Hoy entramos en el siglo XXI en este escueto repaso que estamos llevando a cabo sobre la historieta de horror. Si en la década de los noventa la industria del cómic (al menos, la occidental) sufrió un revulsivo a manos de autores que crearon sus propios sellos editores y el mismo género experimentó una mezcla entre las transgresiones físicas y morales y el retorno de temáticas de décadas pasadas, los luctuosos hechos que tuvieron lugar en 2001 marcaron a toda una población mundial (al menos, la “desarrollada”) que encontraba en el mundo real horrores aún mayores que los que cualquier ficción podía proporcionar. El atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York cambió el estado de las relaciones humanas, y los estados poderosos miraron a partir de ese momento aún con más recelo a los países pobres que estaban ambiciosos y envidiosos de poder (o hartos de una sumisión eterna y de un abuso constante e indiscriminado). El horror ya no provenía del monstruo, del muerto en vida, del alienígena; el horror lo traían los inmigrantes, los extranjeros, los diferentes, los inadaptados, capaces de quebrar el estado del bienestar en cuestión de minutos. También a partir de ese hecho el mundo se volvió más paranoico, más asustadizo, temeroso de cualquier plaga (vírica, bacteriana, social) que no pudiera mantener bajo control.
Hoy aportamos al conocimiento teórico de los tebeos un artículo de nuestro colaborador Ricardo Vigueras que precisamente habla de inadaptados, de plagas, una revisión del vampirismo en pleno siglo XXI que además es una de las pocas muestras de horror francobelga, más dado a la fantasía pura que a lo tenebroso. Rapaces supuso el encumbramiento de su dibujante, Enrico Marini, que ha sido uno de los impulsores de ese estilo mixto que mezcla los estilemas europeos y japoneses en una suerte de manga occidentalizado, otra de las características de las obras de los últimos años, sean de horror o no.
Hoy aportamos al conocimiento teórico de los tebeos un artículo de nuestro colaborador Ricardo Vigueras que precisamente habla de inadaptados, de plagas, una revisión del vampirismo en pleno siglo XXI que además es una de las pocas muestras de horror francobelga, más dado a la fantasía pura que a lo tenebroso. Rapaces supuso el encumbramiento de su dibujante, Enrico Marini, que ha sido uno de los impulsores de ese estilo mixto que mezcla los estilemas europeos y japoneses en una suerte de manga occidentalizado, otra de las características de las obras de los últimos años, sean de horror o no.
Tebeosfera. Caemos sobre los tebeos como aves de presa.
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