
En los finales noventa se obstinaron los fanzinistas por retorcer el género en lo paródico y en el exceso (sexual hasta lo brutal, violento hasta lo gore) en producciones de variada índole, de las cuales tomaremos varios ejemplos: HISTORIAS HORRIPILANTES, del sello Subterfuge, que disfrazaba su oferta underground de tono cafre con una estética similar a la de los cómics de EC. KILLER TOONS, publicación cordobesa ya mencionada en este blog que compartía con la anterior irreverencia y brutalidad desmedidas. WOLVES, lanzamiento granadino con la licantropía como eje en la que despegaba el ilustrador Barony. O TRECE, revista malagueña que intentó la distribución nacional (y hasta internacional) con una oferta atractiva pero sin suerte en nuestro mercado, ya por entonces agonizante.
Las últimas obras mencionadas tienen en común que eran andaluzas, como lo fue en su día el lanzamiento BOCETOS, cuyo último número (el 2) suponía un anticipo de lo que sería años más tarde el cómic de horror CTHULHU, con los mismos autores y el mismo planteamiento). A esta tierra hemos llegado tras repasar ayer con desparpajo a los KILLER TOONS, revista que resurgió de sus cenizas en la primera década del siglo XXI para aportar más caña al interesado en el terror directo y en el horror satírico, dándose cita en sus páginas de nuevo el grupo de autores que habían medrado en los noventa: Cáceres, Zonum, Infantes, El Juan Pérez, Raúlo...

Lo hicieron posible: Antonio Moreno, Rafael Ruiz y Manuel Barrero
Tebeosfera. Del fanzine a lo pornográfico sin vacilación.
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