Una segunda edición bienvenida de un material publicado anteriormente pero en condiciones que no satisficieron todas las pretensiones y deseos de los autores. Bram, una de las creaciones de fantasía heroica surgidas de aquellos optimismos editoriales de Planeta-DeAgostini en los tiempos de la ufana línea Héroes Bárbaros, aparece ahora editado con el apoyo del Centro de Ediciones de
La reseña debería seguir relatando qué y cómo es Bram, cuáles son sus cualidades y cómo es que aparece ahora, en este tiempo de sequía de fantasía heroica en nuestra piel de toro (dejad que estrenen Conan en 2008 y veréis). No diré nada, salvo señalar que el satinado no le viene bien al género. Reproduzco a continuación el prólogo escrito para este tebeo, obra de este humilde escriba, que da fe de lo que para mí ha significado la obra de Pallarés y Cáceres:
«BRAM el yacoï
Existe una zona recóndita en nuestro cerebro que sirve como puerta a la imaginación más impetuosa. Es una zona esquinada y oscura, callosa. Es un lugar que no se visita a menudo y a la que sólo algunos privilegiados saben llegar... Inmiscuirse allí es sumergirse en miles de mundos que habitan en uno, esos que supieron describir los literatos del realismo mágico; como Jorge Luis Borges, escrutador inimitable.
A ciertos mundos, a ciertas epopeyas, a determinadas piedades y a ciertos horrores solamente se llega hurgando en esa llaga, apurando la imaginación hasta más allá de las fronteras permitidas. El mundo de Bram está al otro lado de esa frontera. A él se llega tiritando de terror, sudorientas las palmas ante la evidencia del enfrentamiento armado o del combate con lo innominado. Quienes nos fuerzan a este placer, a este ahogo que proveen algunas historietas, son dos autores ligeramente fuliginosos. Miguel Ángel Cáceres, por su entintación basta y generosa, sin concesiones a la claridad, como una mancha de furia. José Miguel Pallarés, por su literatura de fraseo breve y nervioso, que le da un valor oral al relato, como de confesión entrecortada que se escucha al moribundo.
El resultado son historietas crudas, de imágenes sólidas, bruscas, musicadas por frases destellantes y lapidarias, que retumban en la viñeta. Su esfuerzo no cae en saco roto y cumplen su objetivo: te estremeces.
Para hacer Bram, una historieta de espada y brujería, sus autores quisieron aportar al lector tanta acción como espanto. Ya Rafael Llopis nos recordaba que el ambiente no determina más que la forma y estilo del relato, siendo su meollo la vivencia de lo numinoso, lo cual es como un poso primitivo que viene de muy antiguo. Ese cruce de planos real e imaginario que es el cuento de miedo, con la fantasía heroica aquí una fisicidad inmediata y próxima: La disposición en un mundo arcano y periclitado nos intranquiliza, la ruptura de la lógica se hace norma común, y lo numinoso es invitado siempre sin previo aviso.
Teniendo el escenario, solamente faltaría el personaje. Y la historia, claro. La historia parece fácil de obtener puesto que ya nos han indicado los que mucho saben que la ficción se soporta sobre contados pilares. Según el mentado Borges se apoya en cuatro historias elementales. Según otros, el límite está en el centenar. Como nos situamos en un género concreto el conjunto de historias posibles de contar son escasas, esquemáticamente, si bien pueden ser infinitas en cuanto a modo. Una aventura de un héroe bárbaro consiste generalmente en un viaje, un trayecto ritual que sirve de aprendizaje (en el amor, en la venganza, en la astucia), e implica un descenso al infierno. Las aventuras de estos héroes son relatos de sus fracasos y aciertos según doman lo numinoso con mitología, con tecnología, con religión o con magia. Si nos referimos a Bram, con furor también. Con una cólera que no se apaga, que no cede, porque su mundo, ese que es vigilado por Olgar, es patria donde reina el fragor y el hedor de la batalla.
Bram dicen que nació en la estepa de Izurkán, allí donde el degüello es práctica común, el sexo es sucio y el amor no está. Dicen que no titubeó al sufrir el nagkún de niño, si bien tanta fortaleza no le predispuso a una corona o a una toga, antes bien al contrario: a la soldadesca, al pillaje, a la huida y a la contrata mercenaria. Al desamor hiriente (tanto con Xila como con Lust) y, siempre, a la truculencia; condenado a hallar en su camino el pozo de ponzoña y el foco de la hechicería.
...
