Ambrós y El Capitán Trueno
por J. M. Varona Ché
El 14 de este mes de mayo se cumplieron los 50 años de la aparición del primer cuaderno de la saga de El Capitán Trueno, uno de los personajes de tebeo más conocido y más apreciados por los lectores de este país, el cual tuvo dos padres: en lo literario a Víctor Mora y en lo artístico al valenciano Miguel Ambrosio Zaragoza más conocido por AMBRÓS.
Sobre la vida del Capitán Trueno han corrido ríos de tinta, más aún en la medida en que se acercaba su quincuagésimo aniversario, incluso se han realizado homenajes en su honor, siendo el más reciente el que se le hizo en Barcelona el 23 de Marzo del año en curso, en presencia del guionista Víctor Mora, de Francisco Ibañez autor de Mortadelo y Filemón y de la esposa de Mora, la señora Armonía Rodríguez, autora de EL GRAN LIBRO DE EL CAPITÁN TRUENO. De igual manera se está trabajando en otro homenaje, esta vez a cargo de la Asociación Cultural Andaluza Colectivo De Tebeos (que dirige el incansable Diego Cara) que tiene previsto la publicación de un catálogo numerado del 1 al 300 (será una obra muy cuidada), más la de otros 50 ejemplares que serán entregados a distintos autores que han mandado un dibujo con su versión sobre el citado héroe.
Al nombrar al Capitán Trueno, es obligado hablar del dibujante que le dio vida y lo mantuvo en escena durante muchos años y que los especialistas, consideran fueron los mejores de la serie que sobrevivió en el tiempo, justo hasta el momento en que AMBRÓS, harto de sufrir la tiranía que sobre él ejercía la editorial, exclamó la manida frase ¡hasta aquí hemos llegado! A pesar de ello, la citada serie, siguió publicándose gracias a la ayuda de un buen puñado (entre quince y veinte) de profesionales de la plumilla. Sobre el particular considero necesario incluir unos datos biográficos:
Miguel Ambrosio Zaragoza AMBRÓS nació en Albuixech (Valencia) el 31 de Agosto de 1912, aunque otras fuentes citan el año 1913. Desde muy joven, demostró interés por el dibujo (recuerda que cuando era un crío que apenas caminaba, ya ensuciaba con carbón las paredes de su casa) por lo que su padre, cuando tenía 13 años, lo matriculó en la Academia de Dibujo San Carlos, a donde acudió por un determinado tiempo. No consiguió entusiasmar ni a la familia ni a los profesores, lo que llevó de nuevo a su padre, que no veía claro eso de ganarse la vida con el dibujo, a recomendarle que estudiara magisterio cosa que al fin hizo. Una vez superada la carrera, ejerció como maestro de escuela hasta la llegada de la guerra civil en que se alistó en el ejército republicano. Una vez acabada dicha guerra, por motivos políticos y por que no estaba por la labor, no quiso continuar con la enseñanza, prefiriendo integrarse en el equipo familiar dedicado a la agricultura, actividad a la que dedicó seis o siete años de su vida. Esta situación, pasado el tiempo, le llevo a lamentarse, ya que pensaba que él, al que siempre le había gustado el dibujo, se tenía que haber dedicado a ello desde el primer momento. Consideraba que por no haberlo hecho así, había perdido la mitad de su vida en actividades que no habían reportado provecho alguno ni a su persona ni a nadie.
Más tarde, allá por el año 1944, repasando unos cuadernos de El Guerrero del Antifaz que tenía su hermano menor, recordó que le seguía gustando el dibujo por lo que preparó un tebeo de indios y vaqueros al estilo de la época (con portada en color y todo) y con él debajo del brazo, se fue a ver al Sr. Juan B. Puerto, dueño de la Editorial Valenciana, el cual después de ver aquello, le pidió que les confeccionara algunas historietas de tipo humorístico, cosa que Ambrosio (que es como firmaba en principio) hizo y que consiguió le fueron publicadas. Como según él, no sabía dibujar le propusieron que se quedara en la editorial como rotulador. Pasado el tiempo y sobre el particular, el mismo AMBRÓS cuenta una anécdota que le pasó con el dibujante Grau, el cual un día se le presentó y le dijo: Estos de la Valenciana, siempre poniendo dificultades para publicar cosas a la gente y mira lo que acaban de sacar. Grau se quedó muy cortado cuando el propio Ambrosio le dijo que aquellos dibujos infames eran los suyos y para quitarle el sofoco agregó que aquellos dibujos no sólo eran infames, eran un desastre.
