Durante muchos años los aficionados a las aventuras del arqueólogo más famoso del cine han (hemos) estado esperando ansiosos una nueva entrega de sus peripecias. Desde la última película (Indiana Jones y la última cruzada [Indiana Jones and the Last Crusade, 1989]) numerosos han sido los rumores acerca de nuevos rodajes, implicando a autores como Chris Columbus, Jeb Stuart, M. Night Shyamalan, Tom Stoppard y Frank Darabont en los guiones y mencionándose posibles intervenciones de Calista Flockhart, Natalie Portman, Scarlett Johansson, Sean Connery o Kevin Costner (¡en el papel de hermano de Indy!). Finalmente el proyecto no se concretó hasta 2007, encargándose David Koepp de los guiones bajo la mirada siempre atenta de George Lucas y Steven Spielberg, auténticos padres de la criatura.
EL ÉXITO ENTRE LAS RUINAS
En 1977 Spielberg y Lucas se encontraban al inicio de una fulgurante y brillante carrera, con sendos éxitos a sus espaldas. Como ya se ha contado muchas veces, fue en unas vacaciones en Hawai donde tuvieron la idea de recuperar el espíritu aventurero de los seriales de los años 30 con héroes más grandes que la vida, acción desenfrenada y paisajes exóticos. El resultado fue
En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1980), una película protagonizada por el sinvergüenza bueno de
La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977),
Harrison Ford, que encarnaba al doctor Henry Jones, profesor de arqueología en la universidad y aventurero en sus ratos libres (o al revés). La primera misión que conocimos del personaje fue la recuperación de un objeto religioso, el Arca de la Alianza que se supone contenía las tablas de los Diez Mandamientos y que también era objeto de búsqueda por parte de los nazis. La combinación de un buen guión (escrito por Lawrence Kasdan sobre argumento de Lucas y Philip Kaufman), una dirección brillante, unas actuaciones medidas, unos efectos especiales convincentes y una música espectacular dio como resultado un éxito de crítica y público y una obra referencial del cine comercial y de aventuras de los años 80 del pasado siglo.
Desdiciendo el refrán aquel de “Segundas partes nunca fueron buenas” y alentando la moda de “secuelizaciones” que serían norma desde entonces, Jones volvió a aparecer en
Indiana Jones y el Templo Maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984), en una historia ambientada años antes de la anterior película y en un entorno completamente distinto pero quizás más emparentado con el cine de aventuras clásico. En esta ocasión Indiana se enfrentaba en la India a la secta Thuggee, recuperando de paso unas piedras con determinados poderes (otro símbolo religioso) y la libertad de una población esclavizada. Más oscura y agresiva que la anterior, la película confirmaba el éxito del personaje y auguraba próximas entregas.
La última producción cinematográfica relacionada con Indiana Jones se estrenó en 1989 (la ya mencionada
Indiana Jones y la última cruzada) con varios alicientes: la recuperación del enemigo nazi, la posibilidad de ver actuar a Indy en su etapa adolescente y, sobre todo, la aparición en escena de su progenitor, interpretado por un fantástico Sean Connery que
complementó la labor de un Harrison Ford plenamente identificado con su alter ego. En este caso se produce un retroceso a los planteamientos de
En busca del arca perdida, con el objeto religioso de origen judeocristiano (el Santo Grial) y el contrincante nazi.
Desde entonces solo hemos podido ver a Indiana Jones en pantalla en la televisión, a través de
Las aventuras del joven Indiana Jones (The Young Indiana Jones Chronicles, 1992-1993) una serie de 28 episodios que narraba la infancia y adolescencia del aventurero en un tono distinto al de las películas, con menos violencia y una mayor carga cultural, imbricando al personaje en tramas en las que se encontraba con personajes reales de la época. Pudimos comprobar que el héroe SÍ envejecía, interpretado por Corey Carrier (de niño), Sean Patrick Flanery (joven) y George Hall (a la respetuosa edad de 93 años), con un cameo de Harrison Ford mostrando a un Indiana de 50 años.
