Por ANTONIO SANTOS (de su serie La voz en el desierto, entrega 33)
Hubo un tiempo en que MARVEL se atrevió a hacer y a apadrinar grandes historias; muy diferentes e insólitas al MAINSTREAM habitual. Ya nos referimos a MARSHAL LAW, el SHREK de los SUPERHÉROES. He aquí otro ejemplo de aquellos tiempos.
Entre las grandes referencias de los 1980, quedaría por despuntar este vívido manifiesto antibélico, especialmente contra la guerra nuclear, que el intenso marasmo de publicaciones y reputaciones hoy día ya afincadas y reiteradas en toda reseñas que se precie sobre el cómic, arrojaría no sólo a un segundo y discreto puesto, sino que lo anularía del acervo de lecturas.
Quizás porque su pesimista temática, o su ominoso mensaje, y su falta de colorido estrambótico, el de ese descarnado cotilleo de las entretelas superheroicas, dignas del L.A. CONFIDENTIAL que es WATCHMEN, o del canto lacónico al fascismo de FRANK MILLER, no poseían atractivos para atrapar un considerable volumen de lectores, verdadera lástima porque en muy contadas ocasiones se puede disfrutar de una obra de tan extraordinaria calidad.
Datos técnicos.-
The last american. Escrito en tándem por JOHN WAGNER (papá de JOHNNY ALPHA, entre otros) y ALAN GRANT (antes de que se pudriera en LOBO). Con agradecimiento especial a ARCHIE GOODWIN y DAN CHICHESTER. Con los peculiares trazos del nunca valorado MIKE MACMAHOM (visto mucho por JUDGE DREDD y que en esta obra imprime un característico estilo que permite afianzar aún más en el recuerdo del lector los momentos de esta historia); se entinta a sí mismo y surte de colorete a sus personajes. Material Marvel para su sello EPIC en 1991. FORUM lo editó aquí en 1992, ¡el año fastuoso! Edición española a cargo de JAIME ALBA; traducida a nuestra lengua, que dicen ser la de CERVANTES: EDUARD SOLÉ, rotulándolo con habilidad por JORDI ESTRUCH, que también jugaba de coordinador. Serie limitada EPIC PRESENTS del 9 al 12. Pagabas 25O pesetas, y no se dejaba un euro de propinilla por dos tebeos.
¿De qué va?.-
Ante la inminente TERCERA GUERRA MUNDIAL (la nuclear, no la que empezó el 11-S de 2001), el PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS escoge al CAPITÁN ULYSSES S. PILGRIM para ocupar una cámara criogénica, inicialmente prevista para el dignatario, para que, pasados veinte años, restaure el orden del país superviviente al destello de las nucleares, haciendo a América de nuevo poderosa. Pilgrim reúne unas características (excelente soldado, nos cuentan) que lo hace más idóneo para ocupar dicha cámara.
Pilgrim descubre que, tras dos décadas de radiaciones e INVIERNO NUCLEAR, lo único que sobrevive del poder americano son sus ruinas y el sepulcral silencio de un mundo muerto largos años antes.
The last american bebe mucho de la fuerte corriente antinuclear que a mediados de los 1980 barrió el mundo. El mensaje lanzado por los comunicadores (CARL SAGAN, RICHARD TURCO, ANN DRUYAN, entre otros) de que tras un conflicto nuclear las posibilidades de supervivencia el género humano serían prácticamente cero, no calaron con la suficiente intensidad, o parecían pertenecer a un ámbito demasiado elitista o técnico, como para que el pueblo apreciase la enormidad de la amenaza.
Recordemos, pese a lo que las grandes eminencias culturales quieran decir en contra, que el cómic es un MEDIO DE DIVULGACIÓN, CULTURA y DIFUSIÓN tan extraordinario como pueda serlo la prensa, al radio,
Nunca se le exige, dentro del ámbito literario, que una novela o poesía o ensayo tenga unos estándares tales como los que se les piden al cómic, que debe soportar, ya lo mencionamos, el sambenito de la puerilidad (cosa muy alejada de la realidad, como los que lo leemos y nos dedicamos a él sabemos; los tebeos son un desmesurado buffet, y aunque las patatas fritas abunden en las bandejas, también hay platos de sibaritas). Bien, esta obra es una lectura sibarita, culta y lo mejor, amena, con lo que su mensaje puede llegar tan lejos como se lo proponga.
John Warner y Alan Grant (hombres del 2000 AD y de las correrías postnucleares de Judge Dredd) trazan la historia de un sujeto que debe afrontar una circunstancia insólita, que la literatura y el cine han sondeado con cierta frecuencia (y que estas Navidades en nuestros cines repite con SOY LEYENDA, con el inefable WILL SMITH al mando, basado en el excelente libro de RICHARD MATHESON de igual título, y al que ahora nos referiremos): el hombre solo, alienado no por mor de la sociedad o enfermedad física o psiquiátrica, sino porque la especie se ha extinguido.
