lunes, 6 de febrero de 2006

Criticando caricaturas. A vueltas con lo sagrado.


Las turbamultas de islamistas que durante esta semana se han manifestado violentamente en contra de las caricaturas de Mahoma publicadas el 30 de septiembre por el periódico danés Jyllands-Posten (que en estos últimos días han llegado al asalto de embajadas, al secuestro y al asesinato), han generado todo tipo de opiniones que, en su mayor parte se han desviado del tema de fondo que late en todo este asunto y que, de hecho, han dejado de lado la esencia misma de la sátira gráfica, que desde el nacimiento del periodismo crítico representa el ejercicio más preclaro de libertad social.


MÁS VIOLENCIA, SIN UN FIN CLARO.

El domingo día 5, fue asaltado el consulado de Dinamarca en Beirut. Se ha estimado en 10.000 el número de manifestantes enfebrecidos convocados por la organización islámica radical Campaña Nacional de Defensa de Mahoma. Las dependencias estaban vacías, pero el destrozo ha sido grande y el acto, a ojos de los medios de comunicación occidentales, vandálico. Lo cual que ha extrañado mucho siendo como es Líbano un 'estado policial' donde las manifestaciones son muy controladas. Entre los manifestantes, un grupo de mujeres portaban un cartel en el que podía leerse: «Maldecimos a EE UU, Dinamarca, Alemania, Francia y España».

En Iraq, el llamado Ejército Islámico, grupo de la insurgencia contra las Fuerzas estadounidenses e iraquíes en el país, emitió un comunicado a través de internet en el que juraba que descuartizaría a cualquier ciudadano de los países donde se hubieran publicado las caricaturas del profeta Mahoma. Para ellos, esos ciudadanos eran los de: Dinamarca, Noruega, Francia, Alemania, Italia, España y Nueva Zelanda. Obviaban a los ciudadanos estadounidenses, si bien han calificado la publicación de las viñetas de «guerra de cruzados bajo la dirección de EE UU». A fecha de hoy somos 14 los países que hemos publicado caricaturas en nuestros medios de comunicación: Alemania, Australia, Bulgaria, Dinamarca, España, Francia, Hungría, Italia, EEUU, Japón, Malasia, Noruega, Nueva Zelanda, Polonia, Suiza y Ucrania.

En Iraq, paralelamente, el representante iraquí del Ministerio de Transportes, Salam al-Maliki, decidía cancelar los contratos con empresas danesas. Por añadidura, ayer, entre la quema de banderas en señal de repulsa que se produjo en este país, se ha visto una de España.

El domingo, en Palestina, docenas de milicianos asaltaron un centro de enseñanza de francés en Nablús, localidad de Cisjordania. En Jordania, además de que Abdalá II considerase ‘un crimen’ la publicación de las caricaturas, el fiscal general del reino ordenó la detención de Hashem Jaledi, editor de la revista Al Mehuar, y de Jihad al-Momani, editor del semanario Shihan que publicaron varias de las viñetas del profeta Mahoma. La acusación: «atentar contra los sentimientos religiosos». El lunes ocurriría lo propio con el director y un periodista del diario marroquí Annahar Al Magribía, inculpados por reproducir una de las caricaturas.

Otras manifestaciones incomprensibles han sido la de la Liga Árabe Europea, una organización política islámica belga / holandesa, que publicó el sábado en su sitio web unas caricaturas sobre judíos en represalia por las caricaturas de Mahoma. También en EE UU ha habido manifestaciones de musulmanes frente a la sede de Naciones Unidas.

Irán ha roto las relaciones económicas con Dinamarca, en Chechenia se ha prohibido la presencia de organizaciones no gubernamentales danesas y en Afganistán se han contado cuatro muertos en las manifestaciones registradas en diferentes puntos del país.

La ola de violencia por la publicación de caricaturas de Mahoma en algunos diarios europeos se ha cobrado ya la vida de seis personas -cuatro en Afganistán, una en Líbano y otra en Somalia-. Según informa hoy La Razón, a estos hombres asesinados habría que sumar al sacerdote Andrea Santaro en su parroquia católica de Turquía, asaltado por un joven alocado que se arrojó sobre él al grito de «¡Alá es grande!»

El problema ha saltado el charco y, al mismo tiempo que el ministro libanés de Interior presentaba su dimisión, EE UU ha culpado a Siria de no haber protegido las embajadas.

Ante la gravedad de la situación, la presidencia austriaca de turno de la UE y los 25 Estados miembros han adelantado la reunión del Comité Político y de Seguridad de la UE (COPS), prevista para mañana, martes.

