martes, 6 de mayo de 2008

IRON MAN. EXTREMIS

IRON MAN – EXTREMIS. Si vis pacem, para bellum

Por Antonio Santos (de su serie La voz en el desierto, entrega 49)

Pudiera ser la 8ª temporada de SEINFELD la que contiene la siguiente escena: ELAINE (JULIA-LUISE DREYFUS, más atractiva a cada temporada) se reúne con JERRY (Seinfeld) y GEORGE (JASON ALEXANDER) en la cafetería.

-¿De qué discutíais? –pregunta ella.

-Apostábamos si EL HOMBRE DE HIERRO lleva o no calzoncillos debajo de la armadura.

Este volumen contesta la pregunta; ahora queda averiguar cuál de los dos gañanes ganó la apuesta.

Datos técnicos.-

Iron Man: Extremis. Fabuloso y sólido tomo que agrupa los SEIS números norteamericanos fabricados por MARVEL COMICS y con repintado de chapa de PANINI CÓMICS ESPAÑA, dentro de su COLECCIÓN 100 % MARVEL; aparecido aquí en 2007, tras periplo americano de 2005. Según genialidades de WARREN ELLIS e impactantemente ilustrado por ADI GRANOV, que compendia todo el proceso gráfico. ESTUDIO FÉNIX lo rotula y realiza. HÉCTOR LOADA lo traduce. ISBN: 84-96734-02-1. Ciento cincuenta y seis páginas encoladas al precio de 10,50 euros. En gran medida, este volumen ha servido de base para la película recientemente estrenada.

De qué va.-

Actualización en CYBERPUNK del precoz genio TONY STARK que, desde la mugrienta oscuridad de un garaje, dirige un poderoso emporio armamentístico. Encabeza, junto a la DRA. MAYA HANSEN, una tecnorrevolución apabullante destinada a dejar desfasado el mundo entero en pocos años.

Iron Man, su sosias, su “guardaespaldas”, benefactor automático del mundo, habrá de enfrentarse a un primer y vengativo ejemplo de ese mundo del futuro, descubriendo que el popular superhéroe acorazado es tan sofisticado como un PARAMECIO pueda serlo comparado con un ser humano.

De la ruda lección recibida no sólo surge una nueva coraza Iron Man (una cansina constante de la serie), sino una inédita forma de vida.

Mismo perro: collar nuevo.-

Muy lejos queda el concepto que Ellis (del cual vuestro scriptor confiesa que ésta es la única obra suya leída) tiene del complejo mundo que respiramos de aquél otro que STAN LEE y JACK KIRBY urdieron para su triunfador Anthony Stark, un conservador fabricante de armas embarbascado en una guerra en Vietnam lesiva para América (y de la que, aquel Stark, como RAMBO, llegaría a ser uno de sus vituperados veteranos). Aquel Stark encarnaba el glamour y la riqueza del Hollywood de los 1950 y 60 (y tiroteado por revistas como CONFIDENTIAL): aparatosos pilotos de coches prestigiosos y padrinos de estrellas en ciernes, colgadas del brazo de magnates como HOWARD HUGHES ante las cámaras de LIFE o de HOLA!. (Nota: Stark, más que de BRUCE WAYNE, parece trasunto de este hipocondríaco ex CASANOVA; tanto que su propio y violento padre se llama Howard –hay más Howards en el mundo, además del PATO-.) Stark se gana sus buenos réditos con sus armas. El país las necesita. El país está metido en un DINKY DAU de narices. Stark puede sacarlos del aprieto con la última arma emanada, cual PALAS ATENEA, de sus mientes.

Para Ellis, la mina que incrustó la metralla junto a su corazón y le hizo ir cerca de veinte años con esa camiseta despolarizable y con accesos de ataques al corazón constantes (y dramáticas y angustiosas recargas in extremis en el lavabo del hotel) procede de las mismas factorías Stark, haciendo con eso como un guiño a una especie de perversa justicia poética.

