Cubiertas de los tres primeros Star Trek Classic
La voz en el desierto. La ofensiva Recerca/1: Star Trek Classic. Salvando el Cosmos en pijama
RESEÑA.- Recerca continúa su batalla hacia las constelación de las grandes editoriales y la ubicación permanente en nuestras estanterías, ora con una u otra colección, sagas jugosas, entienden ellos, desdeñadas por las demás Editoriales y a las cuales les están sacando réditos.
Como parte de su fuerte ofensiva está la de STAR TREK CLASSIC, volumen compuesto por aventuras inéditas y autoconclusivas de finales de los rumbosos años 60 (mientras algunos dejaban los cuernos en Vietnam, éstos en fiestas de pijamas estelares), publicadas originalmente por Gold Key.
Datos técnicos.-
Star Trek Classic: número 3 de 5. COLECCIÓN CI-FI, 68 páginas; formato cómic book. Guión del más grande, el único e inimitable AUTOR DESCONOCIDO. Dibujo de ALBERTO GIOLITTI. Material propiedad de la Paramount Pictures y Checker Books Publishing. Recopilatorio de los números 5 y 6 (Septiembre y Diciembre) de 1969. Traducción, diseño y rotulación: STUDIO SULACO. Portada: JOSÉ AVILÉS. Coloquial prólogo del editor: XAVIER MORELL (capitán del USS Recerca). Contiene la informativa sección a cargo de LUIS ALBORECA y CARLOS DÍAS MAROTO sobre el Universo trekkie. ISBN: 84-96402-29-0. Se imprime en Coria del Río (Sevilla) y te cuesta 5,80 €.
El espacio…
…la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise en una misión de cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas, de nuevas civilizaciones… Hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar…
…excepto a la taquilla y las cuotas de audiencia, que implacablemente están varando en el dique seco definitivamente al venerado producto del imaginativo GENE RODDENBERRY.
¿De qué va?.-
Pues de tíos en pijama y botas de goma para la lluvia viajando a boro de un rosco gigante por el espacio, protagonizando una suerte de trolas cósmicas muy de los años 60, cachondas en su esencia y desarrollo, disparatadas y con soluciones propias del PROFESOR BACTERIO. Hay que ser muy indulgente con las licencias de estas historias.
Ya resaltado, las dos historias que componen este tomo se remontan al año 1969 (el mismo que, ¡qué curioso!, NEIL ARMSTRONG pisó la Luna), ciñéndose a los criterios preestablecidos por el creador aunque tomándose ciertas libertades que chirrían al compararlas con la serie mítica de la TV.
El material editado por Recerca (de Abril 2005) despide desde sus hojas ese olor añejo de los tebeos de NOVARO o los de VÉRTICE, los DOSSIER NEGRO, los VAMPUS y RUFUS. ¡Eso sí que es un homenaje! ¡Habéis teletransportado el olor a pulpa y los hongos del papel del 69 al 05!
Y sin perder una sóla molécula de su calidad en la transferencia.
En la primera historia, los machotes en uniformes de dormir encuentran un planeta despoblado rodeado por un anillo cromático compuesto por fragmentos de cobre (!), el cual además despide ráfagas radiactivas letales.
Como el capitán Kirk es de naturaleza de culo inquieto, escoge un comando y se teleyectan a la superficie radiactiva, que ya dijimos que era letal, pero se ve que sus pijamas (esto, sus uniformes) están confeccionados de un supertejido aislante y protector de la marca Que No Veas. Les proporciona una atmósfera respirable y la gravedad óptima, incluso. Con pijamas así, ¿quién necesita costosos trajes espaciales, engorrosos por ende?
Mientras hurgan por las miserias (radiactivas) del semirruinoso planeta, les llega un robot en un buga VEM (Vehículo ElectroMagnético) invitándoles a ver la TV, sí, sí, una LCD Flatron desde donde los acogotan proyectándoles un serial protagonizado por dos cabezudos calvos (un cliché eterno de la ciencia ficción: si es extraterrestre, es cabezón y calvo), gemelos que responden a los nombres de Justin I y II, que gimotean mientras les revelan sus penas: los efectos catastróficos del anillo que diezmó letalmente la población.
