jueves, 29 de noviembre de 2007

LA MADRE ARDILLA DE KELSO


LA MADRE ARDILLA, de Megan Kelso

Aquí tenemos otro tebeo que viene avalado por su calificación editorial de "novela gráfica" y que en realidad es una recopilación de historietas cortas diseminadas, en un periodo de tiempo largo, en diversos tebeos y revistas de estructura muy alejada de la presunta intención primera de crear un libro de cómics unitario y con sentido global. A la larga, esto constituye una recopilación de obras que marcan una trayectoria de una autora, único eje, junto con el temático, que cementa los contenidos de esta publicación.

La madre ardilla consiste en una conjunción de momentos de languidez, de experiencias calmas, mostradas con un dibujo atractivo, muy aseado, con toque femenino, y que parece interesarse por retratar la mediocridad de una jovencita a través de los ojos de la misma autora.
Sí, es otro tebeo con tintes autobiográficos.


Merece la pena detenerse en algunas de las historietas cortas que alberga este volumen. La primera, la que da título al libro, resulta atractiva por el montaje en paralelo a través del cual se compara la vida de la afanosa madre de la protagonista con la de una hacendosa ardilla que acaba abadonando a sus crías. La lectura, aparentemente intranscendente, concluye con una sensación de ahogo, a través de una viñeta final en la que se conduce al lector hacia los sentimientos de una mujer demolida por la rutina y el hastío y, al tiempo, se describe una sociedad ordenada pero absurda.

Para siguientes capítulos se supone que hallaremos el mismo tono y mensaje, pero la autora no mantiene esta línea. Hay historietas en las que se alude levemente a la infelicidad de sus protagonistas, pero no son más que pinceladas esteticistas o ejercicios de estilo (elegante esa fórmula de dibujar la música: con ondulantes telas que fluyen desde el origen sonoro). Así, por ejemplo, en la historia que nos cuenta como la tía de la muchacha protagonista aplaca su angustia con el maquillaje mientras se despreocupa de su sobrina por completo se desliza una crítica a la deshumanizada cultura estadounidense, pero sin desarrollar la idea más allá de su exposición. ¿Acaso no es esta la intencionalidad de la autora?

Mientras el lector se lo pregunta, nos entusiasma Megan Kelso con una recreación de la historia de los inicios de la patria de los estadounidenses a través de la figura del político en la sombra Alexander Hamilton. Este ardiente nacionalista de los tiempos de Washington fue uno de sus escribientes y apoyos ideológicos, hasta el punto de que intervino en la creación de los ejércitos regulares que darían fuerza a la franja atlántica para arremeter contra los indios del interior del continente y comenza a avanzar hacia el Pacífico para crear, ahora sí, un "nuevo mundo". La autora hace énfasis en la figura de Hamilton como fundador del bipartidismo característico americano, y lo hace dibujándolo como un gay romántico y comparándolo con la vida algo más gris y anónima de una profesora de colegio.

O sea, usa la historieta y la historia como vehículos para un sentimiento, una emoción vaga pero profunda, que no goza de las viñetas suficientes para aflorar. El párrafo que aparece en la solapa, al final, dice que leer estas historietas ayuda a: "comprender el principio de indeterminación a la vez que se alcanza una estrella enana, aquellas que permanecen eternas."

No hagáis caso. Es una cursilada. Sí que lleva razón el editor al promocionar, y cito: "La madre ardilla son fragmentos de vida aparecidos en diferentes publicaciones entre 2000 y 2006, porciones de drama atrapadas al vuelo que al disponerse como antología se materializan en una lectura tenue (...) Falsas promesas, colapsos mentales (...) Momentos."

La obra de Kelso luce más poco después en su trayectoria creativa, cuando se interna en la psique humana a través de la influencia de un acontecimiento histórico, como ocurre con su Watergate Sue (seriada en su día en el New York Times), un trabajo en el que, ahora sí, logra interconectar mensaje con pretensión.

Éste se queda en tebeo ligero aunque con interesante segunda lectura.


La madre ardilla, de Megan Kelso.
Ediciones La Cúpula: Novela gráfica, s/n., Barcelona, julio de 2007
Libro de historietas, encuadernación en rústica con solapas, 154 págs., b/n y color, 15 x 21 cm., 20 €.


Reseña de Manuel Barrero
Tebeosfera recibió servicio de prensa de La Cúpula.

ROVIRA EN MELILLA

IMÁGENES SOÑADAS: FRANCESC ROVIRA EN EL I.E.S. RUSADIR.

El célebre ilustrador y dibujante de cómics FRANCESC ROVIRA -creador en MI PAÍS de la tira cómica Jorge con guión de Jordi Sierra i Fabra, y dibujante habitual de la longeva revista de historietas catalana Cavall Fort- visitó durante la tarde del 22 de noviembre la BIBLIOTECA de nuestro centro, el I.E.S. Rusadir.

El autor catalán impartió en este espacio una clase magistral de una hora de duración a alumnos de 1º y 2º de E.S.O. en torno a la gestación de la imagen como elemento educativo de orden estético e iconográfico. Mediante una dinámica explicación centrada en la elaboración paso por paso de éstas, desde su gestación primaria como idea hasta la inclusión de elementos expresivos como el uso de la tinta o del color, el autor desglosó los pormenores y secretos del dibujo artístico. Una selecta proyección de diapositivas, en referencia a sus principales trabajos y colaboraciones, dio pie a un animado diálogo con los alumnos alrededor de dichas cuestiones perentorias, amenizado, posteriormente, con un uso práctico de la presentación. El autor, junto a los alumnos, realizó una muestra gráfica en la que procedió a plasmar las enseñanzas previas: efectos de composición, uso básico de la caracterización de personajes… Finalmente, tuvo a bien responder a las cuestiones planteadas por un grupo de alumnos de 1º de Bachillerato que llevaron a cabo una entrevista con motivo de la colaboración de nuestro centro en las actividades auspiciadas por EL PAÍS DE LOS ESTUDIANTES.

A su vez, dicha visita, sirvió como una primera toma de contacto con el alumnado de cara a la futura e inminente aparición del Taller de Historieta del I.E.S. Rusadir, con el que se pretende desarrollar un ejercicio pedagógico alrededor de propuestas directamente relacionadas con el llamado noveno arte. El mismo abrirá sus puertas en el próximo trimestre, dentro del horario de tarde de la Biblioteca, y estará abierto a la participación de todos aquellos alumnos interesados en el universo de la viñeta.

Cabe reseñar que la presencia en nuestro centro de FRANCESC ROVIRA se enmarcó dentro de una serie de visitas a distintos centros de Melilla (gracias al empeño y esfuerzo del equipo de Biblioteca del I.E.S. Enrique Nieto a quienes desde aquí agradecemos su labor). Tras su presencia en el I.E.S. Rusadir, el artista catalán, al día siguiente, impartió sus enseñanzas en distintos centros de nuestra ciudad autónoma (I.E.S. Enrique Nieto, I.E.S. Juan Antonio Fernández, I.E.S. Leopoldo Queipo) donde encontró la misma respuesta entusiasta y entregada en los distintos alumnos asistentes, acorde con la calidad de los contenidos propuestos en su exposición.

Web oficial del autor:

http://www.francescrovira.com/

Tiras de Jorge:

http://personal.telefonica.terra.es/web/francesc-rovira/Sint%EDtulo2.html

Web de Cavall Fort:

http://www.cavallfort.cat

Informó: Javier Mora Bordel

martes, 27 de noviembre de 2007

TRANSFORMERS, LA PELICULA

Transformers – la película.
Fastuoso Fabergé informático

Por Antonio Santos (de su serie La voz en el desierto, entrega 32)

Por si alguien lo ignora, un Fabergé, explicado en plan compadre, es un huevo vacío primorosamente decorado con joyas, un capricho que tuvieron los zares rusos. Sabiendo esto, no erramos al comparar Transformers, fastuoso juguete visual, cuya única pretensión es la de acuñar un taquillazo histórico, como un Fabergé. Mas, pese a esta clara evidencia, no le han faltado sesudos intelectuales críticos, centrados en esto del cine, que lo han usado como vehículo para lanzar sus personales diatribas antinorteamericanas.

¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad?

Datos técnicos.-

TRANSFORMERS. Dirección: MICHAEL BAY. Producida por STEVEN SPIELBERG, TOM DESANTO y DON MURPHY, sobre material original de JIM SHOOTER, DENNIS O´NEIL y BOB BUDIANSKY; distribuida por DREAMWORKS, PARAMOUNT PICTURES y UNITED INTERNACIONAL PICTURES Norteamericana. Guión: ROBERTO ORCI, ALEX KURTZMAN Y JOHN ROGERS. Música de STEVE JABLONSKY; Fotografiada por MITCH AMUNDSEN. Reparto: JOSH DUHAMEL, SHIA LABEOUF, MICHAEL CLARKE DUNCAN, KEVIN DUNN, MEGAN FOX, TYRESE GIBSON. Presupuesto: 151.000.000 $. Recaudados: 703.000.000 $.

