En TEBEOSFERA hemos trabajado sobre el horror adscribiéndolo a un marco genérico concreto en el que lo monstruoso de origen sobrenatural es el elemento más destacable. JESÚS JIMÉNEZ VAREA quiso dejar claro este punto en el arranque del núm. 5 de nuestra revista y, partiendo de ahí, JAVIER ALCÁZAR escrutó entre gran cantidad de tebeos españoles para localizar las que podemos considerar como primeras manifestaciones de horror genuino en nuestros tebeos.
Preferimos evitar el salto de gigante que implicaba sumergirse en las publicaciones de horror modernas tal y como marca nuestro conocimiento de LA HISTORIETA DE TERROR EN ESPAÑA para entretenernos momentáneamente en las trazas del relato de miedo que había en LOS CUENTOS DE HADAS, así como del contagio de los terrores decimonónicos que se filtraron en series populares del estilo de: LOS VAMPIROS DEL AIRE, ANITA DIMINUTA o ROBERTO ALCAZAR Y PEDRÍN (AL MENOS EN SU LUCHA CONTRA EL HOMBRE DIABÓLICO). Algo de eso permaneció instalado en las aventuras de EL INSPECTOR DAN, serie policíaca en la que se definían unos villanos en unos ESPACIOS PARA EL HORROR que lamentablemente no perduraron en España bajo la dictadura de Franco, donde las políticas culturales del Movimiento desaconsejaban ciertas presencias en los productos dirigidos a los niños. Buena muestra de lo anterior la tenemos en que la parodia de los personajes representativos del género tampoco abundó en LA HISTORIETA HUMORÍSTICA BAJO EL FRANQUISMO.
Durante los años cincuenta, por lo tanto, España no participó en aquella EVOLUCIÓN DE LOS CÓMICS DE HORROR HASTA EL LÍMITE DE LO PERMISIBLE, que en los Estados Unidos llevó a que ciertos grupos de presión lograran instaurar un CÓDIGO DE AUTORREGULACIÓN entre los editores. Esto supuso un hito para el medio y para esta industria, pues la fiscalización de contenidos de los COMIC BOOKS DE EC COMICS, por ejemplo, se ha confirmado como uno de los capítulos más recordados de la historia del cómic, convirtiendo en leyenda unos contenidos que, ANALIZADOS HOY, PUEDEN DESPERTAR OTRO TIPO DE OPINIONES alejadas de aquella mitificación.
Independientemente de su calidad narrativa, lo cierto es que los cómics de horror de los cuarenta y primeros cincuenta aportaron estremecimientos y escalofríos que no cosecharían los aparecidos en la década siguiente, tanto los publicados a un lado del océano por sellos como DELL O GOLD KEY, como los que vieron la luz en el Reino Unido, aquellos HÉROES OLVIDADOS durante tanto tiempo: MAX "AUDAZ", SPIDER, STEEL CLAW, por citar a los más cercanos al relato terrorífico. EL DESCUBRIMIENTO DEL HORROR EN LOS SESENTA llegó por otra vía, a través del cambio de formato, colándose en publicaciones que iban destinadas a un lector más maduro, ahora que los cómics comenzaban a considerarse productos de consumo no sólo infantil. En España entró el horror tardíamente, a finales de la década, con Dossier Negro, en 1968, para luego medrar en publicaciones como HISTORIAS PARA NO DORMIR, que rescataba historietas de este tipo dirigidas al mercado exterior, o la revista DRÁCULA, que intentó publicarlas aquí en primer lugar aunque con una mirada puesta en Europa.
Fue de nuevo en EE UU donde el género experimentó la mayor transformación, gracias también a su relegación a formatos muy concretos (el de magazine o revista) que explotaron con éxito empresas editoriales como Warren. Fue aquel un mercado al que acudieron un ejército de dibujantes patrios, en lo que se llamó “LA INVASIÓN ESPAÑOLA”, para reconducir la estética del miedo con sus sofisticados dibujos. Aquellos fueron autores de muy distinta formación o estilos, como VICENTE ALCÁZAR, ISIDRE MONÉS o AURALEÓN, por citar tres muy diferentes, que comulgaron allí con el nuevo enfoque del horror, ahora más centrado en el “monstruo interior” y en los recelos producto de la guerra fría. Con su buen hacer, nuestros artistas deslumbraron tanto al público americano como al español, puesto que esas historietas terminarían traduciéndose en nuestro país DURANTE LOS AÑOS SETENTA, en el panorama de euforia editorial que tuvo lugar a la muerte de Franco, como bien han recordado técnicos editoriales tales como MANEL DOMÍNGUEZ NAVARRO, FERNANDO LERIA o MARCEL MIRALLES.