Pasado dos años y puesto que sus gestiones con la Editorial Valenciana no se veían coronadas por el éxito que él esperaba, AMBRÓS con trescientas pesetas en el bolsillo y con 33 tacos de edad se fue a la conquista de Barcelona. Una vez allí, ilustró una historia titulada "Dos Yanquis en África" y con ella se fue a la Editorial Hispanoamericana en donde no alabaron precisamente su dibujo, sin conseguir por ello que tirara la toalla. A posteriori acudió a la Editorial Bergis para los que hizo un par de cuadernos que no le pagaron. Luego con nuevas cosas suyas se presentó en Gerplá, la editora que por aquel entonces publicaba Florita y El Coyote, en donde encontró a una buena persona, el señor D'Oc, el cual precisamente no le dio demasiados ánimos mientras le decía que con 33/34 años y con tanto despiste encima, le iba a costar trabajo vivir del dibujo. Con todo, le invitó a ir a su casa a donde acudieron varios dibujantes que le orientaron y le aconsejaron que se fuera a ver a las Editoriales Ayné y Grafidea (que necesitaban dibujantes), cosa que hizo. Ayné le aceptó unas historietas cómicas para la revista Chispa. Con la Editorial Grafidea le fue mejor; puede decirse que el encuentro con ellos cambió su vida. Resulta que estaban necesitando un dibujante para realizar una serie titulada el Caballero Fantasma cuyo guionista era el también valenciano Federico Amorós, uno de los más grandes del momento. No sabemos los motivos, pero lo cierto es que le encargaron la ilustración del guión escrito por el citado Amorós (con el enfado no disimulado de éste, que se quejaba de que le hubiesen asignado un principiante) sobre dicho personaje el cual estaba inspirado en El Zorro. Hizo un primer cuaderno, lo entregó y empezó a preparar un segundo que una vez resuelto llevó a la Editorial pensando que aquello podía ser la último que le encargaran, pero para fortuna suya, le dijeron que adelante ya que el primer número publicado había sido un éxito. El mismo AMBRÓS decía que seguramente sus dibujos no eran buenos entonces, pero tenían mucha vida y que sin duda por eso habían gustado a los chavales.. Siguió con este personaje y al poco le comunicaron que tenía que abandonarlo ya que la Editorial Saturno, con anterioridad, había sacado un tebeo con ese título dibujado por Sangar y con guión de Alcañiz. En esa situación tuvieron que matar al Caballero Fantasma apareciendo en su lugar El Jinete Fantasma (que era un chiquillo llamado Crispín que le acompañaba y que deseaba vengar a su señor) que todavía se vendió mejor. Era el año 1947. De esta serie se publicaron 164 números que fueron firmados por Ambrosio. Después siguió con las aventuras de Chispita que era el hijo del anterior y que dibujaría hasta el año 1955. AMBRÓS pensaba que en el periodo aquel de Grafidea había aprendido a ser dibujante de verdad, pero se cansó de ellos, entre otras cosas porque con el dinero que ganaba no podía vivir.
Después de estos primeros éxitos, AMBRÓS se puso en contacto con la Editorial Bruguera para la cual empezó ilustrando la colección La nave del Tiempo con guiones de Vidal Sales de la que se publicaron diez cuadernos en el suplemento de aventuras de Pulgarcito. Igualmente para dicha Editorial ilustró libros de aventuras, entre ellos Los Tres Mosqueteros y pasado algún tiempo, la misma casa, puso en sus manos (parece ser que por sugerencia del guionista) el personaje que le catapultó a la gloria, el mítico Capitán Trueno basado en un guión que había escrito el novelista Víctor Mora inspirado en el Príncipe Valiente de Harold Foster, por el que éste, sentía verdadero entusiasmo. Dibujante y guionista se pusieron a la obra por lo que el 14 de mayo de 1956 apareció por primera vez en los quioscos el tebeo de la colección Dan que llevaba el título "¡A SANGRE Y FUEGO!" La serie fue un éxito desde el primer número, de la que se llegaron a hacer tiradas en ocasiones de más de 350.000 ejemplares, nunca conocidas hasta la fecha. Tal éxito llevó a la Editorial Bruguera a convertir en semanal lo que salía cada 15 días. La Editorial iba a su negocio sin ningún tipo de piedad sometiendo a AMBRÓS a un ritmo de trabajo endiablado, que le mantenía en constante tensión que no consiguió rebajar ni siquiera con la ayuda del dibujante Beaumont que se encargaba de pasar a tinta lo que Miguel Ambrosio (que cuando lo realizaba todo, utilizaba el pincel) hacía a lápiz. En esta posición de estrés pudo mantenerse un tiempo, pero dado que económicamente no le terminaba de compensar, AMBRÓS dijo ¡basta! y en 1960 colgó la plumilla, dejando la historieta tras la realización del número 175 de la serie de El Capitán Trueno, lo que obligó a la Editorial a buscar otros dibujantes (con el tiempo, esta tarea fue desarrollada por alrededor de veinte profesionales) que por supuesto hicieron todo lo que pudieron y un poco más, pero que no llegaron a alcanzar el grado de aceptación que tuvo lo hecho por AMBRÓS, que todos consideran como la mejor etapa de El Capitán Trueno. Después, Miguel Ambrosio, con parte del dinero ganado, cogió sus bártulos y se fue a París con la idea de triunfar en Francia como pintor.