De qué va.-

Puenteando totalmente el argumento original de la teleserie, de la cual empero toman algunos rasgos esenciales, los guionistas nos cuentan que, lanzados por el espacio en pos de un CUBO, asombroso objeto/entidad (el escuálido guión no nos lo aclara), capaz de infundir vida, sentimientos, inteligencia, alma, en las máquinas, los Transformers, raza que debe su existencia a este Cubo, descubren que en la Tierra yace su singular GRIAL, perdido en tiempos remotos, y desde ese momento se abocan a su recuperación, la cual culminan escaneando internet. (Y es que ALAN MOORE ya nos avisó de que era cosa mala.) AUTOBOTS y DECEPTICONS batallarán a muerte por su posesión, disputa espectacular en la cual un variopinto grupo de nativos humanos tendrán una participación capital. El destino del planeta pende de un hilo, pues si el feroz MEGATRON logra apoderarse del Cubo, transformará a todas las máquinas terrestres en un ejército leal que le dé ventaja en la larga guerra civil que ha devastado su mundo de origen. Y, ya que estamos, el dominio del Cosmos.

¿Qué tenemos aquí?.-

Elemental película de monstruos, es su clamorosa reducción al absurdo. Originalmente, Transformers procede de una línea de juguetes japoneses que comenzó a explotar en Norteamérica la compañía HASBRO, experta en esto de los muñequitos, y que diversificaría con toda una línea de personajes, complementos y secundarios, su base secreta y el lavabo de acero inoxidable de la SEÑORITA PEPIS, y que mediante una sagaz alianza con MARVEL PRODUCTIONS (dibujos animados) los transformarán en un icono de los 1980, incrustándolos en nuestro acervo cultural a través de un cúmulo de episodios, sagas y andanzas, así como de personajes más o menos entrañables o irritantes-insoportables, en la estela de otros robots (TERMINATOR, ROBOCOP) que, en su momento, no parecían más que absurdos.

Rehuyendo parecerse a MEMORIAS DE ÁFRICA o EL HOMBRE ELEFANTE, abiertamente lanzado a la evasión, Michael Bay, mago capaz de hacerte un insoportable suspense de cualquier chuminada, y multiplicar por diez los problemas del protagonista, bajo la férula del MIDAS judío de HOLLYWOOD, Spielberg (devoto de estos personajes, fíjense ustedes, quién lo diría), nos ofrece dos horas y cuarto de los tópicos habituales del realizador, que se asientan con legitimidad al servicio de una historia pobre y débil, rutinaria (escrita, al parecer, por otro devoto de la saga), tan hueca como espectacularmente ornamentada.

Y aún así, podemos afirmar que Tranformers es, al menos, diez veces más película y más espectáculo que SPIDER-MAN 3, y decimos diez por respeto a la obra en general de SAM RAIMI, un realizador mucho más valiente, original e interesante que Bay, pura alharaca FX. Sin embargo, la obsesión de Raimi por imitar a sus amigos, los HERMANOS COHEN, le ha ido opacando y mutilando sus peculiares recursos, y Bay, mucho más superficial e intrascendente, sin complejos empero, le ha superado en esta ocasión. La tutela de Spielberg, implicado en un proyecto que tiene todas las tintas de ser OTRO VERTIGINOSO ESPECTÁCULO JERRY BRUCKHEIMER (es el nombre idóneo para esta producción) podemos intuirlo en el espíritu general que envuelve el resultado final conseguido, e implantado de modo sutil. La crítica, ya lo hemos aludido, no ha sido capaz de intuir su espíritu de homenaje. Se han quedado en la llamativa superficie, juzgando por la carrocería o el carenado, cegados por sus prejuicios.

Por ejemplo: todo el despliegue bélico que se esgrime durante la cinta, una especie de SI VIS PACEM, PARA BELLUM, que ha espoleado tan vivamente el delirio antinorteamericano de la crítica, es en verdad un mero recurso narrativo. Tal panoplia exhibida tiene la función de asegurar que, pese a la potencia desplegada, ¡es insignificante frente al enemigo! Es el baremo usado para medir la fuerza de los Transformers.

Transformers homenajea tanto a las viejas pelis de monstruosos insectos de ROGER CORMAN como a las MATINÉS, tan amadas por Spielberg y su buen amigo, GEORGE LUCAS, quien ha puesto a su disposición toda la panoplia de efectos visuales y de sonido de la ILM. Y sabemos esto en los minutos iniciales de la cinta: la patrulla perdida en el desierto se enfrenta a un gigantesco roboescorpión, remedo de aquellos insectos alterados por las radiaciones en los desiertos norteamericanos, víctimas de sus pruebas nucleares insensatas.

También es un vago guiño a PREDATOR: un puñado de forzudos y expertos militares resultan diezmados por un ente (mecánico, esta vez) extraterrestre.

Ni una gota de sangre.-

La efusión de hemoglobina en Tranformers es absolutamente nula y el motivo es el mismo aducidos para la cinta del TREPAMUROS: una gota de sangre elevaría su clasificación moral y resentiría la taquilla. Esto del cine, entendido por los americanos, es un negocio, trabajo, no un motivo para expresar divagaciones estilísticas discutibles bajo el difuso disfraz/excusa del “arte”, según Europa (a grandes rasgos. Europa también produce cine de gran calidad. Y competitivo, cuando se lo propone). Los americanos se lo toman en serio y saben cuántas bocas dependen de un taquillazo.

Pero en lógica, todos esos ataques, agresiones, disparos, la metralla, deberían haber teñido la pantalla de rojo (más aún que en PLANET TERROR) y los miembros despedazados y mutilados por las aspas y demás objetos que giran y cortan, blandidos por los Decepticons, alcanzado la última butaca de la sala de cine.

Atemperado está también el uso (abuso, más bien) de la bandera en esta cinta. Transformers no puede eludir la comparación con ARMAGEDDON, a la que hacen chistes y referencias, pues tienen un mismo padre, y en la película en la que BRUCE WILLIS batalla contra el meteoro aniquilador, no había secuencia libre de bandera, o casi. Podemos intuir en esta moderación la mano de Spielberg otra vez. Ya quedó claro dónde se desarrolla la trama y nadie discute nuestro patriotismo, quizás dijera Spielberg. Este no precisa de excesos ondeando en un mástil.

Casting.-

Cortito de estrellas que va Transformers, quizás para invertir, en efectos, las pagas de unos actores de elevada cotización. Exceptuando a JOHN TURTURRO, en su papel de JASPER SITWELL, agente de SHIELD desquiciado, a años luz de la piel de BARTON FINK (su mejor momento es con el NOKIA) y a JON VOIGT, padre de la sensualmente curvilínea ANGELINA JOLIÉ, que luce en todas sus secuencias una saludable cara de nausea, acalorado y perplejo (copia el papel de crédulo –y a la vez, increíble- Presidente USA de INDEPENDENCE DAY), casi todo el resto del elenco es especialmente conocido entre sus allegados y amigos, pero no más allá. Y sumamente irritante, por cierto.

El padre del chaval protagonista es un habitual de esos papeles, sea en SITCOMS o películas parecidas, y refleja la figura paterna americana: burgués con pudientes que defiende los derechos civiles (siempre que los negros pobres no merodeen por su barrio), que está en contra de las armas y no sabe si debe o no apoyar la pena capital. En días alternos, lo uno o lo otro.

La madre es una sombra, tan inconsistente como parlanchina. Dice un par de carajotadas más o menos ingeniosas y luego se desliza fuera del evento.

El chaval prota, a parte de estar en todo momento absolutamente revolucionado y sin motivo, es un tocabemoles de los buenos. Anfetaminoso histérico. Ataca los nervios. Imita a un aturdido PETER PARKER que en clase tiene su BRAD THOMSON de réplica, el ario fornido mentecato. Y tiene un amigo koala, deducimos por como trepa a los árboles. Codicia los favores de la novieta de turno, mimbreña morena con oscuro pasado, que puede caerse de una moto en marcha sin quejarse ni romperse el culo, levantándose en el acto. Es una experta mecánica, capaz de desenvolverse con un coche grúa como nadie. (¿Entra esta capacidad entre los fetichismos sexuales?)

LA BRIGADA DEL RIFLE, ese grupo de valerosos y curtidos soldados, cuentan con un elemento familiar empotrado para hacérnoslo más entrañable. Pero ya está. Los vimos hace años en Predator, ¿no?

Luego tenemos a la listilla habitual y de turno que nunca falta en este tipo de películas, que ha adivinado correctamente la naturaleza de la amenaza pero a la que nadie cree, porque el legado de SANTO TOMÁS cunde. Es una entrometida sabelotodo trepa que en plena acción caliente desaparece. No es que huya: simplemente el guionista la aísla en un rincón y la hace lanzar algún comentario ocasional. Pero para la resolución del problema no pinta nada.

