miércoles, 1 de febrero de 2006

Mahoma caricaturizado desata crisis internacional


Un conjunto de caricaturas del profeta Mahoma, publicadas por el muy leído diario Jyllands-Posten, de Dinamarca (www.jp.dk) y posteriormente por otras publicaciones noruegas, suizas y belgas, han desatado la ira del mundo árabe hasta límites inusitados: manifestaciones, boicots, crisis diplomáticas, declaraciones de Jihad.


En el tenso clima que se vive desde hace años con Oriente Medio, acentuado en la actualidad con los problemas desencadenados por la crisis de Iraq, la imposible pacificación del territorio de Israel y, más recientemente, con Hamás y Mahmud Abbas preparándose para imponer leyes islámicas e Irán desafiando a Occidente con el poder atómico, un grupo de caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca hace unos meses han venido a ser la gota que ha colmado el vaso de ciertos colectivos islamistas.

El periódico danés Jyllands-Posten publicó, el 30 de septiembre de 2005, una docena de ilustraciones que los seguidores de Mahoma han considerado denigrantes. Todo comenzó cuando el director de Jyllands-Posten decidió poner a prueba el latente temor a represalias procedentes de los colectivos musulmanes afincados en Estocolmo dado que poco antes un escritor se había quejado al periódico por no hallar ilustradores para un libro que había escrito sobre la vida de Mahoma. Todos los dibujantes, según el autor, habían rechazado el encargo por temor a consecuencias no deseadas. El periódico, entonces, solicitó imágenes satíricas del profeta y doce dibujantes accedieron a la convocatoria. El resultado fueron algunas muestras de humorismo gráfico y caricaturas que en la mayor parte de los casos sólo emitían una levemente irónica crítica del Islam. Pero una de las caricaturas mostraba a Mahoma como alegoría del terrorismo: su turbante se había transformado en una bomba con su mecha encendida, como indicación de que en la fe a Mahoma se hallaba la semilla de la violencia islamista.

El asunto no hubiera pasado del atrevimiento del Jyllands-Posten si aquellas imágenes no hubieran sido luego difundidas por una publicación noruega de Oslo, Magazinet (en enero de 2006), un diario de línea editorial cercana al catolicismo extremo. En ese contexto, el humor gráfico fue tenido por insultante y no tardó en conocerse su existencia en los medios extranjeros y en los despachos de varios países musulmanes. Jefes de Estado de Egipto, Turquía e Indonesia se apresuraron a escribir al Gobierno danés para urgirles una solución sobre aquellas publicaciones que consideraban insultantes. El primer ministro de Dinamarca, Anders Fogh Rasmussen, se desmarcó rápidamente respondiendo que: «La libertad de expresión es el cimiento fundamental de la democracia de Dinamarca y el gobierno carece de mecanismos para influir sobre la prensa.» Pero la Conferencia Islámica contempló y mantuvo el asunto en la agenda de la cumbre que se celebraría en La Meca.

Al poco, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan indicó a Rasmussen que «las libertades tienen límites» y que «lo sagrado debe ser respetado» (a la par que exigió al gobierno de Rasmussen el cierre del canal de televisión Roj TV, al que Turquía acusa de apoyar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, al cual consideran una organización terrorista). En este clima crispado, la Asociación Mundial de Periódicos (WAN) consideró que la intervención de la Conferencia Islámica amenazaba la libertad de prensa. El portavoz de la WAN, Larry Kilman, defendió el derecho a expresarse con libertad «respecto del Islam o de cualquier otra religión, en particular cuando la fe es un elemento esencial del debate político global».

MÁS CONSECUENCIAS

La polémica siguió creciendo en días posteriores. El domingo pasado, el Yihad Islámico y otros grupos militantes islamistas exhortaron a todos los escandinavos a salir de Gaza en un plazo de tres días. Ante esa amenaza y las quemas de banderas danesas ocurridas en diferentes partes de aquella región, el Ministerio de Asuntos Exteriores sueco recomendó a los ciudadanos nórdicos que abandonasen cuanto antes los países árabes. Paralelamente, Ekmeddelin Ihsanoglu (secretario general de la Conferencia Islámica) avisó en El Cairo que pediría a las Naciones Unidas una resolución que sancionara a quien no respete la religión musulmana.

