domingo, 7 de agosto de 2005
Gina, de Ortega y Campos (Glénat)
Cubierta, obra de Purita Campos.
Gina, tebeo para niñas de entonces ¿…y de hoy?
Glénat sigue a la zaga de la recuperación de la memoria tebeística de la España de los setenta, de aquella época gozosa y llena de talentos que, en muchos casos, tuvieron que emigrar sus pinceles y lápices a los mercados de Europa. Con el tiempo cambiarían los mercados a los que emigrar y también las estéticas y los gustos del público.
‘Gina’, tebeo del que nos ocupamos ahora, es ejemplo de aquella época: escrito por un guionista de veteranía sobrada (también dibujante), con larga experiencia en los tebeos que Bruguera dirigía al público infantil, y dibujado por una especialista en “tebeo para niñas”, de trazo asequible, con gran dominio de los planos medios y capaz de composiciones atractivas.
Gina es, aunque no lo parezca, la recopilación de un grueso grupo de historietas que en su día disfrutaron de un gran éxito, las de la serie homónima escrita por el guionista Frank Elliot / Francisco Ortega para el mercado británico. El éxito lo disfrutaron en su día entre el público lector británico, pero los autores han afirmado que, haciéndolo desde España, tomaron como objetivo un modelo de historieta que sirviera de acicate también para las adolescentes españolas de una época en la que el país despertaba a una modernidad deseada por mor de la opresión de la dictadura de Franco. La misma dibujante sería en España aún más aplaudida por su obra ‘Patty’s World’, que realizó con el guionista Philip Douglas, en España traducida como ‘Esther y su mundo’. Asimismo, la autora dibujó ‘Tina’ para Holanda y otras historietas femeniles.
En todos los casos se caracteriza la obra de Campos por un estilo de dibujo muy profesional, limpio, seguro en el trazo, maestro en la aguada y pendiente del primer plano, con el cual se seduce al adolescente en virtud de las facciones suaves, ensoñadoras, lo cual se constituye en el principal elemento de atracción para los lectores de su edad. Campos sabe que es en el rostro donde se depositan todos los valores ambicionados por el joven y abusa de los bustos en sus viñetas, dejando muy claro que los protagonistas de sus historias son esa parcela de la juventud y sus emociones. Pero eso no es óbice para descuidar los fondos, que la autora resuelve siempre con frescura, pendiente de la documentación y generando un escenario creíble, por más que las historias que se nos cuentan parecen a veces desarrollarse en el País de Nunca Jamás.
Ese es uno de los lastres de este trabajo. ‘Gina’ evoluciona en un mundo ideal para la adolescente de los setenta, un Londres lleno de chicos flaquitos y encantadores, de organización perfecta, elementos fascinantes y oportunidades todas. Se trata de una estructura de la ficción similar a la de Enid Blyton: ficción pura con arraigos en una realidad disfrazada. Fundamentalmente, las historias vividas por el personaje caen en el cierto vacío de los anhelos de enamoramiento del príncipe azul, pero sin lugar al desengaño que abre oportunidades a la vida real. Así entonces, aunque no se tropieza de continuo con la ñoñería fácil ni se cae en la cosificación de la mujer como elemento social de adorno o servidumbre, los destinos de Gina siguen siendo la moda y las diversiones femeninas, lo cual que, por otra parte, era la máxima aspiración de una adolescente española de los setenta y ochenta. De hecho, las adolescentes que leyeron estos tebeos en su día, sin duda hoy han escalado posiciones hasta alcanzar este estatus de mujer.
Por lo tanto, no es este un tebeo que se deba despreciar ni por su estética ni por sus contenidos carentes de mensaje. Es un tebeo aún legible (las expresiones se han modernizado un pelín, aunque es lo que más rechina), es un tebeo bien meditado y bien resuelto (aunque no alcanza el calificativo que le otorga Fernández en uno de los prólogos, “obra maestra”) y ocasionalmente resulta divertido. Pero resulta un tebeo excesivo (más de 200 páginas de aventuras livianas), demasiado pendiente de la presencia de Gina como narradora / anfitriona (un uso del narrador que funciona mejor en otros géneros) y quien sabe si capaz de encontrar el número suficiente de lectores nostálgicos o de lectoras con memoria debido al grave problema de distribución y desubicación que los tebeos españoles sufren actualmente. Imaginamos que Glénat sabrá resolver este último problema.
Evidentemente, lo más criticable de esta obra es el descuido de obviar al guionista. Es cierto que se abre una colección que se conduce sobre la firma de Purita Campos, gran autora del tebeo para niñas, pero el hecho de que ninguno de los dos prologuistas se acuerde de la labor de Francisco Ortega en sus exordios y resalte por el contrario la de la dibujante no es de recibo. Por fortuna el editor ha resuelto ese olvido con la pertinente ficha del guionista tanto en el apartado final como en la cuarta de cubiertas.
¿Hallará su público este grueso tebeo entre los lectores de hoy?
GINA, de Francisco Ortega y Purita Campos. Glénat, Barcelona, 2005.
Libro de historietas, en cartoné, 208 páginas en b/n, 15 euros.
Reseña de Manuel Barrero.