Tanto Mortadelo, el personaje de los mil disfraces, como su "jefe" Filemón demostraron una vez más ―diez años después de su nacimiento― la enorme capacidad de adaptación que les caracteriza. Aunque más que a Mortadelo y Filemón nos referimos, obviamente, a su creador, Francisco Ibáñez. La incorporación de nuevas corrientes, estilos y series procedentes de la historieta franco-belga, afectada esta a su vez por las renovaciones formales específicas de los años sesenta, llevó a la editorial Bruguera a inundar los quioscos de prensa con nuevas cabeceras y nuevos formatos, mientras la misma casa sugería a sus dibujantes un intento de modernización "a la francesa". Y el hecho es que Mortadelo se convirtió en el epítome de esa renovación, bien que realizada a fin de cuentas "a la española". Javier Alcázar analiza con conocimiento de causa este fenómeno y lo detalla con claridad en el artículo que presentamos a continuación.
El tebeosferato atómico
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