miércoles, 14 de diciembre de 2005

Toe Tags, de Romero y Ramos (DC)


TOE TAGS featuring GEORGE A. ROMERO. “THE DEATH OF DEATH”

Reseña de Alejandro Romero


Toe Tags featuring George A. Romero. De G.A. Romero, Tommy Castillo y Rodney Ramos

DC Comics, 2004-2005, serie de 6 números. Se muestran la primera y la última cubierta originales, ambas de Berni Wrightson.


Sin servidumbres presupuestarias por fin, era la ocasión de oro para que George A. Romero mostrase de una vez por todas al mundo su visión DeMilleana del Apocalipsis esa devastación a gran escala que el recorte de medios que sufrió El día de los muertos (1984) sólo le permitió sugerir. Lujosas portadas de Berni Wrightson, absoluta libertad creativa, una pareja de dibujante y entintador competentes... Y, en resumen, un triste fracaso artístico. ¿En qué punto se torció The death of death, por qué un proyecto tan prometedor acaba dando lugar a resultados tan mediocres?


Por mucho que a uno le pese (y conste que al que suscribe le pesa mucho), hay que hacer responsable al propio Romero. Aunque él mismo se declaraba más que satisfecho de su relación con la editorial, del excelente trato que le habían dispensado y del placer de ver plasmada visualmente cualquier escena que se le ocurriese, por desquiciada o impracticable que pareciera, hay motivos para pensar que ha tenido desde el principio este proyecto por secundario con respecto a otros.

En efecto, comienza con ímpetu y aprovechando al máximo la ausencia de límites presupuestarios del medio a la hora de emplear (y demoler) localizaciones: la historia se abre con una panorámica de ciudades derruidas pobladas por cadáveres andantes y animales salvajes. Pero en la misma transición del primer al segundo número encontramos una muestra verdaderamente insólita de descuido en el guión, hasta tal punto que resulta incomprensible que se haya llegado a publicar sin que ningún supervisor de DC pusiera el grito en el cielo.


Con detalle: al final del primer número Damien, uno de los personajes principales, nos cuenta cómo, tres meses atrás, se encontró de bruces con la plaga de muertos vivientes. Sus padres le llevan en coche de vuelta a la universidad tras las vacaciones y de buenas a primeras se las ven con una horda de muertos que devoran a todo el mundo menos al susodicho personaje principal. Damien consigue llegar a pie hasta la universidad, a los jardines zoológicos, y libera a las fieras al ver que también están siendo atacadas, pero en esas recibe unas cuantas mordeduras (no por parte de las fieras, se entiende). Es entonces transportado por un elefante hasta las dependencias de un profesor, mad doctor de apariencia einsteiniana, y éste lleva a cabo una intervención quirúrgica que explica las peculiares características de Damien en el resto de la serie, pues será muerto viviente con inteligencia y don de la palabra.


Comienza el segundo número: la protagonista nos cuenta el comienzo de la plaga desde su punto de vista. Está ocupada en su trabajo de diseñadora cuando irrumpen los muertos en la oficina. Al escapar del edificio, se encuentra en la calle nada menos que a Damien, perfectamente vivo y sin un rasguño, que se la lleva en su motocicleta sólo para desaparecer después, cuando paran en las afueras de la ciudad y dice que va un momento no se sabe a qué mientras ella reúne provisiones.

Intente el lector recomponer la secuencia de acontecimientos: ¿se supone que, después de rescatar a Judy (que así se llama la protagonista), y en mitad de una epidemia de muertos vivientes, Damien se volvió a casa como un buen chico para que sus padres le llevasen en coche a la universidad? Para más INRI, dejando tirada a Judy con la excusa más vieja del mundo: “Vuelvo dentro de una hora”.

Se puede intentar justificar de mil maneras, hasta como irónico comentario postmoderno sobre la subjetividad de la narración y la mendacidad de los recuerdos, pero parece más bien una pifia de guión con todas las de la ley, y de dimensiones considerables.


Es el fallo más garrafal, pero hubiera sido perdonable si el resto de la serie compensase. No es así, y la susodicha pifia es simplemente la más saliente de entre muchas. Quizá lo más frustrante para el seguidor de Romero es no encontrar rastro de su marcada personalidad como creador de imágenes memorables; no sólo en tanto que visionario, sino también por sus innegables dotes de estilista, a medio camino en lo formal entre Welles y Eisenstein. Poco de ese talento asoma a la superficie de Toe Tags, un tebeo lastrado por una narrativa torpe, confusa demasiado a menudo, puesta al servicio de viñetas llamativas, buscando antes redondear páginas de apariencia vistosa que contar una historia. Nada lo distingue de cualquier otro tebeo del montón. ¿Es aquí también el dibujante, como suele ocurrir en el comic americano, el responsable de la narrativa? Es bastante probable, pero a buen seguro que Romero podría haber ejercido un mayor control... si hubiera sido ese su deseo.