La cronología de todo el asunto puede consultarse en varios sitios web, como el de El Mundo.


LA OPINIÓN PERIODÍSTICA

Mientras estos hechos se suceden en Oriente Medio, el primer ministro danés, Møller, sigue en sus trece de defender la división de poderes en su país, aduciendo que él no es quién para condenar a un periódico, que para eso están los tribunales.

Desde que se ha desatado esta espiral irracional de violencia se han leído muchas opiniones, en un principio doblegadas por el miedo y el desconocimiento (de la naturaleza de la sátira) y luego derivando la cuestión hacia temas alejados del centro del debate.

Los políticos, por ahora, han preferido no manifestarse de manera contundente, e incluso nuestro presidente, J.L. Rodríguez Zapatero, se ha columpiado con una de sus típicas obviedades: la caricatura de Mahoma «puede ser perfectamente legal, pero ser rechazada desde el punto de vista de la moral y la política.» Evidentemente, es legal (aunque le sea imputable a su autor algún delito) y puede ser rechazada moralmente porque, de hecho, lo ha sido. Gracias, Presidente.

Muchos medios se han alienado a favor de la libertad de expresión pero considerando no publicar las caricaturas. El País, en España, ejemplifica esta postura y ha preferido sacrificar el derecho de los lectores a ver las imágenes que desataron la crisis internacional para no ofender a los musulmanes que accedan a su periódico. El defensor del lector, Sebastián Serrano, aludía, además, a la prepotencia del director del diario danés que inició el asunto, habida cuenta de que su línea ideológica es la contraria de El País.

Por fortuna, contamos con periodistas algo más valerosos y en España por fin han aparecido todas las caricaturas en el diario web Periodistadigital.com [clic aquí] Hasta hoy, algunos hemos difundido varias de las imágenes (en Tebeosblog sólo hemos publicado tres, con escasa definición; hoy, otra de las doce, que preside la presente crónica) y hoy Elmundo.es ha difundido cuatro de las más importantes [clic aquí]

Entre los columnistas de opinión, hay quien se ha tomado toda esta barbarie con humor, como hacía Elvira Lindo el domingo en El País, ironizando con la posibilidad futura de los humoristas obligados a mirar la lista de todos los colectivos susceptibles de ser ofendidos antes de dibujar su viñeta. En esta idea han abundado algunos humoristas gráficos en sus viñetas estos días.

Otros periodistas han distorsionado el análisis y han aducido razones que escapan al meollo del asunto. No extraña que lo haga un musulmán, como por ejemplo Baha Bujari, dibujante palestino, que ponía como contraejemplo que a nosotros nos dolería que se mostrase un dibujo de Jesucristo fornicando. El oportunismo ha cundido e incluso las firmas más admiradas han acabado recurriendo a esta comparativa de parvulario. Mendicutti, en El Mundo, aludía a las imágenes ofensivas contra la mujer o contra el colectivo gay, que eran retiradas si había protestas. [Vale, pero ni las mujeres ni los gays asaltan embajadas]. Agustín Velloso, en el mismo diario, defendía la prohibición de caricaturizar a los profetas y hablaba de la repulsión que produciría ver a Jesucristo sodomizado. [Pero, Velloso, es que nadie ha dibujado a Mahoma sodomizado] Fernando Iwasaki, en ABC, decía que lo que molesta a cierta prensa occidental es que los musulmanes no se dejan atizar como los católicos y desviaba la atención hacia el derecho de los católicos a no sentirse ofendidos. Sobre este extremo han sido más evidentes otros columnistas de ABC, que en seguida trajeron a colación -en defensa de los derechos de los ofendidos- a las vírgenes con penes (Antonio Burgos), los cristos crucificados, la puta España (José María García-Hoz), o la palinodia emitida hacia el Islam mientras no se solicita el perdón de quienes ofenden los símbolos católicos (Ignacio Camacho, Juan Manuel de Prada). La periodista Inmaculada Navarrete opinaba hoy en ABC que si los musulmanes pedían respeto, que también lo mostrasen con sus mujeres, con su intransigencia cultural y con esos criminales que en nombre de Alá, el dios misericordioso de la paz y el amor (como todos), cometían genocidios en Occidente.

Ampliando el foco, hay que convenir que es absurdo acudir a los contraejemplos, y más en este caso de la “crisis de las caricaturas”. No tenemos que pedir al Islam que reaccione como nosotros lo haríamos, pues su cultura no responde así. No se trata de comprender que los musulmanes no publicarían imágenes de esta catadura, se trata de comprender que los caricaturistas daneses han querido representar al islamismo violento (que en nombre de Alá comenten sus algaradas y crímenes), pero no al Islam o al común de los musulmanes.