Pero el peor daño que podría derivarse de todo esto es el económico, ya que desde algunos puntos del mundo árabe se llamó al boicot de los productos daneses, una medida extensiva a otros países nórdicos. La Unión de Cámaras de Comercio egipcias, con unos 3,5 millones de comerciantes afiliados, anunció un boicot a los productos daneses siguiendo el tímido primer caso registrado en Arabia Saudí. En Gaza, una decena de hombres armados y enmascarados, que dijeron pertenecer al partido Fatah del presidente palestino Mahmud Abbas, se manifestaron el 29 de enero ante las oficinas de la Unión Europea con la intención de prohibir la entrada en la Franja a los ciudadanos daneses y noruegos. Libia decidió el domingo cerrar su representación diplomática en Copenhague. Toda la exportación de Dinamarca hacia Oriente Próximo quedó paralizada, lo que supondría pérdidas de millones de coronas diarias. Para más INRI, el lunes 30 estalló una bomba en un camino al paso de una patrulla danesa iraquí, cerca de la ciudad sureña de Basora. No hubo víctimas, pero se pensó inmediatamente que aquel ataque estaba relacionado con la publicación de las caricaturas meses atrás.

Al poco, el periódico danés que publicó las caricaturas de Mahoma, sufrió un aviso de bomba y tuvo que evacuar a sus trabajadores...

El clima de crispación no cesaría, ni siquiera cuando Carsten Juste, redactor jefe del Jyllands-Posten, aseguró en una carta abierta publicada en internet que no habían querido ofender al pueblo musulmán pero que apelaban a la libertad de expresión para defender cualquier cosa que hubieran publicado.

El mismo día, Arabia Saudí, Kuwait y Libia retiraron a su embajador en Copenhague. Y el boicot proseguía: El poderoso consorcio lácteo sueco / danés Arla Foods denunció agresiones a dos repartidores en Arabia Saudí y tuvo que cerrar temporalmente una fábrica en este país, paralizado una inversión de 54 millones de euros en la zona e insinuado que las pérdidas podrían traducirse en reducción de empleos en Dinamarca.

Finalmente, el 31 de enero, los piquetes de grupos de musulmanes fueron informados de que las autoridades se habían disculpado por la publicación de caricaturas del profeta Mahoma. Tanto el primer ministro danés como el diario involucrado en el caso emitieron disculpas oficiales, aunque en este último caso resaltando el hecho de que ellos no pretendían ofender a nadie en concreto, ni a la religión musulmana en general. Los grupos musulmanes dijeron sentirse satisfechos, aunque ni el periódico ni el primer ministro se excusaran por la publicación misma de las caricaturas.


ANÁLISIS

De todo este globo informativo cabe destacar dos cosas. La primera y más importante: en ningún momento son nombrados los autores de las caricaturas citadas por los medios (al menos de la del turbante / bomba, de la de Mahoma con alfanje y ojos cegados o de la del Mahoma estólido en el desierto). Con esto se demuestra que la caricatura ha alcanzado, una vez que es objeto de discusión pública, una textura que la hace escapar de su autor, adquiriendo una suerte de sesgo independiente que refuerza su carácter simbólico o, como estiman los islamistas, provocativo.

La segunda y no menos importante: Los ministros del Interior de algunos países árabes rápidamente pidieron al Gobierno danés que sancionara severamente a los autores de las caricaturas. Para alimento de la iracundia árabe, musulmanes anónimos hicieron circular por ciertos foros de Internet tres imágenes más, estas muy lesivas de la imagen de Mahoma (en una practicaba una cópula con un perro, en otra aparecía tocado con rasgos diabólicos [la que se ve en la imagen de la izquierda] y se le acusaba de pederasta), que no habían sido publicadas por el diario Jyllands-Posten ni por otro periódico, según informó Eurabia. (http://noticiasdeeurabia.blogspot.com/). Esto sería el colmo para ciertos colectivos: si ya la mera representación de la imagen de Mahoma es considerada blasfema por el Islam, la caricatura denigrante significa un abierto desafío.

