Río Veneno, de Beto Hernández
Reseña de José Manuel Hinojosa
Río Veneno es una novela gráfica coral construida en torno al personaje de Luba que se asemeja a muchos de los relatos de escritores hispanoamericanos como Juan Rulfo, sobre todo en la construcción de personajes, de seres humanos desarraigados, solitarios, cuyas relaciones sociales tienden, más que a unirlos, en casi todos los casos a destruir esperanzas, sueños, es decir, las vidas de las personas que se dan cita en esta hermosa, aunque extremadamente pesimista, visión de la realidad que es la obra de Beto Hernández.
Es una historieta construida bajo un aspecto formal aparentemente sencillo, dividida en diecisiete capítulos en los que se nos presentan a cada uno de los personajes. Pero bajo esta distribución se esconden una serie de ramificaciones e historias entrelazadas que le dan la profundidad necesaria para convertirla no en una de sus mejores obras, pero sí en una lo suficientemente inteligente como para ser leída y disfrutada.
En cada capítulo el peso de la historia cae casi siempre en las mujeres, María, Luba, Ofelia, que son, como en muchas de las novelas de García Márquez, las verdaderas fuerzas de la naturaleza en muchos de estos relatos. A semejanza de creadores hispanoamericanos como García Márquez, Rulfo, Onetti, que construyen sus relatos sobre un territorio mítico, inventado, también Beto Hernández dibujará las vidas de sus creaciones sobre un territorio mítico, Palomar, que se convierte en las últimas páginas de esta obra en la tierra prometida, en el lugar donde «la gente hace una sopa que se supone que cura los corazones rotos». No obstante, aquí los personajes se mueven a través por territorios indefinidos, tan áridos en ocasiones como el carácter de muchos de sus personajes, técnica utilizada por Rulfo en su magnífico libro de relatos El llano en llamas. «Dios, todos estos pueblos son iguale, iguales, iguales » dice Luba en una de las viñetas. Pueblos áridos e iguales.
Aunque son muchos los personajes que deambulan por estas páginas gran parte de sus rasgos son similares en todos, ya que hacen gala de un laconismo que casi siempre les incapacita para expresar sus sentimientos. Unos sentimientos que además, en muchas ocasiones, devoran por completo la estabilidad, la serenidad de unos personajes que sufren estallidos violentos de cólera y acaban por devorar a aquellos que se encuentran a su lado, ya sean hijos, amigos o padres. El egoísmo, la violencia y la aridez de unos seres humanos que saben que sólo se tienen a ellos mismos acabarán por desatar muchas de las tragedias que se producen en estas historias.
Sin embargo, no son sólo las interioridades de los personajes las que se nos narran con un trazo minimalista, con unos diálogos tan breves como acertados. También Beto hace una descripción magistral de una sociedad corrompida, y corrupta, en todos sus ámbitos, en la que la corruptela policial, la represión social, los robos de niños y las violaciones, o los asesinatos políticos, están a la orden del día, y en la que se descubre una especie de quietud que hace que los personajes parezcan vivir al margen de la Historia. Olvidados por ella. Es una visión profundamente negativa de la realidad. Negativa o realista si seguimos el dicho mexicano que afirma que si Kafka hubiera vivido en México habría sido un escritor costumbrista.
Río Veneno, el río al que alude la novela, no es si no un río cuyas aguas turbias, sucias, estancadas irán envenenando cuanto encuentren a su paso. Un río cuyas aguas también irán envenenando a todas aquellas personas que se ven envueltas en la vorágine de un mundo cuyo único sentido parece ser el fatalismo que tiñe todas estas historias, historias de esperanzas frustradas y mundos destruidos antes de empezar. Un río cuyas aguas han de terminar, la mayoría de las veces, en la muerte de unos personajes que viven en un mundo amoral, cruel, absurdo, en el que sólo Luba y Ofelia parecen encontrar, después de tantas vicisitudes, un poco de luz en un mundo mítico, Palomar, que aparecerá en las últimas páginas y que tanta importancia tendrá en otras de narraciones de Beto Hernández.
Lo hemos dicho: «Palomar, un lugar donde la gente hace una sopa que se supone que cura los corazones rotos.» Un espacio mítico en el que Maricela, Luba y Ofelia, como nos demuestra la última viñeta de la novela, empezarán otra vida en una serie de relatos, de historias magníficamente narradas por Beto Hernández.
