sábado, 10 de septiembre de 2005
Fats Waller, de Sampayo e Igort
En la década del veinte, el barrio neoyorquino de Harlem hervía de creatividad; de allí surgieron pianistas como James P. Johnson, Willie “The Lion” Smith, Duke Ellington, Lucky Roberts y el gran Thomas “Fats” Waller. A propósito de éste último, el músico Mike Lipskin llegó a afirmar que era un hombre del renacimiento; a su vez, el trompetista y compositor Louis Armstrong declaró que bastaba con mencionar el nombre de Waller para “ver una sonrisa en todas las caras”. Ambos tenían razón: “Fats” vivía escindido entre el portentoso pianista y el humorista alabado por su ingenio y sus cualidades escénicas. A partir de esta división, Carlos Sampayo (Buenos Aires, 1943) e Igort (Cagliari, 1958) han reconstruido los años finales de la biografía de este artista en el espléndido álbum Fats Waller, impecablemente editado por Sinsentido.
Además de escritor, periodista y crítico de jazz, Sampayo es uno de los mejores guionistas del medio: en 1974 inició en compañía del dibujante José Muñoz la serie Alack Sinner, considerada un clásico de la historieta mundial; en 1983 colaboró con Francisco Solano López en el modélico Evaristo, donde el género policiaco le permitió evocar el Buenos Aires de finales de los años cincuenta y primeros sesenta. Por su parte, Igort fundó el colectivo Valvoline en 1983 (junto a Mattotti y Carpinteri) y desde entonces su obra se ha caracterizado por la estilización gráfica y el vigor narrativo, como demuestra su libro 5 el número perfecto (Sinsentido, 2002). En Fats Waller, ambos autores se encuentran en estado de gracia.
Este álbum responde a una estructura coral. Un nutrido grupo de personajes se entrecruza en el contexto de los convulsos años treinta (el “New Deal” de Roosevelt, las purgas de Stalin, la guerra de España y el ascenso de los fascismos en Europa). Para enlazar las distintas tramas, Sampayo –que ya se había aproximado a ese periodo en el soberbio Billie Holliday (Planeta DeAgostini, 2005)- emplea textos de apoyo escuetos e informativos, y sutiles encadenados de secuencia en los que la música de Waller juega un papel esencial. Además, este prodigioso guionista imprime al relato un ritmo pautado por esa mezcla de elipsis, silencios y sobreentendidos que otorga a su trabajo una gran carga afectiva y que encuentra en Igort a un interlocutor excepcional.
Este dibujante recrea como nadie la atmósfera de la época, iluminándola con el tono sepia de las viejas fotografías. El trazo es minucioso y frágil, y define a los personajes mediante unos pocos rasgos cuidadosamente escogidos. La elección de encuadres largos en detrimento de los planos cortos le permite centrarse en la descripción de ambientes, ralentizando así la cadencia narrativa. En este sentido, el artista hace gala de una notable claridad expositiva, conjugando un sentido clásico de la puesta en escena con la incorporación del diseño a la unidad de la página. Ante estas planchas, hay que convenir en que la elegancia jamás estuvo reñida con el rigor narrativo.
Se ha dicho que “Fats” Waller fue un “pianista orquestal”, capaz de sustituir bandas enteras con su poderosa mano izquierda. Por su parte, este álbum puede ser calificado de “polifónico”. Guionista y dibujante multiplican los personajes para subrayar las ideologías que preludian la II Guerra Mundial. Atrapados entre la tentación biográfica y la reconstrucción aséptica de unos años conflictivos, los autores han elegido una “tercera vía”: el recuerdo de ese tiempo a través del jazz. Desde esa clave emotiva, Carlos Sampayo e Igort nos conducen al corazón de una época.
FATS WALLER. Ediciones Sinsentido
Guión: Carlos Sampayo. Dibujo: Igort.
Rústica, 136 páginas, color, 15 euros.
Reseña de Jorge García.