Dentro de la política empresarial de ampliación de oferta y expansión en el mercado que está siguiendo la decana revista El Jueves tras su consorcio con RBA se encuentra una colección de libros en rústica, con el formato habitual "de bolsillo" que no tienen una denominación clara y concreta como colección y que coeditan ambos sellos. En el lomo de estos libros se imposta un título alusivo a sus contenidos, del tipo: "El Jueves y...", con un autor para cada entrega y sin numerar. Es decir, estamos ante un producto dirigido al consumo eficaz y efímero. Eficaz por su manejable tamaño y formato, que lo hace ideal para su lectura en el metro, el autobús, el campo o la playa. Efímero por su carácter de producto no coleccionable, de consumo y posterior préstamo o destrucción (o cross booking, ¿por qué no?). En fin, que para la actual crítica del cómic esto no es una "novela gráfica".
Ni mucho menos. Pero qué está usted diciendo. Lo que hace este dibujero, tipo montaraz y murcial, o peor, el tal Pedro Vera, es el colmo de la procacidad. Nada de literatura, nada de sensibilidad, nada de sugerencias o afectos. Él sólo hace provocación. El Vera ya ni transgrede: se dedica al insulto dibujado. Directamente. Le cambia una o dos letras al nombre del personaje famoso o autor popular y le ridiculiza hasta el escarnio. La técnica es sencilla: le pilla la pose, le copia el deje, le transcribe fonéticamente, le hace objeto de dicterio y, a continuación, lo dibuja cagando, vomitando o enfrascado en la más inesperada de las humillaciones.
¿Qué logra con ello? ¿El repudio de la crítica inteligente en pleno? Acaso. ¿Y el rechazo del público lector? Espero que no. Porque con su labor, Vera ha ido construyendo una de las series más aguijoneantes y divertidas del panorama español del humor. Se pasa, sí; siete pueblos, vale; pero da en el clavo siempre. Su metodología no es nueva: baraja tipos y temas de actualidad, escoge a su presa y la reduce a pulpa sardónica o sardonizada. Es como lo que hace cualquier humorista gráfico o historietista del humor en nuestro país (incluso Ibáñez, de ahí su éxito) pero llevado al campo de la incorrección política.
No es desatinada la comparación con los tebeos de antaño. Hay en Vera algo de Cifré o Peñarroya, y de Vázquez o Raf, pero filtrado a través de las estéticas del nuevo underground de Bagge o de las propuestas neosurrealistas de Clowes. Si a esto le añades la retranca murciana surge esta sátira brutal y jolgoriosa que a veces recurre al chiste fácil (el del carro, el del gato, el de 'acetate'...) pero que en otros casos reconstruye modelos de realidad merecedores de repudio. Pasan pues por estas viñetas personajes y personajillos, desde el último friqui hasta el Príncipe, y aspectos de la cotidianidad, desde los absurdos consejos publicitarios hasta la política internacional. Y a todos vapulea Vera con un espectacular sentido del humor que a muchos les parecerá excesivo en estos tiempos que corremos, donde decir que no eres mujer molesta a los ecologistas, por poner un ejemplo.
La obra tiene dos puntos en contra. Uno, el del formato, que pone firmes las tiras de Vera, originalmente horizontales, lo que les resta narratividad. Dos, el de la edición, que reduce las viñetas originales de modo tal que el leer obliga al entrecejo y el mirar fuerza la trama. Es el problema de este tipo de productos de consumo, popular y ephemera, que a la larga desvirtuan la obra original. En este caso la muestran amazacotada; quién sabe si con otro montaje de las viñetas, en horizontal, a dos por página, hubiera resultado mejor...
La mala baba de Vera no queda para nada desvirtuada. Y el rosario bisojos, lerdas, tontolabas, pijas, bobos, pollabobas, palurdos, cagadas, esputos, o circunstancias absolutamente desopilantes. Ahí tienen la historia del "genio del condon anudao", con el Príncipe de Asturias al final esperando empalmado a Margarita Landi, que es una obra maestra de la cultura Z de todos los tiempos.
Y un aviso para quienes consideran que este tipo de humor no entra en los cánones, o no es admisible. Que los hay. Si Jouvenel decía que en el periodismo de combate no hay que andarse con remilgos, por extensión en la sátira gráfica tampoco. Y es deseable que, a la larga, Vera logre hacer cierta la máxima de Tocqueville: que el mal que él pudiera causar es, seguramente, mucho menos que el que cura.
ORTEGA Y PACHECO. HOLOCAUSTO GARRULO, por Pedro Vera
RBA: Bolsillo / El Jueves S.A.
19X12,5 cm., 192 páginas, b/n, 6,5 euros
ISBN : 9788498672114
Texto promocional editorial:
"Ortega y Pacheco, dos murcianos de pura cepa, dan la razón a aquellos que califican de soez, zafio y chabacano el humor que practica la revista El Jueves. Pero ellos ya eran así antes de los secuestros de portadas y juicios en la Audiencia
Nacional. Defensores del mal gusto, del palillo y la copa de orujo después de comer, estos dos mozos tienen la capacidade superarse negativamente en cada nueva historieta. Sin embargo, resultan tan divertidos como salvajes."
Reseña de Manuel Barrero.
Tebeosfera recibió servicio de prensa de El Jueves.
RBA: Bolsillo / El Jueves S.A.
19X12,5 cm., 192 páginas, b/n, 6,5 euros
ISBN : 9788498672114
Texto promocional editorial:
"Ortega y Pacheco, dos murcianos de pura cepa, dan la razón a aquellos que califican de soez, zafio y chabacano el humor que practica la revista El Jueves. Pero ellos ya eran así antes de los secuestros de portadas y juicios en la Audiencia
Nacional. Defensores del mal gusto, del palillo y la copa de orujo después de comer, estos dos mozos tienen la capacidade superarse negativamente en cada nueva historieta. Sin embargo, resultan tan divertidos como salvajes."
Reseña de Manuel Barrero.
Tebeosfera recibió servicio de prensa de El Jueves.
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