X-MEN:
Los pecados del padre.
Reseña por Antonio Santos
Al calor del reciente estreno de la tercera entrega de los mutantes más populares y rumbosos del UNIVERSO MARVEL bien viene recordar una de las sagas más relevantes del universo mutante.
Datos técnicos.-
X-MEN:
Rápida puesta en escena.-
Pues resulta que el PROFESOR XAVIER, prodigio alopécico que parece no haber roto jamás un plato, tuvo un hijo de estrangis que, al disparatársele las hormonas con eso de la pubertad, se transforma en un peligro público de invaluable magnitud, autobautizado (o más propiamente, autocircuncidado) Legión, quien, consciente del problema que significa el inefable MAGNETO (otro con el sino a capricho del guionista de turno) para el sueño conciliador de su virtuoso progenitor, retrocede dos décadas para modificar el futuro y facilitar los planes integradores del Profesor. Consigo arrastra a lo más granado de
Este intento está motivado por la dómina del look piramidal y bienquerida de nuestro seductor calvo-x (el tío las mata callando), Lilandra. Previene que el Multiverso (el recurrente recurso de marras) peligra debido a la manipulación del cabeza/de/maceta de Legión.
En el pasado, Legión, arrasando en plan TERMINATOR con las DURACELL a tope, mata accidentalmente a su padre, con lo cual no sólo se aborta a sí mismo, sino que de un modo extraño, misterioso, destruye toda la continuidad del Multiverso.
Y se acaba el Universo Marvel.
Subjetiva opinión del concepto.-
Nunca me he sentido atraído por los esplendores, o miserias, de
No obstante, aprecié que STAN LEE (al margen de lo que dicte la leyenda urbana al respecto de DOOM PATROL) tenía en mente un concepto al plantearse esta saga. La génesis de los X-Men coincide con una revolución por los derechos civiles en Norteamérica. Fresco y latente aún el Holocausto, Lee, judío como JACK KIRBY y gran parte de los autores que mensualmente nos sirven las entregas de estos culebrones cargados de testosterona épica, y aun los mismos superhéroes y superheroínas que protagonizan dichas series, ideó una parábola al respecto: la de un grupo de marginados temidos por una sociedad hostil y hostilizada, esencialmente, por el atavismo racial, el Poder Gubernamental,
A través de la maraña de disfraces, pretexto integrador para unirse a una sociedad que ve a los enmascarados con una mezcla de desconfiada aceptación, y tramas lúdicas destinadas al lucro (porque de eso se trata también), lastrados por el continuará, Lee reflejaba cómo se sentía un grupo de elegidos, diferentes de la masa desconfiada y brutal, por culpa de unas anomalías genéticas, quizás un sentimiento comunal y personal que arrastra el mismo autor. Los primeros números de la colección reflejan este espíritu, así como su desesperado intento de respeto y alianza (más que integración, el supuesto objetivo) con un pueblo que les aborrecía transidos de miedo y atavismos, profundamente inculcados.
Otros toman el relevo.-
El concepto mantiene su vigencia unos cuantos números más, ya en manos de otros autores. Pero, sin duda, a la altura de CHRIS CLAREMONT ese sentido de parábola está tan corrompido y desfigurado que apenas puede reconocerse. Tampoco Lee pretendería airearlo mucho, por temor a causar repulsa por parte del fandom, pero mantuvo el guiño para quien sepa leer entre líneas. A partir (y sobre todo) de Claremont, la lucha de los elegidos por la integración se degrada hasta un conflicto de futuros, filofuturos y parafuturos ominosos con constantes crononautas agoreros luchando por evitar ese sino trágico, aunque como leemos, su batalla es totalmente estéril.
