jueves, 22 de diciembre de 2005

Jenifer, del cómic a la pantalla

MASTERS OF HORROR. 1ª Temporada, Episodio 4. JENIFER

Reseña por Alejandro Romero.


Escrito por STEVEN WEBER (basado en el cómic de BRUCE JONES y BERNI WRIGHTSON). Dirigido por DARIO ARGENTO

Respondamos primero, de forma telegráfica, a las preguntas más acuciantes.

PREGUNTA: ¿Dan unas pocas páginas de tebeo para rellenar una hora de televisión?

RESPUESTA: Sí, si el guionista sabe sacarles partido, como es el caso.

PREGUNTA: ¿Han sido Dario Argento y su guionista fieles a la obra original de Jones y Wrightson?

RESPUESTA: Bastante.

PREGUNTA: ¿Consigue esta versión televisiva un impacto similar al que causa una primera lectura del cómic?

RESPUESTA: ... pues depende.

Y ahora, desarrollemos lo dicho.

Jenifer, la cuarta entrega de la serie de televisión norteamericana Masters of horror, es una adaptación muy sólida de una de las historietas cortas de terror más aplaudidas de la historia del medio (publicada originalmente por Warren en la revista de horror Creepy, núm. 63). El concepto de la serie, por cierto, es bien sencillo: trece directores de cine con alguna muestra señera del género terrorífico en su currículum (trece maestros del horror, pues) disponen de una hora de metraje y un millón de dólares cada uno para contar la historia que les apetezca, sin restricciones temáticas ni censuras (salvo en el caso, precisamente, del episodio de Argento, del que se han eliminado unas imágenes que se consideraban del todo inadmisibles para su emisión). Así, Don Coscarelli, después de una cult movie con todas las de la ley como Bubba Ho-Tep, vuelve a adaptar a Lansdale en el primer capítulo, Incident on and off a mountain road. Stuart Gordon regresa a parajes lovecraftianos con Sueños en la casa de la bruja. Tobe Hooper rescata un cuento de Richard Matheson. Joe Dante compone sobre un guión de Sam Hamm un irresistible (e indudablemente rompedor) panfleto denuncia sobre la guerra de Irak y la administración Bush en Homecoming. Y en esas, Dario Argento va y adapta Jenifer.

Un fulano (en el tebeo, un cazador; en la adaptación televisiva, un policía) se encuentra en mitad del bosque con una chica indefensa, maniatada y de rodillas, a punto de ser decapitada por un loco. El cazador / policía dispara al tipo del hacha, que antes de fallecer murmura una única palabra: «Jenifer». Y Jenifer resulta ser una extraña criatura, que esconde bajo sus largos cabellos rubios un rostro monstruoso y siempre silente...

Se le pueden poner varias pegas al trabajo, algunas de mayor entidad que otras. Por ejemplo, en los títulos de crédito se lee que el guión de Steven Weber está basado en «un relato corto de Bruce Jones». Nada de cómic: relato corto. Y ninguna mención a Berni Wrightson, cuando es evidente que la apariencia física del personaje que da título a la historia está tomada de sus dibujos. Es más, algunos encuadres del episodio reproducen de forma clara y deliberada la composición de ciertas viñetas difícilmente olvidables. Sin embargo, el nombre del dibujante no aparece en los títulos de crédito, o al menos yo no lo he llegado a ver. Curiosa (e irritante) esta omisión, que quizá obedece a reglas del Writers Guild pero no por ello deja de ser injusta.

Es más, considerando que Bruce Jones ha sido productivo guionista de cine y TV (sin ir más lejos, en otra serie de relatos de terror, El autoestopista), ¿no habría sido lógico confiarle la adaptación de su propia obra? Tal vez se la ofrecieron y la rechazó por cualesquiera motivos desconocidos. No obstante, da la impresión de que ni siquiera se lo plantearon.

