viernes, 23 de noviembre de 2007

CONEJOS SUICIDAS DE RILEY


LOS CONEJOS SUICIDAS DE RILEY.

Suicidio. El sui cadere, el matarse a sí mismo, solemos asociarlo con circunstancia indeseables o luctuosas. Pero, ¿qué situación indeseable empuja a un conejo a experimentar con las distintas maneras de quitarse la vida?

Para nosotros, son cuestiones como el honor, la religión o el sentido espiritual de la vida, lo que nos empuja a rajarnos las venas o colgarnos de una soga. El acto en sí suele ser considerado un deshonor, un insulto a dios o una estupidez (lo cual se enfrenta a las tres razones antes apuntadas), y si se entra en el debate ético sobre si el método para quitarse la vida es asistido, lo que llamamos eutanasia, pues la cosa se complica aún más. Lo que escasea es el discurso cómico o humorístico sobre el suicidio, ya que es un tema delicado por más que muchas personas en nuestro planeta le dedican su tiempo libre. Dicen que casi un millón se suicidan al año; y que cerca de veinte millones lo intentan sin lograrlo. Los países que más lo prueban son, por este orden, rusos, estadounidenses, japoneses, chinos e indios y, atención, un dato interesante: en los países asiáticos el número de suicidios de mujeres triplica al de hombres. Hum... ¿una lectura sobre la desigualdad social aquí?

Es innegable que el suicidio produce atracción; esa cercanía a la muerte nos seduce. Todavía andan los periodistas de la anécdota morb-rosa intentado dilucidar si Marilyn se quiso quitar la vida o la quisieron quitar de en medio, si a Kurt Cobain le pegaron un tiro o se lo pegó él, si Romy Schneider se quitó la vida debido al empalamiento de su hijo, si Sigmund Freud se pegó un chute relajante o un quitapesadillas. Es triste percatarse de que a ciertas figuras históricas las recordamos fundamentalmente porque se suicidaron, como Marco Antonio, Reinaldo Arenas, Bruto, Capucine, Alan Ladd, Judy Garland, Sid Vicious, Anibal de Cártago, los novelistas Ernest Hemingway y Jack London, el mismo Judas. Como a éste, a muchos suicidas les tenemos en mente por su cobardía (Nerón, Salvador Allende), por sus relaciones (Eva Braun) o por su villanía (Joseph Goebbels, Adolf Hitler, Hermann Göering, Rudolf Hess, Heinrich Himmler, toda esa pandilla de nazis).

En el orden estético quedan suicidios como los de Cleopatra, Pavese, Gilles Deleuze, Jan Potocki, Kennedy Toole, Wally Wood, Tchaikovsky, Rothko, la extraña muerte de Frida Kahlo.... claro, eran artistas. Pero ¿y si el suicida es un conejo?

Pues de esto va la obra EL LIBRO DE LOS CONEJITOS SUICIDAS y su continuación, ambas publicadas por Astiberri durante este año, la segunda muy recientemente. Sobre estas obras han opinado grandes valores de nuestra cultura como Hugh Grant o Elton John (ejem), lo cual le añade una nota glam al modo en que el libro ha sido enfocado para su venta: como algo divertido.

El autor, Andy Riley, es un británico tocado por las musas, esto es innegable. El peso específico de este libro parece bajo, pero su contribución al humor ha sido vasta. Mucho para la BBC, algo para el Spitting Image, mucha radio, algún premio BAFTA y mucho éxito con este The Book of the Bunny Suicides, cuyas ventas millonarias aconsejaron a los editores acompañar poco después con Return of the Bunny Suicides y The Bumper Book Of Bunny Suicides. Aparte, es humorista gráfico punzante en The Observer Magazine, cuyas viñetas han sido recopiladas hace apenas nada, en octubre de 2007

Analizada esta obra con mayor atención detectamos hay algo trágico en estas viñetas de conejos buscando la manera más efectiva o aséptica de quitarse la vida. Algo terrorífico. Los conejos de Riley son sistemáticamente eficaces en la elección del modelo de muerte.

Así, el libro, de escasas páginas y de lectura ágil, debería tener dos modos de acercamiento. El uno: el hojeo, rápido e irónico, de quien se sorprende con la idea y piensa que vaya gracia con estos conejos que mira cómo se buscan la vida para quitársela. Sorprenden las maneras de Riley para hacerlos rodajas y se llega al final de la lectura con media sonrisa, habiendo descubierto las cien maneras de quitarse de en medio que ha ensayado el humorista gracioso ese que no te creas tú que sabe mucho de dibujo. El otro: la lectura lenta, paladeada, de quien ve algo más allá. De quien admira a los conejos por su impavidez, por esa pose impertérrita, temerariamente despreciativa de la Parca y un punto solidaria con la grávida sensación de que no somos nadie. Esta lectura pausada nos va entretejiendo una gasa de terror por el intestino y, cuando vamos avanzando en la lectura plácida, nos percatamos de que las peores muertes, o al menos las más atroces, llegan de la mano de la tecnología, de los elementos 'humanos' que han entrado en la 'vida de conejo' de los protagonistas del libro. Y ahí te quedas en pausa, y piensas, bueno, y ¿qué sentido tiene la vida? En esencia, ¿no somos como estos conejos que nos desarrollamos ávidamente camino del suicidio colectivo?

Si eres conejo, el sentido de la vida es casi nulo: un quiqui y a dar brincos.
Si eres un conejo en un mundo de humanos, menos: la muerte acecha en cada rincón.
Pero si eres humano en un mundo de humano... ¿te lo has planteado?

La navidad se acerca y hay que buscar un regalo interesante para ese a quien no sabes cómo sorprender, para el cuñado pesao, para el amigo de la cinegética, para el que no le gustan los tebeos pero agradece los 'chistes', para un niño repelente.... Pues mira, éste es el regalo perfecto.

Resérvalo ya en tu librería. O ve hoy a Getxo que Riley estará allí para firmarte un ejemplar. No te arrepentirás si quieres sentirse enfermo jocosamente. Y a ver si los de Astiberri nos traducen el otro libro hilarante de Riley: Great Lies to Tell Small Kids , que nos hace falta de reir inteligentemente.

EL LIBRO DE LOS CONEJITOS SUICIDAS
EL REGRESO DE LOS CONEJITOS SUICIDAS, de Andy Riley
Astiberri: Kili Kili, s/n, Bilbao, 2007
Libros de humor encuadernado en cartoné, 96 pág., b/n, 10 €

Reseña de Manuel Barrero.
Tebeosfera recibió servicio de prensa de Astiberri.

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