Pero, al contrario que el Stark/Lee, cuya experiencia de conversión es semejante a la de SAULO camino de Damasco, y se torna ecológico, humanista, ALGOREANO de pro, desmantelador de sistemas de armas, para el Stark/Ellis la vida de Tony sigue igual; es realista y egoísta, vive en el mundo, sabe que el dinero está en las armas. Stark está sólidamente comprometido con la victoria americana y sigue regando el planeta con micromuniciones devastadoras. Para limpiar eventualmente su conciencia, se limita a proporcionarle a la sociedad un sheriff blindado y de alta tecnología que va de poco más que de ROBOCOP por la vida.

Aunque a lo largo del relato se mencionan (casuales) a personajes como LOS VENGADORES (por cierto, ¿Vengadores de qué?) o cualquiera de los pintorescos villanos de la iconografía Marvel atañida a Stark/Iron Man, no vemos por estas pasmosas viñetas ni la sombra de uno de ellos. Ellis decide barrenar en cuestiones morales y sociológicas (con vagos tintes psicológicos), preguntándose para qué sirve Iron Man, y de este dilema hace eje su historia. ¿De qué le sirve a un chaval afgano cruelmente mutilado? Aunque Stark pudo hacer hincapié en las prótesis médicas derivadas de la tecnología Iron Man, éste lo único que hace o representa es a Occidente y su sistema sociopolítico. No sirve para otra cosa.

Observemos que la figura de Tony Stark siempre ha tenido un “grave fallo de diseño” (al margen, venturoso, de ser el único del panteón Marvel carente de superpoderes): su accidente, el que le transforma en Iron Man, es un absurdo.

Tal lo que representa Stark (apropiadamente encarnado por ROBERT DOWNEY JR., barrenado por las adicciones, lo cual le resta credibilidad, porque Stark es un hombre de unos veinticinco años de edad), que es lujo, dinero, tías buenas, party permanente, ¿es factible creer que alguien tan rico y vanidoso viaje hasta las húmedas junglas vietnamitas o el desecante desierto afgano, ambos poblados de crueles guerrilleros, para probar sus armas, in situ? Nunca.

Stark es un conservador con vagas inclinaciones demócratas, votante republicano y leal defensor de la patria y la bandera. El Stark/Lee tutea afablemente al conserje negro que barre su fábrica, pero no lo quiere en su consejo de administración (al margen de lo que nos quieran hacer creer los de la FASE DOS). Le escandalizaría el KKK, pero desconfiaría de la integración racial.

Es un hombre duro, de empresa, que visita algún polígono de pruebas y poco más. ¿Ir a una prueba a algún rincón caliente del planeta? Ni en el DIVERTIMÓVIL. Lo flipas, PEPPER POTS, su no amor del cual está rendidamente enamorado.

Pero si Stark fuese (éste o el nuevo) un yonqui de la adrenalina y adicto a los deportes extremos (VIN DIESEL en XXX), entonces encaja perfectamente. No es ese altruista con el pecho forrado de metralla que se conduele del daño causado por su munición: Iron Man es la experiencia definitiva en cuanto a deportes de riesgo, el chute de endorfinas total. Esta es la vereda que Ellis esboza un momento, para a continuación aferrar la etapa de DAVID MICHELINE del Stark alcohólico y promiscuo (gran número de conquistas entre las beldades del COUCHÉ) que, de algún modo, experimenta la necesidad de reivindicarse moralmente. Es cuando entrega a Iron Man al mundo (¿donde encierra sus remordimientos, entre polímeros y aleaciones?) y ya siente que pagó su deuda moral, la que sea.

El Gobierno: mi enemigo.-

Ellis, guionista británico con muy dispares inquietudes (nos informa este Extremis), relata la venganza de uno de esos activistas de la América Profunda (que abraza ideario fascista pero reniega positivamente del fascismo), víctima del Gobierno. Su familia fue exterminada en una redada (del FBI, aparentemente; quizás el lector conozca –EDGAR HOOVER al margen- el intenso recelo y fobia que esta fuerza concita en los EE UU) y MALLEN, anarquista furioso, la emprende, pues, contra quienes lo dejaron huérfano, transformado con el Extremis, un medicamento nanotecnológico, en un arma imparable. Masacra una sede del FBI demostrando que el ser humano está obsoleto, junto con gran parte del panteón de superhéroes,

Iron Man intenta arrestarlo, recibiendo la amarga lección que Mallen dio al FBI. Mallen, ya puestos, quiere derrocar al Gobierno y después, quizás, quién sabe, es posible, imponer una nueva forma de vida: la del sujeto absolutamente independiente que no se deja ningunear o intimidar por el Poder, pues posee fuerza sobrada para mantener su libertad. Iron Man derrota a Mallen, no tanto por la amenaza implícita que supone, como por una sensación íntima de superioridad.

