jueves, 9 de septiembre de 2010

EL JEQUE BLANCO DE LOS ESPÍAS

Ya hemos indicado que los verdaderos agentes secretos, esas figuras proyectadas hacia el heroísmo pero que surgen de la suplantación (de identidad) y de la violación (de toda jurisdicción), afloran con verdadera fuerza tras la II Guerra Mundial. Hubo muchos que fueron hijos de la I, pero la imagen prototípica del agente especial, doble o secreto, aparece sobre todo tras la contienda que divide al mundo en dos bloques.

Los agentes secretos de los tebeos de los años cuarenta y cincuenta eran eminentemente blancos, atléticos y extranjeros, o trabajaban para alguna agencia de fuera de España, y sofocaban sediciones y revueltas protagonizadas por malandrines de color amarillo, aceitunado, negro, tostado, etc. En general, de otras razas y de otros países. Un ejemplo de las peripecias de este tipo de personajes lo tuvimos en
Jeque Blanco, colección de una editorial española y de autores españoles, pero que relata las actividades por el Magreb de un agente secreto norteamericano llamado Ray Lancaster.

Estos tebeos, violentos aunque inocentes, describen un contexto narrativo lleno de posibilidades: el protagonista vivió de niño en Casablanca, de joven luchó en África contra las fuerzas del Eje, y en su madurez mantiene la ley y el orden en los países africanos que son o han sido colonias europeas.

De toda esta fascinación da cuenta el estudioso Agustín Riera, en un artículo que repasa la colección
de Rollán luego reeditada por BO en los ochenta:


Tebeosfera. La colonia de los tebeos.

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