Después está el colega hacker cuyo superpoder principal consiste en enojar a los siniestros agentes del FBI (otros habituales del género), caracterizados como una fuerza hostil, implacable e insensible. La contractura americana: ama y odia esa vertiente fascista (¡otra palabra de moda!) del FBI, que encumbra o escarnece. Por cierto que ese tío era el más cruel y perverso de la cuarta temporada de THE SHIELD, pero aquí se desdice (que no redime) de su faceta criminal.

El grupo de analistas únicamente sirve para demostrar, con su supina estulticia, lo lista que es la analista listilla. La ponen con los tontos para descollar.

Los militares son unos tarugos intransigentes. Pero es que están obligados a ser pragmáticos, o harían volar el mundo con sus nucleares a la menor sospecha.

¿A qué viene el rebote del poli en la comisaría, provocando al prota a coger la pistola?

Los únicos que se salvan son, en efecto, los Transformers. La calidad de vida que la ILM les ha infundido es genial. Aunque no son exactamente los mismos personajes de la serie de TV (de la que FRANK MILLER era gran fan; sino, anotemos el detalle de que ROBOCOP 2 es notablemente parecido a Megatron), aún retienen lo bastante de su identidad para concitar nuestras filias o fobias. Son de estética abiertamente MANGA, muy parecidos a los aparatosos LANDMATES dibujados por SHIROW MASAMUNE en APPLESEED.

Obviaremos los cameos que luce la cinta, tanto o más aún que los malos chistes que la impregnan.

¡Ah, la BSO! Ruido de bandas macarras y algunos ensayos instrumentales. Tan rápido como entra por la oreja izquierda sale por la derecha.

¡Autobots, repórtense!.-

Habituados al doblaje sudamericano de la teleserie, no vemos del todo a los Transformers. La estridente voz de Megatron, mecamegalómano irritable, o la grave y llena de digna nobleza de OPTIMUS PRIME, se extrañan: ubicarían. Pero, paliándolo (así como las toscas deficiencias de la animación de la serie), está esa impresionante y laborioso despliegue de FX, que por desgracia tienen el defecto de estar acelerados y resultar confusos. La identificación entre Autobots y Decepticons es difícil. Durante las luchas cuerpo a cuerpo, los robots se convierten en una maraña de tubos y extremidades relucientes. Los rasgos faciales, tan apiñados, apenas nos permiten discernir sus caras. Pero luego, individualmente, ¡cómo desprenden fluidez, vida! La ILM se ha superado. ¿Y aún hay quien afirma que los efectos de Spider-Man 3 son mejores? Algo falla aquí.

El peligro anida en el hielo ártico.-

Megatron, en su criostasis, nos recuerda tanto a LA COSA de JOHN CARPENTER como al RASPUTÍN congelado de HELLBOY, todos hallados en los mismos parajes helados, así que habrá que vigilar estrechamente esos hielos en fusión, debido al CALENTÓN CLIMÁTICO, por si deparan más amargas sorpresas. Igualmente, el encapsulado en hielo líder de los Decepticons nos recuerda a la nave alienígena capturada de Independence Day. También de él drenan cuantiosa información tecnológica, un tópico asimismo naturalizado del género.

Finalmente, y sobre todo, Megatron es KING KONG encadenado, expuesto ante la multitud fascinada y horrorizada con su naturaleza.

Cortar y pegar.-

El guión funciona así, a base de referentes que han extraído, pulido e insertado de modo que no chirriaran al ser encajados. Ejemplo: la invasión de Turturro y su equipo recuerda a la de científicos y federales de ET (por señalar una próxima al productor ejecutivo.) Otro: un GREMLIM mecanizado, tremendamente ágil y malvado, piratea la banda ancha del AIR FORCE ONE, donde GEORGE W. BUSH exhibe su pasión por comer pastelitos en el tálamo.

Por lo demás, todo son técnicas Made In Bay: elegantes y lentos planos generales, caras angustiadas, estresadas, zooms y eficaz movimiento de cámara, personajes llevados al límite y esa tensión suprema y artificial del drama de hacer la tortilla rompiendo los huevos, transformados en un acontecimiento de vital trascendencia. Pero esta vez esa estridencia suya de barrenar en el dramatismo en falso está también frenada, cosa de Spielberg, seguramente. No obstante, hemos de señalar que los personajes carecen del profundo matiz que Bay supo imprimir a los de Armageddon. Al presentar una familia típicamente american way of life han resentido la credibilidad de los personajes, esbozándonos unos sujetos burgueses, blancos, episcopalianos y demócratas, salvo cuando las minorías raciales están cerca, lo cual los “transforma”, sacando al republicano que llevan dentro. En resumen, una familia PLEASENTVILLE.

El objeto de la disputa.-

El Cubo, que copia casi todas las características del CUBO CÓSMICO de los cómics MARVEL, tiene unas funciones y volumen igual de variables. Y apreciemos algo: en la azotea, cuando Megatron tiene el Cubo a su alcance, ¿qué le impide agarrar la estatua tras la cual se escuda el protagonista? En vez de esa acción simple y expeditiva, ¡le ladra propuestas de megalómano! Sin duda, como la obstinación (laudable) de Optimus por no herir a los humanos, parece cosa de la larga sombra de ISAAC ASIMOV y sus LEYES DE LA ROBÓTICA.

Y el Cubo, en realidad, ¿qué hace? ¿Sana o mata? ¿Discierne y discrimina?

Porque le funde los plomos a Megatron, ¡golpeándole en el mismo lugar donde Optimus exigía que se lo insertaran! Cierto que nos adelantaban que moriría si ocurría eso, pero también insinuaban que su sacrificio lo elevaría a algo superior. ¡Megatron queda reducido a chatarra! ¡Chapuza! Fatal-fatal.

El final llega tan súbitamente que sorprende. Habituados a la gran supernova de la traca final demoledora, el que Megatron caiga derrotado sin más no convence. Y, para colmo, la homilía trillada de Optimus, ensalzando las virtudes de la raza humana. Pese a haberse escaneado Internet entero, Prime no se ha debido leer, por ejemplo, el capítulo de AUSCHWITZ, algo que debería tener a las razas alienígenas prudentemente vigilantes acerca de nuestra conducta y la elogiada naturaleza humana.

Hay una nota que nos hace sospechar que el final fue mutilado, modificado: cuando el honesto, valeroso, amante esposo y padre, CAPITÁN DE RANGERS expone las debilidades del blindaje de los Transformers, solicita una munición concreta. Ya está: un final apoteósico, un duelo titánico entre tanques, aviones y Decepticons. Decep-cionados nos quedamos sin verlo, pues nuestro instinto intuía esa batalla. A cambio, nos consuelan con el guiño a una secuela.

El obvio homenaje.-

No puede fallar, cuando los contrincantes son talluditos, que se efectúe la referencia a King Kong. ¡Y más habiendo rascacielos cerca!


En los tebeos.-

MARVEL UK aprovechó la coyuntura para sacar, por supuesto, una línea de cómics donde los bravos guerreros metalizados con las formas de coches, pistolas y jets de combate siguieron manteniendo su duelo por los preceptos acuñados en la serie de televisión, con otras y diversas aventuras de cuestionable calidad.

Posteriormente, y más próxima a nosotros, DREAMWAVE retomaría el testigo un puñado de números (donde imaginamos que la historia continuaría, o se renovaría al gusto de PAT LEE, que dibujar Transformers lo hace estupendamente, ¡pero seres humanos, casas y coches, ¡olvídate!!), aventuras editadas por NORMA, y pudiera ser que esta película anime a algún esfuerzo en ese sentido.

Colores.-

Es un curioso y llamativo cliché: los Autobots tienen los ojos azules, brillantes y eléctricos, mientras que los de los Decepticons son apagados, rojos, de textura como roca. ¿Esto es un ejemplo maniqueo más de identificación entre el bien y el mal? Pues entonces, cierto vanaglorioso caudillo zeteante, como pregonó en su día, está en el bando Decepticon de los colores…

¿HAY MOTIVO para preocuparse?

Recapitulando.-

Transformers es un lubricado y pulcro producto donde los cilindros en V rugen perfectamente sincronizados en la interminable disputa entre el Bien contra el Mal, socorrido argumento que nunca falla. Puede parecerle, a muchos, insatisfactorio, inútil, pueril y estúpido. Pero ¡funciona! Y si lo hace, ¿por qué cambiarlo?

No podemos apelar a la trascendencia de una trama vacía, motor de lucimiento de una espectacular infografía de alta calidad, aunque para darle algo más de enjundia, cara a la implacable crítica difícil de satisfacer, se la revista de valores como la amistad, la lealtad, la camaradería y el deber. Este es puro cine de evasión, de adolescentes, película de monstruos y tiros, con un vago amorío (adolescente), unos malos literales y codiciosos, seguidos de unos secundarios tan superficiales como el rocío matinal. Pero aún así, por su sencilla honestidad (pues nunca pretendió superar a LA LISTA DE SCHINDLER) se merece nuestras simpatías, o al menos, un ceño menos hastiado.

