sábado, 17 de noviembre de 2007

SPIDER-MAN 3

SPIDERMAN-3 o el síndrome del eterno adolescente

Por Antonio Santos (se su serie La voz en el desierto, entrega 31)

Unos cuantos años después de su nacimiento, hablé de Parker con un director cinematográfico que quería hacer una película –al final abortada- sobre uno de los libros y este director declaró que en realidad Parker era francés, ya que la diferencia entre los ladrones de ficción franceses y los ladrones de ficción americanos es que los franceses roban dinero porque eso es lo que hacen, mientras que los americanos roban con el fin de conseguir dinero para la operación de su sobrina tullida.

Don Westlake,

The hunter

Un taquillazo indiscutible; su recaudación ha sido brutal: ¡supera a la de STAR WARS III: LA VENGANZA DE LOS SITH!, y sin necesitar los habilidosos programas de FX de la ILM de GEORGE LUCAS. Los productores pueden frotarse las manos, satisfechos, y regodearse con sus ganancias. ¡Labor lograda, peliculón familiar al canto!

Pero esta espectacular martingala cinematográfica, cuyos ejes fundamentales rotan en torno a los condicionantes de la SUSTITUCIÓN, la TRANSFORMACIÓN y la EXPIACIÓN, contiene materia grasa que dificulta su digestión un poco más de lo debido, liberando toxinas conforme va disolviéndose en el torrente sanguíneo de nuestro criterio.

Datos técnicos.-

SPIDERMAN-3. Dirección: SAM RAIMI. Producida por SONY PICTURES y distribuida por COLUMBIA Y SONI PICTURES ENTERTAINMENT. Norteamericana. Guión: ALVIN SARGENT. Historia de Sam e IVAN RAIMI. Basado en los personajes concebidos por STAN LEE y STEVE DITKO (y Jack Kirby). Música de CHRISTOPHER YOUNG con tema de DANNY ELFMAN; Fotografiada por BILL POPE. Reparto: TOBEY MAGUIRE, KIRSTEN DUNST, JAMES FRANCO, THOMAS HADEN CHURCH, TOPHER GRACE, JAMES CROMWELL, BRYCE DALLAS HOWARD, ROSEMARY HARRIS, J.K. SIMMONS, THERESA RUSSELL, CLIFF ROBERTSON, BRUCE CAMPBELL, DYLAN BAKER, BILL NUNN, ELIZABETH BANKS, y Stan Lee. Presupuesto: 250.000.000 $.

De qué va.-

De tíos en trajes ceñidos y tías en trajes holgados y de un tipo arenoso que dicen que es más malo que la quina pero resulta ser el padrazo del año.

¿Qué tenemos aquí?.-

Nueva entrega en celuloide de las aventuras de PETER PAN, esto, PARKER (queríamos decir), en la cual destaca la infusión de nuevos elementos del elenco de su muy dilatada carrera, personajes como el DR. CONNORS (futuro HOMBRE LAGARTO, enemigo en la recámara), GWEN (diminutivo de GWENDOLINE, otro personaje de la obra de BARRIE, titulada PERTER PARKER, esto, PAN, queríamos decir) STACY, FLINT MARKO, el HOMBRE DE ARENA, y BROCK, un trepa con corte de pelo barato, que depreda el puesto de fotógrafo de Peter ante el impagable J.J. JAMESON, que era de cajón que repitiera. También aparece la pringosa amenaza negra del SIMBIONTE, algo semejante al THE BLOG del juvenil STEVE MCQUEEN pero hecho por computadora, no con chicle de fresa, y el cameo de WILLEN DAFOE, espoleando las ansias de venganza de su hijo, el dubitativo HARRY OSBORN del monopatín a reacción.

Y no se pierdan la cochambrosa SOLUCIÓN HABITACIONAL en la cual nuestro protagonista MENOSMILEURISTA vive, independiente y feliz, cuya puerta se traba continuamente, astuto recurso cómico destinado a aliviar la grave carga dramática y emocional que destila esta cinta.

Ni tampoco olvidemos su fiel MOBILETTE de tironero…

Todo muy bonito, aunque….-

Spider-Man 3 no es tanto el ingenioso y ameno producto que se ufanan en proclamar. Su tronco central tiende al tedio, algo que el desleído Raimi debe a su ansia de copiar a sus amigos y admirados HERMANOS COHEN. Eludiremos la controversia acerca de que si su trama debió ser más audaz, madura, violenta o sarcástica. Esta cinta supone una vertiginosa inversión multimillonaria que debe, al menos, triplicar en taquilla su importe para ser rentable. Es natural que esté “aguada”. En vez de eso, hurguemos entre los bastidores.

