miércoles, 28 de mayo de 2008

GENARO, DE EL JUEVES

GENARO… LA BRASA EN CASA. FRACASO DE GENERACIÓN


Desde que El Jueves salió del bache y encontró apoyo en RBA ha ampliado su abanico de publicaciones. Entre sus lanzamientos más importantes, aparte de los libros de bolsillo rescatadores de álbumes ya publicados anteriormente por el sello de J.L. Martín y compañía, encontramos una colección de libros encuadernados en cartoné recopilatorios de historietas aparecidas en el semanario. Para ella han elegido el original título de… Colección el jueves. Ah, y los publican sin numerar, para ponérselo más fácil a quienes les siguen la pista o les van catalogando…

Sarcasmos aparte, entre los últimos títulos publicados hallamos un libro del gaditano Mel. Melchor Adolfo Prats González, que es como sirve a los dictados de Hacienda, ha ido creciendo despacito y sin que nos enteremos. Dibujaba tiras en prensa universitaria junto a Manu Péculo en Diario de Cádiz, que luego pasaron a la prensa jerezana, y ya en el siglo XXI comenzamos a ver su firma en la revista 2001, en el Androito Ke-Ke, en algunos tebeos de superhéroes (ay, aquellas hilarantes viñetas de aderezo en la colección de Los 4 Fantásticos con guión de Rafa Marín) y en variados espacios web, como www.bibliopolis.org, www.womics.cl, o www.lomascurioso.com Al poco, ¡zas!, aparece en Spirou el tío.

Mientras iba escalando peldaños, Mel creó una tira para El Jueves. Para la revista costumbrista por excelencia generó una familia prototípica por antonomasia, la de Genaro, un tipo que fue joven en los finales sesenta, contestatario y de izquierdas, y que hoy se ve casado, barrigudo y calvo, y padre de dos hijos de los que le separa un abismo generacional. Es el retrato de aquello contra lo que luchaba en 1968, paradójicamente.

El humorista gaditano nos brinda sus peripecias mediante cuatro tiras por página, todas siguiendo el mismo tema troncal cada semana. Con sus vivencias narradas por Mel, Genaro parece recordar aquella frase pintada en fachadas parisinas, “Sé realista, pide lo imposible”, y sobre ella giran muchas de sus reflexiones, cayendo constantemente en la cuenta de lo inútil del eslogan. Y de lo lejos que quedan ya los ideales por los que se movilizaron trabajadores y estudiantes en aquel mayo tan mediático pero tan escasamente revolucionario.

Las tiras de Mel describen bien esta circunstancia, pero lo cierto es que tienen menos chispa que sus trabajos más frescos de juventud. Es esta obra de Mel un trabajo en el que se afana cada semana con evidente esfuerzo, pues no se engolosina en la tinta como hacía con sus tiras publicadas en prensa gaditana, y que se nota que mejoran ostensiblemente gracias al coloreado. Su personaje central se acerca demasiado al Hommer de Groening y los primeros gags (al menos los primeros de este álbum) son escasamente brillantes cuando versan sobre problemas afectivos o de relación con los hijos. De hecho hay una tira en la que Mel reflexiona sobre su capacidad para saber cómo y qué piensa un cincuentón como Genaro sin haber alcanzado esa edad ni esas experiencias. Más interesantes y más inteligentes son las tiras coprotagonizadas por el amigo de Genaro, un personaje muy acertado y divertido que a veces da pie a tiras francamente conseguidas. De hecho, a partir de cierto momento, poco más allá de la mitad del libro, son los personajes secundarios los que destronan a Genaro en la labor de hacer humor; es cuando se presenta el sargento Griñón que la serie experimenta un subida neta de calidad precisamente porque el autor juega la baza de la ironía amarga.

En la entrevista que recientemente le practicó José Luis Vidal para la imprescindible revista Freek!, el autor gaditano reconocía:

«El humor gráfico no siempre busca la risa, hay veces que busca la congelación de la risa, por ejemplo. Incluso hay chistes que son tristes directamente. O creo que todos los temas se pueden tocar (…) Lo que pasa es que hay que encontrar el tono, no dar un tono de risotada, ni de carcajada, más bien de risa amarga»

Esta obra nos sirve, pues, para observar la maduración de Mel como autor pluridisciplinar, que ha evolucionado desde un estilo amable de dibujo y humor sencillo hasta el de un autor con más recursos y capaz de gags más elaborados. La última parte de este libro es, en este sentido, un buen ejemplo de acertada ironía sobre lo que somos y lo que fuimos.

Reseña de Manuel Barrero


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