Las revoluciones socialistas han tenido que
construir un nuevo discurso en el siglo XXI. Han tenido que “reinventarse”,
como eufemísticamente dicen ahora. Construirse un nuevo relato porque en el
nuevo siglo está claro que triunfó la sociedad del espectáculo y ya no es
suficiente con aspirar a una nueva realidad: hay que edificar nuevas ficciones.
Una de esas ficciones es la de la democracia, tan desgastada tras el triunfo
final del capitalismo salvaje que había que convocarla de nuevo en las ágoras,
o sea, en las plazas públicas. Así se hizo en mayo de 2011 en las plazas
españolas, en un espontáneo y febril ejercicio de manifestación popular que
contagió al mundo. Aquel movimiento de indignación provocado por la crisis
económica e institucional supuso un cambio de paradigma social que dio lugar a
otros movimientos en lugares muy distantes, a nuevos partidos políticos y a una
distinta reconfiguración de lo social.
Cómics e ilustraciones fueron algunos de los
instrumentos que mejor dieron fe de lo que entonces ocurrió, porque permitían
alegorías y plasmaciones de emociones que no podían transmitir el periodismo,
ni las televisiones, ni el cine, al menos no con igual velocidad. El dinámico
profesor Jorge Catalá se ha percatado del gran potencial de los cómics para
contextualizar y catalizar los imaginarios sociales y políticos posibles y lo
expone en este documentado artículo:
Tebeosfera.
Tebeindignados.
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