Como oficiales y caballeros, incapaces de negarle su ayuda a nadie (bueno, a las Amazonas Salvajes Pechugonas y Ninfómanas, quizás), los audaces del Entre Prisa se ponen en la labor de remediar los quebrantos de los alopécicos y su pueblo fatalmente atacado por el arco iris cúprico/radiactivo (¡esto no se le ocurre a STAN LEE ni harto tinto!)
Pero ¡alto!, algo huele a podrido en el planeta Uno (ese día, el prodigio al guión andaba flojo de creatividad). Uno de los vivaces compis del capitán Kirk descubre que dos robots (tela de cutres, por cierto), le impiden el paso a cierta habitación con puerta de cámara acorazada de banco. El señor Spock, que se las sabe todas, anula a los robots empleando… ¿para qué desvelarlo? ¡Solución insólita como ella sóla!
¿Por qué los robots hostiles (atentos a la jugada: en una serie que respeta las leyes de la robótica, es un dato llamativo) les impedían el acceso a la cámara tras la puerta acorazada? Pues para evitarles ver (atención) el archivo FOTOGRÁFICO (en papel Kodak mate y sepia) comprometedor de los pérfidos alopécicos cainitas.
Tras afear su conducta, el capitán Kirk, un hombre de acción, decide, pese a todo, salvar el planeta del mortífero anillo. Pero ¿qué serían los planes de James Tiberius Kirk sin el señor Spock? Fanfarronadas en botas de goma.
El dúo dinámico se pone a elucubrar (que para eso cobran) y el prodigioso paisano de Vulcano (que, por cierto, en estos tebeos demuestra mucha sangre caliente) urde un plan salvador exitoso.
Pero los pérfidos Caínes de Uno aún tienen más malas mañas y deben recibir un coscorrón sancionador, astutamente administrado por el señor Spock.
Llega el intermedio: la sección Universo Trek, donde nos informan de que el legendario invento de Roddenberry agoniza. En fin. Alguien aseveró una vez: Star Trek era Gene Roddenberry; sin él, no es nada. ¿O fue sobre Twigling Zone y Rod Serling?
El segundo episodio (Diciembre 1969) es aún más disparatado y cachondo, si cabe. ¡Qué ingenuos eran en los 60! El inventivo guionista echa mano al cliché argumental de los mundos en colisión. Afortunadamente, por aquellos andurriales siderales rula la Enterprise, con un impagable señor Spock a bordo capaz de solucionar todos los problemas, no importa su envergadura.
Todo el lío surge de la composición QUÍMICA de los planetas, que los atrae irresistiblemente. La culpa principal es del planeta rojo (cómo no), cuyas montañas metálicas, de un mineral desconocido (como el guionista, fíjate), se sienten irresistiblemente atraídas hacia la catástrofe chocando con el planeta pedregoso.
Para evitar una colisión cuyas consecuencias podrían ser fatales para el resto del sistema solar, Kirk decide reventar el planeta pedregoso, pues descubrió que el problema no tiene nada que un puñado de bombas H no resuelva.
Ese día, Kirk debía estar imbuido del espíritu del presidente JOHNSON y había que volar algo, joder, aun con NAPALM. Así que engancha a los mariachis de siempre para poner las bombas en la superficie del planeta.
(Generalmente, un capitán es el tío que se queda en el puente de mando ordenando y viendo emporcarse a sus subordinados. Pero el virus del culo inquieto hostiga a Kirk a encabezar todas las expediciones.)
Como los sensores de la Enterprise no detectan un asa en una taza, sólo una vez teletransportados al planeta descubren que hay vida inteligente (y cuánto).
(Porque otra constante de Star Trek es que SIEMPRE descienden en el punto crítico; nunca lo hacen a cien mil kilómetros de distancia de donde están los problemas y su existencia les va llegando paulatinamente.)
La reacción de los paisanos no es muy cordial, y menos cuando descubren las intenciones del plan de Kirk. Así que les sientan en unas sillas eléctricas que “les magnetiza la carne” coronándoles con unas ensaladeras para exprimirles las ideas.
