miércoles, 19 de marzo de 2008

MARGINALIA. LA ENDOGAMIA QUE NOS ATENAZA

LA ENDOGAMIA QUE NOS ATENAZA
Por Antonio Santos (un especial de su serie La voz en el desierto: Marginalia)



Una reflexión sobre tebeos y géneros convencionales.-

Durante unos años impartí clases de dibujo, cómic e ilustración. Fue una valiosa experiencia que me aportó una serie de observaciones que trato de aplicar en la labor de reseñador. Y no es fácil, pues descubrí que entre lo aportado por aquellas experiencias y lo que el lector espera recibir puede haber uno de esos inconmensurables abismos de tebeo, infinitos.

En mi primera clase, decidido a formar a mis alumnos tanto en lo práctico como en lo ideológico (entiéndase por esto: las influencias –lecturas, material visual, experiencias- que pudieran aportar sustrato a sus historias), descubrí que estaba barrenando en el fracaso. Tras la primera conmoción (porque yo sustituía al titular efectivo de la clase, y a los alumnos que repetían curso no les agradaba), empecé a dar la clase según los cánones: rotundo fracaso. Tenía una amplia audiencia confusa y aburrida.

Decidí entonces rebajar el tono y recurrir, expresado de modo impropio, a la parábola. Descubrí que el lenguaje debía ser, ante todo, ameno, directo y sencillo; pero sobre todo, ameno. De haber insistido en un lenguaje “académico”, estaba perdido: perdería a los alumnos.

Pero esto tampoco podía ser, porque la mente es otro músculo que debe ejercitarse: de modo que fui introduciendo gradualmente términos “académicos”. Las mentes ya empezaban a entender, y lo mejor, a pensar sobre lo que se les hablaba y a plantear sus propias opciones.

Entonces Internet era un medio incipiente y, los blogs, impensables.

Hoy recomendaría a cualquiera de los muchos y documentados blogeros que vierten sus conocimientos en la red, de forma generosa y desinteresada, para completar mis lagunas. Pero supongo que llegaría a toparme con el mismo problema: ¿cuántos alumnos comprenderían aquello sobre lo que leen (barrenados por unas normas educativas donde la capacidad y el esfuerzo no se premian, al contrario, se vituperan como cosa fascista –la palabra/lacra- complacientemente perpetuadas por unos Gobiernos que aplauden que un estudiante pase de curso con cuatro suspensos y se desgarra, no ya las túnicas, sino los tripas, cuando un profesor osa poner una nota en rojo en un examen)?

Mi lucha (¡toma, relación chunga/fascista! De esta, no me libro) ha consistido en mantener contentos a ambos grupos de lectores: tanto al escritor dueño de un lenguaje “académico”, prolijo y detallado, el cual no le arredra leerse un libro de mil páginas, como a ese alumno que, de pronto, conoce, deslumbrado, el medio. Al final me he decantado por formar más que por contar.

¿Y por qué formar, cuando con un leve esfuerzo puedo pertenecer al Parnaso de los grandes, los ilustres, los “académicos” (sin ánimo de ofensa, ¿vale?)? Porque llevo apreciando que, en respuesta a la recurrente crisis de la industria, que tanta alarma y denuncia genera, en vez de plantear alternativas o soluciones, se ha preferido eludir remediarlo recurriendo a un proceso de autismo ENDOGÁMICO. Pero no os sintáis ofendidos o alarmados: para mi sorpresa, he descubierto, mediante mis tanteos en medios anejos, que la endogamia es un cáncer virulentamente extendido, y cuando te atreves a hacer la observación, te tildan de alarmista, de extremista de la derecha más recalcitrante y reaccionaria.

No se trata de CORPORATIVISMO, mal afincado en otros gremios, que la prensa denuncia a grandes voces cuando se trata de la profesión médica o la abogacía: ¡corporativismoCorporativismoCORPORATIVISMO!; es pura y dura endogamia, escribiendo solo para solaz personal y la envidia del otro que se dedica a esto. Se ignora al lector llano y al neófito, sin apreciar que el medio está KO y que necesita de forma urgente una inyección brutal de lectores.

¿Qué está pasando PASANDO?.-

Del mismo modo, la industria está respondiendo con medidas de una dudosa eficacia. En el momento en que debería hacer una profunda reflexión sobre los problemas y buscar soluciones, hace una pirula efectista, como poner hologramas en las portadas de SPAWN, efectúa una involución cultural y se limita a cobrar las primas que logre arañar de una cada vez más escasa clientela.

