MOWGLI EN LA CASA DEL DOLOR.
Por Antonio Santos (de su serie La voz en el desierto, entrega 41)
La siguiente reseña nos permite barrenar un poco más en un género que ya hemos tanteado en dos ocasiones precedentes; aunque su mayor parte fue dicha ya en THE LAST AMERICAN, el género del desastre cataclísmico ofrece un delta tan amplio de posibilidades que oscilan desde lo epatante al bodrio (MENSAJERO DEL FUTURO o LIMBO) que siempre queda algo más que añadir. En este caso, un caudal de fantasía nos aguarda tras la portada del logrado libro que valoramos.
Datos técnicos.-
Kamandi – The Last Boy On Earth. Tomo 1 de 5. Ideado por JACK KIRBY para DC COMICS durante su autoexilio de
De qué va.-
Un chaval, Kamandi, (“COMMAND D”), último superviviente del búnker Command D, sale a explorar el mundo poscataclismo que forzó, largo tiempo atrás, a los suyos a refugiarse en él. Rápidamente descubre el violento cambio y erosión que el DESASTRE (temible calamidad jamás descrita con detalle; todo sombrías insinuaciones) ha provocado en el mundo del que, como ser humano, se creía legítimo dueño. El Hombre, anterior amo de las verdes colinas de
EL LIBRO DE
Hernando, en su prólogo, donde resalta los preliminares en los cuales Kirby se basó para urdir esta epopeya, advierte que la influencia motriz que impulsa estas planchas fue EL PLANETA DE LOS SIMIOS, la versión protagonizada por el ex campeón de cuadrigas CHARLTON BEN–HUR HESTON, el cual, dado su carácter, ha resultado ser más que el adecuado para semejante trance, pues encarna una serie de valores o actitudes (la territorialidad, la beligerancia, el afecto por las armas de fuego…) que chocarían violentamente con el ambiente donde se desarrolla la trama, arrancándole unas acciones y emociones viscerales y genuinas.
El combativo Heston no tiene nada que ver con el manso y perplejo protagonista de la deficiente novela de PIERRE BOULLÉ, en parte debido a que el guión corresponde al creador de
Pero aunque CARMINE INFANTINO indicara la pauta a seguir con Kamandi Kirby enseguida la abandona, motivado por su desbordante ingenio y la sobrepasó. Sacándole los harapos que cubren las vergüenzas al ASTRONAUTA TAYLOR, arroja a su Kamandi a un mundo que parece golpeado por el CAMBIO CLIMÁTICO y a un aparente examen del papel humano en un mundo que le han arrebatado. La influencia de El planeta de los simios y secuela no es tanta como se pretende. Es su base, sí, pero nada más, al igual que su escenario es el pretexto para el auténtico objetivo de Kirby (aparte del crematístico): la aventura. El trasfondo posnuclear (un temor de la época de la concepción de la obra, que aumentaría aún más al año siguiente) es la excusa para construir su ¿Y SI…? En este caso: ¿Y SI MOWGLI NAUFRAGARA EN
Y, sobre todo esto, planea esa idea wellsiana de que ahora el amo es la bestia, haciendo inestable su psicología, mientras toda su escala de valores, en apariencia inexpugnable, se quiebra irremediablemente.
Pero, de nuevo, Kirby se zafa de las profundas especulaciones para arrojarse, con temeridad, a las fauces de los feroces nuevos dueños del planeta, cortitos de creatividad, pues se limitan a apilar sobre nuestras ruinas su estupefacta arquitectura, venerando ciertos artefactos humanos, como una bosquejada ironía respecto al valor de nuestros fetiches religiosos. Los tótemes sacros venerados, ¿no serían acaso objetos insignificantes y cotidianos de una civilización anterior? Kirby lanza la idea y deja que el lector la mastique. Prosigue el viaje, y así durante todo el tomo: eligiendo un determinado elementos, social o cultural y resaltándolo lo justo para adornar su historia de carácter, pero sin querer barrenar a fondo en el asunto.
A Kirby se le va la pelota.-
E inmediatamente, espoleado por su COMPLEJO R, el que estimula la territorialidad, nos muestra la asombrosa raza nuclear de BEN BOXER, mutados de apariencia humana pero que poseen un regulador sobre la bomba cardiaca (mejor sería definirlo así, no como corazón) que les permite emitir radiaciones (por eso van enfundados en gruesos trajes espaciales, a remedo del protagonista del relato Visita a un planeta extraño de PHILIP K. DICK, del cual Kamandi parece también tributario) o fusionar en una forma metálica, aun por breves espacios de tiempo.