Me esforzaré por salir de estas viñetas, pues apresan, para intentar no ser críptico: Bram nació en 1996 en la mente enfebrecida de Pallarés. La idea era aportar un personaje nuevo, de fantasía heroica y de creación española, a las líneas que pretendía entonces abrir Antonio Martín en Planeta-DeAgostini. Y pudo publicarse una avanzadilla, “Ratas en el laberinto”, en el tebeo Relatos Salvajes que esta editorial puso a la venta en noviembre de 1997 (un número único que presentó también a los bárbaros Nit, de Juan Carlos Cereza, Isaac M. Del Rivero; Sahana y Yunque, de Ramón y Barba; y un salvaje hijo de la paciencia de Xalabarder).
Pallarés siguió pariendo oscuros relatos de Bram con idea de publicarlos a modo de serie dentro de algún tebeo de Planeta, o bien recogerlos en un libro de cómics. De tal guisa, y estimulado por el inédito apoyo en ciertas literaturas latinoamericanas (he aquí el laberinto caprichoso, he aquí la deformación de la realidad, he aquí el paraje exótico y taimado), procedió a escribir un racimo de historietas a cada cual más estimulante: “El hombre sin sombra”, “Tacuarembó”, “La semilla que llegó del cielo”, “Voces en la noche”, “Beso de escorpión” y “Cita en
¡Qué buenas historias! De lo mejor de la fantasía heroica hecha en España, sin duda. Nada que ver estos argumentos, armados de literatura, con los que otros guionistas hispanos ofrecían al editor, débilmente sorpresivos, lacónicos, tópicos. Les diferenciaba del resto también el trazo de Cáceres, un dibujante de maneras groseras si lo comparamos con las nuevas hornadas de historietistas hispanos, más “reminiscente de Toutain” según algunos, y menos apto, en consecuencia. Un juicio erróneo: Cáceres era la elección oportuna para darle rasgos al yacoï, pues pocos autores españoles podrían conferirle a su rostro esa vil mueca o a su cuerpo esa torsión desesperada (el tiempo lo ha demostrado: ahí lo tienen dibujando Varuk en 2006 para el mercado yanqui). El equipo era el correcto, pues. Las historias eran buenas.
El proyecto inicial al que iban destinadas estas aventuras fue desestimado. Y sus autores buscaron editor para sus historietas huérfanas. A la postre surgió un editor de los minoritarios pero con confianza en el valor del producto (Proyectos Editoriales CROM, bajo el sello Ediciones Quepuntoes) que lanzó este libro en 2002. Aquella edición reordenaba las aventuras de Bram con respecto a la idea inicial de su guionista. “Ratas en el laberinto”, primera en ver la luz, volvió a encabezar el listado, y se incorporó la nueva historia “El último edén”.
En esta nueva edición los autores nos regalan otro trallazo de fantasía, la nueva historieta “El sucesor”. Empero, en el limbo dejaron media docena más de guiones que nunca llegaron a tomar forma (“Beso de escorpión”, “Reino de viento”, “Para morir siempre hay tiempo”, “El dios cansado”, “Pargaminiska”, “El sueño del caminante pobre”, “Sonrisa de barro”…). Quien sabe si con su proyección internacional, dado que los autores preparan la difusión de esta obra en los EE UU, volveremos a ver en acción al iracundo yacoï.
La serie de historietas de Bram abren una puerta hacia lo insólito y lo aterrador, así que procede a la lectura con prudencia, lector, es posible que cuando tengas el corazón atenazado por la emoción no logres salir indemne de este laberinto de viñetas…»
- Bram, el yacoi.
- Guión: José Miguel Pallarés. Dibujo: Miguel Ángel Cáceres
- Álbum de historietas, en rústica, 130 páginas en b/n, 10 euros
- Asociación Qi'tomer, Málaga, julio de 2007
- Texto de cuarta de cubiertas: "No puedes huir de la muerte, pero tampoco puedes anticiparla. Ésta te es adjudicada al nacer, cuando Olgar te inscribe en su piedra, en la piedra de la vida. ¿Por qué preocuparse de aquello que no podemos cambiar? Olgar, Dios de la estepa, Señor de las cumbres heladas, ha escrito el destino en su piedra.
Morir destripado, de gangrena o de viejo... ¿Qué importa? Sólo Olgar lo sabe, viejo truhán."
Reseña por Manuel Barrero.
Tebeosfera recibió servicio de prensa de Qi’tomer Cómics
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