miércoles, 15 de febrero de 2006

Desdramatizar a Juan Ramón Jiménez


La Fundación Juan Ramón Jiménez ha organizado una exposición de caricaturas del Nobel para «desdramatizar la imagen seria y distante que siempre ha tenido». La exposición, que estará en la localidad de Lepe (Huelva) hasta el 16 de febrero, tiene previsto después recorrer distintas localidades de la provincia e incluso de la comunidad autónoma. La muestra reúne una selección de las mejores caricaturas del escritor publicadas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.


DE REPTILES Y TONTOS (la caricatura incomprendida)

Por José Luis Castro Lombilla


Sin duda, uno de los personajes que más sufrieron en la desastrosa guerra de Troya fue Casandra. Tras concederle el poder de la adivinación, Apolo, cuando fue rechazado por la joven hija de Príamo, le escupió en la boca y le retiró el don de la persuasión: aunque dijera la verdad, nadie la creería. Las consecuencias fueron terribles. A pesar de haber prevenido a todos contra el caballo de madera, ningún troyano tuvo en cuenta su aviso y así les fue.

Hoy, sin que lleguemos a saber qué dios juguetón y malvado ha condenado a los caricaturistas, sus retratos, sus críticas gráficas, sus, en definitiva, democráticos ejercicios de libertad, no son comprendidos por una gran parte del mundo. Esta incomprensión se manifiesta de dos maneras distintas. Una, la más peligrosa, es la violenta, la que vivimos estos días en los que el fundamentalismo islamista ha encontrado, tras meses después de haberse publicado las caricaturas de la discordia en Dinamarca, una mina para explotar su dogmática intransigencia y demostrar su poder como catalizador del odio cerril de una masa de fieles; otra, nada violenta pero igualmente nociva para la inteligencia, es la tonta, la que ha llevado a la Fundación Juan Ramón Jiménez a organizar una exposición de caricaturas del Nobel para «desdramatizar la imagen seria y distante que siempre ha tenido» confundiendo este género periodístico o este arte o, en definitiva, esta imprescindible actividad de la democracia, con un jueguecito infantil y banal, intranscendente, cuya única función sería la de ilustrar con cierta gracia carente de carga crítica, desprovista totalmente de cualquier profundo análisis, la realidad; llegando incluso a pensar que las caricaturas humanizan a un personaje; algo absurdo teniendo en cuenta que una caricatura es un retrato de la realidad y que han sido caricaturizados, por ejemplo, centenares de dictadores sin que por esto se hayan hecho más cercanos ni más humanos sino que, más al contrario, se ha visto con toda crudeza, gracias al poder de una imagen que exagera los rasgos, su verdadero carácter malvado. Aparte, claro está, de la sinrazón que supone querer atraer público hacia un escritor fabuloso y universal como Juan Ramón Jiménez por un aspecto absolutamente ajeno a su literatura, que es, sin duda, lo más valioso y verdaderamente importante de él y que parecen haber olvidado en su Fundación. Las caricaturas de Juan Ramón, que tienen un innegable interés por cuanto demuestran la atención que suscitó el genial escritor a lo largo de su vida, nunca pueden servir para cambiar la imagen que tenía. Si Juan Ramón era distante y serio como afirma la Fundación, el carácter jocoso que puedan tener algunas caricaturas sobre él no pueden jamás cambiar su imagen. Aunque cuesta creer que a alguien con un fino sentido del humor como Juan Ramón, capaz de autocaricaturizarse en su caricatura lírica “Autorretrato (para uso de reptiles de varia categoría)”, se le pueda tachar de serio, este carácter suyo (digamos físico que no literario) no debería intentar cambiarse porque daría como resultado una imagen falsa del poeta. Si una caricatura es graciosa, no por esto el caricaturizado ha de ser gracioso. Una caricatura es un reflejo exagerado de una realidad y si un personaje es serio la caricatura sobre él mostrará, indefectiblemente, a un hombre serio. Qué más da, además, que un escritor como Juan Ramón Jiménez fuera serio en su apariencia externa. Lo importante es su literatura y la mejor manera de calibrar su humanidad es leyéndolo. Si una Fundación que vela por el legado de un escritor como Juan Ramón Jiménez, que debe estar gestionada por personas con cierta sensibilidad literaria, no es capaz de entender esto sobre la literatura y cae en las pegajosas redes del simplismo cultural, no deberá sorprendernos que tenga esa imagen tan pueril del noble arte de la caricatura. Y no se trata de criticar la exposición, que se antoja muy interesante, sino los argumentos utilizados, su motivación.