LA CONEXIÓN EXTRATERRESTREEn mayo de 2008 se estrena mundialmente
Indiana Jones y el Reino de la calavera de cristal (Indiana Jones and the Kingdom of Crystal Skull), de nuevo dirigida por Steven Spielberg e interpretada por Harrison Ford. En esta ocasión y por evidentes razones han decidido trasladar la acción a los años 50, tomando como enemigos a los soviéticos e introduciendo nuevos personajes.
La película comienza en el desierto de Nevada, donde un grupo de soldados comunistas irrumpen en una base militar americana en busca de un enigmático objeto, un cuerpo momificado descubierto años atrás en cuya investigación estuvo implicado el profesor Jones, al que también
han capturado. El arqueólogo consigue escapar, pero su dudosa relación con los soviéticos provocará que lo expulsen de la Universidad. Cuando está dispuesto a marcharse, un joven le pedirá ayuda para rescatar a su madre y a un antiguo compañero de Indy. A partir de aquí comenzará la búsqueda de un extraño cráneo de cristal que les llevará a distintos parajes de sudamérica en busca de El Dorado y el origen de este objeto.
La trama no varía mucho de las películas precedentes: existe un prólogo con mucha acción, tras el cual se produce una pausa en la que se redirecciona la película que tiene como fin el hallazgo de un objeto en contraposición con un oponente que también lo desea. El objeto (el
MacGuffin, dirían algunos) ha sido en aventuras pasadas motivos religiosos o pseudoreligiosos (el Arca de la Alianza, piedras ceremoniales, el Santo Grial), y ahora podríamos decir que en cierta forma también lo es, aunque no buscan la calavera del título, sino el origen de la misma. El enemigo (nazi en la primera y tercera películas, una secta hindú en la segunda) se ha actualizado, echando mano del peligro comunista en boga en los años 50, con un Stalin entusiasta de los fenómenos paranormales como herramienta de poder (al igual que lo fuera Hitler). El compañero de aventuras (en la primera aventura, Sallah; en la segunda, Tapón; en la tercera, el trío formado por Marcus Brody, Henry Jones senior y de nuevo Sallah) consiste ahora en Mac (Ray Winstone), compañero de escaramuzas, y Mutt (Shia LaBeouf), un adolescente norteamericano con un estilo mezcla entre Marlon Brando y James Dean, motor de la búsqueda y que se verá involucrado en la misma. Y la pareja femenina, por primera vez, repite, recuperando a Marion Ravenwood (Karen Allen) tras dejarla abandonada años ha, aunque según el guión de esta entrega ha sido el auténtico amor de su vida.
La película está llena de ideas. Ideas plausibles, como el hecho de adelantar la trama unos años en relación con la edad del actor protagonista y enmarcarla en una época también fértil para el cine de género, relacionándola con el cine de ciencia ficción, la era atómica y el miedo al comunismo. Ideas necesarias, como el eliminar a personajes como Marcus Brody (por la muerte de Denholm Elliot, que lo interpretaba) y Sean Connery, que a estas alturas no encarnaría adecuadamente al padre del Indy sesentón, ya que la diferencia de edad real entre los actores es escasa (doce años). Ideas nefastas, como el papel encarnado por John Hurt, un profesor Oxley permanentemente enajenado y cuya función consiste en ir despeinado de un rincón a otro del encuadre y mirar atónito de vez en cuando, cuando podría haber aportado profundidad a la endeble trama. Ideas predecibles, como el verdadero origen de Mutt y el propio final de la película (que además de predecible es ñoño).