En cuanto a lo que hay, el guión de Weber comete un fallo fundamental, que quizá deja peor sabor de boca en quien no conoce el cómic. Y ese fallo se encuentra, me temo, en el final. Mientras que el protagonista de la historieta nos hace saber, por medio del monólogo interior que se asoma a las cartelas, que es totalmente consciente del destino que le aguarda cuando toma una cierta decisión, cuando escoge una determinada salida a su encerrona, en la versión televisiva dicho destino se presenta como final sorpresa, como desenlace inesperado, que obviamente no es tal porque, cual ocurre en las tragedias, se ve venir de muy lejos. De hecho, es en ese carácter inevitable del desenlace donde reside buena parte de la angustia que provoca la historia. Traspié considerable, pues, en el enfoque de este falso twist ending, que puede empujar al espectador a interpretar la narración entera como armazón montado al servicio de una sorpresa final fallida. Alguna crítica hay, en efecto, que despedaza Jenifer por previsible.

Irónicamente, en las críticas negativas escritas por quienes no conocen la obra adaptada podemos valorar la fidelidad y las virtudes de la adaptación. Un crítico, por ejemplo, señalaba que resultaba obvio que un tebeo de menos de diez páginas era material insuficiente para una hora de metraje, dado que el guionista se había visto obligado a escribir anécdotas de su cosecha y claramente metidas con calzador, como por ejemplo la escena en la que el protagonista intenta vender a Jenifer al propietario de una feria de monstruos. Una escena que, como sabrá cualquier lector del cómic, es adaptación fidelísima de una secuencia similar en el original. Esto pone de manifiesto dos cosas: en primer lugar, la fidelidad de la adaptación allí donde es literal, y en segundo, la coherencia y solidez del conjunto, puesto que, aunque en efecto se han incluido escenas de creación propia, se han integrado con fluidez en la narración y para quien no ha leído el cómic no es fácil identificarlas.

Jenifer, el telefilme, se sostiene admirablemente sobre sus propios pies. Tomando el argumento, en gran medida la estética y sobre todo el espíritu del cómic, Argento y Weber construyen una historia obsesiva que aprovecha de buena gana las ventajas comparativas del audiovisual sobre otros medios. La Jenifer callada y blanquinegra del tebeo es aquí una criatura rubia que gimotea cuando quiere inspirar lástima, ruge para mostrar excitación sexual y ríe y da palmas como una niña cuando el protagonista encuentra los restos descuartizados de su última fechoría. Hay, por cierto, mucho sexo en esta disección clínica, crudelísima, de todo un panteón de fantasmas masculinos, empezando por el paternalismo: el protagonista, que en alguna ocasión habla de Jenifer como “mi hija enferma”, sucumbe a las súplicas inarticuladas de la criatura y se dedica a “protegerla” aun cuando su propia vida se está deshaciendo en pedazos. Y cuando el llanto no funciona, Jenifer maneja a la perfección ese otro mecanismo persuasivo al que se puede acceder bajando una cremallera.

Excelente dirección, guión solidísimo (aun con sus fallos), un estupendo trabajo actoral (capitaneado por el propio guionista, Steven Weber, quien sin duda merece ser reivindicado: se las apañó para salir airoso de una situación tan puñetera como es meterse en los zapatos de Jack Nicholson en la versión televisiva de El resplandor, y fue un Jefrey inolvidable en la adaptación al cine de la obra maestra de Paul Rudnick, ejemplo privilegiado de comedia sobre una realidad dramática)... Y considerables cantidades de sangre y otras viscosidades internas, hasta extremos del todo inusitados en un telefilm. Las imágenes cortadas, por cierto, corresponden a una explícita mutilación genital; es bastante sencillo, cuando se ve la película, adivinar el lugar de procedencia de los planos amputados.
Queda sólo una pega por poner, y dependiendo del paladar de cada cual será fallo o virtud. Al igual que en películas como Il cartaio (El jugador) y, hasta cierto punto, Non ho sonno (Insomnio), se echa de menos al Argento más propenso a los delirios visuales, aquel que no tenía empacho en inventar secuencias totalmente injustificadas por el guión para darse el gusto de experimentar con la técnica cinematográfica.

Disfruten los que abominaban de tales salidas de tono y lamentémonos los que las admirábamos. Qué se le va a hacer.


[En las imágenes vemos: Primera página de la historieta que se comenta. Una página interior y cubiertas de su primera edición en Creepy y de su edición en color en Master of the Macabre, serie de Pacific Comics, de donde se han extraído estas muestras]