Pero Warren no fue el único sello editor que explotó el horror en los cómics durante los setenta. La casa Skywald fue otro, que abundó más en lo grotesco y lo carnal, lo cual pudo apreciarse EN LAS HISTORIETAS DE PABLO MARCOS, más que en las obras de los españoles que recalaron en este sello. Lo cierto es que por esta época el horror se puso de moda, excitando los intereses de otros editores rápidamente, hasta de los que publicaban historietas sometidas al código, como Marvel, que añadieron mitos clásicos del horror a sus panteones superheroicos rápidamente, en series como LA TUMBA DE DRACULA, WEREWOLF BY NIGHT, o buscando personajes nuevos como MORBIUS, por ejemplo. Tanto en los magazines de Skywald como en los de Marvel hubo participación de autores españoles, en menor medida que en los títulos de Warren, pero lentamente fueron desplazados por autores de otras latitudes. Algunos latinoamericanos, pero sobre todo filipinos.
Argentinos y brasileños, sin embargo, fueron pocos. Argentina ha aportado OBRAS DE RELEVANCIA AL GÉNERO DE HORROR, indudablemente, que fueron publicadas en sus propias revistas CUANDO EL MERCADO ERA AÚN BOYANTE, o bien en publicaciones británicas o italianas, las más receptivas a los trabajos de estos autores. Una de las más destacables firmas de la historieta de horror argentina fue la de LALIA, dibujante del popular NEKRODAMUS. Otro argentino digno de recuerdo por sus densas atmósferas fue MANDRAFINA, autor de historias que utilizaron al monstruo como una manifestación ideológica, caso de EL HUSMEANTE.
Si los argentinos han descollado en algo ha sido en el género “opuesto” al horror, el humor, una de cuyas variantes, el humor negro, fue la especialidad de FONTANARROSA. Por más que lo humorístico se sitúa en el punto diametralmente opuesto a lo horripilante, en Tebeosfera quisimos penetrar en los extremos del humor para intentar comprender ambas manifestaciones. Aquí intervino el humorista Lombilla, para describir magistralmente las BURLAS PRIMITIVAS DEL MIEDO, las claves para comprender esa vertiente denominada HUMOR NEGRO, y tratar de uno de los focos actuales del terror, el terrorismo, que DEL HUMOR GRÁFICO TAMBIÉN SE OCUPA. En España, durante aquellos procelosos setenta, el humor macabro directamente basado en los mitos del horror clásico fue moneda común en algunas publicaciones, siendo muy popular en esta disciplina ALFONS FIGUERAS, y descolló también alguna creación del gran Jan, caso de EL ULTIMO VAMPIRO.
También viajamos a otras latitudes para conocer sus aportaciones al género del horror. Sin salir del continente americano, pudimos saber de buena mano que LA RELIGION Y LO SOBRENATURAL FORMAN PARTE DE LOS QUADRINHOS DE TERROR BRASILEÑOS; y, dando un salto al otro lado del mundo, comprobamos como las creencias ancestrales y los fantasmas familiares HAN SIDO EL ALIMENTO DE LA HISTORIETA DE HORROR NIPONA. Fue sorprendente comprobar que esto mismo ocurría con LA HISTORIETA FILIPINA DE HORROR, en una cultura que fue española durante mucho tiempo y cuyos autores, paradójicamente, serían los que fueron desplazando a los españoles de las revistas de cómics americanas de forma paulatina. Fueron precisamente los filipinos los que más intervinieron en las publicaciones de horror de DC COMICS, un sello que se replanteó el tema de la culpabilidad humana como alegoría de lo aberrante (lo cual plasmó magistralmente el autor ALEX NIÑO) y que nos brindó series tan atractivas como I... VAMPIRE, que recalaban en esa idea de mostrar el interior del engendro hasta hacerlo reconocible y nuestro.
En los ochenta se replanteó el género a través de varias vías en los Estados Unidos. Por un lado, los editores de la última etapa de Warren concibieron unos guiones desprovistos de peso pero con ideas interesantes sobre las nuevas fuentes del miedo en una sociedad ahora bajo el paraguas de la ciencia: EL HORROR A LO DESCONOCIDO HABÍA SIDO MITIGADO, PERO SE HABÍA AMPLIFICADO EL HORROR DE LO INCIERTO. Por otro lado, los editores de DC Comics siguieron explotando los horrores clásicos en obras como Swamp Thing, una serie que se benefició del magistral estilo de BERNIE WRIGHTSON. Y ambos tipos de editores coincidieron en usar a estos autores para proceder a explorar los miedos humanos en una sociedad nueva donde la deformidad y el dolor habían pasado a ser UNA FORMA MÁS DE ESPECTÁCULO. Esta transformación del género la conocimos en España de un modo gradual, porque el horror fue capitalizado casi en su totalidad por un editor, Toutain, que convino en reproducir constantemente materiales publicados en EE UU diez años atrás. Es decir, aquí se combinaron las propuestas clásicas, como las dibujadas por JOAN BOIX, con otras más aventuradas, propuestas frescas sobre la instalación de los monstruos en nuestra vecindad, que en eso consistía la magistral obra KRAKEN.