Aún debemos resolver por qué las secuencias de mediodía al cambio de plano suceden ya de noche. ¿Tan rápidamente cae el ocaso en Los Ángeles?

Resulta irritante la perversa satisfacción de algunos en pregonar, a bombo y platillo, el aparente fracaso en taquilla de esta cinta. Para empezar, ¿qué esperaban de Transformers? ¡Su misma factura ya indica que no es uno de esos amargos existencialismos sepia del cine-de-sesudos! Transformers no tiene la receta mágica para resolver el dilema de la existencia, solo el de hacer pasar un rato grato.

Dichas firmas se han mostrado más amables, protectoramente paternales, con Spider-Man 3, pese a su falta de ritmo y sus devaneos estilísticos. Transformers mantiene, en todo momento, su línea.

Lo mejor.-

Otra vez: los FX.

Lo peor.-

¡EL PROTAGONISTA!

Reseña de Antonio Santos

sábado, 24 de noviembre de 2007

Exposición de Miguel Brieva


SOBRAS MAESTRAS, DE MIGUEL BRIEVA

El 9 de noviembre se inauguró en la Sala Imagen de Sevilla la exposición “Sobras Maestras”, un repaso a la obra de Miguel Brieva (Sevilla, 1974) que sirvió de preámbulo al 8º Encuentro del Cómic y la Ilustración que se celebra este fin de semana.

Este joven autor se ha hecho un nombre en el medio de la historieta y el humor gráfico español en los últimos años, como partidario entusiasta de la autoedición primero (Dinero, Recto) y presencia reconocible en grandes medios posteriormente (El Jueves).



Una característica significativa de una exposición es que permite comprobar el resultado de la obra de un artista antes de ser impresa: la existencia de improvisaciones sobre el dibujo a lápiz, sus imperfecciones al detectar las veces que ha tenido que corregir el trazado a tinta, incluso el manejo del ordenador en el acabado. El dibujo de Brieva es pulcro, con un uso del pincel delicado, ajeno a una estética más feísta y sucia que sería propia del tipo de mensaje que propugna contra los valores establecidos en la sociedad (occidental) actual. Quizás este contraste entre el mensaje que se transmite (fundamental en Brieva) y la ilustración que lo soporta sea una de las características del éxito de este joven autor, que incluye entre sus referentes a figuras tan evidentes como El Roto y Robert Crumb, aunque podríamos detectar también reminiscencias del humor surrealista y absurdo de los británicos Monty Python. Dicotomía que se aprecia en su obra y también en su actitud, ya que por una parte critica el mercantilismo, el capitalismo feroz y el sistema, pero por otra no duda en hacer uso de la infraestructura de este mismo sistema donde muestra su producción (como su sección fija en El Jueves, o su recopilación “Enciclopedia Universal Clismón. Bienvenido al Mundo”, publicada por la multinacional Random House Mondadori).


Dividida en tres espacios, la muestra consta de 53 originales, varias reproducciones de éstos a color y otros tantos bocetos y curiosidades. La mayoría de los trabajos expuestos consiste en ilustraciones, ya que escasa ha sido la producción de Brieva con respecto a la historieta en sí. También se puede apreciar a la entrada un montaje audiovisual (suponemos que del mismo autor) que se proyecta de forma contínua. Una vez más tenemos que reprochar a Veleta la escasez de documentación que acompaña a los originales expuestos, sin que podamos por ejemplo valorar la evolución en el tiempo del trabajo de Brieva, al no disponer las obras de fecha de realización ni difusión; otras veces se nos orienta en cuanto a la publicación en sí, pero no a su número.
Una mínima objeción que no impide el disfrute de una exposición correcta sobre la refrescante obra de un brillante autor. Quedan pocos días, no se la pierdan.


[Existe un catálogo de la exposición que no hemos podido valorar porque el día de la inauguración –cuando el que esto escribe la visitó-, aunque impreso, no se encontraba a la venta. Suponemos también que, al igual que otras iniciativas de Veleta, se podrá disfrutar en otros eventos de Andalucía].

Reseña por Fco. Javier Alcázar

EL BEOWULF DE GAIMAN

Beowulf de Zemeckis y Gaiman. ¡Magnífico!

Reseña por Manuel Barrero

Bizquean.


Los personajes de esta película de Robert Zemeckis bizquean. Es este uno de los pocos defectos que deslucen esta fastuosa película de ánimación, que marca posiblemente uno de los rumbos a seguir por el cine de fantasía épica o heroica.


La resolución técnica de la imagen de esta cinta es espectacular y sobrecogedora. Los escenarios son impresonantemente vívidos y los personajes se han recreado tras filmar a actores de gran solvencia con sensores que registraban su gestualidad e interpretación, supuestamente. Lo logra hasta cierto punto. Reconocemos la mirada cansada de Anthony Hopkins, el desprecio taimado de John Malkovich, la promesa sensual de Angelina Jolie... pero algo falla en los planos primeros. Y no son las cuidadas texturas, son las cargas emocionales que sostienen las pupilas y su correcto enfoque sobre el otro personaje. Son los casi imperceptibles movimientos musculares que el rostro orquesta cuando afloran las sensaciones humanas.

Esto es lo único que afea a esta película memorable, la falta de credibilidad de algunos de los personajes, sobre todo secundarios, y la general general rigidez de los torsos, espaldas y antebrazos de los secundarios. Es evidente que la técnica tiene un límite y que no se podían cuidar al extremo los detalles de todos y cada uno de los seres animados que pululan en esta historia claustrofóbica de gloria y muerte. Algunos de los soldados daneses o de las mujeres que aparecen permanecen como estatuas plastificadas, tan faltos de naturalidad como un clic de Famobil. Este mismo problema lo acusan algunos guerreros en las escenas de lucha, renderizadas sobre la base de un mismo modelo que evoluciona en tiempos diferentes.

Por lo demás, Beowulf puede ser considerada, ya, un día después de su estreno, como una de las mejores historias de fantasía filmadas de todos los tiempos, con una puesta en escena impactante, una resolución sobrecogedora y un guión denso y emocionante. Porque el guión, por fortuna, ha sido desarrollado por un escritor de gran calidad, uno muy querido por los aficionados al cómic: Neil Gaiman. Con su concurso (junto al guionista Avery, bastante dotado para el drama) Beowulf se hilvana con la materia de los sueños, como otros guiones de este mismo autor, de quien se recuerda sobre todo su paso por Sandman, obra de historieta fantástica multipremiada y multileída (y nunca lo suficiente) en la que confluyeron multitud de referentes culturales, detalles históricos y mitológicos. Este Beowulf también es un vertido de textos y referentes que permite varias lecturas: la meramente efectista (del cine salía una pareja comentando: "bah, una de efectos especiales"), la puramente aventurera o para el entretenimiento (es una cinta de acción verdaderamente trepidante), o la fiel al mito adaptado y al contexto histórico. Aparte, está la lectura subterránea, la de los guiños y las concesiones, esa que se hace con la mirada del antropólogo, o la del autor trágico, la del escenógrafo, la del versado en referentes básicos de la cultura popular. La película, en este sentido, es un crisol magníficamente planificado.

La obra en que se basa, Beowulf, es uno de los textos pioneros de la literatura considerada fantástica. En realidad se trata de un poema de carácter épico, anglosajón y escrito en lengua vernácula europea (lo cual se homenajea a mitad de la película, cuando se representa la lucha con Grendel mediante actores). Nos cuenta la historia de un reino amenazado por un monstruo, llamado Grendel, y como un héroe, de casta y legendario, Beowulf, surge del mar para hacerle frente y tomar las riendas del gobierno del lugar. Con el paso del tiempo, este mismo héroe debe hacer frente a un dragón que pone en peligro las estructuras de la emergente civilización. La relación íntima de esta película con aquel poema es su propia naturaleza mixta, pues se cree que el Beowulf original consistió en una fusión de la mitología escandinava pagana con elementos del cristianismo que iba extendiéndose por Europa inexorablemente desde su implantación en Roma. También detectamos fidelidad al cantar original en la propia estructura de la cinta, claramente dividida en dos partes (Beowulf joven, impetuoso y gallardo, da paso al Beowulf viejo, melancólico y crespuscular), con la obra original, cuyos 3.182 versos disponen de una cesura a mitad de obra.