Pero si algún aspecto habría que destacar tras su visionado sería la reiteración. Reiteración en primer lugar del esquema narrativo, como ya se ha mencionado, que podría ser obviada al tratarse de una “marca de fábrica” del personaje. Reiteración en los elementos que aparecen: por ejemplo, la figura del desaparecido Marcus Brody se presenta en primer lugar como retrato en uno de los decorados de la Universidad; vuelve a aparecer una fotografía suya en la mesa de despacho de Indy, refiriéndose a ella en concreto; y por si no bastaba, se produce un gag (por cierto, sin gracia) en relación con una estatua del otrora decano. Otro ejemplo, más sangrante: como firma de las películas del personaje suele aparecer en los títulos el contorno del logotipo de Paramount, la productora, confundiéndose con un elemento del paisaje; una montaña en
En busca del arca perdida, una imagen labrada en un gong en
El templo maldito y una formación rocosa en
La última cruzada. Aquí es la entrada arenosa de los perros de las praderas típicas del desierto norteamericano. Pues bien, estos animalitos (generados por ordenador) hacen su aparición al menos tres veces en el prólogo de la película, intentando producir unas escenas humorísticas que por forzadas son del todo inadecuadas. Más ejemplos: queda claro que la acción transcurre en pleno desarrollo atómico, pero por si no nos habíamos enterado el guión remarca y refuerza esta ambientación introduciendo al protagonista en un pueblo típico (y que parece sacado de una ilustración de Norman Rockwell) que va a ser sometido a una prueba nuclear, pudiendo los espectadores admirar el famoso hongo resultado de la explosión, del que (nunca mejor dicho) milagrosamente se salva Indiana. Y el componente fantástico, la relación entre las culturas precolombinas y los extraterrestres es enunciada una y otra vez: aparece el número 51 en el hangar del ejército, se mencionan los sucesos de Roswell, el aspecto del cuerpo momificado es típico de los extraterrestre que definen los “contactados”, se mencionan los relieves sudamericanos, otra vez aparecen cuerpos momificados con apariencia extraterrestre... En definitiva, una reiteración constante y evidente de conceptos, escenas, comportamientos, que pueden agotar al espectador más ilusionado y que podría estar en relación con la intención declarada de los autores de la película de “conectar” con el público actual. De ahí, pues, puede que venga la peor escena de la película: la persecución (interminable) en mitad de la selva, cuyo protagonismo atesoran Mutt y Spalko, protagonizando este también uno de los momentos más vergonzantes de la historia del cine: el paseo de liana en liana cual Tarzán moderno acompañado de micos generados por ordenador.
Indiana Jones y el Reino de la calavera de cristal pasa a ser la cuarta película de la saga, tanto en orden de producción como en calidad. No se puede desdeñar este aporte a la biografía ficticia de nuestro arqueólogo más preciado, pero el cine moderno de acción (que no de aventuras) y su público quizás no admitan historias que no incluyan efectos digitales y secuencias imposibles. Menos mal que, de fondo, sonarán las fanfarrias de John Williams para recordarnos que, aunque parezca otra cosa, es a Indiana Jones a quien estamos viendo en la pantalla.
INDIANA JONES EN EL CÓMICComo película de éxito,
En busca del arca perdida tuvo pronto su edición en cómic. La editorial Marvel, responsable de varias adaptaciones del celuloide al papel, elaboró una miniserie de 3 números publicada entre septiembre y noviembre de 1981 con guiones de Walter Simonson y dibujos de John Buscema y Klaus Janson. La historia completa sería recopilada ese mismo año en el número 18 de la revista Marvel Super Special, con una nueva portada.
Como ya hiciera con
La Guerra de las Galaxias, Marvel realizó a partir de la película original una serie propia con aventuras inéditas del personaje. Esta serie, titulada “The Further Adventures of Indiana Jones”, tuvo su inicio en 1983 y llego a contar con 34 números hasta 1986. Aunque fue iniciada por John Byrne, contó con numerosos guionistas (como Denny O’Neil, aunque la mayoría de los números tuvieron guión de David Michelinie, y los últimos estuvieron escritos por Linda Grant) y dibujantes (como Gene Day, Ron Frenz, Howard Chaykin, Herb Trimpe, llamando la atención la colaboración de David Mazuchelli en el número 14 [“Demons”] y de Steve Ditko en la etapa final).