No comprender esto significa no comprender el concepto de sátira.

El escritor Tahar Ben Jelloun reparaba, en La Vanguardia del domingo, que lo inquietante no es tanto las caricaturas (que él estima ‘tontas’ y que violan un tabú) como las reacciones histéricas de unos y otros. También éste escapa a las cuestiones de fondo de todo este asunto: el verdadero valor comunicacional de las caricaturas y las razones ocultas de los brotes de violencia en Oriente Medio.

Hay algo que no acaba de comprenderse de las caricaturas danesas: que no debe ser identificada esa imagen de Mahoma cuyo turbante es una bomba con Corán = terrorismo o Islam = terrorismo. Eso es una fórmula simplista de ver las cosas, descontextualizadas del soporte que las publica, del medio que las sostiene y de la civilización que las defiende.

Tras haber conocido algo más a Flemming Rose, director del Jyllands-Posten (salieron entrevistas en televisión, y hemos leído una en Crónica de El Mundo, el domingo), comprendemos que publicar las caricaturas respondió a una mezcla de desafío frente a un problema de autocensura (provocada por la amenaza encubierta) y de ganas de polemizar desde un diario que se posiciona en las derechas (se declara anticomunista al menos) y en el género sensacionalista. Sí, ha sido un provocador. Admitámoslo.

Las leyes danesas contemplan en su código penal que es punible mofarse de las religiones legalmente establecidas, como la musulmana lo es. También ocurre así con otros reglamentos legales en el resto de Europa. Pero deben ser los tribunales quienes decidan el grado de culpa de este director y de los dibujantes, en su caso, que están todos (los doce) amenazados de muerte (un aspecto este sobre el que los medios han reparado demasiado poco).

Javier Martín (El País) ha dado con una de las claves al señalar que el germen de toda esta violencia desatada se halla en parte en el auge de grupos islamistas que, aprovechándose de la frustración popular, han alimentado el odio antioccidental y se han apoyado en hechos elementales para ir consiguiendo puestos de poder. Por ejemplo, en sus países cada vez es menor el poder de la oposición laica. Otro factor: los gestores de la comunicación y de algunos despachos de la diplomacia están manipulados o manejados por ellos como lo demuestra que algunas horrendas caricaturas (verdaderamente vejatorias de la figura de Mahoma) fueran utilizadas como prueba de la demonización de Dinamarca no habiéndose publicado jamás. Otro: Las cadenas de televisión panárabes también están difundiendo, cada día más, la presencia de estos agresivos opositores al mundo occidental.

Yo me atrevería a añadir, además, que la reciente victoria de Hamás en las urnas es otro de estas victorias del apogeo del fundamentalismo islámico. Y el desafiante Irán, que ve Occidente lleno de “nuevos cruzados” sigue adelante con la producción de su potencial atómico aparentemente respaldado por el fervor popular de su país y la lealtad de todo el Islam frente al tiránico EE UU (que ya tienen la bomba atómica, no lo olvidemos). Y todo, en conjunto, viene a mostrar un panorama de crecimiento de las células del fundamentalismo radical islámico, en pie de guerra desde su propio credo, y que son reaccios al lema “la fe se propone, no se impone”. Los imanes radicales de Dinamarca, considero, respondieron a una estrategia trazada desde Oriente Medio, no como una reacción natural de un hombre / colectivo cuya fe ha sido agredida. La tardía reacción de los musulmanes ante la presunta blasfemia danesa se ajusta a un calendario de crecimiento de poder entre estos grupos celulares, capaces hoy de desinformar a la turbamulta para que se abalance sobre una sede diplomática sin haber visto sus integrantes siquiera las caricaturas (así se demostró en Londres).

El mundo ha titulado las páginas sobre este tema como “Choque de civilizaciones”. No lo creo tanto así como choque de culturas o choque de conceptos: el del sagrado derecho a expresarse libremente y la sagrada imagen del profeta de Alá. Pero recordemos que a Mahoma sí se le ha representado anteriormente, en pintura, en ilustraciones, en viñetas de humor gráfico y de historieta incluso (no en cine, como algunos periodistas han dicho). Incluso en el Islam se le ha dibujado. Así lo reconcía Abdelwahab Meddeb, profesor de literatura comparada de la Universidad de París (en El Mundo del domingo). Naser Khader, diputado del Partido Social Liberal danés que es muslmán a su vez, ha dado en la clave: él no se ha sentido especialmente ofendido por las caricaturas y opina que el principal problema del Islam no son los dibujos sino el integrismo que se va endureciendo y que pretende condicionar a Occidente mediante el terrorismo.