El discurso literario original es lúgubre y está cargado de metonimias y metáforas, y de frases secas y restallantes, lo cual en parte halla reflejo en los brillantes diálogos de los guionistas de esta película. Y por una vez se arroja una mirada completa a la vida del rey escandinavo, no como en adaptaciones anteriores, que se completa con el entretejido de relaciones familiares (de bastardía, de compromiso, de estirpes monstruosas) muy enriquecedoras para las subtramas de la aventra filmada. Así, a Grendel se le dibuja como un ser repugnante y terrorífico, y capaz de provocar gran mortandad. Pero también aparece como un producto híbrido de hombre y bestia, con cierto retraso mental, increiblemente sensible y muy necesitado de afecto (además, no tiene verga). Su ternura es apenas perceptible, pero aflora en sus ojos en algunos momentos de la cinta. Su madre, por el contrario, es cruel y maléfica, la más indiscutible representación del mal, que vive en una especie de gruta orgánica, engastada de joyas, y se conduce como las sirénidas, recubierta de lodo y con el ademán anfibio. Es posible que los guionistas fueran quienes señalaron que su efigie entrevista nos recordase a las peores pesadillas de Lovecraft. El dragón, finalmente, conculca las dimensiones de los reptiles asiáticos y los feéricos europeos, bien que Gaiman le da carácter humano (por su pequeño corazón, por la transformarción a su muerte deudora de su vinculación 'familiar' con Beowulf).

Al igual que los monstruos, los héroes y gobernantes de esta historia están logrados: un rey cansado que arrastra un fuerte sentimiento de culpa, una reina enojada incapaz de perdonar, un consejero malévolo y descreído, un guerrero ególatra y exhibicionista, un lugarteniente cuerdo y consciente... Se dan cita en la construcción de personajes Shakespeare y Cervantes, al menos, pero también muchos demiurgos más. La historia resultante es una excelente mezcla entre el atronador rugido de las gestas de fantasía heroica, una gotas de los cantares de gesta y sus parodias, las novelas de caballería, y con fuertes dosis del típico drama trágico shakesperiano. El genio de Avon constituye una de las figuras creativas más querida por el guionista principal de esta cinta.

En efecto, algo huele a podrido en este rincón de Dinamarca, que pronto se nos revela estrecho, como un escenario teatral (la sala de celebraciones, la cueva de Grendel y la costa son los backstages escogidos). Como Shakespeare, Gaiman también goza mezclando mito, leyenda, historia y cuentos populares, y con eso va punteando brillantemente el guión de esta película. Como el Bardo, Gaiman construye un fresco pseudohistórico en el que las leyendas se organizan sobre los cimientos de la credulidad y con los andamios de la vanidad de los que optan a ser héroes. Este ha sido uno de los caminos más hollados en la narrativa para analizar la condición humana, y aquí se hace barajando las cuestiones relativas a los deseos de gloria, al reconocimiento de los propios héroes, y a la búsqueda del perdón a través de la autoinmolación. A la reconciliación con uno mismo, como en la inmortal La Tempestad shakesperiana.

Recordemos en este punto que la narrativa con forma de epopeya vivió una fuerte transformación durante el medioevo y en los cantares de gesta, por ejemplo, empezaron a escasear los elementos fantásticos. La Chanson de Roland gala, el Nibelungenlied alemán, el sajón Beowulf o el Cantar de Mío Cid, contenían alusiones a seres de los bosques, apariciones, duendes, brujas, dragones, pero la presencia de lo preternatural en ellos ya no era tan temible como en los mitos clásicos. Este tipo de narraciones gloriosas fueron haciendo acopio de otras leyendas existentes, y de hechos históricos, que fueron despintando la importancia de lo sobrenatural. De ahí que resulten tan interesantes en este Beowulf las alusiones a la implantación del cristianismo en la zona, que se manifiesta en el cuerno dorado (acaso alusión al bíblico Rosh Ha-shaná, entrelazado con la idea de la proclamación de Dios como rey) y es mas evidente y completa cuando el dragón se manifiesta como una figura demoníaca cuya primera acción es quemar una iglesias, la Casa del Señor de los cristianos.

Esta mirada no es inédita. En la versión cinematográfica del poema sajón rodada por Sturla Gunnarsson en 2005, Beowulf & Grendel (protagonizada por el que sería luego 'icono gay' y 'fascista espartano' en la reciente 300), atendimos a una deconstrucción de la fantasía épica que trazaba una descripción de la estructura social danesa en aquellos tiempos en que el cristianismo trataba de alejar las brumas de las creencias paganas. Recuérdese el tratamiento que se daba allí a la figura de los trolls, y así identificaban los lugareños a Grendel. Este tratamiento descarnado del mito, en esta cinta de imagen real, llegaba a explicar racionalmente la presencia demoníaca de la madre, que surgía del mar para, a la postre, lanzar el mensaje de que a la iglesia cristiana le interesó sostener el temor a la leyenda. El resultado no fue tan bueno entonces, pero al menos superó con creces los anteriores intentos de adaptar Beowulf al cine. Recordemos la macabra Beowulf (Graham Baker, 1999), película maquillada como ciencia ficción en su estreno, protagonizada por un descreído Christopher Lambert de la que sólo se recuerdan los bostezos que provocó. Y no está de más aludir a la coetánea The 13th Warrior, basada en un libreto de Crichton, que planteaba un relato heroico donde el terror era la mecha de lo fantástico y que se apoyaba en esta misma estructura mítica (el reino del norte aquejado por unos demonios, que eran bestias humanas; el héroes foráneo; el juego de estirpes y poderes). Este enfoque estructuralista lo pudimos atisbar también en producciones como Beauty and the Beast (2003) o hasta en el King Arthur de 2004.

En la producción de Zemeckis esta mirada se diluye con una rendida admiración demostrada hacia el elemento fantástico. Las creaciones feéricas y monstruosas de Gaiman colman las expectativas del que acude al cine y recrea unos seres de pesadilla que a todos nos dejan atónitos. Grendel es aberrante y frágil a la vez, construido como un cadáver mongólico, lleno de fisuras y rasgos de fealdad... provoca más asco que compasión, pero ambas emociones acaban anidadas en el espectador. Su madre surge de una mezcla del mito irlandés de la banshee y de la griega arpía, pero nos muestra el rostro jugoso de Angelina Jolie y un cuerpo perfectísimo generado por ordenador que colmaría los deseos de cualquier occidental actual. Se procede así para representar la seducción y dominación del insobornable Beowulf, claro, pero la efigie de la villana nada tiene que ver con los gustos de la época. Si acaso por los pechos, abundantes, pero son demasiado esféricos y erguidos, y su trasero resulta demasiado prieto y pequeño para el gusto medieval. ¡Y atención a los 'tacones altos' que brotan de sus talones, en el plano de presentación, un un guiño fetichista que está de más. No es el único detalle que chirría momentáneamente en la película.

También hay algún momento extraño en la cinta, que no acaba de encajar con el desarrollo de los acontecimientos. Por ejemplo, ¿que hace Beowulf desnudo como un beefcake de gimnasio en la sala mientras sus hombres vociferan? ¿cabe asociarlo con los berserkr que iban despojándose de prendas en el fragor de la batalla o con un saunístico homenaje a Tom of Finland? ¿Para qué el diálogo del guerrero que quiere clavar su falo poderoso ansioso en la joven tetuda; o es un homenaje a los entremeses cómicos del teatro del diecisiete? ¿y qué significa la tensión aparente que al final se intuye entre la reina y la querida de Beowulf, cuando ambas forcejean en el puente por no caer (o por querer que la otra caiga)? Supongo que en este caso es una consecuencia de la falta de expresividad de la pátina virtual que recubre a las actrices.


Empero, estos leves detalles no enturbian el resultado final: un guión estudiado, complejo y entretenido, consecuente con el mito clásico al mismo tiempo que con el ritmo exigido por el devorador de ficciones actual. Una película completa, cargada de significados y de momentos visualmente brillantes (qué maravillosamente poético resulta el epitafio a la muerte de Beowulf, con esa cascada de fuego que cubre su barco-tumba), con la dosis de acción justa, con los momentos de tensión sólidamente entrelazados, con las traiciones y las culpas perfectamente reflejadas. Y, siempre, con la gesta aventurera estremeciéndonos, con la mayor muestra de heroísmo (juvenil y crepuscular) que hemos visto en la gran pantalla durante mucho tiempo.


Una lástima sería que la crítica hiciera hincapié en su estructura visual, sin duda espectacular pero aún algo artificiosa, y no en la labor de escritura que la sostiene. Por ésta merece ser considerada una de las mejores películas de aventura y fantasía de los últimos tiempos.

Ya quisiéramos, ya, que se escribiera así la prevista nueva adaptación de Conan para 2009...



Anexo. Beowulf en los cómics.


El personaje, pese a su carácter fundacional, no ha vivido adaptaciones de calidad a la historieta. Le vimos asomar, sonriente y campeñacho, en Conquest (Famous Funnies, 1955), junto a otros héroes legendarios europeos. Pero llevó el nombre de Beowolf y llevó la pinta del 'bárbaro' ataviado a la usanza vikinga que se integró en aquella corriente bastarda del 'viking fantasy'.

