Gekiga, o la revolución japonesa.
En pocos libros sobre manga se focaliza mucho la atención sobre la figura y aportaciones de Yoshihiro Tatsumi, el creador de los gekiga, mangas protagonizados por hombres y mujeres adultos que viven en un mundo de adultos lleno de recovecos oscuros, pulsiones refrenadas y heridas por sanar.
Gekiga es un término acuñado por este autor japonés en 1956, resultante de la unión de los conceptos 'geki', drama, y 'ga', ilustrado. Drama en imágenes. El término era una reacción contra el manga común ('man' + 'ga', relato ilustrado) tomando así posiciones en contra de la historieta adocenada dirigida a niños y adolescentes. Su planteamiento no se halla lejos de la asumida por Will Eisner cuando acuñó la denominación graphic novel para sus producciones de historieta, con el fin de diferenciarlas de los comic book al uso. La diferencia estriba en que Tatsumi lo hizo con veinte años de antelación. A Contract with God, aquella obra 'inaugural' de Eisner fue publicada en 1978; y recordemos que hubo un precedente de Eisner, la adaptación de Corben Bloodstar, pero también está a veinte años vista: 1976.
Tatsumi pues, inauguró un nuevo modo de ver la historieta que por entonces no trascendió a los mercados internacionales ni a la historia oficial del cómic que la mayoría de aficionados tiene asumida y no supuso el germen de la revolución que se adjudica a Eisner. De hecho, ni siquiera en Japón fue el gekiga un género que medrara entre aplausos. El público lector japones de este tipo de 'manga para adultos' era minoritario frente al lector común y de ahí que Tatsumi no haya pasado a la posteridad en negritas. No está su ficha, por ejemplo, en el reciente Manga! de Taschen, no está entre los mejores autores de El fenómeno manga, de Berndt, aunque sí está en El gran libro de los manga de Moliné.
De este último texto extraemos su biografía. Nacido en 1935, Yoshihiro Tatsumi comienza su carrera como historietista en 1954 haciendo cómics de corte policíaco. Insatisfecho con las corrientes mainstream del manga, dirigidas por empresas cada vez más monopolistas del mercado, participa en la creación de una revista al margen, Kage, que es donde comienza a publicar sus gekiga. La popularidad de que disfrutan por entonces le impulsa a publicar el libro teórico Gakiga Daigaku (o La gran enseñanza del gekiga, de 1968). Tuvo la fortuna de que, por trabajar con una técnica narrativa más occidental de la habitual en los manga, fuera uno de los primeros autores nipones en traducirse en Europa, y en España conocemos su obra desde comienzos de los 1980, antes incluso de la invasión de Toriyama y sus huestes. Su gekiga llegó tan temprano que en la edición primera de La Cúpula de Qué triste es la vida y otras historias (algunas de ellas luego recuperadas en Infierno), tuvo que incorporarse un prólogo sobre 'Los comics japoneses', muy bien escrito por J.M. Carandell.
El legado de Tatsumi se extendió entre ciertos colectivos de autores japoneses, comom los fundadores de las revistas alternativas Garo y COM. Esta última fue una publicación lanzada en 1967 por el maestro Osamu Tezuka, que supo aprender la lección dada por Tatsumi e incorporaría profundidad a los personajes de algunas de sus siguientes propuestas. Adolf sin duda le debe muchísimo a Yoshihiro Tatsumi.
Un retrato de esa mitad anónima de la sociedad japonesa.
En este libro, Mujeres, se recogen varias historietas cortas de Tatsumi protagonizadas todas ellas por mujeres, que, aunque sean muy distintas, todas ellas tienen un nexo en común: pretenden controlar su destino sin lograrlo y acaban abocadas a la tragedia.
En lo gráfico destaca el esfuerzo del autor por dotar de expresividad a personajes dibujados infraicónicamente. Los primeros planos de ojos apenas esbozados con un punto exigen el ensayo de emoticonemas como el salpicado del orgasmo (en p. 12) o elementos 'máscara' como el del obrero que baja del prostíbulo con su casco (p. 21). Tatsumi incorpora también algunas técnicas novedosas en los sesenta (la trama mecánica, el manchado con tela) y comete algún que otro tropiezo descomunal (la p. 28 de este libro es espantosa) hasta el punto de llegar a pensar que combina lo peor de la historieta en las formas con lo mejor del medio en el fondo. Pero su narrativa es válida. Podría decirse que el dibujo de Mujeres es deficiente pero suficiente. Además, cuenta con el aliciente de que su tratamiento de la narrativa gráfica tiene ecos cinematográficos que acercan su manga al modo de narrar occidental, sin perder tanto tiempo con secuencias alargadas y practicando los zoom hacia los rostros para cernirse sobre la interioridad de los personajes.
Los protagonistas de sus historietas son todo lo contrario a los del manga tradicional: son complejos, retorcidos incluso, con profundos ecos traumáticos y problemas latentes. Interesan, sobre todo, sus mujeres. Recordemos que en 1949 comienza a popularizarse el manga para jovencitas en Japón, hasta el punto de que poco después, en 1955, aparezcan las primeras revistas dirigidas en exclusiva al público juvenil femenino japonés, los shôjo manga. La pugna establecida entre las editoriales Kodansha y Shueisha hicieron proliferar el género hasta alcanzar grandes cotas de popularidad y, también, obviamente, de banalidad. Frente a eso, Tatsumi se sitúa en el punto diametralmente opuesto, con mujeres nada vivarachas ni alegres, sino oscuras y sentenciadas por la vida.
Tatsumi utiliza a la mujer nipona para elevar sus relatos dramáticos a crítica. Sitúa al elemento más débil de la sociedad japonesa en posiciones extremas desde las que emitir un mensaje claro: así, la honda culpa de la primera historieta critica las tradiciones impuestas en los matrimonios, la frivolidad manifiesta en la mujer de la segunda historia nos habla de la recesión económica que empuja a ciertas mujeres a prostituirse, la historia tercera de este libro nos remite a un Japón renorrealista donde todo se reduce a matar para vivir, la cuarta historia narra la gris y anónima vida de las esposas de muchos japoneses demolidos por su trabajo, la quinta historia formula la trágica ironía que espera a la mujer vengativa, en la sexta y última historieta de Mujeres se nos cuenta una fábula que tiene como trasfondo el ambiente de las geishas.
Por supuesto, el tebeo es explícito pero viene censurado de origen. Recordemos que cuando se hicieron estas viñetas aún imperaba la más férrea de las censuras niponas fundamentada en el art. 175 de su Código Penal: multa y cárcel si muestras los genitales, sobre todo los femeninos. Unos dicen que la cosa viene de cuando, influidos por la ola moralista y censora imperante en los EE UU, causó gran polémica la traducción de El amante de Lady Chatterley en Japón y tuvieron que intervenir las autoridades recomendando la modificación del articulado penal.
Desprovistas de su identidad en lo real, desprovistas de su genitalidad en lo icónico, qué lástima de mujeres.
Una obra imprescindible.
Mujeres, de Yoshihiro Tatsumi
La Cúpula: MANGA GEKIGA
Libro en rústica, con solapas, 164 págs., B/N, 10 euros
La Cúpula: MANGA GEKIGA
Libro en rústica, con solapas, 164 págs., B/N, 10 euros
Reseña de Manuel Barrero. Tebeosfera recibió servicio de prensa de La Cúpula.
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