Así pues, sabemos quién la pifió. Las portadas de Wrightson pueden ser irregulares (bandea de resultados tan notables como los de los números 1, 2 o 5, a otros tan discutibles como los de los números 4 y 6), pero en general cumple con solvencia. Castillo y Ramos quizá no son Geoff Darrow (que hubiera sido el dibujante idóneo para un proyecto de este tipo) pero muestran un nivel medio aceptable con ocasionales destellos de brillantez. Y con respecto a los editores, Michael Wright y Bob Schreck, probablemente deberían haber supervisado más cuidadosamente los guiones para evitar meteduras de pata tales que la comentada más arriba, pero por otro lado eso indica hasta qué punto ha gozado el autor de libertad creativa sin intromisiones.


La pregunta es: ¿por qué la pifió?


Aunque no buscamos atenuantes, podemos recordar en qué circunstancias se gestó el tebeo. Romero andaba por entonces buscando financiación para la que sería la cuarta entrega de su saga de los muertos, la que quería titular Dead Reckoning y acabó siendo Land of the dead (en España, La tierra de los muertos vivientes). Había, pues, un proyecto principal a cuya sombra floreció la propuesta de Toe Tags (que partió de DC, no de Romero). A ello se suma una novela largo tiempo anunciada, precisamente bajo el título The death of death, de la cual el propio Romero había declarado que sería su última palabra sobre el tema zombi. Difícilmente un producto tan claramente coyuntural como Toe Tags puede considerarse “última palabra” sobre nada; posiblemente todo lo que tiene en común con esa novela aún por escribir es el título y alguna que otra idea suelta. Sea como fuere, Romero tenía trabajos supuestamente más importantes para los que reservar sus mejores esfuerzos, y de eso Toe Tags se resiente una barbaridad.


¿Qué es, entonces, Toe Tags: the death of death? Un campo de pruebas para Romero. Un divertimento. Presumiblemente, un capricho bien remunerado. ¿Y para el lector? Una experiencia muy insatisfactoria que, con todo, dejaba adivinar por dónde iría La tierra de los muertos vivientes y daba una idea bastante clara de las preocupaciones actuales de su autor. Podríamos decir que es una versión desganada de su última película, de no ser porque esa versión desganada ya existe (por cortesía de IDW).

Tenemos, como en La tierra de los muertos vivientes, un héroe monstruoso y el principio, muy barkeriano, de la imposibilidad radical del regreso al punto de partida (aunque para clara influencia barkeriana, la apariencia de Damien, que podría pasar perfectamente por cenobita emigrado de Hellraiser). El orden nunca se restablecerá y, como reconoce el protagonista de La tierra... en su polémica conclusión, los muertos están aquí para quedarse y no tiene sentido empeñarse en exterminarlos. También como en La tierra..., hay una evidente vocación de denuncia del actual ejecutivo norteamericano, aún más visible en este caso porque Romero bautiza a sus personajes negativos (plutócratas que forman una suerte de gobierno autoproclamado en la crisis) con apellidos tan reconocibles como Cheney, Rumsfeld, Rice, etc... La indefinición entre vivos y muertos, uno de los temas angulares de la saga zombi de Romero, alcanza en Toe Tags su punto más extremo cuando Damien duda si debe luchar junto a los humanos o unirse al ejército de muertos aparentemente dirigido por Atila el hambriento (pero, en realidad, manipulado en la sombra por un espía humano al servicio de los plutócratas mentados más arriba).


Qué ironía. El padre del horror moderno, en su encarnación más física y materialista, se ha acabado convirtiendo en abanderado de un romanticismo propio de los primeros monstruos de la Universal, sin perder por ello coherencia con el escepticismo y la vocación de ir a contracorriente que han sido sus constantes desde La noche de los muertos vivientes. En el centro de todas esas entrañas e higadillos desparramados a lo largo de Toe Tags y La tierra... late un corazón de monstruo clásico. Amanecer de los muertos, el intenso remake de 2004 del Dawn of the dead (aquí Zombi, 1978) de Romero es el modelo de relato de zombis para nuestros días: dispara a todo lo que se mueva, ellos a un lado y nosotros al otro, no hay tiempo para pensar, para comprender, sólo vuélales la cabeza.

Frente a dicho discurso, la pregunta de Romero: ¿y si ellos son como nosotros?


En los tiempos de Resident Evil y la operación “Libertad duradera”, el horror más inconformista tiene que volver a James Whale, a Tod Browning, casi por obligación cívica.