La adaptación de la segunda película también consistió en una miniserie de 3 números, a cargo de David Michelinie al guión y Jackson Guice al dibujo. Se editaría de forma conjunta con el primer episodio de la serie regular en la publicación “Indiana Jones”, que incluía además un artículo sobre la realización del film y una pegatina, y también en la colección Marvel Super Special, en su nº 30.
Con el fin de la serie regular, no habría más publicaciones oficiales hasta 1989, con la adaptación en una miniserie de 2 números de
Indiana Jones y la última cruzada, con guión de David Michelinie y dibujo de Bret Blevins.
El nivel de las adaptaciones producidas por Marvel fue siempre bajo, a pesar de contar con autores de renombre para su realización; ni John Buscema ni Jackson Guice elaboraron productos dignos, con cierto mejor nivel en
La última cruzada de Blevins. Tampoco podemos responsabilizar a Michelinie -convertido en guionista cuasi-oficial del personaje en Marvel- de la pobreza de los guiones, por fuerza destinados a embutir en un escaso número de páginas el contenido de unas películas donde la acción, el movimiento, era esencial. Mención aparte merece la serie regular, con un Indiana Jones que recorre todo el mundo (de sudamérica a Inglaterra, de Nueva York a África, de Australia a España...) en muchas ocasiones acompañado por Marion y con frecuentes apariciones del decano Marcus Brody. No serán estas las únicas referencias a la primera película, ya que el ídolo del prólogo vuelve a aparecer en el nº 9 y el final parece recrearse en las apariciones de Stonhenge del nº 5. Una serie curiosa, de calidad aceptable con apariciones honrosas de Byrne, Chaykin, Ditko y un primerizo Machuzzelli. (Una nota: vale la pena recordar –u olvidar- la versión de España que se ofrece en estos tebeos, concretamente en la aventura en dos partes titulada “The Fourth Nail” aparecida en los números 11 y 12. Una
España “mejicanizada” y arcaica donde no podía faltar esa gran manifestación de la
valentía del ser humano: una corrida de toros).
En los años 90 la franquicia cambiaría de editor. Dark Horse Comics, una pequeña empresa que surgió como independiente a mediados de la década de los 80 se hizo con los derechos de varios títulos cinematográficos para sus versiones en cómic (Alien, Predator, Terminator), entre ellos los de nuestro arqueólogo. La primera miniserie apareció en 1991 y llevaba al papel una aventura inédita de Indiana que al año siguiente sería convertida en un exitoso videojuego para PC, “Indiana Jones and the Fate of Atlantis”. Dark Horse contó para este producto con la veteranía de Dan Barry, encargado del dibujo y los guiones con la ayuda de William Messner-Loebs, aportando Dave Dorman unas llamativas portadas pintadas. Desde luego la mejor aventura en cómic del personaje aparecida hasta esa fecha, con un guión correcto –de nuevo aparecemos los españoles con esa imagen de terratenientes con bigote y perilla- que no duda en recurrir a valores seguros: la búsqueda de un objeto que también interesa a los nazis con tintes paranormales en compañía de una bella chica cuya relación con Jones no es todo lo fluida que debería. Se completa con un bello dibujo de un postrer Barry con un motivado Karl Kesel al entintado y unos colores directos muy apropiados de Laurene Haines (que, lamentablemente, son sustituidos por una coloración estándar en el último número).
El estreno del serial de televisión sobre el joven Indiana Jones propició también su adaptación al cómic, en una serie que contó finalmente con 12 números entre 1992 y 1993, con guiones y en algunos números dibujos de Dan Barry, siendo Gray Morrow el dibujante regular. La serie se limitaba a adaptar con mayor o menor acierto los capítulos de televisión, presentando al igual que las adaptaciones cinematográficas cierto constreñimiento adaptativo aunque con un resultado más aparente.
