Fastuoso Fabergé informático
Por Antonio Santos (de su serie La voz en el desierto, entrega 32)
Por si alguien lo ignora, un Fabergé, explicado en plan compadre, es un huevo vacío primorosamente decorado con joyas, un capricho que tuvieron los zares rusos. Sabiendo esto, no erramos al comparar Transformers, fastuoso juguete visual, cuya única pretensión es la de acuñar un taquillazo histórico, como un Fabergé. Mas, pese a esta clara evidencia, no le han faltado sesudos intelectuales críticos, centrados en esto del cine, que lo han usado como vehículo para lanzar sus personales diatribas antinorteamericanas.
¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad?
Datos técnicos.-
TRANSFORMERS. Dirección:
De qué va.-
Puenteando totalmente el argumento original de la teleserie, de la cual empero toman algunos rasgos esenciales, los guionistas nos cuentan que, lanzados por el espacio en pos de un CUBO, asombroso objeto/entidad (el escuálido guión no nos lo aclara), capaz de infundir vida, sentimientos, inteligencia, alma, en las máquinas, los Transformers, raza que debe su existencia a este Cubo, descubren que en
Elemental película de monstruos, es su clamorosa reducción al absurdo. Originalmente, Transformers procede de una línea de juguetes japoneses que comenzó a explotar en Norteamérica la compañía HASBRO, experta en esto de los muñequitos, y que diversificaría con toda una línea de personajes, complementos y secundarios, su base secreta y el lavabo de acero inoxidable de
Rehuyendo parecerse a MEMORIAS DE ÁFRICA o EL HOMBRE ELEFANTE, abiertamente lanzado a la evasión, Michael Bay, mago capaz de hacerte un insoportable suspense de cualquier chuminada, y multiplicar por diez los problemas del protagonista, bajo la férula del MIDAS judío de HOLLYWOOD, Spielberg (devoto de estos personajes, fíjense ustedes, quién lo diría), nos ofrece dos horas y cuarto de los tópicos habituales del realizador, que se asientan con legitimidad al servicio de una historia pobre y débil, rutinaria (escrita, al parecer, por otro devoto de la saga), tan hueca como espectacularmente ornamentada.
Y aún así, podemos afirmar que Tranformers es, al menos, diez veces más película y más espectáculo que SPIDER-MAN 3, y decimos diez por respeto a la obra en general de SAM RAIMI, un realizador mucho más valiente, original e interesante que Bay, pura alharaca FX. Sin embargo, la obsesión de Raimi por imitar a sus amigos, los HERMANOS COHEN, le ha ido opacando y mutilando sus peculiares recursos, y Bay, mucho más superficial e intrascendente, sin complejos empero, le ha superado en esta ocasión. La tutela de Spielberg, implicado en un proyecto que tiene todas las tintas de ser OTRO VERTIGINOSO ESPECTÁCULO JERRY BRUCKHEIMER (es el nombre idóneo para esta producción) podemos intuirlo en el espíritu general que envuelve el resultado final conseguido, e implantado de modo sutil. La crítica, ya lo hemos aludido, no ha sido capaz de intuir su espíritu de homenaje. Se han quedado en la llamativa superficie, juzgando por la carrocería o el carenado, cegados por sus prejuicios.
Por ejemplo: todo el despliegue bélico que se esgrime durante la cinta, una especie de SI VIS PACEM, PARA BELLUM, que ha espoleado tan vivamente el delirio antinorteamericano de la crítica, es en verdad un mero recurso narrativo. Tal panoplia exhibida tiene la función de asegurar que, pese a la potencia desplegada, ¡es insignificante frente al enemigo! Es el baremo usado para medir la fuerza de los Transformers.
Transformers homenajea tanto a las viejas pelis de monstruosos insectos de ROGER CORMAN como a las MATINÉS, tan amadas por Spielberg y su buen amigo, GEORGE LUCAS, quien ha puesto a su disposición toda la panoplia de efectos visuales y de sonido de
También es un vago guiño a PREDATOR: un puñado de forzudos y expertos militares resultan diezmados por un ente (mecánico, esta vez) extraterrestre.
