Los viñetistas de los
setenta eran los tuiteros de su tiempo. En un país que pugnaba por salir
de la dictadura, sus mensajes encapsulados entre caricaturas eran los
únicos que podían perforar la piel del poder, aunque solo podían hacerlo
mediante el aguijón de la alegoría. Por entonces, aún quedaban tres
bastiones irreductibles del poder: la Iglesia, el Ejército y el
Gobierno. Con Franco nadie se metía aún, pero a los curas ya les daban
caña. El Ejército estaba a medio camino, porque se venían burlando de
este estamento desde el fracaso de las últimas guerras (Vietnam fue el
origen de mil mofas), y obviamente el Rey era el máximo representante de
las Fuerzas Armadas en nuestro terruño.
El Papus, una revista de
historietas satíricas, había nacido poco antes de convertir a Juan
Carlos I en Rey de España. Era una figura intocable, sobre todo porque
la había colocado ahí Franco, pero El Papus le buscó las cosquillas,
pues era lo que tocaba. Claro que solo pudo mellar su imagen mediante el
doble sentido, el equívoco y su arma más potente: la ridiculización.
María
Iranzo, de la Universitat de València, analiza en este documentado
artículo el filo de la sátira de El Papus contra el Rey en los años de
la Transición, demostrando que el humor gráfico tuvo un periodo de
protagonismo periodístico destacado. Periodismo hecho con dibujos, algo
paradójico si tenemos en cuenta que con la viñeta se mostraba una
realidad que el oficialismo se encargaba de desdibujar.
JUAN CARLOS I, EL TIMO DEL REY MAGO
Tebeosfera. Reyes de los tebeos.
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