Ilustraré con un ejemplo: estoy leyendo el THOR de 1974-75. LEN WEIN y JOHN BUSCEMA efervescentes. Primera página: Thor y su panda o están tonteando o están atenazados de dramática angustia. Wein, empujado por la grafomanía del momento, escribe de forma ampulosa unos cartuchos explicativos y bocadillos dignos de GÓNGORA. Buscema en lo suyo. Página dos: diálogos chorras. Página tres: ¡ACCIÓN! ¡AVENTURA! Llega el malo, el sicario del malo, quien sea, a repartir estopa (todo eso redondeado por profusos diálogos y cartuchos explicativos hasta en las onomatopeyas). Reparten palos hasta la página diez; hay una pausa que oscila entre tres viñetas a una página donde se cimientan las líneas de una futura aventura o la subtrama de la saga y hace funciones de intermisión; la página once vuelve a la batalla y ya casi hasta el final, leñazos. Y así durante ciento noventa, o doscientos tebeos, ¿de acuerdo?, con estos u otros autores.

Podemos discutir lo que queramos sobre las situaciones y la oportunidad del diálogo, pero es secundario con respecto a lo que quiero destacar.

Hoy idolatramos a tipos como BRIAN AZZARELLO, al cual parece que el simple hecho de escribir tres líneas de diálogo le supone una tarea tan descomunal como edificar una pirámide. Los dibujantes hacen otro tanto: poquitas viñetas por página que me puede dar un derrame digital. Nos muestran, en las dobles páginas, lo de puta madre que dibujan, lo cachas que les salen los tíos o lo provocativas que están las tías, con esos ceñidos trajes fetichistas (la verdad, los superhéroes y supervillanos deben tener toda la sangre del cerebro concentrada en las ingles, excitados por esas curvas; ¿de veras van a liarse a mamporros, perturbados por esa visión? JESSICA ALBA interpretando a SUSAN STORM RICHARDS: ¡hace más daño visible, con ese uniforme adhesivo, que invisible! -¿Lleva ropa interior debajo de ese spray?-), pero sus viñetas recogen personajes donde posan, estáticos, altivos, mármol romano encumbrando su autoidolatría.

Podemos quejarnos lo que queramos diciendo que Buscema se copiaba sin pausa, pero por lo menos, las figuras SE MOVÍAN.

Se advierte la degeneración del género. Los escritores necesitan más de un tebeo para contar algo que antes se hacía en un número… algo sumamente fácil si cada viñeta contiene una línea de texto, y dejas dos en silencio para obtener la respuesta. Y cada página tiene dos viñetas. Tres, con mucho esfuerzo.

El MANGA, obviamente, ha tenido en esto una notable influencia: su sistema narrativo incorpora viñetas extras donde el dibujante se recrea. En ciertos aspectos, la narrativa manga es más eficaz (y efectista) que la occidental: no comete la torpeza de poner a sus protagonistas a declinar LA ILÍADA mientras se matan. Pero esas viñetas extras, ¿son necesarias? Como dibujante, siempre he encontrado oportuno abrir la siguiente escena situándote en el lugar, pero eso es un gusto particular. STAN LEE lo hacía en un cartucho explicativo; SHIROW MASAMUNE emplea dos, tres páginas, para decirte dónde te ubica la acción.

Se aclama el AMERIMANGA como la salvación del género. Opino que es un engañoso acierto destinado a un lector superficial. El problema viene cuando buceas un poco en el género y te das cuenta de que, pese a sus graves desaciertos y carencias, los “clásicos” tienen un calado, fuerza e ingenio que hoy no se logra, excepto en los consabidos ejemplos que siempre se citan, ALAN MOORE o FRANK MILLER.