Ante la disyuntiva, ¿cómo se comporta el individuo? ¿Qué ideas atenazan su mente? ¿Cuál es el deterioro de su psique y cómo va afectando a su conducta? Los elementos que poseen los autores son absolutamente teóricos; nadie se ha visto en tales circunstancias y ha dejado testimonio, o ha sido observado clínicamente.
Soy leyenda intenta describir las circunstancias de su protagonista, el último (aparentemente) ser humano de un planeta poblado por vampiros, o algo similar, a lo largo de unos tres años de cotidiana reparación de tablones, cristales y ristras de ajos. Apreciamos que la degradación intelectual del protagonista, o sus esfuerzos por mantener íntegra su cordura, responden a un número de estímulos presentes en la sociedad contemporánea del autor, en la cual resiste.
En la versión cinematográfica de CHARLTON HESTON ya empieza, empero, a atisbarse una variación en la estructura de la identidad del personaje. Un embrutecimiento, una reducción a la barbarie, un cinismo rampante combatiendo la ausencia de afectos humanos. La época lo pulsaba así, y el héroe íntegro que, estaca en mano, va violando los féretros/neveras de la obra de Matheson (popular autor y escritor del género del terror, especialmente, y de
Pilgrim no espera tanto, ni siquiera se lo plantea. Despertado de un largo sueño criogénico, se encuentra con un mundo donde el polvo levantado por las explosiones y los incendios aún oscurece el cielo (¡veinte años más tarde!) y las ciudades son cementerios. La compañía con la que el COMANDANTE APOCALIPSIS (heredero de todas las prerrogativas del cargo de Presidente norteamericano) cuenta son tres robots (muy poco ASIMOVIANOS, a Dios gracias), designados A(BEL), B(AKER) y C(HARLIE), este último una mezcla de R2D2 y C3PO, que intenta mantener a flote a un hombre que paulatinamente va descubriendo la desolación que comportará los restantes días de su vida.
Pocos, pues in extremis Charlie salva a Pilgrim de cometer suicidio.
Divulgación.-
Por fortuna (o quizás desgracia) no podemos reseñar The last american con los estándares habituales de otros tebeos. No es una obra al uso y su contenido es, básicamente, de divulgación y a tal efecto debemos ceñirnos.
Consideremos que sus autores gestaron la historia en plena ERA REAGAN (la conducta de algunos de sus personajes secundarios, vistos esencialmente en el sueño de Pilgrim, corresponde a la de una época que muchos ahora se creen que sólo existía en RAMBO, pero que constituía un modus operandi y modus vivendi entonces) y trataban de concienciar a la población del engaño en que vivía, de la inercia y la estulticia de una serie de planteamientos respecto a la guerra nuclear que, ¡asombrosamente!, persisten, han calado tan profundamente que no hay, al parecer, modo de desarraigarlos de la opinión popular.
Inevitablemente, debemos hacer mención a tales clichés.
The last american está en la estela de la obra de animación, fatídica y desoladora, CUANDO SOPLA EL VIENTO, en la cual se recrea un episodio de ataque nuclear contra una Inglaterra acomodada, semiburguesa y que no tiene claramente aprehendida la noción de la destrucción masiva nuclear. Esta historia no deja hueco alguno para la esperanza. Detalla la desintegración de sus protagonistas: sus mentes se trastornan, sus cuerpos enferman y se debilitan. Finalmente mueren y sus únicos ataúdes lo constituyen unas bolsas de papel que las autoridades indicaban como ¡idónea defensa contra las radiaciones!
Usualmente, cuando se hace referencia a la destrucción nuclear nos las vemos con un cataclismo de proporciones inusuales que arrasa NUEVA YORK y quizás LONDRES o PARÍS. Y a los quince días, los vándalos con los machetes y las porras llenas de clavos rompiendo escaparates y comiéndose a algún desventurado. O con fantasías más estilizadas que tratan de suplir UNA VERDAD INCÓMODA (échale huevos a ésta, AL GORE): que no sobrevive nadie, con unas dosis de barbarismo barroco, caso de la saga de MAD MAX. (Sus autores jugaban con la baza de la distancia y el aislamiento de AUSTRALIA como un elemento de que quizás nos salgamos con la nuestra. Sin embargo, en ON THE BEACH, ni siquiera los australianos se libran.) Todas estas películas “de supervivientes” proceden de una corriente inquebrantable de opinión gestada en los tiempos del Presidente TRUMAN, pese a las líricas quejas de OPPENHEIMER citando al BHAGAVAD GITA. Una explosión nuclear se consideraba una especie de BLOCKBUSTER a lo bestia. Quizás agrietaran la sólida fachada de los más representativos edificios. Y las radiaciones… Bueno, eso se lo lleva el viento, como al Sur falso, galante y racista de la obra de MARGARET MITCHELL, a los quince días ya estamos otra vez fletando autobuses a HOBOKEN.