El proyecto de Spider-Man (al margen de aquel inefable producto televisivo del chándal coloreado de los finales setenta), era codiciado por JAMES CAMERON, quien tras TERMINATOR 2 se creía sobrada y justificadamente capaz de filmarlo. SCHWARZENEGGER sería OCTOPUS y MICHAEL BIEHN Peter Parker. Pero el guión era tan espectacular y requería tal desembolso que lo hizo inviable.

De modo que Sony, la que paga, fue buscando alternativas más económicas y directores menos problemáticos. Al fin se lo largan (es la forma exacta de decirlo) a Raimi, alegando que su competencia es tal que con un presupuesto de diez millones hace una película que parece de cien millones. Y, ciertamente, lo hace. Por ende, Spider-Man es una de sus literaturas de infancia.

Pero apreciemos que no se le contrata por su contrastada capacidad profesional, sino por un cicatero detalle económico. Esto debe haber socavado la estima de Raimi, quien parece obsesivamente ansioso por desprenderse, como sea, del manto de POSESIÓN INFERNAL. Y con los millones, pierde mordiente, al contrario de TARANTINO y RODRIGUEZ, aún actuales y frescos. Aquel nervioso y compulsivo movimiento de cámara, esos travellings enloquecidos, sus golpes de efecto y otras diabluras que hacían su cine vibrante, vital e intenso, van diluyéndose. Spider-Man 3 conserva los justos como para ponernos nostálgicos recordando esa etapa del talento-supliendo-el-dinero.

Por su sadismo lo reconocerás.-

El plasmación del guión, coescrito con su hermano Ivan (que es médico, y ya le ayudó en la redacción del de DARKMAN, título polémico en su estreno), aparte de ser una maraña de situaciones, personajes y peleas no del todo hábilmente desenredada, nos proporciona otra pista sobre la identidad del director: la paliza que Harry proporciona a Peter al comienzo de la película, astillando con su cabeza cornisas, muros y ventanas, están enfocados desde la característica óptica excesiva de Raimi (una que bien conoce BRUCE CAMPBELL, el singular maître) que de exagerada que es parece divertida en vez de escalofriantemente dolorosa. Porque cualquiera de esos impactos revienta un cráneo, por superheroico que sea, pero en cambio, se enzarzan en una refriega con el mobiliario urbano con desmedido entusiasmo y con la mínima-nimia efusión de sangre, en aras de evitar la temida clasificación por edades que malogre las ganancias de taquilla.

(Hoy día tenemos mucho cine de calidad inferior por culpa de este miedo. Películas que prometen mucho pero que por miedo a recaudar lo mínimo terminan siendo fiascos desvirtuados.)

La siguiente gran tunda que recibe Spider-Man, en las altas vigas, rebosa también de este complaciente barbarismo: el Hombre de Arena lo machaca con su puño gigante (con fuerza suficiente para quebrarle el torso) y VENON lo patea con desenfreno salvaje: ¡a romper costillas!

Sin embargo, esta escena tiene otra sutil lectura: perfecciona la final de Darkman (la cual calca incluso en ambiente, aunque la de Spider-Man 3 sea más lujosa: la lucha transcurre de noche, dominio de los villanos; mas el alba trae victoria al héroe, que es luz, truco dramático típico de DISNEY), al margen de los efectos de penitencia, de redención a través del masoquismo inherente al heroísmo, que posea, condición sine qua non propia del género.

Flint Marko.-

Capítulo exclusivo merece el Hombre de Arena. Como lector de la etapa Lee-Ditko, el Hombre de Arena carecía tanto de identidad civil como de sesera. Era el matón del cole, adulto, más calvo y ojeroso, debido a una mala vida putañera, alcohólica, con una sucia camiseta marinera a rayas. Ese Hombre de Arena era un obtuso y gárrulo delincuente común al que le toca la lotería Stan Lee de los superpoderes. Y en toda su carrera en MARVEL no hace otra cosa que de torpedo, escurridizo a la captura, enfrentado a toda la plétora superheroica de un modo u otro.

Pero el de la película es trasunto de JOHN DILLINGER (figura delictiva americana, ROBIN HOOD de la DEPRESIÓN de 1929, al cual sienten la necesidad de mixtificar), empujado al delito por la abrumadora enfermedad que padece su hijita, no porque tenga propensión al crimen, o porque voluntariamente decida que atracando puede darse la gran vida de una forma fácil y rápida.