Llegados a este punto, el lector se siente intrigado. Esta raza posee conocimientos técnicos avanzados y esa facultad mutante. Pueden imponerse, llegamos a intuir, en los ESTADOS BALCANIZADOS AMERICANOS (riesgo que, nos advierten, corre nuestro país), donde el intrépido Kamandi se desenvuelve con más fuerza que maña. En cambio, se ocultan y automargina, viendo al resto de los humanos expoliar los campos o ser mascotas (¿deberíamos hacer una observación sobre la parafilia implícita, la del humano adoptando un rol de animal/mascota?), algo que subleva el carácter racial y la dignidad de Kamandi. Quizás estos mutados, al no ser totalmente humanos, ya no sienten afección por una tierra donde el Hombre fue la medida de todas las cosas.
Un chico y su perr… su novia.-
Kamandi (y su NOVA particular, su novieta) descubrirá pronto que son los felinos los que parten la pana tratando de unificar o conquistar un terreno batido por el caos. Intuimos que su preponderancia obedece a un intento de evitar polémicas judiciales, pues Marvel, el hogar de Kirby, estaba explotando la licencia de El planeta de los simios por entonces. Los simios son descritos como en El libro de la selva, como encarnizados enemigos de leones y tigres, beligerantes, sucios y estúpidos. Y, ya que está, Kirby no puede dejar pasar la ocasión y hace su versión posnuclear de KING KONG.
En este aturdido mundo de fieras dominantes, Kamandi también tendrá que vérselas con los salvajes humanos. El género de la catástrofe insiste continuamente en mostrarnos (con vastas referencias, desde la novela o el cuento –
En realidad, a tenor de las noticias que recogen a diario nuestros medios de comunicación, no hace falta una guerra nuclear o una pandemia letal para sacar el latente barbarismo intrínseco en las agresiones grabadas con móviles y colgadas en Internet, y que esa fatuidad de la controvertida EDUCACIÓN PARA
Legado.-
Si bien Kirby se nutrió de un número de influencias que aglutinó con su fértil imaginación de cauces tumultuosos (su gran carencia, por otra parte: en su impetuosidad no sabía mesurarse y decaía pasados pocos números, algo que Stan Lee sabía dosificarle), a su vez, su obra pudo ser germen de otras, como la novela del polémico L. RON HUBBARD: CAMPO DE BATALLA:
E, incluso, en
Recapitulando.-
Kirby (magníficamente entintado por un Mike Royer a la altura del inmenso JOE SINNOT) en absoluto está interesado en hacer sátiras, reflexiones políticas, filosóficas, culturales, guiños sociales o morales; son elementos para condimentar este guiso. Kirby era un hombre que entendía que la gente quiere pasarlo bien alguna vez (¡ese nefando crimen progre: el ocio!), y él estaba en la posición de hacerlo, sin calentarle a nadie el tarro con ambiguas/ambiciosas/presuntuosas especulaciones pseudofilosóficas, ni preocuparse si tal viñeta de tal página posee un significado oculto, pues no lo hace. Obtuvo un excelente, ameno e ingenioso resultado. Y aunque factibles, no debemos encasillar a Kamandi dentro de extrapolaciones intelectuales tales como que si se trata de un desafío al CREACIONISMO o si es una obra INICIÁTICA u otras consideraciones semejantes: es lo que hay. ¡Pero es que nos hemos vuelto tan artificiosos que nos lanzamos a la caza de unas fantasmagorías intelectuales inexistentes, al hallazgo del sexo de los ángeles, por siempre jamás!
- Lo mejor.-
- El entintado de Royer.
- La página.-
- Páginas 52-53.
- La frase.-
- Kirby era el gran efectista dramático visual, pero no literario, nos tememos.
- Lo peor.-
- ¿Por qué los caballos no han evolucionado también? ¿Son como el perro PLUTO: masoquistas, o qué? Tampoco ha sido muy afortunado traducir Kamandi – The Last Boy On Earth como El último superviviente.
Reseña de Antonio Santos
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