lunes, 5 de diciembre de 2005

El niño gusano, de Hino (La Cúpula)


El niño gusano, de Hideshi Hino, no alcanza a ser la obra redonda que es La serpiente roja (reseñada recientemente en este mismo blog), pero sin duda es uno de esos tebeos de horror que deben recomendarse hoy porque visitan miedos que no resultan tan manidos como los vampiros o los zombies de Steve Niles, que pretenden vendernos como una suerte de recuperación de la excelencia.

No es que en Japón se sientan distintos temores, es que se interpretan -y se narran- de modo diferente. Los vampiros de los cuentos chinos y japoneses atemorizan tanto por su dentellada y su arañazo como por lo que implican de usurpación de la identidad y de desposesión de la dignidad del humano. Su presencia, la de estos monstruos, en pantalla o en historieta difiere claramente de la occidental; su maldad es palmaria, sus motivaciones y su conducta es, sin embargo, más compleja.

Hallamos lo mismo en el caso de Hino y su niño gusano. Se trata, sí, de la vuelta al mito de Calibán, al deforme que es ridiculizado e ignorado y que, oh paradoja, acaba devorando sus semejantes (lo paradójico viene a cuento porque en La Tempestad, Shakespeare creó a Calibán como un anagrama de "canibal"). De nuevo acude Hino a los miedos infantiles que, no nos engañemos, son siempre los más arraigados, los más útiles para el narrador del horror porque nosotros los tenemos siempre ahí, en una esquinita de nuestro corazón.

En esta obra conjuga el autor la repulsión por los bichos con el temor a transformarse en otro, a perder humanidad (de ahí proviene otro mito basal del horror, el doppelgänger tan grato a Froid). Y eso es lo que le pasa a Sampei Hinomoto, niño raro, desprotegido en el seno familiar, repudiado por sus padres, rechazado por sus profesores y humillado por sus compañeros del colegio. El primer terror que aparece en el tebeo no nos pasa desapercibido hoy: Sampei es sometido sistemáticamente a acoso, acto ahora etiquetado como "bullying" por la prensa, y que conmociona y acompleja a tantos niños en tantos colegios del mundo. Y este tebeo podría considerarse como una reflexión sobre los problemas de autoestima y depresivos a los que conduce el acoso continuado y violento de compañeros de colegio, pero todo da un giro espantoso a mitad del relato, cuando Hideshi Hino nos mete directamente en un infierno kafkiano.

Si se recurre al literato nihilista es porque el desafortunado Sampei ha sido picado por un extraño gusano (hasta los únicos seres del mundo con los que está a gusto se rebelan contra él) y experimenta una transformación monstruosa. Y como el protagonista de La metamorfosis de Franz Kafka, acaba mutando en un gigantesco gusano al que sus padres acuerdan exterminar.

Ya no sólo resulta impactante y escalofriante el proceso de transformación de Sampei, más angustia producen sus vaganbudeos posteriores, en los que acuerda asesinar a los muchachos que le acosaban en el colegio y, luego, al resto de la Humanidad, incluyendo a su familia. ¿Llega a cumplir este último crimen? No lo desvelaré para aquellos interesados en este tebeíto. Sólo diré que los finales felices no se inventaron para las historietas de horror.


El niño gusano, de Hideshi Hino. La Cúpula: Manga Terror.
Libro de historietas, 18,5 X 13 cm., rústica con solapas, 208 páginas, b/n, sentido de lectura japonés. 8 euros.


Texto de las cubiertas: "Esta es la terrible historia que un día aconteció a cierto niño. Era un chaval de aspecto enfermizo que odiaba la escuela más que nada en el mundo. Su hermano mayor y su hermana pequeña eran muy buenos estudiantes. Sus padres siempre le comparaban con ellos cuando le regañaban.
Al niño le encantaban los animales de todo tipo, hasta el punto de que se afición le impedía llevar una vida escolar normal. Todos le sometían a humillaciones constantes y brutales.
"¡De tanto juntarte con bichos has terminado convirtiéndote en un gusano!", le gritaban sus compañeros de clase.
Fue entonces cuando le picó el insecto rojo."


Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de La Cúpula.