RESEÑA.- La Mosca se puso a la venta en diciembre de 2004 editado por Burz Comics, un proyecto editorial que tiene su pequeña historia. Ignacio Ochoa era uno de los espíritus más luchadores del sello cuando era una sólida maquinaria productora de fanzines a finales de los años noventa, actuando como coordinador incansable de uno de los proyectos en torno al cómic de mayor seriedad nacidos en Zaragoza. Ochoa, además de guionista, se encargaba de la promoción y del departamento de prensa de la pequeña faneditorial maña. Con él, David Daza, Daniel Marco, Salvador Molina, José Antonio Rubio, y luego Gustavo Higuero, Queco Ágreda, Daniel Foronda, Daniel Zarzuelo y otros, mantendrían encendida la llama de la pasión por el cómic durante los primeros del siglo XXI.
El ímpetu fue el mismo que alentó a muchos jóvenes creadores que no veían manera de medrar en el oficio, merced a que sus trazos aún sin madurar no hallaban soportes donde publicar en la década de todas las crisis, los noventa. En función del abaratamiento de costes de producción gracias a los milagros de la tecnología infográfica, fueron muchos los capullos de fanzine que se transformaron súbitamente en mariposa de historieta. Dicho sea esto sin ánimo de ofender.
Este había sido el caso del madrileño Aldebarán Comics, sello de Jesús Marugán, que publicó aquel prometedor Rhesus y el aplaudido El Jovit (de J.M. del Vas); o el caso de 7 Monos, editorial valenciana en la que afilaron sus armas Jordi Bayarri, Manuel Bartual, Víctor Santos, Vizuete y otros autores. Y fue el caso de muchos otros sellos faneditores de los que nunca más se supo. Si nos quedamos en el territorio maño, concretamente en Zaragoza, comprobamos el ímpetu de la afición en lanzamientos como Dr. Panzeta, de Editorial Prometeo, que apenas si disfrazaba su carácter de fanzine. También en Glyceryl y Gum, creación de Bernal (un desopilante seguidor de F. Ibáñez) para Ediciones L.S.D.: El Hombre Mosca. Y, sobre todo, Malavida, de Editorial Cornoque, que no disimulaba ni su alma de fan, ni su abierto salvajismo en algunas propuestas, ni su débito a la Escuela Bruguera. Los malavideros no se cansaron jamás de dar cancha a su mordacidad, más emparentada con el TMO que con El Jueves, y han continuado hasta la fecha produciendo sus historietas frescas y delirantes; es más: este año 2005 les darán, seguro, el premio al mejor fanzine.
A cierta altura, al menos el núm. 7 de Malavida, fue editado también por Burz, que quiso hacer de catalizador de los afanes en pro de la historieta en Zaragoza, sobre todo a partir del año 2002. El sello había potenciado sus salidas a partir de la llegada del siglo nuevo, interesado por hacer cómics sobre superhéroes según esquemas patrios y con cierto aroma underground, tal y como mandan los cánones del fanzinismo. Uno de los personajes enseña de la tímida editorial maña, Alertboy, había alcanzado en 2001 su núm. 8, ya con edición en buen papel y con cubiertas de cierto gramaje. Pero sería European el lanzamiento más ambicioso: un superhéroe a la europea, aunque muy similar a los modelos de Marvel, que fue conducido por el guionista J.A. Rubio y el dibujante Salvador Molina (también guionista), voluntariosos autores que depositaran gran parte de su gancho con el juego de grises. Alcanzó el núm. 5 en 2002, pero no prosiguió Burz por esta línea al comprobarse que esta temática no reunía a los suficientes lectores.
Burz continuó con algunos personajes entonces, como Pinball, cómic más ligero y menos pretencioso pero más eficaz en su objetivo: entretener. Obra de Ágreda al guión y Daniel Foronda al dibujo, lograba arrancar sonrisas al lector no muy exigente y en octubre de 2001 se publicó un núm. 2 prometedor, bien editado y con apariencia de querer seguir saliendo. No obstante, hasta mayo de 2003 no salió el siguiente, ahora obra coral de Queco Agreda, Daniel Foronda y David Daza. Otros lanzamientos de la editorial, aquejados de similar falta de periodicidad, fueron Zenutrians, creación de Ignacio Ochoa, con dos números a la venta. Psicótico, de Kalitos, con cuatro números publicados y una de las obras más interesantes del colectivo, no tanto por las maneras gráficas de Kalitos como por sus cualidades para narrar con un ritmo endiablado aunque manifiestamente mejorable.
El acierto de Burz fue que, paralelamente, inició una línea de números únicos bajo la etiqueta “Historias completas” que iría saltando de género en género a partir del año 2000. En un extremo podríamos situar Línea de Tiro, un superhéroe de gatillo ágil obra de David Braña y J.S. Velázquez. En el otro, por ejemplo, Mañana llega Michelle, un tebeo tipo slice of life de los hermanos Ortiz Albero donde se hablaba de la intimidad de los recuerdos mecidos por los sonidos y la música, con un grafismo simple pero expresivo. En medio, la aún faneditorial nos brindó tebeos de espada y magia. Como Renna, una fantasía heroica femenina con dibujos de Daza y otros, donde lo más destacable fue la cubierta del zamorano Andrés Lopetegui. O como Conmawa, obra del llamado Pirate Ship Studio, número único muy trabajado con el ordenador pero poco con los lápices. O como Brutaker, de Ágreda y Laura “Palmer”, espada y brujería a la manga que nos descubrió a esta autora, muy prometedora entonces –año 2000-, lo cual confirmaría al poco con el lanzamiento Paranoias (X-2002), ya un libro de cómics en toda regla y repleto de la línea adorable de la autora, cuyos protagonistas se ajustaban plenamente a los gustos del público de su tiempo: Omiyak, un niño elfo y Aivlis, una niña gato intentan rescatar a Nogata, una arpía novia de uno de sus amigos.