Es una historieta construida bajo un aspecto formal aparentemente sencillo, dividida en diecisiete capítulos en los que se nos presentan a cada uno de los personajes. Pero bajo esta distribución se esconden una serie de ramificaciones e historias entrelazadas que le dan la profundidad necesaria para convertirla no en una de sus mejores obras, pero sí en una lo suficientemente inteligente como para ser leída y disfrutada.
En cada capítulo el peso de la historia cae casi siempre en las mujeres, María, Luba, Ofelia, que son, como en muchas de las novelas de García Márquez, las verdaderas fuerzas de la naturaleza en muchos de estos relatos. A semejanza de creadores hispanoamericanos como García Márquez, Rulfo, Onetti, que construyen sus relatos sobre un territorio mítico, inventado, también Beto Hernández dibujará las vidas de sus creaciones sobre un territorio mítico, Palomar, que se convierte en las últimas páginas de esta obra en la tierra prometida, en el lugar donde «la gente hace una sopa que se supone que cura los corazones rotos». No obstante, aquí los personajes se mueven a través por territorios indefinidos, tan áridos en ocasiones como el carácter de muchos de sus personajes, técnica utilizada por Rulfo en su magnífico libro de relatos El llano en llamas. «Dios, todos estos pueblos son iguale, iguales, iguales » dice Luba en una de las viñetas. Pueblos áridos e iguales.
Aunque son muchos los personajes que deambulan por estas páginas gran parte de sus rasgos son similares en todos, ya que hacen gala de un laconismo que casi siempre les incapacita para expresar sus sentimientos. Unos sentimientos que además, en muchas ocasiones, devoran por completo la estabilidad, la serenidad de unos personajes que sufren estallidos violentos de cólera y acaban por devorar a aquellos que se encuentran a su lado, ya sean hijos, amigos o padres. El egoísmo, la violencia y la aridez de unos seres humanos que saben que sólo se tienen a ellos mismos acabarán por desatar muchas de las tragedias que se producen en estas historias.
Sin embargo, no son sólo las interioridades de los personajes las que se nos narran con un trazo minimalista, con unos diálogos tan breves como acertados. También Beto hace una descripción magistral de una sociedad corrompida, y corrupta, en todos sus ámbitos, en la que la corruptela policial, la represión social, los robos de niños y las violaciones, o los asesinatos políticos, están a la orden del día, y en la que se descubre una especie de quietud que hace que los personajes parezcan vivir al margen de la Historia. Olvidados por ella. Es una visión profundamente negativa de la realidad. Negativa o realista si seguimos el dicho mexicano que afirma que si Kafka hubiera vivido en México habría sido un escritor costumbrista.
Río Veneno, el río al que alude la novela, no es si no un río cuyas aguas turbias, sucias, estancadas irán envenenando cuanto encuentren a su paso. Un río cuyas aguas también irán envenenando a todas aquellas personas que se ven envueltas en la vorágine de un mundo cuyo único sentido parece ser el fatalismo que tiñe todas estas historias, historias de esperanzas frustradas y mundos destruidos antes de empezar. Un río cuyas aguas han de terminar, la mayoría de las veces, en la muerte de unos personajes que viven en un mundo amoral, cruel, absurdo, en el que sólo Luba y Ofelia parecen encontrar, después de tantas vicisitudes, un poco de luz en un mundo mítico, Palomar, que aparecerá en las últimas páginas y que tanta importancia tendrá en otras de narraciones de Beto Hernández.
Lo hemos dicho: «Palomar, un lugar donde la gente hace una sopa que se supone que cura los corazones rotos.» Un espacio mítico en el que Maricela, Luba y Ofelia, como nos demuestra la última viñeta de la novela, empezarán otra vida en una serie de relatos, de historias magníficamente narradas por Beto Hernández.
RÍO VENENO, de Beto Hernández
La Cúpula: Novela Gráfica, s/n.
Libro de historietas con solapas, 196 págs. B/N, 8,95 euros
La Cúpula: Novela Gráfica, s/n.
Libro de historietas con solapas, 196 págs. B/N, 8,95 euros
Texto promocional: Río Veneno narra la vida de Luba desde su nacimiento hasta su etapa adolescente como amante de un músico y vividor con un extraño fetiche. Una intrincada historia llena de secretos por descubrir donde las habilidades de Beto para retratar la complejidad de su personaje central brillan con luz propia. A través de la maraña de neurosis de la protagonista, asistiremos a la progresiva irrupción de la mujer resoluta e impulsiva en la personalidad de una chiquilla esencialmente inocente.
VINCULOS.-
Reseña de Breixo Harguindey
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Sitio no oficial de los Hernández
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Reseña de J.M. Hinojosa. Tebeosfera recibió servicio de prensa de La Cúpula.
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