Observemos que en Spider-Man 2, Octopus también acaba vertido al mal por una serie de catastróficas desdichas, mas, como SAULO en el camino a Damasco, recibe la divina inspiración y se enmienda. Marko le viene a decir algo similar a Peter en el andamiaje y obtiene su perdón incondicional, pues la grandeza de corazón de los superhéroes es inhumana. Ya no es un enemigo, solo un hombre marcado por violentas circunstancias adversas (otro tópico social americano, que aplican libérrimamente a casi todos sus pistoleros, desde WILD BILL LONGLEY a BILLY el NIÑO, para exculparles), pero con firme-firme propósito de enmienda.

En una futura entrega, ¿cómo excusarán una lucha contra Octopus, o el Hombre de Arena, cuyo fantástico poder no le da para más que para atracar bancos, ahora que se han reformado? Añagazas habrá, pero ¿convincentes?

No cabe duda que la génesis del Hombre de Arena es el hito fundamental de la cinta, en la cual empeñan todos su recursos técnicos, pues tiene momentos en que Spidey parece un efecto HARRYHAUSEN acelerado (como en el rescate de Gwen, cuando la grúa díscola y homicida desgracia el rascacielos). Los FX no brillan por su eficacia, pese a la malsana lujuria que exhiben los enemigos de Lucas afirmando lo contrario. Y pueden jactarse de tener al mejor muñeco de Spider-Man animado por STOP-MOTION de la historia.

El que Marko sea además el asesino (involuntario) del decente tío Ben es un repelente giro dramático de la cinta, saturada hasta la confusión, por otra parte, de personajes y batallas, sentimentales o físicas. Ese afán de aglutinarlo todo en un círculo de familiares casualidades es irritante. ¿Forzosamente Marko debía ser culpable? ¿No teníamos uno ya? ¿Por qué, además, ha de convertirse en el Hombre de Arena? Y para colmo, es el sufrido padre de una niña casi moribunda, procedente de una infancia desestructurada y esposo de un matrimonio fracasado. Pero, ¿no hay un villano auténticamente perverso, sin más inclinación que la de hacer el mal, al cual exponer a los puños de Spidey? ¿Cómo vamos a sentir encono contra el Hombre de Arena si su drama familiar ya nos ha conmovido?

Si con eso buscaban provocar algún tipo de sensación de perversa ironía del destino, pues la verdad es que no se han lucido.

Y otra cosa: ¿por qué el agigantado Hombre de Arena es incapaz de articular palabra? Escupe gruñidos. Todos los gigantes gruñen. ¿Se debe a alguna disociación masiva neuronal o qué? Y su poder arenoso, ¿también transmuta las partículas de las sacas de dinero que toca?

¿Podemos intuir en la colérica reacción de Peter (supuestamente espoleado por el Simbionte) al saber que Marko mató a su amable tío Ben una ira justificada ante una aparente incompetencia policial o se trata en realidad de remordimientos, provocados por no haber impedido que el presunto asesino del entrañable tío Ben se defenestrase, matándose a consecuencia del golpe? Los superhéroes impiden estas cosas: la vida es sagrada, cualquiera, por perversa que sea.

La pringue negra.-

Como si la amenaza del Hombre de Arena fuese baladí, y el rencoroso Harry, el aprendiz de brujo… de Duende, queremos decir, no patrullase las alturas con su monopatín a reacción y su exótica panoplia en ristre buscando a Spider-Man para hacerle el día, los Raimi (¿veis?: otro ejemplo subconsciente, o deliberado, de emulación con los Cohen), nos traen del espacio la pringue negra que cambia el carácter y que es lo suficientemente poderosa como para poner en un serio brete a Spider-Man durante noventa minutos, si se tratara de la amenaza protagonista única. Pero en vez de eso, de nuevo topamos con la condensación de figuras, elementos, circunstancias, batallas, y cuya saturación termina haciendo abstractos ciertos momentos de la película. ¡Más madera, es la guerra! A la lucha física hay que sumarle los problemas sentimentales, propios o ajenos: el titubeo ante la pedida matrimonial, los problemas de MJ, que parece hecha para todo tipo de penurias, así como de secuestros (la echan del musical, busca empleos purriosos, su novio espolea sus celos al morrearse con una estropajosa rubia de bote, Osborn amenaza con rebanarle el cuello…), la aparición de Gwen Stacy, acelerada como una cocainómana, el trepa de Brock, cuyo sentido de la realidad está totalmente distorsionado, imaginándose complots a mansalva, y que cae de rodillas ante el INCLAVADO suplicándole venganza (porque cree firmemente en la IGLESIA DEL ADVENIMIENTO a punta de pistola), todo sucediendo a la vez, en un bombardeo sin tregua.