Esa idea de que una guerra nuclear tendría unos efectos terribles, pero subsanables, se coció en América a lo largo de décadas, trasladándola al Bloque Occidental que las absorbió sin problemas… porque la alternativa era inadmisible: nadie vivo. Preferían aferrarse a la idea de que una guerra nuclear permitiría un número de supervivientes lo suficientemente elevados como para: A) pelear a muerte por un tanque de gasolina; B) pelear a muerte por unas latas de guisantes; C) reiniciar la sociedad, a lomos del mesías postal encarnado por KEVIN COSTNER (si la película es mala, la novela en que se basa es infinitamente peor), aunque con una expresión más severa y menos entregada a la lucha. Hemos aprendido la lección, sería su lema.
The last american niega todas estas posibilidades y lo dice de forma rotunda y directa; de paso, secuencia la descomposición intelectual de un hombre que ha crecido en una sociedad que ha creído, con firmeza de dogma, en esos criterios establecidos por el PENTÁGONO y
THE DAY AFTER (teleserie estrenada como film) escandalizó a
La verdad es que no la hay; en el prólogo de V DE VENDETTA, ALAN MOORE afirma que sus nociones sobre la supervivencia a la guerra nuclear eran tan limitadas como inexactas. No habría ningún V reivindicando
La última sandez en este sentido ha resultado ser JERICHO, televisión de alto voltaje tipo LOS SOPRANO y similares. O al menos, con esas tintas nos lo han vendido. Comparativamente, The last american es una obra muchísimo más madura, culta, lúcida, profunda y resonante. Por desgracia, es tebeo, esa despreciable cosa, y por lo tanto, no debe ni tenerse en consideración.
Jericho, nos cuentan, barrenando en la incongruencia, está basada en una novela cuyo autor se documentó en una serie de factores que permitirían hacer potable la narración. En EL INVIERNO NUCLEAR (Sagan-Turco) se recogen una serie de tablas de guerras nucleares, desde la más mínima-nimia a la más intensa y devastadora. Jericho queda encuadrada, precisamente, en la tercera tabla. En la predicción técnica estándar, las circunstancias eran malas pero con un viso de prometedoras esperanzas a corto-medio plazo (posiblemente la de
Ese es el mundo de Pilgrim. Los caníbales han muerto congelados, o los mató una radiación entre diez-quince veces superior a lo normal; o un agua de lluvia similar al ácido de batería. Frío. Y polvo en el cielo eclipsando el sol, matando las cosechas.
Los supervivientes hallados a lo largo de la obra (hormigas, esencialmente) no prometen que haya ninguna posibilidad de reconstrucción. Tan clara y técnicamente sucinta es la obra que ni siguiera aparecen aberrantes monstruos mutados por las radiaciones. Lo que aparece refuerzan los deseos de Pilgrim de suicidarse.
Revestimiento.-
El uniforme que Pilgrim luce tiene una poderosa influencia de cómic. Él mismo reconoce que está viviendo una aberración basada en un concepto de tebeo. Sin duda, hemos de concederle esto a los autores, que vendieran de este modo un producto tan desolador y descarnado donde la esperanza reside de una forma absolutamente ambigua y vaga en la penúltima viñeta de la historia. Porque si apareciera un soldado tal cual, con unos rasgos comunes y unos medios básicos, posiblemente la historia pasaría absolutamente desapercibida. Los robots, el uniforme de superhéroe, el ambiente postnuclear de aparente combate contra los bárbaros residuales de la sociedad prenuclear, son meras añagazas publicitarias (hábilmente urdidas, sin embargo) para seducir el apetito del lector, que de ninguna forma puede expresar desconcierto o decepción una vez los autores le han presentado el menú. Quizás no haya tiroteos salvajes, pero lo que va contándose es mucho más sugerente que cualquier escena de acción que se le suponen a esta historia.
Recapitulando.-
Coincidiendo con su aniversario, The last american va a reeditarse en un volumen con formato “novela gráfica”. Esperamos que posea mucha mejor suerte en su reedición en nuestro país y logre afincarse en el lugar preferente y de honor que le corresponde. Hasta ahora, esta historia ha sido como el familiar pobre y poco querido, más que despreciado, de los 1980, y que posteriormente solapó toda esa industria artificiosa y decadente de IMAGE, WILDSTORM y todos los que usted quiera mencionar de aquella patulea.
Obra claramente europea (todo su elenco es inglés), incluso satisfaría al lector de este tipo de tebeos (el europeo), y le haría ver que, más allá de MOEBIUS, por citar uno de sus más conspicuos ejemplos, existe el cómic europeo… en Inglaterra, como también reside en España.
Lo mejor.-
La capacidad de interés y su exposición del mensaje que transmite.
La frase.-
-Pobres bastardos; ¿a dónde creyeron que podrían huir?: Pilgrim resumiendo la situación ante un coche que sirve de féretro a unos esqueletos.
La página.-
Las portadas de los números 1 y 4.
La viñeta.-
Al no ser una obra que destaque por su dinamismo, no podemos elegir una sobre las varias que hay de interés en su conjunto.
Lo peor.-
Haber pasado prácticamente inadvertida.
Reseña en profundidad de Antonio Santos
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