Ni una gota de sangre.-
La efusión de hemoglobina en Tranformers es absolutamente nula y el motivo es el mismo aducidos para la cinta del TREPAMUROS: una gota de sangre elevaría su clasificación moral y resentiría la taquilla. Esto del cine, entendido por los americanos, es un negocio, trabajo, no un motivo para expresar divagaciones estilísticas discutibles bajo el difuso disfraz/excusa del “arte”, según Europa (a grandes rasgos. Europa también produce cine de gran calidad. Y competitivo, cuando se lo propone). Los americanos se lo toman en serio y saben cuántas bocas dependen de un taquillazo.
Pero en lógica, todos esos ataques, agresiones, disparos, la metralla, deberían haber teñido la pantalla de rojo (más aún que en PLANET TERROR) y los miembros despedazados y mutilados por las aspas y demás objetos que giran y cortan, blandidos por los Decepticons, alcanzado la última butaca de la sala de cine.
Atemperado está también el uso (abuso, más bien) de la bandera en esta cinta. Transformers no puede eludir la comparación con ARMAGEDDON, a la que hacen chistes y referencias, pues tienen un mismo padre, y en la película en la que BRUCE WILLIS batalla contra el meteoro aniquilador, no había secuencia libre de bandera, o casi. Podemos intuir en esta moderación la mano de Spielberg otra vez. Ya quedó claro dónde se desarrolla la trama y nadie discute nuestro patriotismo, quizás dijera Spielberg. Este no precisa de excesos ondeando en un mástil.
Casting.-
Cortito de estrellas que va Transformers, quizás para invertir, en efectos, las pagas de unos actores de elevada cotización. Exceptuando a JOHN TURTURRO, en su papel de JASPER SITWELL, agente de SHIELD desquiciado, a años luz de la piel de BARTON FINK (su mejor momento es con el NOKIA) y a JON VOIGT, padre de la sensualmente curvilínea ANGELINA JOLIÉ, que luce en todas sus secuencias una saludable cara de nausea, acalorado y perplejo (copia el papel de crédulo –y a la vez, increíble- Presidente USA de INDEPENDENCE DAY), casi todo el resto del elenco es especialmente conocido entre sus allegados y amigos, pero no más allá. Y sumamente irritante, por cierto.
El padre del chaval protagonista es un habitual de esos papeles, sea en SITCOMS o películas parecidas, y refleja la figura paterna americana: burgués con pudientes que defiende los derechos civiles (siempre que los negros pobres no merodeen por su barrio), que está en contra de las armas y no sabe si debe o no apoyar la pena capital. En días alternos, lo uno o lo otro.
La madre es una sombra, tan inconsistente como parlanchina. Dice un par de carajotadas más o menos ingeniosas y luego se desliza fuera del evento.
El chaval prota, a parte de estar en todo momento absolutamente revolucionado y sin motivo, es un tocabemoles de los buenos. Anfetaminoso histérico. Ataca los nervios. Imita a un aturdido PETER PARKER que en clase tiene su BRAD THOMSON de réplica, el ario fornido mentecato. Y tiene un amigo koala, deducimos por como trepa a los árboles. Codicia los favores de la novieta de turno, mimbreña morena con oscuro pasado, que puede caerse de una moto en marcha sin quejarse ni romperse el culo, levantándose en el acto. Es una experta mecánica, capaz de desenvolverse con un coche grúa como nadie. (¿Entra esta capacidad entre los fetichismos sexuales?)
Luego tenemos a la listilla habitual y de turno que nunca falta en este tipo de películas, que ha adivinado correctamente la naturaleza de la amenaza pero a la que nadie cree, porque el legado de SANTO TOMÁS cunde. Es una entrometida sabelotodo trepa que en plena acción caliente desaparece. No es que huya: simplemente el guionista la aísla en un rincón y la hace lanzar algún comentario ocasional. Pero para la resolución del problema no pinta nada.
Después está el colega hacker cuyo superpoder principal consiste en enojar a los siniestros agentes del FBI (otros habituales del género), caracterizados como una fuerza hostil, implacable e insensible. La contractura americana: ama y odia esa vertiente fascista (¡otra palabra de moda!) del FBI, que encumbra o escarnece. Por cierto que ese tío era el más cruel y perverso de la cuarta temporada de THE SHIELD, pero aquí se desdice (que no redime) de su faceta criminal.
