Casi se nos ha ido 2017, el año del “turismo sostenible” que hizo insostenibles los atentados en Estambul, Bagdad, Florida, París, Londres, San Petersburgo, Alejandría, Mánchester, Bangkok, Teherán, Melbourne… y sesenta localidades más. Ha sido el año en el que depusieron a Mugabe, presidente aún con 93 años, y el año en el que pusieron a Trump (otro que tal baila) que amenaza con quedarse hasta los cien. Ha sido el año de las manifestaciones feministas e independentistas, de las marchas anticorrupción (en Bucarest, por ejemplo) y en favor de la acogida de refugiados; fue el año de la Marcha para la Justicia. Nunca antes había estado tanta gente junta en la calle. 2017 fue el año del fútbol más astronómico y de la astronomía bien apresada (por las ondas gravitacionales). El año en el que volvieron Zelda, Blade Runner y Depeche Mode; el año de la Switch y de la pantalla infinita.
También fue el año en el que se nos murieron autores de tebeos. Tres mujeres (Goetzinger, Herrero y Tovar) y sesenta y un hombres, según nuestras cuentas. De los españoles, se nos han ido artesanos como Antonio G. de Santiago; guionistas como Flores Thies; técnicos como Jordi Solé; renovadores como Azpiri; artistazos como Prunés; conocedores, como Coma; chispeantes, como Arretxe (Bisnieto) o puntuales, como Balaguer, entre otros. Sentimos mucho estas pérdidas, como las de otros grandes autores que exhalaron su último aliento en 2017: Wrightson, Taniguchi, Williamson, Baxendale, Jidéhem, Lubbers, Rius… una herencia de genialidad que ya no podremos recuperar, salvo acariciando de nuevo las páginas de sus tebeos. Leámoslos.
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Tebeosfera. El último adiós, el penúltimo día.
Que nos esperen todos ellos muchos, muuuuuuchos años (allá donde se encuentren)...
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