Raimi no lo gestiona diligentemente, y así va cayendo en los mismos errores de JOEL SCHUMACHER con BATMAN, cuyas entregas finales estaban tan abarrotadas de todo que no había espacio para desarrollar una historia decente. La pringue negra sobraba en esta entrega, pero al parecer era vitalmente importante sacar al amigo Tobey luciendo esperpento discotequero y sacudida de cadera con el flequillo caído a lo chulo del tango y perdonando vidas por minuto, seduciendo en falso, como un canalla de folletín, a la vecinita balcánica, hija del casero de su CUTRELUCIÓN VITACIONAL, dándole infundadas esperanzas de amor viril.

Un cierto tufillo insano.-

El homenaje a Spidey también proyecta un lado sospechosamente oscuro. Esa forzada agitación de banderitas y camisetas (en un momento dado, copia el evento de la FERIA DE LAS CIENCIAS y vanidades de la primera parte, cuando aparece el DUENDE VERDE) es como una reafirmación de caracteres ante SUPERMAN. Hay algo ahí, muy diluido pero persistente, que lo indica. Algo como que Spider-Man es más guay, más popular, ¿a que sí?, ¡vamos, gente, gritadlo!, ¡hey, tigre!, ¡’nuff said!, más bullanguero, en contraste con la solemnidad que Superman aportaba con su regreso, proyectando una sombra de sobrio embeleso con su capa.

A tanto llega la cosa que cuando los chavales reniegan de Spider-Man, copia una secuencia similar y original de SUPERMAN II. Naturalmente, comprendemos que este descrédito del héroe se encuadra en un reajuste de su aptitud, haciéndole catar heces para devolverlo, depurado y humilde de nuevo, retornado con renovado esplendor, del mismo modo que el sospechoso martirologio que padece Parker en el campanario, donde doblan las campanas premonitoriamente, despojándose de la pringue negra (desgarro de la túnica, exposición del indefenso torso desnudo a las saetas, donación de la maldición al pagano que ve en JESÚS un agente de venganzas), le ayuda con ese retorno, purificado, galante, fortalecido.

De sobra.-

Stan Lee, por supuesto. Esto de sus cameos está pasando ya al rojo-preocupante. Hay que ponerles fin. Lee se arrima a Pete en medio de la calle (con intenciones de propuesta indecente al bello mancebo) y le larga lo de la diferencia, sin venir a cuento.

Si en el cine hubo un elemento metido a presión, es este, sin duda.

Impagables, por otra parte, son las escenas de J.J. Jameson. Todas. La de la cámara es buenísima, pero la del despacho que brinca aún mejor. ¿Ese zumbido cuidaba por su salud o buscaba matarlo de un infarto?

Recapitulando.-

Spider-Man defiende una pléyade de valores morales, cívicos y familiares que nunca debieron ser vituperados por la progresía de la marihuana que aún pulula con considerable aliento por nuestros medios de comunicación, valores que deberían reinculcarse en la educación y la sociedad civil. Por eso, es encomiable este Spider-Man 3, y todos sus defectos palidecen ante sus virtudes explícitas.

De acuerdo que Tobey Maguire está harto del LANZARREDES y desea desprenderse del traje azul y rojo de este viejo pero permanentemente juvenil mito gráfico; arrancárselo va a costarle más que desprenderse de la tenaz pringue negra. Pero, como mínimo, todos los integrantes del reparto efectúan un trabajo competente, y para estar harto de este personaje, Maguire demuestra su profesionalidad dando lo máximo de sí para que resulte consistente.

A esta película le falta brío, pensando en quien la firma, y si ha llenado los cines es por el poderoso tirón que tiene entre adolescentes y jóvenes su protagonista, que plasma sus inquietudes. Y agradecemos que esté carente de las artificiosas pretensiones sesudoestilísticas que, nos aseguran, definen al auténtico cine. Falla en la sobreacumulación de sujetos con poderes sin parangón que hacen quedar al pobre Spidey abrumadoramente desbordado e incapaz de triunfar. Chirría la grotesca petición de ayuda a Osborn: pese a haberle reventado la cara de un bombazo, eso no es motivo para negarle su ayuda. Los amigos siempre serán amigos, cantó FREDDIE MERCURY. Y el otro accede, haciendo el numerito de la caballería que llega in extremis, algo típicamente americano, también.

Pero esos defectos hacen mucho más brillantes los méritos de la cinta, que nos hace disfrutar y abandonar un rato la pringue negra de nuestras preocupaciones. Este Spider-Man 3 lo logra. ¿Y por qué no iba a conseguirlo? Él es un superhéroe. Ellos lo pueden todo.

Lo mejor.-

Técnicamente: la concepción del Hombre de Arena.

La defensa de los valores tradicionales que esgrime, aunque el sermoncito ante la lápida podían habérselo ahorrado.

Lo peor.-

El inyectado a presión de Stan Lee.

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