En este punto (y aquí es donde puede estribar la principal desavenencia), considero que esos autores de la nueva ola, BENDIS, BUSIEK, MILLAR… por citar algunos, son un bluff. ¿Pueden acercarse siquiera a BILL MANTLO? Todo ahora son problemas emocionales y sentimientos, una página tras otra. Azzarello y GARTH ENNIS funcionan por las estridencias de sus argumentos, pero ¿no lo hace, o hacía, el UNDERGROUND por lo mismo? Ennis y Azzarello son dos undergrounds amaestrados. Parezco hipócrita, porque he reseñado como geniales algunas de sus historias, pero tened en cuenta el factor del momento presente; si tuviera que elegir entre el más farragoso pero dinámico momento de ROY THOMAS y el telegráfico LOVELESS de Azarrello, elegiré, pese a sus deficiencias, a Thomas. ¿Por qué? Me entretiene, no tengo que esperar quince viñetas a saber algo, sin tener que, además, interpretar las intenciones del protagonista, que aclararía con un simple bocadillo (de texto. Para compensarme, podrían regalarme uno de mortadela.)

Se han erigido altares a estos autores porque hemos perdido de vista los orígenes, más viscerales, de los cómics de superhéroes y de los géneros del mainstream. En todas las reseñas que he leído (de una profundidad y análisis soberbios), el autor nunca hace referencia a la auténtica verdad que subyace bajo el tebeo: esto es un trabajo, un salario. Y, en muchos casos, no se lo están ganando. Los dibujantes es otra historia, porque hemos pasado del rudo estilo de KIRBY o DITKO, al prerrafaelismo o el barroco de ALEX ROSS. Y dentro de lo que es, Ross todavía intenta capturar aquel viejo espíritu.

¿Qué está pasando PASANDO? No se hace por atraer a nuevos lectores, Internet es como un fondo inagotable de material y casi adquirido de gorra (la conexión y la factura eléctrica deben ser abonadas), los tebeos cuestan un pastón: un ejemplar de grapas cuesta TRES EUROS (QUINIENTAS PESETAS franquistas) para leer diez renglones de texto y ver doce posturitas, más un puñetazo o dos rayos repulsores, caso de IRON MAN. Y todavía tengo que aguantarle la insolencia al editor de decirme de que eso es BARATO y que me quejo por vicio.

Vete a dar clase de cómic a un centro cívico de un entorno social relativamente deprimido, donde tienes que pelear todos los meses con la madre de un alumno porque consideraba que las veinte horas de clase que su niño recibía por mil quinientas pesetas eran abusivas, y entre toda la parva, descubre a ese/a chaval/a que le gusta el cómic y se le ponen los ojos de huevo duro viendo los tebeos que llevaba para ejemplarizar una de las clases y decirte que no puede comprarlo porque no tiene dinero.

Pero eso le importa un bledo al editor: tiene al freakie que asiste a la convención disfrazado y que, en un orgasmo de compra compulsiva, arrasa con el stand, pero sólo de su héroe. Mientras, yo hablo de un delta de lectores que se van a comprar bastante de casi todos, además de un personaje concreto. Ese lector es, a la postre, más rentable: se va a enganchar más series y las va a seguir más tiempo.

¿Tan difícil resulta comprender un argumento tan sencillo?; quizás sea que yo no tengo razón, como me empeño en creer, o es que no he sabido explicarme.

La industria, por fin, POR DESGRACIA, fenece. Stan Lee bromeó afirmando que desde que él empezó en esto, la cosa estaba fatal. Que duraba tres telediarios. Eso fue, creo, en los 1960. Bien: nosotros sí estamos ante el Ragnarok. Y la causa es sencilla: hemos matado al lector

No hemos sabido transmitir un mensaje; las editoriales se han ceñido a una curva de ventas engañosa; el tebeo “para adultos” o es pornográfico o es una paranoia elitista estilo MOEBIUS, y, ojo, no estoy diciendo que no deba existir. Las editoriales no están cuidando a los lectores que nos fogueamos con VÉRTICE y que sentimos vergüenza fijándonos en que los tebeos actuales son para niñatos con el cerebro en ondas delta. ¿Dónde está la edición para adultos del cómic occidental? Porque en Japón sí la hay. Aquí nos aturden con los sellos MAX o VÉRTIGO. ¿Y nos satisfacen? ¿De veras? A grandes rasgos, hasta EPIC se preocupó más por presentar una alternativa seria al lector maduro.