Adaptación más respetuosa fue la de DC: Beowulf Dragon Slayer, de 1975, que en el momento en que nació fue etiquetado como tebeo de espada y brujería. Aquella serie fue escrita por un (presunto) entendido en mitología centroeuropea, Michael Uslan, y dibujada por el entonces recién llegado de Sudamérica Ricardo Villamonte. Ambos consiguieron una obra muy libre en su interpretación del poema, en la que el protagonista se enfrentaba a Grendel con indumento y espadón propios del héroe de la fantasía heroica. La serie, algo tétrica en su resolución, se mantuvo en el mercado hasta el número 6 tan sólo.

Diez años después, First Comics aceptó publicar una nueva adaptación de este relato legendario que había hecho Jerry Bingham. Aquella obra, titulada como el personaje fue una de las graphic novels pioneras, una nueva fórmula por entonces de editar cómics para el público estadounidense (no así en Europa) que no destacó precisamente por su calidad como guión de historieta, aunque gozó de un dibujo interesante.

Al personaje lo hemos visto más recientemente, acaso a rebufo de su presencia cinematográfica, puesto al día por el sello Speakeasy Comics. El comic book Beowulf de este sello canadiense apareció en 2005 y lo escribió el popular Brian Augustyn, que restauraba no sin acierto al héroe de la fantasía épica europea para situarlo en nuestra época. Pero la serie sólo alcanzó los siete números porque la editorial quebró en 2006. El año pasado, precisamente, el personaje volvió a aparecer en la serie Runes of Ragnan, creada por Ty Gorton y Josh Medors para Image, que también se desarrollaba como una 'dark fantasy' urbana.

Cabe recordar un producto británico para terminar, que no es fiel adaptación de esta ficción pero que tiene puntos de conexión con la película de 2007. Me refiero al tebeo de 1993 Legend (editado por Comic Speedline), un libro de historietas inspirado en una obra literaria de David Gemmell, de su ciclo Drenai, que para la ocasión guionizó Stan Nicholls, un escritor de sagas épicas y fantásticas del Reino Unido que a veces había adaptado novelas al cómic. Lo dibujó el ilustrador de fantasía Fangorn (seudónimo de Chris Baker), con tal espectacularidad que se ganó el aplauso de The Times en su edición alemana. La historia narra el acoso de una horda bárbara a la inconquistable ciudad de los seis muros Dros Delnoch, en el extremo del imperio decadente de Drenai. El héroe, Druss la Leyenda, que así se llama, es el único guerrero con carisma suficiente como para inspirar valor a los defensores pero... cuenta ya con 60 años de edad. En su proceder, al contrario que en su gallarda juventud, alberga dudas y las manifiesta en un escenario decadente entreverado de tensión épica. Una fantasía crepuscular a recuperar.

Ficha de la película:
Beowulf, Robert Zemeckis, 2007
Guión de Neil Gaiman y Roger Avary
113 min., estrenada el 23-XI-2007
Más datos técnicos en la IMDB

Reseña y artículo de Manuel Barrero

viernes, 23 de noviembre de 2007

CONEJOS SUICIDAS DE RILEY


LOS CONEJOS SUICIDAS DE RILEY.

Suicidio. El sui cadere, el matarse a sí mismo, solemos asociarlo con circunstancia indeseables o luctuosas. Pero, ¿qué situación indeseable empuja a un conejo a experimentar con las distintas maneras de quitarse la vida?

Para nosotros, son cuestiones como el honor, la religión o el sentido espiritual de la vida, lo que nos empuja a rajarnos las venas o colgarnos de una soga. El acto en sí suele ser considerado un deshonor, un insulto a dios o una estupidez (lo cual se enfrenta a las tres razones antes apuntadas), y si se entra en el debate ético sobre si el método para quitarse la vida es asistido, lo que llamamos eutanasia, pues la cosa se complica aún más. Lo que escasea es el discurso cómico o humorístico sobre el suicidio, ya que es un tema delicado por más que muchas personas en nuestro planeta le dedican su tiempo libre. Dicen que casi un millón se suicidan al año; y que cerca de veinte millones lo intentan sin lograrlo. Los países que más lo prueban son, por este orden, rusos, estadounidenses, japoneses, chinos e indios y, atención, un dato interesante: en los países asiáticos el número de suicidios de mujeres triplica al de hombres. Hum... ¿una lectura sobre la desigualdad social aquí?

Es innegable que el suicidio produce atracción; esa cercanía a la muerte nos seduce. Todavía andan los periodistas de la anécdota morb-rosa intentado dilucidar si Marilyn se quiso quitar la vida o la quisieron quitar de en medio, si a Kurt Cobain le pegaron un tiro o se lo pegó él, si Romy Schneider se quitó la vida debido al empalamiento de su hijo, si Sigmund Freud se pegó un chute relajante o un quitapesadillas. Es triste percatarse de que a ciertas figuras históricas las recordamos fundamentalmente porque se suicidaron, como Marco Antonio, Reinaldo Arenas, Bruto, Capucine, Alan Ladd, Judy Garland, Sid Vicious, Anibal de Cártago, los novelistas Ernest Hemingway y Jack London, el mismo Judas. Como a éste, a muchos suicidas les tenemos en mente por su cobardía (Nerón, Salvador Allende), por sus relaciones (Eva Braun) o por su villanía (Joseph Goebbels, Adolf Hitler, Hermann Göering, Rudolf Hess, Heinrich Himmler, toda esa pandilla de nazis).

En el orden estético quedan suicidios como los de Cleopatra, Pavese, Gilles Deleuze, Jan Potocki, Kennedy Toole, Wally Wood, Tchaikovsky, Rothko, la extraña muerte de Frida Kahlo.... claro, eran artistas. Pero ¿y si el suicida es un conejo?

Pues de esto va la obra EL LIBRO DE LOS CONEJITOS SUICIDAS y su continuación, ambas publicadas por Astiberri durante este año, la segunda muy recientemente. Sobre estas obras han opinado grandes valores de nuestra cultura como Hugh Grant o Elton John (ejem), lo cual le añade una nota glam al modo en que el libro ha sido enfocado para su venta: como algo divertido.

El autor, Andy Riley, es un británico tocado por las musas, esto es innegable. El peso específico de este libro parece bajo, pero su contribución al humor ha sido vasta. Mucho para la BBC, algo para el Spitting Image, mucha radio, algún premio BAFTA y mucho éxito con este The Book of the Bunny Suicides, cuyas ventas millonarias aconsejaron a los editores acompañar poco después con Return of the Bunny Suicides y The Bumper Book Of Bunny Suicides. Aparte, es humorista gráfico punzante en The Observer Magazine, cuyas viñetas han sido recopiladas hace apenas nada, en octubre de 2007

Analizada esta obra con mayor atención detectamos hay algo trágico en estas viñetas de conejos buscando la manera más efectiva o aséptica de quitarse la vida. Algo terrorífico. Los conejos de Riley son sistemáticamente eficaces en la elección del modelo de muerte.

Así, el libro, de escasas páginas y de lectura ágil, debería tener dos modos de acercamiento. El uno: el hojeo, rápido e irónico, de quien se sorprende con la idea y piensa que vaya gracia con estos conejos que mira cómo se buscan la vida para quitársela. Sorprenden las maneras de Riley para hacerlos rodajas y se llega al final de la lectura con media sonrisa, habiendo descubierto las cien maneras de quitarse de en medio que ha ensayado el humorista gracioso ese que no te creas tú que sabe mucho de dibujo. El otro: la lectura lenta, paladeada, de quien ve algo más allá. De quien admira a los conejos por su impavidez, por esa pose impertérrita, temerariamente despreciativa de la Parca y un punto solidaria con la grávida sensación de que no somos nadie. Esta lectura pausada nos va entretejiendo una gasa de terror por el intestino y, cuando vamos avanzando en la lectura plácida, nos percatamos de que las peores muertes, o al menos las más atroces, llegan de la mano de la tecnología, de los elementos 'humanos' que han entrado en la 'vida de conejo' de los protagonistas del libro. Y ahí te quedas en pausa, y piensas, bueno, y ¿qué sentido tiene la vida? En esencia, ¿no somos como estos conejos que nos desarrollamos ávidamente camino del suicidio colectivo?

Si eres conejo, el sentido de la vida es casi nulo: un quiqui y a dar brincos.
Si eres un conejo en un mundo de humanos, menos: la muerte acecha en cada rincón.
Pero si eres humano en un mundo de humano... ¿te lo has planteado?

La navidad se acerca y hay que buscar un regalo interesante para ese a quien no sabes cómo sorprender, para el cuñado pesao, para el amigo de la cinegética, para el que no le gustan los tebeos pero agradece los 'chistes', para un niño repelente.... Pues mira, éste es el regalo perfecto.

Resérvalo ya en tu librería. O ve hoy a Getxo que Riley estará allí para firmarte un ejemplar. No te arrepentirás si quieres sentirse enfermo jocosamente. Y a ver si los de Astiberri nos traducen el otro libro hilarante de Riley: Great Lies to Tell Small Kids , que nos hace falta de reir inteligentemente.