La discusión ha llegado al estadío de la tan traída y llevada libertad de expresión, en general, y de los humoristas gráficos en particular. Este tipo de metáforas con símbolos que representan al Islam se han producido habitualmente en la prensa escrita europea, sobre todo inmediatamente después de atentados de células terroristas islamistas en Madrid (2004) y en Londres (2005). No obstante, ha resultado mucho más agresivo para los musulmanes este conjunto de caricaturas (en la mayoría se daba una imagen disoluta de Mahoma, o afeminada, o meramente irónica) que todas las columnas publicadas en los periódicos. De nuevo se demuestra que la imagen ostenta mucho más poder comunicativo que el texto y que una simple viñeta puede levantar las iras de todo un pueblo.

Es evidente que debemos proteger la libertad de expresión de los dibujantes y de los periodistas de cualquier medio. El gobierno de Dinamarca se portó correctamente cuando decidió defender los intereses y la libertad del diario danés. Pero también hay que tener en cuenta que existen ciertos campos que resulta "delicado" tocar, al menos en el ámbito de la caricatura, como lo son los símbolos religiosos. A un caricaturista musulmán no se le ocurriría jamás denigrar la imagen de Cristo, sobre todo porque en su religión se prohíbe expresamente la representación de Dios. Tampoco en algunas ciudades de España podría ridiculizarse a Cristo durante la Semana Santa.

Pero este no es el tema, que es sobre el que han querido reconducir el debate los islamistas extremistas. Las conclusiones de toda esta polvareda se resumen esencialmente en tres puntos:

1. La presencia de esas caricaturas, que precisamente se publicaron para poner en tela de juicio la libertad de expresión de un escritor a quien le fueron negadas las imágenes de Mahoma para ilustrar su libro, ha sido utilizada arteramente como ejemplo de odio hacia los musulmanes en Dinamarca. Cuando el gobierno danés, precisamente, ha luchado en el seno de su país contra este odio, retirando licencias a la radiodifusión antiislamista, por ejemplo.

2. De las doce caricaturas publicadas en el Jyllands-Posten, la mayoría eran simples humoradas sobre la figura de Mahoma, como las miles que se han publicado sobre Cristo en Europa. Y de las más "lesivas" no se puede extraer que incitaran al pueblo danés a la violencia contra los musulmanes. Además, la religión musulmana se ha convertido en un asunto de política internacional que puede y debe ser analizado desde la perspectiva periodística.

3. La reacción de los islamistas no ha contemplado las caricaturas en su contexto: una Europa dañada por la actuación de islamistas radicales que han atentado contra sus vidas y su tranquilidad en dos ocasiones recientemente y cuya amenaza persiste. Esto debería hacer reflexionar al pueblo musulmán sobre el agravio que causa la tensa situación, provocada por sus extremistas, que de día en día crecen más en poder sin que de sus actuaciones se responsabilice ningún gobierno del Islam frente a los Estados europeos.

Se vuelve al discurso de los extremos, pues. Y ahí el humor, y la caricatura, nada tienen que demostrar porque no son, en modo alguno, catalizadores de la violencia o del odio hacia el Islam.

Quizá había que haber seguido el consejo del Brussels Journal, diario que también ha difundido las caricaturas (y que también ha recibido amenazas): que todos los diarios europeos publiquen estas sátiras como ejercicio informativo y, también, humorístico.

A la larga, de tan gastada la imagen, el daño habría quedado mitigado.

Y más si es con humor.


Crónica de Manuel Barrero. Fuentes: BBC, El Mundo, IPS, Reuters.


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