Sin embargo, en sus adaptaciones cinematográficas, estos mutantes no reflejan a un pueblo, sino a una minoría: la homosexual. Es el discurso latente, no expresado, que subyace en cada fotograma. Y el enemigo pasa a ser, del autoritario robot CENTINELA (trasunto del SS regente de los campos de exterminio), el heterosexual amenazado y atávicamente indispuesto por todo lo que vaya contra natura. La presencia de Magneto (sobrio y elegante, amenazador y justificado en la pantalla; histérico histriónico bipolar, en el cómic, el no villano execrable) sólo cumple una función, casi emérita: sale por que es el malo clásico.
Porque, sinceramente, con lo que ERIC LEHNSHERR lleva pasado (KZ, asesinato de su familia, repulsa social), a otros, cuyas siglas son FRANK CASTLE, le han levantado un panteón y una colección donde le felicitan y justifican
por hacer lo que pretende Magneto.
En cambio, el judío Magneto carga con la cruz de la villanía y está doblemente acosado, por sus pares y por los humanos, porque las cosas son así.
Renovando el género.-
Los mutantes, en conjunto, son una congregación tan fértil y variopinta como disparatada. De los miembros originarios a la fecha, su número se ha multiplicado hasta lo aberrante, desbordando en cantidad a los integrantes de cualquier supergrupo. Pero la galería de rivales apenas si ha variado o se ha regenerado, salvo con contadas excepciones, con el tiempo. El más destacado, o destacable, puede ser este APOCALIPSIS, que no es más que una histérica copia de DARKSEID, un conspirador evanescente multiplicando sus conjuras y apariciones con difusa suerte por las demás colecciones.
Y, hasta la nauseabunda iteración, el futuro desolador y sus engendros como esquema argumental.
Pero no nos engañemos: esta profusión de personajes es mero merchandising focalizado hacia una franja de lectores que se me antoja (sin ánimo de ofensa) adolescente, incluso de niñatos, más que de lectores creciditos.
Eludiremos el debate LOBO/LOBEZNO. A título personal, prefiero a Lobo (al menos, en su etapa gamberra de los 90), aunque HUGH JACKMAN ha dado un magnífico relieve al personaje, quizás porque le ha sacudido todas esas pamplinas que minan al canadiense, humanizándolo. Por cierto, no os perdáis el número en que PUNISHER arrolla a Lobezno con una apisonadora.
El tema de CÍCLOPE.-
¿Tanto os cuesta asumir, lectores que tanto lo odiáis, que se trata del líder y que le toca ser antipático, distante, surtido de todos esos defectos que se le achacan, debido a su estatus? Al margen de cómo sea su carácter, claro
Sobre este tomo.-
Buena labor gráfica (desplegando toda la gama de recursos marcas de la casa, las posturitas, los musculitos y los disfraces ceñidos, cortando la circulación sanguínea) y un argumento que, demarrajes a parte, resulta competente e interesante, una obra bastante redonda y llena de los elementos de calidad propios de la buena evasión de los 70 y 80, aunque quizás sea una obra excesivamente centrada en sus fieles, que no te deja respiro en caso de que por primera vez tomes contacto con tan diversificado Universo. Sus pirotecnias y sus recurrentes crononautas (una fijación pertinaz) pueden confundir o molestar un poco, pero no obstante es una lectura que te hace pasar un buen rato.
Una última consideración: ¿por qué les llaman mutantes? El mismo tiempo de la palabra indica constante transformación. Hay mutantes que no han evolucionado más o apenas lo han hecho. ¿No sería más correcto calificarles de mutados?
La página.-
El holograma de Lilandra Dominat
Majetrix, quiero decir.
La(s) viñeta(s).-
Las iterativas de TORMENTA sacando pecho.
La frase.-
Pero se acerca el fin
me sentiré mejor sabiendo que tengo el arma a punto.
DOMINÓ a CABLE. Esta tontería no se le ocurre ni ha RAMBO harto grifa.
Lo mejor.-
El producto en su conjunto.
Lo peor.-
Ian Churchill, el dibujante de los músculos desbocados y la anatomía descabalada.
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