miércoles, 18 de enero de 2006

Pueblo, de Mota (Zanzibar)


PUEBLO, EL VASTO IMPERIO DE LA INFANCIA


Este tebeo de Manuel Mota tiene dos defectos fundamentales. Uno, que sus historietas nos llegan muy tarde, a destiempo, dado que algunas datan de 1993, más de una docena de años atrás, y segundo defecto: que la cubierta hubiera lucido mucho más de haber contenido la evocadora ilustración que se nos ofrece en la página 64 del libro, como cierre. Esa imagen, aparte del mérito de su composición, contiene todos los elementos que este libro proporciona al lector: la rasa arquitectura rural en contraste con la retorcida pero fascinante naturaleza, y la infancia en medio de todo.


Mota es un historietista malagueño de esos que se podrían llamar 'fantasmas', que no han contribuido especialmente al desarrollo de la historieta en general y tampoco de la local (ni mucho menos a 'movimientos de renovación de la historieta andaluza', qué bobada). Su obra ha sido escasa y dispersa, pero enamorada del medio y cuenta con las herramientas del narrador potencial que además domina una plástica de contrastes violentos. Esto no es fácil, Mota se atreve con masas de negro intenso que a veces se le escapan en el encaje, a lo cual no ayuda su tratamiento de la anatomía, francamente mejorable. Mas, todo lo anterior no empaña la enorme calidad de esta obra. Enorme más por el tema elegido y su desarrollo que por su resolución.


El slice of life, ese snobismo que rápidamente adoptamos para definir cierta historieta intimista y de corte autobiográfico que provenía de los EE UU (con su raíz en el underground de los setenta fundamentalmente) ha generado algunos monstruos en nuestra historieta, y algunas obras que han sido aupadas a lo alto únicamente por su liviandad y vacío interior (ya caerán). El reconocimiento de la historieta autobiográfica se halla más cómodamente aquí, en esta obra cruda y marginal, en la que se dan cita la adoración por la obra de Carlos Giménez (la infancia triste y su refugio en los tebeos) o Luis García (la evocación de una tierra de horizontes vastos, la rural).


El gran valor de Pueblo reside en esa la recuperación del retrato rural, de lo que se dio en llamar la "españa profunda" (aunque ahora, esa España es la de los extrarradios, o la de los nichos nacionalistas), de aquella sociedad lejana que representaba los ecos de la pobreza, la falta de desarrollo y usualmente, el desabrimiento de los tiempos difíciles, la aspereza del trabajo en el sector primario, los olvidados por el progreso, la población sin alfabetizar y la represión feroz, el imperio de la Iglesia, los dramas sangrientos, la dictadura de todos sobre todos... Es esa "españa profunda", la misma que acabó como ejercicio de risa en el cine del franquismo de los cincuenta y hasta los setenta y que ahora tantos seguidores tiene en la televisión socialista, la que terminó convirtiéndose en un horizonte a olvidar por el urbanita de nuestro tiempo. Y de hecho, la novelística actual apenas si mira hacia aquellos rincones. No habrá otro otro Baroja ni otro Ferlosio, no los habrá.


Pero hay un Mota. Y aquí Mota lo borda, porque parece haber conocido en su infancia aquellas escuelas de duro taburete, la educación represiva de entonces, el miedo a la tiranía en las aulas -qué paradoja, comparada con la actual-. Un Mota que bien sabe de dónde procede la tragedia de la literatura y el teatro español: de esos luchares cotidianos, voraces hasta terminar en crimen, con venganzas atroces entre allegados incluso, como plagiando a Sófocles o emulando a Lorca. También nos muestra Mota un lugar para los jóvenes de hoy tan lejano, donde el amor era puro en la infancia, incontaminado, como casi todo; y que en aquel contexto los tebeos podrían ser un trampolín para fantasías jamás soñadas. Parece como si el autor de estas historietas entroncara su aprecio por los últimos nexos con la cultura neolítica que fueron los pueblos del interior de las provincias españolas con sus cualidades como narrador de cómics. Entronca las cualidades para la evocación dramática de Carlos Giménez, por ejemplo, con los silencios hoscos de Delibes (al menos en "Ni Romeo ni Julieta"). Y formula su relato con un ritmo ágil, bebiendo de varias fuentes y sin mostrar un estilo asentado, pero fluidamente: alterna planos, mueve el enfoque de abajo a arriba, crea fuertes contrastes, algún ojo de pez, entromete a personajes de cómic y ahorra textos con una sobriedad envidiable.