El grupo de analistas únicamente sirve para demostrar, con su supina estulticia, lo lista que es la analista listilla. La ponen con los tontos para descollar.
Los militares son unos tarugos intransigentes. Pero es que están obligados a ser pragmáticos, o harían volar el mundo con sus nucleares a la menor sospecha.
¿A qué viene el rebote del poli en la comisaría, provocando al prota a coger la pistola?
Los únicos que se salvan son, en efecto, los Transformers. La calidad de vida que
Obviaremos los cameos que luce la cinta, tanto o más aún que los malos chistes que la impregnan.
¡Ah,
¡Autobots, repórtense!.-
Habituados al doblaje sudamericano de la teleserie, no vemos del todo a los Transformers. La estridente voz de Megatron, mecamegalómano irritable, o la grave y llena de digna nobleza de OPTIMUS PRIME, se extrañan: ubicarían. Pero, paliándolo (así como las toscas deficiencias de la animación de la serie), está esa impresionante y laborioso despliegue de FX, que por desgracia tienen el defecto de estar acelerados y resultar confusos. La identificación entre Autobots y Decepticons es difícil. Durante las luchas cuerpo a cuerpo, los robots se convierten en una maraña de tubos y extremidades relucientes. Los rasgos faciales, tan apiñados, apenas nos permiten discernir sus caras. Pero luego, individualmente, ¡cómo desprenden fluidez, vida!
El peligro anida en el hielo ártico.-
Megatron, en su criostasis, nos recuerda tanto a
Finalmente, y sobre todo, Megatron es KING KONG encadenado, expuesto ante la multitud fascinada y horrorizada con su naturaleza.
Cortar y pegar.-
El guión funciona así, a base de referentes que han extraído, pulido e insertado de modo que no chirriaran al ser encajados. Ejemplo: la invasión de Turturro y su equipo recuerda a la de científicos y federales de ET (por señalar una próxima al productor ejecutivo.) Otro: un GREMLIM mecanizado, tremendamente ágil y malvado, piratea la banda ancha del AIR FORCE ONE, donde GEORGE W. BUSH exhibe su pasión por comer pastelitos en el tálamo.
Por lo demás, todo son técnicas Made In Bay: elegantes y lentos planos generales, caras angustiadas, estresadas, zooms y eficaz movimiento de cámara, personajes llevados al límite y esa tensión suprema y artificial del drama de hacer la tortilla rompiendo los huevos, transformados en un acontecimiento de vital trascendencia. Pero esta vez esa estridencia suya de barrenar en el dramatismo en falso está también frenada, cosa de Spielberg, seguramente. No obstante, hemos de señalar que los personajes carecen del profundo matiz que Bay supo imprimir a los de Armageddon. Al presentar una familia típicamente american way of life han resentido la credibilidad de los personajes, esbozándonos unos sujetos burgueses, blancos, episcopalianos y demócratas, salvo cuando las minorías raciales están cerca, lo cual los “transforma”, sacando al republicano que llevan dentro. En resumen, una familia PLEASENTVILLE.
El objeto de la disputa.-
El Cubo, que copia casi todas las características del CUBO CÓSMICO de los cómics MARVEL, tiene unas funciones y volumen igual de variables. Y apreciemos algo: en la azotea, cuando Megatron tiene el Cubo a su alcance, ¿qué le impide agarrar la estatua tras la cual se escuda el protagonista? En vez de esa acción simple y expeditiva, ¡le ladra propuestas de megalómano! Sin duda, como la obstinación (laudable) de Optimus por no herir a los humanos, parece cosa de la larga sombra de ISAAC ASIMOV y sus LEYES DE
Y el Cubo, en realidad, ¿qué hace? ¿Sana o mata? ¿Discierne y discrimina?
Porque le funde los plomos a Megatron, ¡golpeándole en el mismo lugar donde Optimus exigía que se lo insertaran! Cierto que nos adelantaban que moriría si ocurría eso, pero también insinuaban que su sacrificio lo elevaría a algo superior. ¡Megatron queda reducido a chatarra! ¡Chapuza! Fatal-fatal.