El egoísmo es otra clave que merodea esta obra: Hansen actúa motivada por la retirada de fondos que el Extremis padece. La mejor forma de recuperarlos era apelando al Si vis pacem… del ejército. Pero, parece ser, que para terminar con las guerras, hace falta un Hombre de Hierro forjado en su calor.

Si la familia de Mallen no hubiese sido ejecutado, este sujeto no gozaría tanto de nuestra simpatía. Ellis intenta mostrarnos la soberana injusticia que detenta el Poder, matizado con grandes dosis de gris, y que esa fuerza puede engendrar monstruos que traten de devolverle, con virulencia, su crueldad. (Objetivamente, tampoco los Mallen eran inofensivos, cuidado. Bordeaban el terrorismo.) Eso nos lleva a plantearnos si otro de los objetivos de esta narración no es la de denunciar la mediatización que estamos sufriendo, de un tiempo a esta parte, y que está anulando nuestra capacidad de discernimiento. En otro tiempo, Mallen hubiese sido clasificado como el Enemigo Público Número Uno. Ahora es, directamente, un terrorista (observemos cuánto ha calado esto en nuestros medios de información, y la falacia que lo alienta sin parar, que al maltratador ahora se le designa como terrorista -¡¡terrorista!!- doméstico), y que la Sociedad, aturdida, anestesiada, atontada, ya no tiene energías para reconfigurar lo coherente y se entrega a los alarmismos porque son más fáciles de aceptar que ponerse a pensar.

Por esta regla, ¿sería DILLINGER genocida de la catadura de los JUICIOS DE NÜREMBERG?

¿De qué sirve Iron Man?.-

Para nada, aparte de estímulo priápico de Tony Stark (enmascarado de deuda social o remordimiento). Excluyendo la pintoresca galería de payasos enmascarados y sus “perversos” planes, fijémonos en su influencia social o política. En este apartado, Marvel y DC COMICS van servidos: aun siendo Universos caracterizados por una fantasía desbocada, Iron Man no puede ganar la guerra de Vietnam. Todo el Universo Marvel no sirve como efectiva fuerza de pacificación.

En la versión Ellis, Iron Man no suprime las insurgencias afganas e iraquíes, poseyendo recursos más que sobrados para hacerlo. Buen ejemplo de este inconsistente lo tenemos en la cinta de LEFABREAU (muy recomendable, por cierto: quizás la mejor adaptación de material Marvel a 35 mm.): Stark, con su armadura ya perfeccionada, sale a celebrarlo y acude a una fiesta de gente guapa con la cual se le relaciona y le revientan la velada mostrándole fotos de unas atrocidades cometidas con sus armas. Acto seguido, emprende el vuelo y efectúa una acción policial en la zona flagelada. Y ya está. No lleva la paz. No ayuda a su triunfo. Su nueva hiperconciencia humanista no da para más.

¿Por qué los superhéroes (cualesquiera) no acabaron rápidamente con lo de Vietnam? ¿Por qué no terminan con lo de Afganistán o Irak? ¿Hubiera habido necesidad de una guerra en estos países, siquiera, en sus Universos figurados? ¡El DR. MANHATTAN acabó con la guerra de Vietnam en breves semanas!

Otro detalle: cuando se enumeran los grandes NOBEL de Marvel y su aportación social, descubrimos que, además de excluir nombres, la tal mejora cotidiana es inexistente. REED RICHARDS está constantemente aportando inventos. Stark manufactura el futuro, ahora. Sin embargo, PETER PARKER va al curro en una VESPINO purriosa y los bloques del guetto apilan futuros Mallen. ¿Dónde está esa gloria tecnológica, esa PAX HEROICA, y sus frutos? ¡Estamos en un reino de fantasías! ¡Puede hacerse! En cambio, la rutina empaña Nueva York.

