La más recordada de todas las revoluciones populares sucedió
en domingo y la lideró un cura. Fue el padre Gapón, sacerdote ortodoxo de buena
cuna pero que supo comprender las necesidades del pueblo llano ruso, por entonces
gobernado con una dureza excesiva por el último de los zares. 200.000 fueron a
pedir audiencia a Nicolás II pacíficamente y recibieron el fuego de la ira: cayeron 200 y 800 resultaron heridos. La represión injustificada despertó la indignación
de los campesinos y los trabajadores, y de los militares más tarde. De este modo, se fue larvando un clima de insatisfacción que preparó el camino para la revolución de los soviets, que tuvo lugar exactamente al cabo de doce años.
El zar terminó cayendo, sí, pero no todo quedó a gusto de todos. Por
eso llegaría luego otra revolución, la bolchevique, plena de astucias y juegos
de poder, que reivindicaba el Gobierno desde el pueblo pero con otros
mecanismos. La verdadera “revolución rusa”, la revolución popular, fue la que germinó
en enero de 1905, vivida y sufrida por los que reclamaban mejoras salariales y
más pan. Por los que vertieron su sangre innecesariamente, demostrando que con
la crueldad se van escribiendo los libros de historia.
Pedro H. Navarro reseña para el actual número de TEBEOSFERA, dedicado a las revoluciones, una historieta sencilla publicada aisladamente en un tebeo de los años ochenta. Esta obra de Cava y Usero es una joya gráfica de nuestra historieta, con escasas páginas pero de gran intensidad.
Tebeosfera. Historietas
para la historia.
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