Hete aquí.

Se recuerda el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión». No es un sacramento. Pero es uno de los pilares de nuestro sistema democrático. Y no puedo haber colectividades con derechos especiales o superiores frente al derecho de crítica.

Es decir, disculpémonos, sí. Si se ha ofendido a alguien, pídasele perdón. Pero desde el medio de comunicación que emitió las imágenes. Y nunca supeditando futuras acciones o manifestaciones o expresiones a ese dogma ajeno a nuestra cultura.


LAS MEDIDAS DEL GREMIO

Los humoristas gráficos y los informantes vinculados a la historieta y la caricatura en España han reaccionado de forma tardía y desviada, a mi tenor. En Francia, como se expresó en la anterior crónica, Le Monde concitó a algunos de los dibujantes más importantes de Francia. Eso no se produjo en España hasta pasados dos días. En Portugal, el Museo Nacional da Imprensa ha dispuesto un espacio en su sitio web para recoger y ordenar toda la información que sobre este asunto se ha ido publicando en el mundo (véase aquí). En España, ni los sitios web de Humoràlia o de Elcan, los más activos en torno al humor gráfico, se han pronunciado con actividades. Otras asociaciones y entidades vinculadas al humor tampoco han reaccionado. La cautela también la mantuvo FECO hasta ayer, que emitió un comunicado entre sus abonados para convocar a los dibujantes con el fin de dibujar a todos los representantes de todas las religiones del mundo salvo la musulmana. Francamente, es una medida que propone la autocensura que los imanes vociferan.

Entre los blogs y sitios web dedicados a la historieta en nuestro país apenas si ha habido pronunciamiento. El director del más leído de todos ellos (Álvaro Pons, en www.lacarceldepapel.com) ha saldado su comentario con el triste exabrupto: «Así que, religiones de todo el mundo: ¡a tomar por culo!»

Otro que ha equivocado la cuestión de fondo y además ha caído en la grosería.

Los humoristas gráficos españoles se han mostrado en general cautelosos. Por la televisión, Máximo o Rey respondieron que no es conveniente tocar temas religiosos porque son susceptibles de despertar la ira de ciertos colectivos. Los entrevistados por la prensa han emitido opiniones sesgadas, unos de apoyo incondicional y valiente a los humoristas daneses (como Carlos Romeu o José Luis Martín) y otros dispuesto a la disculpa por la ofensa sentida (Máximo). El Roto es el que más claras parece tener las cosas: «No hay que considerar unas aparentes opiniones de una sociedad sin libertad de expresión. Es una reacción de un sector que pretende asimilar en su respuesta a toda la comunidad árabe o musulmana y que contiene una manipulación política calculada». Desde FECO, un delegado abogó por no herir la sensibilidad de los lectores...

Así están las cosas: No ha tardado en llegar la condena del Vaticano, que antepone religión a sátira, pero por lo pronto no hay debate entre los especialistas en humor gráfico ni un posicionamiento claro de la profesión. Y sería deseable que lo hubiera al menos entre los expertos en imagen.

El problema no radica en el respeto a la religiosidad. El problema es que Occidente tiene un problema de seguridad originado por el agobio de una cultura resquebrajada por su tradicionalismo y fundamentalismo y que se ha manifestado en grupúsculos que han conseguido igualar todo el Islam con la cólera a ojos de Europa.

Y el problema es que no se reconoce que la sátira es un derecho de la cultura occidental, eminentemente laica y que no debe someterse al chantaje de los que estiman qué es o no punible en función de la interpretación de un texto críptico escrito hace 2.000 años.

La caricatura, el humor gráfico, es la savia de la actualidad, la sangre del hoy, el guiño de la libertad. No permitamos que quede amilanada por el temor al primordialismo.

Pero la crisis no acabó y el debate prosigue...

Un debate que, acaso, deba desviarse de la dicotomía "libertad de expresión - ofensa a un credo" para centrarse en los orígenes de la virulencia del Islam, tras la cual se halla el afán imperialista de los EE UU.

¿O alguien alberga dudas sobre esto?



Texto de Manuel Barrero.


Fuentes: Larazondigital.es, elmundo.es, ABC.es, elpais.es, periodistadigital.com, La Vanguardia.


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