Recapitulando.-

Todo esto lo contemplo más desde la perspectiva llana del lector al cual le han permitido expresar su parecer que como reseñista. Ni estoy en posesión de la solución ni de la verdad, y seguramente he errado en muchas de estas consideraciones. Es el momento de hacer acto de contrición (para algo debía servir el catolicismo) y descubrir cuánto de acierto o de error contiene este texto. Pretendo estimular la opinión, motivar a proponer alternativas/salidas al problema planteado. Definir la crisis como “endogamia” quizás parezca excesivo, pero lo empleo como anzuelo para atraer vuestra atención. Podía haber recurrido a alguna tía ceñida en látex en portada o un refresco refrescante; sólo tenía esta palabra a mano. Y saber si, nosotros, de alguna forma, podemos solucionar o aportar una solución al asunto.

¿Pasa ésta por adquirir más tebeos? ¿Nosotros, los veteranos? Considero que lo hace ATRAYENDO y FORMANDO nuevas generaciones de lectores, encandilarlas con la magia que la historieta tiene y que nos sedujo a nosotros. ¿Debemos exigirle más calidad a los editores? Más que calidad, establecer unas gradaciones, que un lector ya maduro pueda leerse un SPIDER-MAN sin la sensación de que la trama esté urdida, exclusivamente, para un púber. Estoy convencido de que Spider-Man tiene sus momentos fascistas, sus veleidades extramaritales (con esas tías y sus atuendos…) pero que, debido a la situación del mercado al cual se destina, se reprimen y eluden. Y, como lector, no te han dejado más que esa salida, o dejar de leer Spider-Man.

Los pocos que disfrutan de remuneración del medio no parecen inquietos, porque aún cobran, pero lo hacen de un segmento gradualmente decreciente, y quizás, de aquí a un lustro, se acabó de verdad el cómic. Las reediciones ocuparán el mercado, o alguna editorial, en plan nostálgico, apoyará algún proyecto. Pero ¿por cuánto tiempo?

Es obvio que si esto tiene una solución pasa por interrelacionarse con otros medios. Ciertos editores se permiten despreciar al cómic con altaneros escrúpulos. Son tan cortos de miras que no se percatan de que, como en mi caso, pasé de MORTADELO Y FILEMÓN a JULES VERNE y H.G. WELLS, y de ahí, a un amplio espectro de autores y temáticas. Compagino ambos ámbitos. Tan valioso me resulta uno como el otro. Pero esta obviedad les resulta una quimera o entelequia sobrehumana. No se fuerza a la Administración, LA QUE SEA, TODAS, a profundizar en una formación cultural del lector. Evidentemente, no vas a darle LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ a un párvulo. Dale un MORTADELO, y luego, algo más pesado, y cuando su mente ya esté en condiciones, pásalo a la novela.

Recientemente, reseñé parte de KAMANDI, centrándome en la materia ideológica tras las viñetas. Tal vez no di ni una, pero honestamente, hallé todas esas referencias. Y pertenecían a novelas, cuentos, películas. Había un laudable efecto de simbiosis. Quizás, ahora topemos con un lector de tebeos que, leído lo uno, o lo otro, vaya a verificarlo. Compre o Kamandi o LA ISLA DEL DR. MOREAU, y diga: Este tío tiene razón, o qué equivocado está. Pero, al menos, se ha establecido un enlace.

WILL EISNER, cuenta la leyenda urbana, se llevó toda su vida luchando LUCHANDO porque la historieta se convirtiese en un arte grande, y sus autores, reconocidos artistas. Difícil veo yo entre nosotros semejante tesón. Nos hemos dejado apabullar por los 400 del Manifiesto que consideran CULTURA sus elitismos, dejándoles tildarnos despectivamente de críos, porque el tebeo es, fundamentalmente, cosa de CRÍOS (en su sapiente criterio). Lees sobre asociaciones y actividades, con proclamas de cabecera dinámicas. Pero ¿resuelven algo? ¿Dónde están sus hechos? No tenemos conciencia de clase. Hemos permitido que el cómic sea el NOVENO ARTE; el cine, mucho más novedoso, es el séptimo. No hacemos por dignificarlo. Como Nabuconodosor, como Príamo tras la muerte de Héctor, nos revolcamos en el estiércol y la ceniza, gimoteando, porque eso es preferible a hacer algo.

Son claros los indicios de extinción. Pero ¿estamos aún a tiempo de salvar un medio que gustamos o lo dejamos morir? ¿Hay energía para intentar soluciones o sólo para poner bonitas pero huecas posturas heroicas de manifiesto?

¿Pasamos a la acción o, como todas las especies decadentes, saboreamos el néctar agridulce de la extinción?

Opinión de Alberto Santos

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