En la primavera de 2002 salieron otros productos de Burz que entroncan con su actual orientación editorial a la vista del esfuerzo invertido en la edición. Black Clark, de David Braña, Aranda y Fino, tebeo legible y sólido donde se daban cita unos cuantos géneros, y Ocultos del sol, dinámica historieta de vampiros de Rubio y David Daza en el que el éste demuestra sus dotes para el dibujo y Rubio su calidad como guionista.
El último título mencionado se exhibe aún en el sitio web del sello, www.burzcomics.com, como novedad adquirible junto con La Mosca. Se suman, en este catálogo en línea los anunciados en diciembre: Cutrelandia, de Kalitos, y dos traducciones: Mildiu, de Lewis Trondheim y Loco por ti, de Massimiliano de Giovanni y Andrea Accardi.
Sin duda productos todos atrayentes. Pero tardíos. El mismo sitio web se halla en construcción todavía, después de unos cuantos meses en esta situación desde que se anunciara su pase a la arena editorial profesional. Tal situación parece indicar que no acaba de arrancar el proyecto. El equipo editorial, antes coordinado por Ochoa, está presidido actualmente por Francisco José Vela. Ochoa ha pasado a ser director editorial, con Queco Ágreda y Gustavo Higuero como asesores.
Y es una pena que a esta parálisis momentánea se haya sumado en el lado del debe la irregular edición de La mouche, historieta memorable de Lewis Trondheim que muestra unos tramados evidentes en sus grises, también algo quemados, con un resultado final bastante distanciado de cómo lo editó originalmente en Francia Éditions Seuil en 1995, hace ya… ¡10 años!
No obstante el tiempo transcurrido y este tropezón en imprenta, el tebeo se sigue disfrutando como antaño, con el aliciente además de saber que fue uno de aquellos encargos hechos desde Japón para tratar de remover apetencias entre el público japonés ávido consumidor de manga estándar. Aquello no funcionó, ni lo logro Mazzuchelli, ni halló mucho eco lo de Ippólito, ni lo de Trondheim ni lo de los demás. Quizás fuera Lewis quien más se acercó a lo que un japonés disfrutaría habitualmente: una historia que parte de la simplicidad para descubrir que existe una ligazón entre lo más diminuto y lo desproporcionado. La mosca trata precisamente de eso, de las aventuras de un díptero, trabajadas con ritmo iterativo (en cuadrícua de tres por tres), más minimal que de cartoon, descritas con un trazo delicado y amable y con esa excepcional cualidad que tiene el francés para sumirnos en los espacios de su creación. Cómo se nota en esta obra lo bien amueblada que tiene la cabeza Trondheim y su talento para la comedia en particular y, en general, para el relato, ya que urde un final inesperado y sorprendente por acumulación hasta el absurdo que termina siendo parábola entre lo microscópico y lo microcósmico. Muy japonés, vaya.
Grises en la edicion original
Un producto, como hemos visto en el repaso a la historia de Burz, que no acaba de encajar con lo editado por el sello zaragozano hasta la fecha y que tiene en su contra el hecho de que, por tratarse de un tebeo mudo, un lector interesado en Trondheim podría optar por acudir a una edición mejor impresa, que las hay en Portugal y en Francia, las cuales permiten apreciar la aguada aplicada por el autor (en la imagen, un ejemplo). Hubiera sido interesante para este caso que los editores se hubieran esforzado un poquito más y hubieran lanzado este producto conjuntamente con Les Aventures d'une mouche : La Mouche et compagnie, DVD que salió en 2001 editado por Sony Music Vidéo (con realización de Charly Sansonetti y guión de Samuel Kaminka) con la inclusión de 22 episodios de 5 minutos, en los que no sólo se nos muestran las evoluciones de esta primera aventura del personaje en movimiento. En España se pudo ver un fragmento hace unos años en la tele y prometía mucho. ¿Tan prohibitivo es editar en España un tebeo + DVD?
La versión animada
Este cómic es una delicia, pero también constituye un traspié para iniciar una andadura editorial. Ojalá que se quede en eso y podamos disfrutar de más lanzamientos de este equipo maño de ilusionados soñadores del cómic, que ya se están haciendo esperar.
La Mosca, de Lewis Trondheim. Burz editorial: Lampit, 1, Zaragoza, 2005
Libro de cómics en rústica, con solapas, 21 x 13,5 cm., 106 páginas en b/n, 10 euros
Reseña de Manuel Barrero. Burz Comics realizó servicio de prensa con Tebeosfera.
4 comentarios:
Gracias por la reseña. Nos estamos esforzando para que las próximas novedades queden mejor. Nos está costando más de lo previsto, pero en ello seguimos.
Un saludo!
Queco Ágreda
Merry Christmas!
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