Vargas sitúa la elaboración de Watchmen por Alan Moore y Dave Gibbons en el preciso contexto histórico en el fue concebida, con un horizonte esperanzador derivado del acercamiento entre Reagan y Gorbachov. Es en esta realidad en la que Moore sitúa su ucronía entre el mundo actual y un mundo posible desarrollado bajo unos parámetros distintos, perfilados por la existencia de los vigilantes, y sobre todo del Doctor Manhattan, que en ese universo alternativo modificarían las relaciones entre los dos bloques políticos.
Precisamente la presencia del Doctor Manhattan supone en la ficción una inclinación de la balanza hacia Estados Unidos –frente a la teórica simetría de fuerzas que en la realidad vivió la Guerra Fría– que sin embargo no evitaría totalmente los riesgos de una posible destrucción mutua. De ahí que la historia se fundamente en una mentira que trata de lograr el acercamiento mutuo de las dos partes en liza, frente a la incertidumbre que entraña la mera táctica disuasoria que supone la sobrecogedora presencia del Doctor Manhattan
La hora fría. Watchmen, el tercero excluido y el nudo del tiempo
Watchmen. El fin está cerca
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