EL LIBRO DE LOS CONEJITOS SUICIDAS
EL REGRESO DE LOS CONEJITOS SUICIDAS, de Andy Riley
Astiberri: Kili Kili, s/n, Bilbao, 2007
Libros de humor encuadernado en cartoné, 96 pág., b/n, 10 €

Reseña de Manuel Barrero.
Tebeosfera recibió servicio de prensa de Astiberri.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

MARSHAL LAW

MARSHAL LAW. O la tesis del látex

Por Antonio Santos (de su serie La voz en el desierto, entrega 30)

Los superhéroes encarnan un número de encomiables virtudes que se espera que nosotros, los mezquinos humanos, emulemos. Pero… ¿son realmente tan nobles y desinteresados, desprendidos? ¿De veras no tienen nada que ocultar? Y si sometiéramos a un estricto análisis su indumentaria… ¿qué obtendríamos? ¿Por qué tal prenda, con tal tejido, o sustancia? ¿O qué placer secreto conllevan algunas de sus acciones? ¿…uno menos noble y altruista? ¿…uno más egoísta y humano? ¿…uno puramente orgásmico?

Esto, en síntesis, es lo que estos dos caballeros ingleses, Pat Mills y Kevin O’Neil (oriundos de un país versado en represiones sexuales) intentaban explorar o plantear, eso sí, pasándolo bomba y dinamitando arcaicas estructuras durante el proceso.

Mientras que para algunos es pura abominación de grosería y brutalidad gratuita, para otros es un deleite. Vivo y satírico trazo de las entretelas del MAINSTREAM. Auténtico cómic para adultos, distante de la etiqueta que se supone define a ese género: o bien una aberración intelectual suprema y egoísta incomprensible o un burdo escaparate de pornografía gráfica.

Datos técnicos.-

Marshal Law TAKES MANHATTAN: CRIMEN Y CASTIGO (Lo de Takes Manhattan alude a la canción de LEONARD COHEN, ¿no? Y Crimen y Castigo, al famoso clásico ruso, ¿no?) Escrito con saña por PAT MILLS (ese de JUDGE DREDD, entre otros) y dibujado con mordaz mala uva por KEVIN O’NEILL (el de La Liga De Los Caballeros Estupendosos); entintado por MARK A. NELSON y el propio O’Neill; al colorín acuarelado por MARK CHIARELLO y también por O’Neill (¡qué hombre más infatigable!) Lo tradujo a nuestra lengua universal: LORENZO DÍAZ, rotulándolo con paciencia MÓNICA SÁNCHEZ. COLECCIÓN PRESTIGIO, nº 35, dirigida por ANTONIO MARTÍN. Material MARVEL original publicado en la línea EPIC en 1989. PLANETA-deAGOSTINI lo editó aquí en 1992, ¡el año de los fastos fastuosos! Costaba 525 pesetas (¿alguien las recuerda? ¡El mundo parecía entonces más económico y sencillo…!)

De qué va.-

Nueva York, 2019 (el año de los REPLICANTES). En Manhattan se alza un colosal rascacielos, una institución psiquiátrica que presta terapia a lo más granado del mainstrean, superhéroes muy familiares, cuyos poderes les han enloquecido. Tratando de eludir su encarcelamiento, el temible EL PERSEGUIDOR (un vigilante tipo THE PUNISHER) pide asilo en el centro, pues DON MATRIONE (identidad civil del vigilante, una guasa a cargo de DON PENDLETON, padre de los PULPS sobre THE EXECUTIONER, en el cual se basa The Punisher), alega cobardemente dificultades técnicas psicológicas. Esta táctica dilatoria no convence a las autoridades de SAN FUTURO, la ciudad edificada sobre las ruinas de SAN FRANCISCO, abatida por el MEGAMOTO de 2010. Encargan, pues, al cazador de superhéroes y vigilantes Marshal Law (o JOE GILMORE, en horas no lectivas) traerlo de vuelta, a rastras si es necesario. El Perseguidor, temeroso de Law, logra huir y los internos provocan un sangriento motín. Y mientras el vigilante y Law despachan viejas rencillas enconadas, los locos alcanzan la azotea. Exhibiendo sus poderes, desarrollamos mediante INGENIERÍA GENÉTICA, se arrojan a la calle, en pos de la libertad, pero acaban aplastándose contra la acera.

Marshal entrega a los CANÍBALES que pululan por la isla a El Perseguidor, quienes, de forma más visceral, proporcionan a su ex tutor en “técnicas de interrogatorio” (eufemismo para definir la tortura) un castigo más adecuado al criterio de Law, desbaratando la confabulación que el JEFE DEL DEPARTAMENTO DE POLICÍA de San Futuro había ideado: eliminar al excesivamente escrupuloso Marshal Law y exculpar al sanguinario El Perseguidor, elemento útil en su política policial.

La capa da confianza.-

Crimen y Castigo es una pequeña novela gráfica que continúa las seis primeras entregas de este bizarro elemento (tituladas FEAR AND LOATHING, como la película, sí, y como el emblema que cruza el torso del propio Marshal), igualmente editadas por Epic y Planeta. En esas entregas, se desglosaba el origen de estos superhéroes y este mundo paralelo, pretexto para criticar los supuestos valores que encarnaba el SUPERMAN pre-mortem (definido aquí como EL ESPÍRITU PÚBLICO), icono y banderín de enganche para toda una generación de jóvenes deslumbrados con la capacidad de doblar vigas con las pestañas.

Tras recibir una cierta ingeniería genética (definida como la ÚNICA OPERACIÓN) de origen sospechosamente nazi, los candidatos padecían una transformación radical y quedaban alistados a la brigada especial de las ÁGUILAS AULLADORAS (otra coña, sobre SARGENTO FURIA), pasando a combatir en LA ZONA, o CENTROAMÉRICA, para extender la hegemonía norteamericana por el cono sur del continente.

Pero al estar estos tratamientos eugenésicos extendidos por el mundo, la rápida y contundente victoria originalmente concebida se ralentiza y la guerra termina en tablas.

Las enseñanzas de Matrione, origen de su odio, revolvían las entrañas del idealista Gilmore. Pero no sólo las del futuro Marshal Law, sino también las de unos grupos armados centroamericanos que perseguirían al especialista de la CIA hasta los USA, emboscándole en CENTRAL PARK, donde un feroz tiroteo destrozará a su familia (¿os suena?), mientras Matrione escapa por el lavabo de señoras…

Esta historia se escribió en plena agonía de la URSS y estando aún muy calientes los escándalos de NORIEGA y OLIVER NORTH. Huelga señalar que si Mills planteara ahora la historia la centraría en ORIENTE MEDIO, aunque quizás la Historia aún le permita tener razón.

Men without pain.-

Mills, autor con inquietudes FABIANISTAS (de esa izquierda de: «¡Abramos las fronteras a todos! ¡Pero no los quiero ver en mi barrio! ¡Y no toquéis mi JAGUAR, que me ha costado un huevo comprarlo!»), encontró un excelente vehiculo en el personaje creado por su paisano, O’Neill, otro habitual de 2000 AD, para exponer, mediante picante parábola y candente ironía, sus tibios planteamientos antiimperalistas.

Asimismo, vio en el personaje una forma de trasladar ciertos conceptos que tenía ideados para Judge Dredd (a quien consideraba en peligro de desfase; quizás, dada la alternativa tipo TOLERANCIA CERO que vino después, debieron arriesgarse con sus propuestas, pues Mills tiene coco), pero no se las permitieron plasmar.

Socorriéndole inesperadamente aparece O’Neill con este estrafalario MATACAPAS y sus conceptos aglutinados de un modo anárquico, cosa que Mills soluciona organizándolos y politizándolos (en serio; recordad que hablamos de un cómic para adultos). Pero ante el tablero de dibujo, O’Neill resta hierro ideológico y añade mordacidad. El resultado agrada a Mills, devoto enemigo de los superhéroes, todo lo contrario de O’Neill, ¡ávido fan del mainstream!

Es obvio que semejante mezcla sugiere una obra maestra, puesto que los conocimientos de uno afilan todavía más el ingenio del otro. Y teniendo en cuenta su temática, y lo convencional (por no decir conservadora) política de la casa matriz del sello Epic, asombra que éste sea un producto Marvel, pues ataca a sus mismas entrañas sin piedad y con alborozo. ¿Podría haberse editado hoy?

La máscara trastorna.-

Mills idea un paisaje de ruina esencialmente moral, de decepción, rabia, locura y descontrol. Joe (otro Joe, como Dredd) Gilmore, encarnación juvenil del ingenuo idealista dotado de una elevada concepción moral de lo que debe ser la conducta de un superhéroe (incrustada en su mente por los tebeos de la EDAD DE ORO y PLATA, LONE RANGER, HOPALONG CASSIDY o JOHN WAYNE), acude a los centros de reclutamiento fascinado por las facultades que venden las Águilas, y sobre todo, por el hechizo del logro capital del programa: el Espíritu Público. Prometen éxito, victoria y conquista indoloros. Y con el embrujo que produce la máscara, que anula la identidad y deshumaniza, todos los excesos son válidos. En el campo de batalla, todo el efecto ideológico galante queda truncado por la sucinta brutalidad de la naturaleza humana, la superhumana y la de la guerra. Gilmore no logra asimilar este choque con la realidad y el egoísmo de unos sujetos cuyos poderes especiales no les sirven para hacer el mundo mejor, sino para expoliarlo (¡vaya, de nuevo la palabra!). Sus cuerpos superiores, semidivinos, pueden despedir rayos o llamas, pero sus mentes siguen siendo vulgares, no han progresado en absoluto; incluso experimentan regresiones salvajes.

