibiese en Francia (1996) el Premio Alph'Art Coup de Coeur en el Festival de Angulema del año siguiente. Uno de los premios de mayor prestigio del mundo, no sólo de Europa. Afortunados somos de que la Cúpula vaya a editar también los libros aparecidos en 1998, 1999 y 2002. Todos bajo el sello 'gay', el de la banderita arco iris, por si alguien se equivoca de género.

Estúpidos serán los que repudien este trabajo por tratar esta temática: es una obra para todos los géneros y sexos cuya maestría reside, precisamente, en que transmite las emociones de un hombre crucificado por el amor a otro hombre. Y lo hace magníficamente.

Diario (1): Febrero 1992-Septiembre 1993, de Fabrice Neaud. La Cúpula, Barcelona, 2005
Libro de historietas en blanco y negro, 114 páginas, por 8,5 euros.

Una entrevista extensa y muy reveladora: http://www.bdselection.com/php/?rub=page_dos&id_dossier=73
Datos sobre el autor proporcionados por la editorial: "Nacido el 17 de diciembre de 1968 en La Rochelle, Francia, Fabrice Neaud, cursa bachillerato de lentras en la especialidad de Artes Plásticas. A continuación, se inscribe en Filosofía en la universidad de Burdeos y completa el primer año de doctorado, pero finalmente lo abandona para seguir explorando su vocación artística. Tras cuatro años en Bellas Artes -donde no se decantará por la especialidad de cómic-. en 1992 pinta en colaboración con Alain François las 15 etapas del Via Crucis para la iglesia de Santa Bernardette de Angoulême, tal y como se relata en el presente volumen."

Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de La Cúpula.