Spock es el de las ideas, pero Kirk es el de la acción: les saca del atolladero bravamente. Tras las explicaciones, Kirk decide explotar el planeta rojo. Algo hay que volar, joder. Pero, ¡ay, amigo!, que el planeta rojo también está habitado por unos tipos escamosos verdes que, como los del planeta pedregoso, llevan una existencia subterránea. Y, claro, con sensores incapaces de detectar nada a 3 metros de distancia, ¿cómo descubrir vida a 3 kilómetros bajo tierra?
Y ahora, ¿qué hacemos? ¡Joder, no podemos volar nada!
Por fortuna, Spock tiene una idea en la que no hay que volar nada.
Las dos últimas planchas de esta historieta son antológicas. Difícilmente tienen parangón. (A menos que en el próximo volumen sean capaces de revalidarse…)
Producto de aquellos ingenuos 60.-
El Universo trekkie y la saga de Star Trek está sumamente bien considerado en numerosos ámbitos. La NASA confeccionó una tabla sobre las eventuales civilizaciones que pueden resultar más viables o reales dentro de la ciencia ficción y con las cuales podríamos llegar a contactar, siguiendo determinados patrones. La de Star Trek está considerada la más probable (mientras que la de Star Wars, de las menos.) Desde sus orígenes, cuenta con un respaldo, más o menos intenso, de reputados científicos y autores de luengo prestigio (ASIMOV, BRADBURY, CLARKE…) que hasta, en algún caso, escribieron algunos episodios de la saga clásica.
Con estos avales, los trekkies han sacado pecho y fuero, esgrimiéndolos como sables (de luz) ante los fans de Star Wars, llegando a desgañitarse en los estrenos de la saga de GEORGE LUCAS blandiendo, incluso, pancartas con la leyenda de que los blasters matan y los fásers aturden… aireando la superioridad moral e intelectual imperante en el Universo trekkie, más positivo, y por lo tanto, ejemplarizante, preferente para llenar las salas de cine.
Contemplamos con nostálgica simpatía este clásico, aquí emitido como La conquista del espacio y que en su momento debió ser todo un hot/shot, especialmente por el número de sesudos varones que firmaban los guiones. Eran los 60, caramba, la época de los hippies, el LSD y el ¡Qué infiernos: es aventura, fantasía. ¡Vete a saber qué ocultan esas nebulosas!!
Siguiendo su estela, podemos señalar series como Espacio 1999 u OVNI, donde las consolas de control tienen enormes pantallas inútiles, grandes botones, los paneles se iluminan repentinamente con colores psicodélicos (del ambientazo de las discotecas de las pelis de Paco Martínez Soria), armatostes redundantes y un computador de navegación monstruoso que lee tarjetas perforadas, el no va más de la informática. Hay nubes de lluvia en el espacio (no de polvo o plasma) y el magnetismo, la química y la radiactividad pueden curarse con una aspirina y un aparatito de luces locas.
Mucho del material contenido en este tomo no puede (ni debe) juzgarse con la perspectiva actual, so pena de matar su encanto indie, por muy fuerte que sea la tentación de señalar la sospechosa presencia de maromos en todas sus viñetas (palabra: no dibujan ni una hembra) y a las conclusiones que esto nos conduce (hasta Flash Gordon tenía una Dale Arden; ¿dónde está la del capitán Kirk?) o apostillar sobre el significado, ideológico, político, moral, de ciertas acciones o ideas. Todo eso huelga, son ganas de marear la perdiz.
¿Qué tiene de pecaminoso o maldito o inmoral leer un producto meramente enfocado al ocio, incluso desde su concepción? ¿Qué tiene de malo el simple disfrute, ese leve escalofrío infantil de placer al rescatar a la princesa? ¿Por qué ahora todo debe ser fundamental, crítico, neuróticamente censado, analizado y procesado, descrito con un lenguaje culterano y autoaislacionista, como un intento positivo de alejar el producto de masas de las masas, expidiéndolo hacia un grupo selecto, cuando lo que se aspira es que se lleve al máximo posible de lectores?
Déjales disfrutar con sus años 60 de campanolas hippies y treks de LSD. En 1972 empezará la pesadilla. Culminará con el cyberpunk, cuyas agoreras visiones resultan más exactas que todas las profecías del arrogante Asimov, el gran gurú, adivino doctorado del futuro, apóstol apócrifo.
