Fantasía histórica.
Como muy bien orienta al lector en el prólogo de este libro el propio autor, el extremeño Pedro Camello, alias Kame, hubo un millar de años de nuestra historia que han sido reducidos a un puñado de tópicos. Se refiere, naturalmente, a la llamada Edad Media, ese paréntesis temporal en la Historia que une la gloria de los imperios de la antigüedad, con sus hitos filosóficos, democráticos y científicos, con el comienzo de la civilización renacentista y preámbulo de la modernidad.
La Edad Media sigue poco y mal historiada, y sus horizontes han acabado reducidos a paisajes con castillo al fondo transitados por algún personaje con jubón, o cota de malla o armadura, portando espada. La fantasía heroica, un género de cierta celeridad en la literatura pulp y en la historieta, se apropió de estos escenarios reforzando aún más el topicazo y forzando el arquetipo del mago y la damisela (en su mezcla con el gótico). Lo curioso es que el héroe que terminó instalándose en estos relatos de espada y brujería fue uno extraído de la Edad Antigua: el bárbaro, el vikingo, el vagabundo salvaje con furia en la mirada y hedor en las axilas.
Guido ha llegado para solventar este insistir en el estereotipo, y lo hace con el pertrecho del buen relato, bien urdido y dosificado, y sin alardes de saga. Camello, autor medrado en la aproximación a la fantasía heroica atraído por Conan e imitaciones, medró dibujando bárbaros al estilo cartoon. Su dedicación a la animación reforzó estos estilemas, desembocando todo ello en este modo de hacer historieta, sobre una base estética que recuerda a Bruce Timm y sobre un género que parece espada y brujería. A primera vista, parece que lo que hace es parodia.
No lo es. Con Guido se traza una mirada atenta sobre aquel largo capítulo de la historia. Una mirada inteligente y sólida. Sin que sus viñetas se intesecten con el elemento fantástico que parece supurar el tebeo, Camello permite que aflore la dinámica de la aventura mientras desarrolla un paisaje. Guido es un panorama del siglo IX, de bosques aún umbríos y misteriosos, recovecos donde más habita el miedo si iba de boca en boca. Lugares tiranizados por el feudalismo. Esquinas de un mundo derruido por el hambre que poblaban caníbales. Tumbas que fueron testigo de la última sangre de los antiguos reyes. Páramos recorridos por rumores de licantropía. En todos coincide, recortada, la figura de Guido, un vagabundo de presumible origen español, sin escrúpulos y mercenario, inteligente y ágil, que es testigo de una época de cambios.
El resultado es un tebeo extraordinario, tanto por el tema tratado como por la forma de desarrollarlo. Una obra que destila sabiduría en la narrativa mediante viñetas y que deja ver claramente que su autor formula las historias con conocimientos de la Historia pero sin pecar de erudición ni simpleza.
No deja de ser curioso que, de tanto que convence el personaje Guido (por su buena construcción), rápidamente obviamos la presencia de su antifaz, que lleva siempre orlando su mirada (como el de El Guerrero del Antifaz) y que procede del amor profesado por Camello al personaje italiano Patomas.
Ya ven, ni Conan ni Timm. Las fuentes de Camello han sido, si acaso, Spirit y Cavazzano.
También la Historia, y la buena historieta. Todo ello ha sabido conjugarlo el extremeño para hacer un tebeo excelente.
La Edad Media sigue poco y mal historiada, y sus horizontes han acabado reducidos a paisajes con castillo al fondo transitados por algún personaje con jubón, o cota de malla o armadura, portando espada. La fantasía heroica, un género de cierta celeridad en la literatura pulp y en la historieta, se apropió de estos escenarios reforzando aún más el topicazo y forzando el arquetipo del mago y la damisela (en su mezcla con el gótico). Lo curioso es que el héroe que terminó instalándose en estos relatos de espada y brujería fue uno extraído de la Edad Antigua: el bárbaro, el vikingo, el vagabundo salvaje con furia en la mirada y hedor en las axilas.
Guido ha llegado para solventar este insistir en el estereotipo, y lo hace con el pertrecho del buen relato, bien urdido y dosificado, y sin alardes de saga. Camello, autor medrado en la aproximación a la fantasía heroica atraído por Conan e imitaciones, medró dibujando bárbaros al estilo cartoon. Su dedicación a la animación reforzó estos estilemas, desembocando todo ello en este modo de hacer historieta, sobre una base estética que recuerda a Bruce Timm y sobre un género que parece espada y brujería. A primera vista, parece que lo que hace es parodia.
No lo es. Con Guido se traza una mirada atenta sobre aquel largo capítulo de la historia. Una mirada inteligente y sólida. Sin que sus viñetas se intesecten con el elemento fantástico que parece supurar el tebeo, Camello permite que aflore la dinámica de la aventura mientras desarrolla un paisaje. Guido es un panorama del siglo IX, de bosques aún umbríos y misteriosos, recovecos donde más habita el miedo si iba de boca en boca. Lugares tiranizados por el feudalismo. Esquinas de un mundo derruido por el hambre que poblaban caníbales. Tumbas que fueron testigo de la última sangre de los antiguos reyes. Páramos recorridos por rumores de licantropía. En todos coincide, recortada, la figura de Guido, un vagabundo de presumible origen español, sin escrúpulos y mercenario, inteligente y ágil, que es testigo de una época de cambios.
El resultado es un tebeo extraordinario, tanto por el tema tratado como por la forma de desarrollarlo. Una obra que destila sabiduría en la narrativa mediante viñetas y que deja ver claramente que su autor formula las historias con conocimientos de la Historia pero sin pecar de erudición ni simpleza.
No deja de ser curioso que, de tanto que convence el personaje Guido (por su buena construcción), rápidamente obviamos la presencia de su antifaz, que lleva siempre orlando su mirada (como el de El Guerrero del Antifaz) y que procede del amor profesado por Camello al personaje italiano Patomas.
Ya ven, ni Conan ni Timm. Las fuentes de Camello han sido, si acaso, Spirit y Cavazzano.
También la Historia, y la buena historieta. Todo ello ha sabido conjugarlo el extremeño para hacer un tebeo excelente.
GUIDO EL NEGRO, de Pedro Camello. Color de Andrés Carrasco
Aleta Ediciones : Balas Perdidas
Libro de historietas, rústica, 24 x 17 cm., 104 páginas, color, 12 euros.
Texto promocional editorial:
"En ese tiempo...
En el que el elemento predominante del paisaje y la vida de los hombres era el bosque...
Un bosque inmenso, ancestral, umbrío. Donde vivían al margen de la sociedad de los hombres los proscritos, las brujas, los antiguos dioses y las gentes que aún les adoraban. Donde reinaban el lobo y el oso. Se gestó la leyenda de un hombre oscuro y misterioso que nunca se arrodillaba..."
Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Kame.
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