Y el impacto de este descubrimiento le produce una honda decepción y fobia, transformándolo en el implacable, sádico y despiadado Marshal Law, martillo de herejes, paganos e hipócritas.

De todos cuantos traicionaron el Sueño.

Este es el enfoque intelectual de Mills (insertando observaciones de corte feminista, estridentes y grotescas, o señalándonos los exhibicionismos, fetichismos, ambigüedades homosexuales y conductas sadomasoquistas vigentes bajo la máscara); O’Neill, que se conoce al dedillo el género (¿no ha sido, al fin y al cabo, el motor para convertirse en dibujante de cómics?), sus tópicos y clichés, dibuja de modo esperpéntico algunas de las “elevadas” conductas por las cuales se guían los superhéroes, retratando sus comportamientos aberrados e hipócritas, sus pasiones inconfesables ocultas y, al mismo tiempo, abiertamente manifiestas, en sus uniformes. Todo eso está ahí (sólo hay que pararse un momento para verlo), número tras número, a cada aventura, en cada viñeta.

Pero en vez de señalarlo, SCOTT MCCLOUD (el AL GORE de los tebeos) prefiere devanarse los sesos y abrumarnos mostrándonos unas incomparables fantasmagorías GOYESCAS (muy bien urdidas, eso sí) que suceden en el espacio en blanco entre las viñetas (donde, en realidad, no hay nada.)

Mills y O’Neill, más pragmáticos y simples, partidarios del bollo diario, logran despellejar, con más inteligencia y profundidad, tales obras, sin tener que recurrir a unos elevados conceptos propios de las elucubraciones vanidosas de FRASIER CRANE.

La decepción como arma.-

Esto es lo que impulsa a Joe Gilmore a trocarse infatigable azote del hipócrita enmascarado. Pero su fobia resulta doblemente espoleada cuando su novia (una activa feminista insensata) es violada y asesinada por un superhéroe. No sólo descubre que el código que él creía inmaculado está lleno de putrefacción; que nadie respeta esa ley galante de caballería supergenética, esgrimida con todo colorido por los superhéroes en los tebeos, haciéndole quedar como un palurdo, tonto, ñoño sin parangón: añaden esta infamia a la ofensa. Y esto lo desquicia, le hace sentir repugnancia hacia sí mismo, la cual vuelca sádica y liberalmente sobre sus víctimas, pues él es incapaz de autodestruirse… aún al menos.

Marshal Law aparece en una era convulsiva en el cómic: finales de los 1980. ALAN MOORE acaba de revolucionar el género con WATCHMEN y LA BROMA ASESINA y FRANK MILLER hace otro tanto con DAREDEVIL y DARK KNIGTH. El mundo del cómic, anquilosado, además debe vérselas con un revelo generacional influenciado por iconos como RAMBO, TERMINATOR o ROBOCOP, y las tibiezas insustanciales e hipócritas de unos personajes desfasados no les convencen. The Punisher, aparente duro de esos tiempos, triunfa y BATMAN muestra una faceta más oscura y vengativa. Desde Japón llegan los primeros MANGA, una narrativa gráfica más fresca y sin tantos tapujos o complejos ante determinados tabúes del COMIC CODE. Marvel empieza a resquebrajarse. Epic, su sello respuesta a la LÍNEA VÉRTIGO (o su equivalente) de DC COMICS, trata de dar respuesta al lector que ha crecido y se siente apurado ante las aventuritas de un SPIDER-MAN destinado directamente a imberbes, pues aún reserva nostálgico cariño por las historias del LANZARREDES de su infancia y juventud.

Los superhéroes, frente a un mundo en el cual hay pistolas en los colegios, ¿cómo reaccionan? ¿Cómo combaten esa cotidianeidad de un Nueva York de dos mil asesinatos anuales? ¿De una policía inoperante y corrupta? ¿Con un TONY STARK alcoholizado? ¿Con la diatriba ampulosa y hueca de un supervillano que planea un tortuoso atraco al banco?

El divorcio entre el mundo fantástico y el real no puede ser mayor. Y lo peor es que, desde esas viñetas, los enmascarados eluden abiertamente los temas controvertidos en los cuales la Marvel se jacta de estar implicada, siendo la primera-primera en adaptarse a las circunstancias de la calle. Pero en realidad estaba de ésta más lejana que del planeta Plutón.

Y para colmo llegan estos hijos de la Gran Bretaña (sin demérito a la labor de Miller) y les espetan cosas como que EL COMEDIANTE, la versión Watchmen de NICK FURIA, es un violador sádico sin escrúpulos y los superhéroes emplean sus poderes para satisfacer sus pasiones, altas y bajas. Esos ingleses les plantean: «Pero ¿de veras creéis que PETER PARKER, al borde del desahucio, no utilizaría su poder para saldar sus deudas? ¿Tan ingenuos sois?» JOHN WESLEY SHIPP, el FLASH televisivo, declaró en una entrevista: «Si yo tuviera esos superpoderes, los usaría en mi beneficio.» Quizás no de modo delictivo, pero…

Y en este clima aparece Marshal Law, que escandalizó aún antes de su aparición. Fue tachado de “pornográfico, sucio, inmoral y anticristiano” por el encargado de hacer los fotolitos (!), argumentos que esgrimió para no terminarlos.

Veda perniciosa.-

Watchmen, Marshal Law, THE CULT, etc., abrieron la veda para la aparición del “héroe” cínico, oscuro y solitario, que dispara inconscientemente, alegando que el tipo no debía haber estado entonces allí. (Véase LOBO.) Con una excepción: mientras que ni Moore o Mills se plantearon: «Después de esto, a los tebeos no los conocerá ni la madre que los parió» (fantasmada en la que Miller cayó de lleno), los demás se encaramaron al púlpito de la cuatricromía santificando a canallas que hacían pasar por incomprendidos santos. Los ingleses se limitaban a contar una historia y cobrar un cheque (siempre fue un asunto crematístico, no ideológico), pero los otros querían hacer una revolución sacudiendo todo tipo de banderas negras y harapientas.

Por desgracia, la beligerante actitud revolucionaria posterior de Miller y TODD MCFARLANE, por ejemplo, creando editoriales independientes que lograron tambalear los injustos cánones de conducta empresarial de la industria, y que tuvo un positivo y laudable efecto inicial (mejoras salariales, respeto a la obra concebida, devolución de originales…), luego se quedó en un engañoso efecto técnico de PHOTOSHOP y poco más, fortaleciendo a unos enemigos que querían derrocar por explotadores y fraudulentos.

Porque, en el fondo, un personaje como Marshal Law es carne de miniserie. Se gasta, aburre, satura. Es algo que tanto Mills como O’Neill comprendieron desde el primer momento, aunque no sus imitadores, que pese a la lección recibida siguen aún despuntando algún que otro sujeto parecido. Tanto corrosivo cinismo estraga en grandes dosis, y fue lo que acabó con los personajes de toda esa revolución a la que aludimos. Por eso, las apariciones de Law son tan contadas.

Recapitulando.-

Es una lástima que no nos hayan llegado más aventuras de este macabro personaje. Es uno de los grandes ignorados que están clamando por una Editorial audaz que se arriesgue con un material tan genuino. Tendría una gran aceptación, y contrapesaría las empalagosidades superficiales y huecas que, aunque llenas de pretensión y lujo, campan entre las estanterías actualmente (por no mencionar su formato televisivo). Marshal Law es un revulsivo, es el tebeo que no avergonzaría comprar, porque en su interior hay mucho más que matanzas gratuitas. Hay una explicación, un porqué.

Y lo mejor de todo: ese tipo jamás pretendió nada más que contarte una historia picante e irónica llena de frases sacadas de IMPACTO SÚBITO.

Se agradece esa humildad, en esta época de arrogantes, fatuos y aparentes santos catódicos en lucha contra el CAMBIO CLIMÁTICO.

Lo mejor.-

Su prolijidad gráfica y literaria.

La frase.-

¡Imposible destacar una de las tantas de Crimen y Castigo!

Desde luego, no sería la de «Cazo héroes; aún no he encontrado ninguno.»

La viñeta.-

La 2 de la página 22. Es simbólica de la parálisis que acometía a Marvel.

La página.-

En este caso, de la 41 a la 43.

Lo peor.-

¡La nula difusión del personaje, pese al nuevo material editado!


Reseña de Antonio Santos