El blues de los chicos burbuja.-
Buena forma de definir a los trekkies, así como a su Universo autocontenido y de limitadas dimensiones. Los anales de Star Trek y sus prohombres (ya mencionados) gestarán más sagas paralelas y pseudoparalelas, más 10 películas en las que los años 60 y sus caducos estándares se perpetúan pese a su ajamiento y memez. El mensaje parapanteista que abandera Star Trek está matándolo. Las nuevas generaciones, con esos monos de trabajo y sus maquinillas de afeitar lanzarrayos, no convencen, no enganchan; están tan desleídos y su mensaje es tan profundo que impulsan a la nostalgia de los viejos tiempos de cuando Kirk pegaba y Spock pensaba.
Al fin y al cabo, los blaster matan. ¡Qué deliciosa ironía se produce al leer en los créditos que la ILM crea los FX! Y los trekkies, en vez de encontrar un remedio a su decadencia, deciden atacar a Star Wars. Y mientras atacan, van podándole ramas a su Universo filodivino: la serie que debía relanzar el mito, Enterprise, una PRECUELA, fue cancelada. La undécima película quizás no se produzca. Y, en un alarde de genialidad, estudian producir una PRECUELA, una aventura acaecida 140 años antes del capitán Kirk. ¿Y cuál es su título: El klingon fantasma?
Tanto criticar a George Lucas…
Empero, sería un craso error regodearse de esta desgracia. Porque Star Trek es la piedra de toque de Star Wars y su desaparición nos conduciría a una galaxia lejana, muy lejana, progresivamente más decadente.
Star Trek debe sobrevivir, por la salud de Star Wars.
Apartado gráfico.-
Este cómic bebe infinitamente de las influencias estéticas, gráficas y los recursos de Flash Gordon y la larga serie de autores que dibujaron las aventuras del atleta ario, especialmente de DAN BARRY y WALLY WOOD. Alberto Giolitti se limita a seguir los patrones existentes, dibujando únicamente bien la cara de LEONARD NIMOY; la de WILL SHATTNER, ni de pura chamba. La portada de Avilés le da 2000 vueltas al contenido, rebosante de los mencionados clichés sacralizados que, afortunadamente, el cyberpunk apuntilló.
Da la sensación de que el dibujante obtuvo el trabajo porque era rápido, bastante correcto y poco problemático; cobraba, recibía el nuevo guión a la par que el cheque, vuelta a empezar. De este tebeo emana una impresión de barato que le impide considerarlo con cierto respeto. Es casi de leer, olvidar y tirar. Posiblemente, los trekkies profundos lo veneren en un altar, pero Giolitti hace un trabajo en el cual no impronta nada, tiende a lo rutinario, a la copia, a la uniformidad, quizás impuesta por la misma Gold Key.
Sobre la obra del excelso guionista, Desconocido, ¿qué decir? ¿Con cual otro trabajo precedente o futuro podemos compararlo? ¿Quién se oculta bajo esta pantalla de anonimato?
Maliciosamente (y en recuerdo del desdén que al 9º Arte se le profesaba entonces, aún calentita la era de WHERTAM), podemos sospechar que algún relumbrón (¿Asimov?) estaba tras estos gallardos diálogos, pero involucrar su nombre con un medio tan plebeyo como éste resultaba indigno de su manto.
O simplemente era algún plumilla sofocado que llevaba siete series a la vez, todas muy dispares, y que por trabajos ya publicados su nombre rechinaría apareciendo en esta edición.
O, simplemente, fue víctima de un desdén editorial y se consideró que el nombre del guionista no merecía el mínimo respeto de aparecer en los créditos.
La viñeta.-
La segunda de la página 64. Recordad que estamos en el espacio.
(¿Dónde estaban esos malditos escudos, Scotty?)
La frase.-
De Spock a Kirk:
“¡Rece, capitán Kirk! ¡Rece!”
Lo mejor.-
El soporte.
Lo peor.-
La forma implacable como el tiempo laminó este material. La valiente tripulación de la Enterprise pudo superar un billón de amenazas y enemigos, pero es incapaz de triunfar sobre su propia decadencia maniquea.
Reseña de A. Santos. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Recerca.
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