En esta situación pasó el suficiente tiempo en el país vecino hasta darse cuenta que lo que él pretendía no era fácil (aparte decía, que la vida en París para un emigrante, era durísima y de una soledad insoportable), así que con menos duros en el bolsillo de los que se llevó, en 1964 volvió de nuevo a España, a Barcelona, en donde estuvo bastante tiempo sin hacer nada porque le daba pánico empezar de nuevo a dibujar, hasta que pensó que había que seguir viviendo por lo que nuevamente recaló en la Editorial Bruguera en donde, después de rechazar en principio seguir con El Capitán Trueno cuyas ventas ya estaban bajando, aceptó dibujar episodios para la Colección Historias (Rin Tin Tin y Tarzán) e ilustró novelas gráficas de las que publicaba dicha editorial. Más tarde, en Septiembre aceptó de nuevo dibujar más aventuras de El Capitán Trueno que aparecieron en solo tres números de los cuadernos Trueno Extra. También hizo un par de historietas de Billy The Kid para el Reino Unido.
En 1965, AMBRÓS deja de nuevo la Editorial Bruguera porque se siente mal tratado; cada vez le daban menos trabajo y encima mal pagado y desagradable, por lo que decide después de tantos años- regresar a la Editorial Valenciana para la que realiza un buen número de trabajos, principalmente con guiones de Federico Amorós y Pedro Quesada que se publicaron en la revistas Roberto Alcázar y Pedrín Extra y Jaimito. Ya en 1968, y al alimón con Quesada y Amorós, crean el semanario Héroes del Deporte y la revista de ambiente vaquero Los Colonos; esta colaboración duró hasta 1971. Se cuenta, que para la Valenciana dibujó varios centenares de páginas que muchos consideran fue lo mejor de su producción.
A pesar de los pesares, en ese año vuelve de nuevo con Bruguera para dar vida a un nuevo personaje de los creados por el guionista Víctor Mora llamado El Corsario de Hierro, con el que se sintió muy a gusto y que se publicó en la revista Mortadelo. Esta nueva serie también alcanzó un gran éxito que duró hasta 1981 en que AMBRÓS decide retirarse. Decía: que ya estaba por los setenta años de vida y que se sentía muy cansado, por lo que iba a dejarlo todo y a partir de ese momento nada de nada.
En el año 1986 recibe el premio HAXTUR al autor que más amamos. En el año 1989 el Salón del Cómic de Barcelona le concedió el gran premio por el conjunto de su obra.
Sobre el dibujo de AMBRÓS han sido dadas muchas opiniones, unas más favorables y otras menos, incluso hay un momento de su vida en el que se le dice que todos le consideran el mejor dibujante español de historietas, y él que era muy sencillo, contestó que no, pero en cambio si aceptaba que sus dibujos tenían toda la vida del mundo, que es lo que gustaba a los chiquillos para los que realmente dibujaba. Víctor Mora dijo de él en 1991 que era el mejor historietista y quien mejor había interpretado lo que él quería decir. Otros agregaban que Miguel Ambrosio a pesar de sus muchos años mantenía perfectamente vigentes todas las cualidades y atractivo de su forma de dibujar, que le habían ubicado entre los grandes del tebeo de todos los tiempos.
Artículo de José María Varona Ché
Imágenes: fotografía de Ambrós, cubierta del libro de Armonía Rodríguez y cubierta del primer cuaderno del subserial de la colección Dan El Capitán Trueno
Imágenes: fotografía de Ambrós, cubierta del libro de Armonía Rodríguez y cubierta del primer cuaderno del subserial de la colección Dan El Capitán Trueno
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