Pero, como decía, lo importante en Pueblo no es tanto el dibujo, que ocasionalmente flaquea, como la narración, el ritmo sabio, y el fondo de todas las historias que Mota nos brinda aquí conjuntadas en un volumen que les dota de sentido unitario. En las dos últimas historietas de este libro evoca el dibujante malagueño las sensaciones de la infancia, la maravilla del descubrimiento de lo natural, la extraña diferencia entre amor y amistad, y esa soledad tan aplastante que aflora de la vastedad del campo. Hay una gran fuerza en cada uno de los episodios de este tebeo que acaba conduciendo a sus protagonistas y lectores lejos del entorno rural, dando fe de un movimiento social que ha transformado el reparto de la población de nuestro país de un modo irreversible.


Tebeo Vivo ha rescatado una obra de la que nada tienen que envidiar los neohistorietistas del relato intimista, es más, de él deberían aprender. Es así porque en este caso al menos hay contenido, hay un enfoque antropológico, hay relatos hilados con trasfondos de intensas sensaciones, aromas y color de una España que ha sido virada al gris en tanto que el desarrollismo señaló el camino a la ciudad. No obstante, España sigue estando ahí, en los pueblos que languidecen con sus habitantes arrugados y callados, llenos de tantos recuerdos...


Extraordinario tebeo, que goza, además, de un prólogo poético que casi es una declaración de amor por el medio, en cuyo connubio yo siempre he defendido que se enlazaron tebeo y niño de manera inmanente y así persisten aunque uno crezca. Mota lo resume de manera fantástica en el penúltimo párrafo de su introducción:


«Ahora vives dentro de mí, eres responsabilidad mía. Has invadido mi casa de libros, de tebeos, de películas; los dibujos se acumulan en carpetas, no sé ya donde encerrar todas esas cosas que me cuentas, todas esas aventuras que quedaron por vivir el día que tu viejo caballo invisible desapareció, y tu cinto, y tus pistolas, y tu espada de madera, y el refugio en el viejo algarrobo dejó de ser el país de los sueños.»


Extraordinario rescate, insisto; detestable por cuanto deja ver que Mota pudo ser un enorme autor si hubiera tenido la suerte de progresar en el medio; irritante porque demuestra que la historieta andaluza se quedó en el pueblo.


Puede que este Pueblo sea el otero desde el que mirar hacia otro horizonte.



Pueblo, de Manuel Mota. Zanzíbar Ediciones, Málaga, 2005

Libro de historietas de 64 páginas, en blanco y negro. 24 X 16 cm., 6 euros.

Editado con ocasión del festival de la historieta organizado por la Asociación Tebeo Vivo y con patrocinio de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Vélez-Málaga y el centro comercial El Ingenio.


Texto informativo de la editorial:

«PUEBLO se compone de cinco historias autoconclusivas unidas por el nexo común del medio rural en el que se desarrollan: un pequeño pueblo en el que aparentemente “nunca pasa nada”. Contada desde la perspectiva de distintos personajes y en distintos estadios de la vida, la obra funciona como un todo unitario en el que se reflejan sus vivencias, obsesiones, pequeñas alegrías y grandes tragedias. El fin de la infancia está presente en historias como GORRIONES y NÉLIDA, en la primera con un tono evocador y poético, en la segunda con toda la crudeza del choque brutal con el mundo de los adultos. NI ROMEO NI JULIETA es la historia de una venganza o “vendetta” con dos familias divididas por viejos rencores y ahora por el romance de dos de sus integrantes. A la manera de la tragedia inmortal, de la que toma en parte el título, pero con reparos, porque la alusión a una estrofa de la popular canción de los sesenta nos prepara ya para el inevitable final: el baño de sangre, cuya exposición el autor nos ahorra, no sirve sino para procurar el final inverso al de la obra shakesperiana.

Las otras dos historias: UN HOMBRE VIEJO y AMIGO (esta con guión de Chari García) completan el libro y afrontan, la primera, el tema de la vejez y la soledad con un repunte de esperanza. La segunda, que cierra el volumen, guarda bastantes semejanzas con GORRIONES que lo abre, y no solo por la presencia, explícita en una, implícita en la otra, de los pájaros, sino por la mirada limpia, sin artificio ni afeites, que la infancia despliega sobre las cosas más trascendentes de la vida.

PUEBLO es también la Ópera Prima del dibujante malagueño Manuel Mota. Aunque las historias hayan sido realizadas en periodos de tiempo distantes entre sí, el autor tuvo claro desde el principio que se trataba de una obra unitaria.

Atrás quedan otros muchos trabajos que fueron publicándose en fanzines (LUNATIKOS, SNEEZE GANG, VIÑETA A VIÑETA…) y en revistas (CREEPY, BOCETOS), en catálogos y publicaciones especiales de concursos de cómics, prensa y libros ilustrados.

Y por ultimo decir que PUEBLO es también la primera publicación del sello ZANZIBAR EDICIONES, creado en Málaga con la intención de dar algo de guerra en el desierto panorama comiquero andaluz.»


Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de Tebeo Vivo.


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