Los ochenta (o los posmodernos, o los deconstructores) nos trajeron otros agentes secretos, aburguesados, hastiados, desorientados. No eran Bond. No se divertían probando tecnologías nuevas o paseándose por los destinos de sus misiones. Antes bien, al contrario, padecían sus misiones.
Los nuevos agentes secretos que conocimos en esta década surgían en una cultura sin tan marcados referentes, en la que aquellos grandes relatos de antaño ya no tenían validez. Ya no se planteaban "salvar el mundo"; si acaso podían intervenir en un asunto concreto y salvar el propio pellejo.
Dos de los mejores ejemplos de agentes secretos desprovistos de la coraza de fascinación de los sesenta fueron Max Fridman, creación italiana de la que ayer nos hablaba Ricardo Vigueras, y XIII, creación belga que se ha constituido en el paradigma del espionaje en el cómic durante los últimos 25 años.
De Fridman no ha habido una colección exclusiva en España, pero Antonio Moreno y Félix López han logrado que su ficha de serie arroje todos los resultados con un clic:
Los tebeditores Andrés Álvarez y Javier Vidiella han catalogado todos los libros de XIII publicados en España:
Tebeosfera. Nos divertimos catalogando historietas.
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