En la década siguiente nos invadió el horror relativista de la posmodernidad. Ahora los guionistas de este tipo de historietas decidieron desprenderse de los herrajes clásicos para abordar el relato de miedo cómodamente instalados en el trasvase intercultural. Tiziano Sclavi, creador de DYLAN DOG, fue uno de los que mejor supieron profundizar en esa idea de que los monstruos estaban más arraigados en nosotros que en nuestras proyecciones fantásticas. Creaciones similares, como el investigador de lo oculto DAMPYR, otra serie italiana, llegaron para refrendar esta idea. Es decir, a partir de ahora lo que parecía interesar al lector era que la historia estuviera contada desde el otro lado, desde la perspectiva del monstruo. No nos sorprendió, entonces, que el protagonista de una serie pudiera ser un muerto en busca de venganza, como THE CROW. Y de ahí el gran éxito de LA SAGA DE SWAMP THING, sobre todo cuando tomó las riendas de la serie el británico ALAN MOORE, un guionista excepcional pendiente de la supremacía de lo individual sobre lo social, que dio varias vueltas de tuerca al género, y no sólo con la serie aquí conocida como La cosa del pantano.
Otros guionistas de la época profundizaron sobre turbaciones más íntimas, ahora que la exploración del miedo se había centrado en el alma humana. Por ejemplo, Neil Gaiman se centró en lo que denominamos LA MATERIA DE LOS SUEÑOS EN LA SERIE SANDMAN, que no era otra cosa que escarbar en los temores infantiles. Jamie Delano, por su parte, hurgó en la herida de los miedos subyacentes en la fe religiosa en HELLBLAZER, una obra trasgresora sobre la condenación divina, fuente de tanto temblor. En verdad, gran parte de las innovaciones que al género aportó el subsello VERTIGO, de DC, orbitaba en torno a esta idea: superar los tabúes tradicionales nos permitirá enfrentarnos a los nuevos miedos, a los que surgen, de hecho, de nuestras acciones. En este sentido, obras influidas por los autores de Vertigo, como alguna de las que publicó en España COROMINAS, dieron un paso adelante en la mostración del más formidable monstruo de todos: el asesino desquiciado pero humano.
Los noventa no sólo nos mostraron la cara más descarnada y vil del miedo, también fue un periodo en el que los géneros experimentaron múltiples cruces y comenzaron a aflorar híbridos donde el horror era mero invitado. Esto ocurrió con series tan populares como HELLBOY o THE GOON. Y a partir de aquí, con el horror como telón de fondo surgieron argumentos en los que se formuló la idea de que los monstruos ya se habían instalado definitivamente en el tejido social y nos tocaba convivir con ellos forzosamente. Esta idea, que subyace en series como RAPACES, por ejemplo, se aprecia más claramente en los cómics “DE ZOMBIS”, todo un género por sí mismo en el que los muertos andantes se han visto tradicionalmente como una alegoría de la población aborregada, adocenada por el consumismo, o, en el comienzo del siglo XXI, como advertencia del peligro de LAS NUEVAS PLAGAS Y PANDEMIAS.
Hoy en día el horror convive en los cómics con otros géneros, hibridado en todo tipo de historias. Se han lanzado miradas a un terror no tan evidente, anclado en los fantasmas de la adolescencia o aún más íntimos, pendientes de lo no visible, LO NO PRESENTE. Se sigue utilizando el horror como elemento de anclaje, pero muchas veces como MERA SILUETA de la amenaza que nos presenta el relato. Y desde luego se persiste en retorcer el género para hinchar la vena paródica, EN LA CARICATURA DEL CRIMEN, y descubrir la risa tras los pliegues más sangrantes y brutales de los agentes del miedo. En España hemos asimilado las tradiciones del género y los jóvenes autores siguen esgrimiendo ESTE TIPO DE ARGUMENTOS EN SUS HISTORIETAS, sin excesivos aportes propios u originales, pero los suficientes como para mantener viva la llama del horror en nuestros tebeos.
Todo esto ha sido posible gracias a: J. Jiménez Varea, Javier Alcázar, Manuel Barrero, Antonio Martín, Enrique Martínez Peñaranda, Francisco Tadeo Juan, Agustín Riera, José María Baena, Adolfo Gracia, Alberto García, Alfons Moliné, Antonio Santos, Oscar De Majo, L. Watt-Evans, Carlos R. Martínez, Javier Mora, Federico Moreno Santabárbara, Steve Holland, Lombilla, Jaume Capdevila, David A. Roach, Félix Velasco, José Joaquín Rodríguez, Alejandro Cáveda, Marco Tulio, Ricardo Vigueras, Alejandro Romero, Javier Mesón, Antonio Moreno, Félix López, Rodolfo Martínez, Antonio Pineda, Rafael Ruiz-Dávila, José Manuel Hinojosa, Álvaro Pons, Koldo Azpitarte y Santiago García.
Y a Los Tebeditores.
Gracias a todos por hacernos estremecer.
Tebeosfera. ¡Un número formidable!
1 comentario:
Gracias, gracias y un millón mas de gracias por este número y también por este post resumen.
Os leo y releo.
Enhorabuena, seguid así de buenos!!!
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