En la página web de la Fundación (http://www.fundacion-jrj.es/noticias.shtml), se lee esta sorprendente declaración de intenciones:

«Exposición itinerante “Juan Ramón, un Nobel caricaturizado”. El principal objetivo de esta muestra es desdramatizar la imagen seria y distante que se ha tenido siempre de Juan Ramón, humanizándola y presentando una visión amable, diferente y simpática del personaje, con el fin de que el visitante perciba a un Juan Ramón más cercano. Va dirigida a tod@s: desde el público más joven, como los niños, dado su carácter desenfadado y divertido, hasta los amantes de la literatura en general y de la obra juanramoniana en particular. También a los entusiastas de las artes gráficas y del mundo del cómic. En definitiva, está pensada para el disfrute de todos los visitantes». (…)


Nos encontramos, pues, con que el dibujante de humor, el caricaturista, se mueve, como un funambulista de la inteligencia, entre dos extremos: la barbarie y la estupidez.


Si bien la barbarie que lleva a masas enardecidas a quemar banderas occidentales y apedrear observadores internacionales ha de estar necesariamente acompañada de una estupidez inherente que la explica, la estupidez incruenta, la que lleva a una institución pública como la Fundación Juan Ramón Jiménez a rebajar la caricatura a mero divertimento despojado de intelectualidad, resulta inexplicable por cuanto es patrimonio de personas a las que se les supone un cierto nivel cultural.

Esto, desde un punto de vista intelectual es más grave. Que un fundamentalista vea en una caricatura de Mahoma con una bomba por turbante una crítica extensiva a todo el islam, supone una visión simplista de la caricatura. Pero es que un fundamentalista, un intransigente, alguien que rechaza el dialógo y que no ve más allá de sus propias certezas, es, por defición, un simple (un simple peligroso, por supuesto. Recordemos que los dibujantes de los doce trabajos sobre Mahoma publicados en Dinamarca por el Jyllands-Posten, están, muy convenientemente, escondidos). Sin embargo, que personas relacionadas con el mundo de la cultura demuestren la misma simpleza al valorar el dibujo de humor (por supuesto en otro nivel, es decir, no tienen nada que ver unos funcionarios simplemente bobos en cuanto a su forma de entender la caricatura que unos descerebrados terroristas de la religión: no se está comparando a unos con otros. Sólo muestro la coincidencia en el no entendimiento del arte de la caricatura), sorprende y entristece. Los otros, dan miedo.

En cualquier caso, bienvenida sea la exposición de esta Fundación instituida por la Diputación Provincial de Huelva, la Junta de Andalucía, la Consejería de cultura y el Ayuntamiento de Moguer. Además de ser un interesantísimo repaso a la prensa de la época, será, sin duda, una extraordinaria ocasión para valorar a los artistas que nos precedieron, cuyos trabajos vanguardistas, en muchos casos, siguen teniendo una gran vigencia plástica y expresiva. Pero, sobre todo, tendremos una seguridad absoluta en que nadie nos lapidará por ver esos dibujos. Así que, con todas las reservas expuestas aquí en contra de las motivaciones de la exposición, pero absolutamente a favor de ella, creo altamente recomendable una visita a “Juan Ramón, un Nobel caricaturizado”. Especialmente se la recomiendo a los violentos que son capaces de matar por un dibujo; también, cómo no, a los insignes analistas políticos que pululan estos días por los medios de comunicación para criticar la publicación de las caricaturas cayendo en una gravísima y desproporcionada contradicción al reservar sus más duros reproches para los dibujos mientras que, sorprendentemente, justifican las reacciones airadas en contra de ellas por parte del mundo islámico. Para ellos especialmente porque con su prepotencia intelectual, con su soberbia, pretenden defender algo que no va más allá de mero sofisma en aras de un falso entendimiento entre civilizaciones y de un mal entendido respeto a las creencias religiosas que no es más que una rendición de la razón a la barbarie. A éstos, que con sus invectivas contra los dibujos queman (de una manera simbólica, claro, con sus rimbombantes discursos plagados de eruditas citas), las banderas de una patria universal que está amenazada por la intransigencia de unos y por la estupidez de otros: las banderas del humor. Que vayan todos a ver las caricaturas de Juan Ramón Jiménez, de un Nobel capaz de hablar hasta con los burros. A ver si, por otra parte, se les pega algo de él. Recordemos lo que decía en su “Revés de un derecho ya publicado”, continuación de su autorretrato: «Lo que prefiero en la vida es la simpatía».


Artículo de José Luis Castro Lombilla.
La imagen ha sido tomada del sitio web de la Fundación Juan Ramón Jiménez.


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