A partir de este momento y durante la primera mitad de la década de los 90 Dark Horse editaría varias historietas más, en forma de miniseries o números únicos: “Indiana Jones: Thunder in the Orient” (1993) (miniserie 6 números, de nuevo Barry como autor completo), “Indiana Jones and the Arms of Gold” (1994) (miniserie 4 números, cambio de estilo con Mars al guión y Leo Durañona a los lápices), “Indiana Jones and the Golden Fleece” (1994) (miniserie 2 números), “Indiana Jones and the Shrine of the Sea Devil” (1994) (número único, previamente publicado por entregas en la revista “Dark Horse Comics” números 3 a 6, entre 1992 y 1993, con preciosistas dibujos de Gary Gianni), “Indiana Jones and the Iron Phoenix” (1995) (miniserie 4 números, de nuevo con el tándem Mars & Durañona adaptando la historia de un videojuego que no se llegó a realizar), “Indiana Jones and the Spear of Destiny” (1995) (miniserie 4 números, única historia en la que vuelve a aparecer el padre de Indy) e “Indiana Jones and the Sargasso Pirates” (1995-1996) (miniserie 4 números).
Poco mencionaremos las parodias o derivados, como las historietas publicadas en la revista MAD con el estreno de cada película ( “Raiders of a Lost Art” en MAD #228, enero 1982; “Inbanana Jones and the Temple of Goons” en MAD #250, octubre 1984; “Inbanana Jones and His Last Crude Days” en MAD #291, diciembre 1989; o las 2 páginas con posibles títulos para la cuarta parte en MAD #405 de 2008), las versiones “disneyanas” como “Indiana Goofs” (Indiana Pipps en el original italiano) o la autóctona “Cabezón Jones y el arca escondida” (T. Dolmen Editorial, 2008).
Con el estreno de la nueva película, además de la inevitable adaptación (a cargo de John Jackson Miller, Luke Ross y Cliff Richards) Dark Horse ha decidido reeditar su material previo recopilándolo en gruesos tomos con el nombre de “Indiana Jones Omnibus”, cuyo primer número salió a la venta en febrero de 2008 conteniendo las miniseries “Indiana Jones and the Fate of Atlantis”, “Indiana Jones: Thunder in the Orient” e “Indiana Jones and the Arms of Gold”.
Para junio de 2008 está prevista la salida al mercado de la última miniserie hasta el momento, “Indiana Jones and the Tomb of the Gods”
EL HOMBRE DEL LÁTIGO EN ESPAÑALa mayoría del material estadounidense ha sido publicado en España, aunque hoy en día está descatalogado y es muy difícil de encontrar.
La primera miniserie fue publicada tras el estreno de la primera película en forma de álbum por Ediciones Recreativas en el número 2 de su colección Cine-comic, con la portada del Marvel Super Special. Forum la rescataría para incluirla en los números 11 y 12 de su serie regular, que traducía al español la serie regular americana a razón de número y medio por cuaderno. Constó en total de 26 ejemplares, publicando los primeros 31 números de la serie regular USA. También fue Forum la que publicó la adaptación de
Indiana Jones y el Templo Maldito, como tomo dentro de su colección Novelas Gráficas Marvel en 1984, y de
Indiana Jones y la última cruzada en su colección Novelas Gráficas en 1989 (en un inexplicable blanco y negro ya que la edición original era a color).
También se produjo un cambio de editorial en España con los nuevos productos. Así, fue Norma Editorial la detentora de los derechos de Dark Horse y la que publicó en España la primera miniserie de Dan Barry con el título “Indiana Jones y las llaves de Atlantis” en cuatro números (en 1991, que posteriormente serían recopilados en un retapado con el título “Super Indiana Jones”) y “Las aventuras del joven Indiana Jones” (a partir de octubre de 1992 como serie limitada de 12 números).
En mayo de 2008 Norma ha sacado a la venta la traducción del Omnibus de Dark Horse y la adaptación de la última película dentro de una prometedora Colección Indiana Jones. En el futuro preveen publicar más material de Omnibus y está en preparación una nueva línea con el título “Las aventuras de Indiana Jones”.