¿Por qué, cuando se mencionan a esas lumbreras, se ignora al DR. DOOM? ¡Que es el tío que inventó la máquina del tiempo! Aunque sea un genio del mal, sigue siendo un genio. LUCIFER es un ángel, aunque caído.

Puro arte.-

El que Granov vierte en estas planchas. Sólo con grandes y elogiosos términos admirativos podemos expresarnos al referirnos a su labor, que tiene, no obstante, leves pegas, y una de ellas es incómodamente significativa.

Como dibujo hiperrealista (más aún que el de ALEX ROSS, en cuya estela se mueve, mas no con su fuerza, ni brillo), tiene el inconveniente de que las escenas resulten estáticas. Todos los personajes gozan de una sana apariencia inerte, pero es un sacrificio que debemos aceptar cuando el arte expuesto es tal. Genera asombro, una plancha tras otra, y sin duda, compensa aquellas deficiencias que el guión (la única apreciada: su laconismo) pudiera esbozar.

Otro defectillo (apenas significativo) es que todos los personajes tienen el mismo rostro, con las oportunas modificaciones, esto es. Pero, observado con detalle, se ve que es así.

Por último y más inquietante: ¿cuándo dibujo sale del talento de Granov y cuánto de su bien amaestrada computadora?

Recapitulando.-

Extremis, embarcado en este virulento vaivén que sufre Marvel de que donde dije digo digo Diego, podemos considerarlo como un eficaz punto de arranque y actualización de este decano del cómic que se enfrentaba al complejo Cosmos de los superhéroes sólo con su ingenio: más vale maña que fuerza.

Hace algún tiempo reseñamos una especie de línea paralela de Iron Man, guionizada por ORSON SCOTT CARD (el que tenía que verlo para creerlo), reputado escritor de ciencia ficción, al cual este trabajo de Ellis ha dejado en la ignota miseria. De paso, Extremis ha sepultado el género cyberpunk preconizado por WILLIAM GIBSON (lo ha dejado totalmente obsoleto, caduco, rancio) y hace penetrar al personaje en una inédita complejidad que, sin duda, será desaprovechada.

Tal es el estándar aquí preconizado que no sería mala cosa que Gibson, por ejemplo, tuviese la oportunidad de desarrollar este CYBERNANOPUNK, donde la interacción hombre/máquina sucede a escala celular. Se acabaron los apaños, los repuestos, las prótesis. ¿No hay quien afirma que dentro de quince años las medicinas se limitarán a una cápsula con nanobots que ordenarán a los propios órganos enfermos a crear el remedio?

Extremis es recomendable y encomiable. Intenta plantear inquietantes e incómodas preguntas (que Stan Lee jamás hubiese abordado) y concita agudas hipótesis. Más que ningún otro tebeo o película del género, expone el OMBLIGUISMO en que viven estos personajes, pese a venderse como invaluables defensores y benefactores del género humano. Es una línea valiente, ambiciosa, imaginativa, la que proponen Ellis y Granov desde estas láminas, que ojalá decidan seguir desarrollando, que nos salven de las caóticas marañas de los ULTIMATE y las DINASTÍAS que no hacen más que causar confusión, evidenciando graves carencias de la industria.

La película es más que correcta (aunque no perfecta: el final es RoboCop 2) y se cubre de los numerosos elementos que Stark ha ido amontonando a su alrededor durante todas estas décadas, como la chatarra de todas sus armaduras descartadas.

Por cierto que, en la sombría TIERRA-X, Reed Richards vino a decir que la más valiosa armadura con la cual se rodeó Stark fue la del cristal de la botella que cebó su alcoholismo (un tardoalcoholismo, si consideramos el largo tiempo que empleó en incubarse), porque el propio Tony intuía lo que un Stark desatado era capaz de hacer, cosas peligrosas e increíbles, contra las cuales no había defensa.

Lo mejor.-
No podemos impedirlo: Granov.
La página.-
La 28.
La viñeta.-
Quede a elección del lector.
La frase.-
En la entrevista hay unas cuantas.
Por la trayectoria clásica del personaje:
-Sr. Mallen. Túmbese en el suelo con las manos en la nuca y los tobillos cruzados. O tendré que matarle.
Lo peor.-
Que esta línea argumental se siega aquí.


Reseña de Antonio Santos

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