El final llega tan súbitamente que sorprende. Habituados a la gran supernova de la traca final demoledora, el que Megatron caiga derrotado sin más no convence. Y, para colmo, la homilía trillada de Optimus, ensalzando las virtudes de la raza humana. Pese a haberse escaneado Internet entero, Prime no se ha debido leer, por ejemplo, el capítulo de AUSCHWITZ, algo que debería tener a las razas alienígenas prudentemente vigilantes acerca de nuestra conducta y la elogiada naturaleza humana.
Hay una nota que nos hace sospechar que el final fue mutilado, modificado: cuando el honesto, valeroso, amante esposo y padre, CAPITÁN DE RANGERS expone las debilidades del blindaje de los Transformers, solicita una munición concreta. Ya está: un final apoteósico, un duelo titánico entre tanques, aviones y Decepticons. Decep-cionados nos quedamos sin verlo, pues nuestro instinto intuía esa batalla. A cambio, nos consuelan con el guiño a una secuela.
El obvio homenaje.-
No puede fallar, cuando los contrincantes son talluditos, que se efectúe la referencia a King Kong. ¡Y más habiendo rascacielos cerca!
En los tebeos.-
MARVEL UK aprovechó la coyuntura para sacar, por supuesto, una línea de cómics donde los bravos guerreros metalizados con las formas de coches, pistolas y jets de combate siguieron manteniendo su duelo por los preceptos acuñados en la serie de televisión, con otras y diversas aventuras de cuestionable calidad.
Posteriormente, y más próxima a nosotros, DREAMWAVE retomaría el testigo un puñado de números (donde imaginamos que la historia continuaría, o se renovaría al gusto de PAT LEE, que dibujar Transformers lo hace estupendamente, ¡pero seres humanos, casas y coches, ¡olvídate!!), aventuras editadas por NORMA, y pudiera ser que esta película anime a algún esfuerzo en ese sentido.
Colores.-
Es un curioso y llamativo cliché: los Autobots tienen los ojos azules, brillantes y eléctricos, mientras que los de los Decepticons son apagados, rojos, de textura como roca. ¿Esto es un ejemplo maniqueo más de identificación entre el bien y el mal? Pues entonces, cierto vanaglorioso caudillo zeteante, como pregonó en su día, está en el bando Decepticon de los colores…
¿HAY MOTIVO para preocuparse?
Recapitulando.-
Transformers es un lubricado y pulcro producto donde los cilindros en V rugen perfectamente sincronizados en la interminable disputa entre el Bien contra el Mal, socorrido argumento que nunca falla. Puede parecerle, a muchos, insatisfactorio, inútil, pueril y estúpido. Pero ¡funciona! Y si lo hace, ¿por qué cambiarlo?
No podemos apelar a la trascendencia de una trama vacía, motor de lucimiento de una espectacular infografía de alta calidad, aunque para darle algo más de enjundia, cara a la implacable crítica difícil de satisfacer, se la revista de valores como la amistad, la lealtad, la camaradería y el deber. Este es puro cine de evasión, de adolescentes, película de monstruos y tiros, con un vago amorío (adolescente), unos malos literales y codiciosos, seguidos de unos secundarios tan superficiales como el rocío matinal. Pero aún así, por su sencilla honestidad (pues nunca pretendió superar a
Aún debemos resolver por qué las secuencias de mediodía al cambio de plano suceden ya de noche. ¿Tan rápidamente cae el ocaso en Los Ángeles?
Resulta irritante la perversa satisfacción de algunos en pregonar, a bombo y platillo, el aparente fracaso en taquilla de esta cinta. Para empezar, ¿qué esperaban de Transformers? ¡Su misma factura ya indica que no es uno de esos amargos existencialismos sepia del cine-de-sesudos! Transformers no tiene la receta mágica para resolver el dilema de la existencia, solo el de hacer pasar un rato grato.
Dichas firmas se han mostrado más amables, protectoramente paternales, con Spider-Man 3, pese a su falta de ritmo y sus devaneos estilísticos. Transformers mantiene, en todo momento, su línea.
Lo mejor.-
Otra vez: los FX.
Lo peor.-
¡EL PROTAGONISTA!
Reseña de Antonio Santos
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